El sueño europeo
Después de la Primera Guerra
Mundial, mediante el Tratado de Versalles de 1919, se impusieron unas
reparaciones económicas irrealistas e insensatas a la Alemania vencida.
Reparaciones que alimentaron el resentimiento de la población y contribuyeron
al auge del nazismo y a la cristalización de una nueva guerra mundial. El gran
economista británico John Maynard Keynes no estuvo conforme con el acuerdo desde el
primer momento, considerando que iba en contra de una “paz magnánima
o de trato noble y equitativo” y vaticinó las consecuencias negativas del mismo.
Por ello en el Acuerdo sobre la Deuda de Londres en 1953, se perdonó
a Alemania más de la mitad de su deuda. El resultado fue la época que va desde
1945 a 1973 que se ha considerado como la época dorada del capitalismo y se ha
etiquetado como los treinta gloriosos.
En estos años se consiguió un pacto social que embridó el capitalismo y
consiguió avances y mejoras sociales con la creación de los Estados de
Bienestar. Sin embargo, el hombre es el animal que tropieza no una vez, sino
dos, tres, cuatro…con la misma piedra y de nuevo la Unión Europea, sin la
mínima empatía y solidaridad, prioriza el cobro de las deudas existentes entre
los estados que la integran, olvidándose de sus ciudadanos y de sus derechos
básicos. Pero, no nos podemos extrañar, la política social europea siempre ha
sido un proyecto limitado y un objetivo secundario desplazado en todo caso por
la integración económica. Me niego, no
obstante, a creer que ésta sea la Europa que soñaron sus fundadores y en la que
creen sus habitantes.
No podemos olvidar que precisamente la Unión
Europea nació con el anhelo de acabar con los frecuentes y cruentos conflictos
entre vecinos que habían culminado en la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy a
través de las políticas de austeridad impuestas en contra de los propios
ciudadanos, provocando una desigualdad cada vez más acentuada entre ellos, da
nuevas muestras de una pérdida de memoria que nos llevará de nuevo, como poco,
a la desunión, a la destrucción de Europa. Fabian Linder escribía el
pasado 11 de febrero “en Alemania, estamos jugando por la catástrofe económica de
Grecia. Sin embargo, la actual crisis y la Grecia de hoy tiene similitudes
aterradoras evidentes con la República de Weimar[1],
incluso se puede considerar que el derrumbe actual es más profundo y duradero.
La deuda mundial ya ha alcanzado los 200 billones de euros,
una cifra incomprensible para un humano normal. Es una demostración evidente de
la realidad que divide el mundo entre los que tienen el poder: los acreedores y
los que están encadenados a su pago: los deudores. Y lo que es muy evidente en
Europa es que el ajuste de la competitividad llevado a cabo por los miembros del sur de la zona euro requiere
una baja inflación que empeora la sostenibilidad de la deuda pública. La baja
inflación sólo beneficia a los acreedores que quieren que se les abone la
totalidad de sus créditos a un interés a veces usurario y en una moneda que incluso
puede comprar más en el caso de deflación debido a la bajada de precios. Se
olvidan los acreedores, no obstante, de que con sus préstamos a un alto interés
estaban corriendo un riesgo de impago que de ninguna manera debería estar
asegurado completamente por el Estado y caer sobre las espaldas de la población
menos pudiente.
Es
por ello muy necesaria una conferencia europea para abordar el problema de la
deuda en los países europeos.
Los partidos fascistas están haciendo
guardia para liderar el cambio europeo en el caso de que fracase Syriza y
aquellos que piensan que otro modo de hacer política y economía es posible,
pero el cambio que se propone tiene reminiscencias que nadie quiere. Así concienciados en este sentido, trescientos
influyentes economistas y académicos de todos los continentes,
desde James Galbraith a Stephany Griffith-Jones, desde Jacques Sapir a Dominique Meda,
llaman a los gobiernos europeos y a las instituciones
internacionales a “respetar la decisión del pueblo griego“, y a “iniciar negociaciones de buena
fe con el nuevo gobierno griego para resolver la cuestión
de la deuda”. Afirman que “Lo que está en juego no es sólo el destino
de Grecia, sino el futuro de Europa en su
conjunto. Una política de amenazas, de ultimátum,
obstinación y chantaje significa para
todos un fracaso moral, político y económico del proyecto
europeo. Instamos a los líderes europeos a rechazar y
condenar todos los intentos de intimidación y coacción del
gobierno y el pueblo de Grecia.” Y es que no podemos echar en saco
roto que, como
dice Alberto Garzón, “una parte de esa deuda ha sido contraída para financiar
rescates financieros, mientras que las mismas entidades rescatadas han
especulado contra el Estado a través de las facilidades financieras abiertas
por el Estado y por el Banco Central Europeo”
Parece
evidente, por tanto, que no es el momento de hablar en términos de izquierda y derecha
ya que se debe pensar en unos mínimos derechos humanos que cualquier fuerza
política pueda asumir. Pero la democracia asusta a los poderes económicos y a
los políticos que los representan. A las peticiones de igualdad, dignidad y
derechos básicos se contesta con leyes mordaza que vulneran estos
derechos, facilitando por otra parte medidas privatizadoras que vestidas de un
capitalismo popular lo único que consiguen es más desigualdad. Así en nuestro
país con la privatización de AENA hemos
visto que los que más tienen se han llevado la mejor tajada de nuestra, hasta
hace poco, empresa pública. A los grandes
inversores les correspondió 69,68 millones de acciones y los grandes fondos en un sólo día ganaron 800
millones de euros, de euros no de pesetas. Los 88.972 pequeños inversores
consiguieron 3,7 millones de acciones, con un mínimo de 25 títulos, y una
revalorización de 44 millones, aproximadamente una vigésima parte de lo
que ganaron los grandes fondos. AENA salió a Bolsa a 58 euros por título y en
su primera sesión se anotó una revalorización del 20,69% hasta los 70 euros.
Uno de los grandes beneficiados ha sido el multimillonario George Soros al que
el Gobierno ha adjudicado finalmente
cerca de 100 millones de euros (en torno a 1,7 millones de acciones) por lo que
se sitúa como uno de los inversores con un peso relevante en la compañía con
aproximadamente un 1,15% del capital. Sus acciones se revalorizaron en
20.690.000 euros: esa mañana no tuvo que buscar trabajo, ni saltar vallas, ni...tampoco
fue deshauciado.
Según defiende Pablo Iglesias
en su artículo, el problema de Europa “no es que los griegos hayan votado por
una opción distinta a la que les llevó al desastre; eso es simplemente la
normalidad democrática. El triple problema de Europa es la desigualdad, el
desempleo y la deuda y esto no es nuevo ni exclusivamente griego”. Pero
queremos seguir con las mismas políticas, no
se nos está ocurriendo nada nuevo. Las sociedades primitivas y,
desgraciadamente, algunas actuales ante los problemas económicos dejan morir
sus retoños especialmente del sexo femenino. Políticas de moderación
demográfica como pedía Malthus. Pero la humanidad después de ir a la luna, de
la teoría de la relatividad, la teoría de cuerdas… ¿no es capaz de hacer algo mejor? Entonces
haríamos bien en atender al “principio de
precaución” que forma parte de los tratados de la Unión Europea y de acuerdos
internacionales como la declaración de Río sobre el clima. De acuerdo con
ellos, la adopción de medidas eficientes para evitar daños serios e
irreversibles como el cambio climático no debe ser retrasada por el hecho de
que no exista una total evidencia científica. Así debemos aplicar el principio
de precaución en la política europea y éste se debe centrar en las personas. No
más dolor, no más muertes. Lo primero es lo primero. No queremos otra Europa.
[1]
Fue el régimen político y, por extensión, el
periodo histórico que tuvo lugar en Alemania tras
su derrota al término de la Primera Guerra Mundial y se extendió entre los años 1919 y 1933.
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