sábado, 30 de mayo de 2015

¿De qué libertad hablan los liberales?

Hay a quienes se hacen abanderados de la libertad: libertad de prensa, libertad para el dinero, libertad para el capital, libertad personal. Muchos de ellos requieren y piden un Estado Mínimo que principalmente cuide de sus propiedades, su seguridad y su libertad individual. Sin embargo, abogan por poner muros y vallas para que otros seres humanos no puedan tener siquiera la más mínima libertad: la libertad de movimientos y de pensamiento. Corren para poner una mordaza a todos aquellos que se manifiestan con ideas diferentes a las que ellos profesan. Cierran naciones, urbanizaciones, centros de ocio y blindan su pensamiento como único ya que la información objetiva y el pensamiento libre les asusta. Ellos proclaman: la libertad es mía o nuestra, la de nuestra clase privilegiada. Nuestra libertad es sagrada, que nadie la coarte o menoscabe.

Los seguidores de Hayek, que se reconocen como verdaderos liberales, alaban las palabras del maestro cuando dice que todo intento de construir una sociedad mediante una ingeniería social o de acuerdo con una idea preconcebida lleva inevitablemente a una tiranía incapaz de satisfacer las múltiples y complejas necesidades que motivan a los sujetos. La realidad, sin embargo, es que su libertad no llega mucho más allá de sus intereses. Ya que todo aquello que los limite rápidamente lo quieren destruir a cualquier coste.

Un botón de muestra lo tenemos en Esperanza Aguirre. ¿De qué clase de libertad habla cuando califica de antidemocráticos y radicales a partidos que han sido votados por una buena fracción de ciudadanos en un sistema democrático que, además, ella defiende? Los ciudadanos se han expresado libremente (a pesar de haberse movilizado el voto del miedo especialmente por ella) y las urnas han hablado, pero parece que solamente hay que servirse de los votos cuando son favorables. Además ¿son tan radicales aquellos que a lo que más importancia dan es a que todos los ciudadanos tengan los medios indispensables para una vida digna, que los ciudadanos más desfavorecidos, más vulnerables no se suiciden, no se mueran de hambre o puedan tener una vivienda digna donde vivan y, además, tengan los medios necesarios para una vida  no sólo con posibilidades de sobrevivir, sino también para poder desarrollar libremente su personalidad. ¿Esto es ser radical para ellos? Está claro que hay quien se ha empeñado en volver al siglo XIX y alimentar los fantasmas del comunismo más trasnochado sin querer entender las ideas de Marx.

En la última encuesta de condiciones de vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 42,4% de los hogares españoles no tenía capacidad para afrontar gastos imprevistos en 2014, siendo el porcentaje más elevado desde 2004. En el extraordinario sistema liberal que tiene en mente la Srª Aguirre ¿qué clase de libertad tienen estos ciudadanos? Cuando no tengan paro, cuando no tengan asistencia sanitaria y tengan que enfrentarse a una intervención quirúrgica de alto coste, o a un tratamiento de una enfermedad crónica o de larga duración, a los gastos de educación de sus hijos, al pago de los suministros energéticos básicos, al cuidado de sus mayores, etc., etc.

El mencionado Hayek, gurú de los liberales, consideraba el mercado económico como la panacea, como un sistema de comunicación que proporciona una densa y delicada red de informaciones a través de la cual los precios indican el valor de los factores de producción y, consiguientemente, lo que es preciso producir y lo que la sociedad puede consumir. Pero todos sabemos que en las naciones más desarrolladas se produce para tirar (frutas, pescado, mobiliario, electrodomésticos, casas, etc.) en un gran porcentaje, que hay obsolescencia programada, incluso inmediata, para que el consumo no pare nunca y, sin embargo, las necesidades básicas de un gran número de personas permanecen sin cubrir. Todos sabemos que no solamente la información no está a disposición de todos sino que la falta de ella se utiliza para vender más caro, para especular y comerciar de manera injusta, ya que los costes en muchos casos son reducidos y las ganancias se disparan con la ignorancia y la falta de posibilidades de la mayoría. Todos sabemos a estas alturas la manipulación informativa a que nos someten los medios de comunicación, la manipulación informativa que se da cuando existe una concentración de estos medios, concentración que no es más que la consecuencia de un sistema capitalista sin trabas y dejado a la entera libertad de las élites.

A mi modo de ver un autor más consecuente es  Karl Polanyi, que escribía en su famoso libro la Gran Transformación “La desaparición de la economía de mercado puede suponer el comienzo de una era de libertad sin precedentes” y argumentaba que “La libre empresa y la propiedad privada se declaran esenciales para la libertad. Ninguna sociedad construida sobre otros fundamentos merece ser llamada libre. La libertad creada por la regulación se denuncia como falta de libertad, la justicia, la libertad y el bienestar que ofrece son denunciados como camuflaje de la esclavitud [...] Esto significa [sin embargo] libertad plena para aquéllos cuyos ingresos, ocio y seguridad no necesitan mejora, y un camelo de libertad para el pueblo, que en vano intenta hacer uso de sus derechos democráticos para protegerse frente al poder de los ricos”.

Para Cesar Rendueles es un error “Tratar de que la competencia, el egoísmo y el miedo se conviertan en los motores de la conducta social no sólo es inmoral sino muy poco práctico. El capitalismo está en crisis permanente y es increíblemente frágil, sobre todo si se compara con sistemas productivos que han sobrevivido miles de años[1]”. Fernando Savater nos decía que el “Fanático es quien no soporta vivir con los que piensan de modo distinto por miedo a descubrir que él tampoco está tan seguro como parece de lo que dice creer[2]”. A lo que hay que añadir que según Nietzsche el fanatismo es la único fuerza de voluntad de la que son capaces los débiles. ¿Quiénes son los fanáticos me pregunto?

Concluimos con palabras David Harvey en relación a las contradicciones del capital y del capitalismo desenfrenado en el que algunos quieren permanecer en aras a una libertad imposible. Lo que sí se ha demostrado es que “probablemente el capital pueda funcionar indefinidamente, pero de una forma tal que provocará la degradación progresiva del planeta y un empobrecimiento de masas, que acarreará un espectacular aumento de las desigualdades sociales y de la deshumanización de la mayoría de la humanidad, la cual se verá sometida a una negación cada vez más represiva y autocrática del potencial para el florecimiento humano individual mediante la intensificación de una vigilancia policial totalitaria por parte del Estado, un sistema de control militarizado y una democracia totalitaria, aspectos todos ellos que en gran medida ya experimentamos en el momento presente[3]”. El capitalismo neoliberal que tenemos sí que es radical. No sólo supone la destrucción de una democracia actualmente manipulada, menor y sin lustre. Supone sobre todo la destrucción de nuestras posibilidades de vida, de nuestro futuro, de nuestra libertad.  



[1] Rendueles, César (2013:173)
[2] Sabater, Fernando (2003).El valor de elegir. Ariel.
[3]Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo (2014:217)

lunes, 25 de mayo de 2015

Preludio de un nuevo modelo de sociedad

En estos momentos en los que parece que lo viejo se resiste a abandonar su castillo dorado y lo nuevo llama con fuerza, irrumpiendo incluso por algunas puertas importantes. En estos momentos en los que el Partido Popular pierde dos millones y medio de votos con respecto a las anteriores elecciones municipales pero sigue siendo la fuerza política más votada. Se deben valorar los logros obtenidos y ponerse “manos a la obra” con objeto de demostrar que hay otra forma de hacer política que piense más en las personas y que se sustente precisamente en ellas ya que “la política es autoayuda colectiva[1]”. No hemos conquistado el castillo pero es la ilusión de un nuevo modelo de sociedad más justa la que nos tiene que dar fuerzas para su ocupación definitiva.

Los resultados electorales de ayer domingo 24 de mayo, nos permiten ir saliendo del atolladero en el que nuestra sociedad se encontraba y alumbrar en algunas ciudades y comunidades autónomas nuevos modelos de sociedad que sean más humanos, más igualitarios. Modelos sociales que promuevan la integración y la justicia social. El capitalismo de amigotes, de casino, de especulación que teníamos sólo nos ha llevado a situaciones de austeridad, desigualdad y pobreza que afectan a la gran mayoría de los ciudadanos y merman sus derechos y su dignidad. La dinámica capitalista, machaconamente vivida sobre todo desde la liberalización de los sistemas financieros, allá por los años 80 del anterior siglo, se alimenta de la extracción de rentas de los de abajo hacia los de arriba en un movimiento sin fin que contradice el fundamento de una sociedad solidaria. En consecuencia, el sistema que venimos padeciendo hace que las crisis, tan dañinas ellas, sean periodos necesarios,  inevitables e indispensables, del ciclo capitalista debido al proceso de acumulación progresiva que le es inherente y del que no puede librarse.

La OCDE (Organización para la Cooperación el Desarrollo Económico) en un informe presentado el pasado jueves, puso de manifiesto nuevamente que las desigualdades entre ricos y pobres siguen aumentando y se han situado en su máximo nivel desde inició de su medición por esta organización hace 30 años. En España, nos informa, las grandes fortunas crecieron un 9,2 % el año pasado, hasta acumular más de 164.424 millones de euros, lo que equivale al 15,6 % del PIB. En la otra cara de la moneda, sin embargo, tenemos que trece millones de personas vivían en 2014 por debajo del umbral de la pobreza, con unos ingresos de apenas 8.000 euros anuales, que repartidos mensualmente supondrían menos de 700 euros. El patrimonio de los más ricos no para de crecer como a diario podemos ver en los medios de información. Amancio Ortega, el hombre más rico de España y uno de los tres más ricos del mundo tiene un patrimonio en el año 2014 de 46.000 millones de euros según la revista Forbes. Este estado de cosas tiene que cambiar si no queremos volver a tiempos pasados más oscuros.

No podemos vendarnos los ojos ante la realidad. El capital requiere beneficios y el sistema financiero que tenemos montado, en el que domina la especulación sobre las necesidades de crédito de las empresas, proporciona más beneficio que la economía real quedando ésta anoréxica. Las empresas requieren obsesivamente una mejora continua en sus datos económicos lo que, cuando no lo buscan de manera ilegal, lo pueden encontrar disminuyendo los costes de la mano de obra o mejorando la productividad. De ahí la obsesión de buscar nuevas tecnologías que supongan la sustitución de los recursos humanos por los robots. Éstos no se cansan, no protestan, no piden aumentos de salario. La automatización supone un incremento de la productividad. Y “Los indudables y asombrosos aumentos de productividad, volumen producido y rentabilidad que consigue el capital en virtud de su organización de la división técnica y social del trabajo se producen a expensas del bienestar mental, emocional y físico de los trabajadores en su empleo[2]”.

Ya nos avisaba Karl Polanyi, de que una crisis capitalista tiene menos que ver con una quiebra económica en sentido lineal, y más con comunidades desintegradas, solidaridades resquebrajadas y el saqueo de la naturaleza. Las raíces de la crisis capitalista se encuentran menos en contradicciones intra-económicas, como la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, que en un cambio momentáneo de la posición de la economía respecto a la sociedad.

No podemos dejar que la esclavitud de los nuevos contratos impulsados por la reforma laboral de 2012 y los que se pretenden implantar como el contrato a tiempo cero sea el mundo obligado para la gran parte de los ciudadanos. El problema no es la productividad, ésta no para de aumentar y  “¿Quién va a dar un paso adelante y comprar todo ese aumento de la producción?... La automatización está a punto de invadirlo todo, en casi todos los sectores, en una amplia variedad de ocupaciones, y tanto entre los trabajadores con títulos universitarios como entre los que carecen de ellos. La automatización llegará a las naciones desarrolladas y a los países en vías de desarrollo. Los consumidores que impulsan nuestros mercados son prácticamente todos, gente que tiene un empleo o depende de alguien que lo tiene. Cuando una fracción substancial de esa gente pierda su empleo, ¿de dónde vendrá la demanda en el mercado?[3].

Un indicador de la tendencia de la mano de obra hacia la simplicidad y los bajos salarios se manifiesta en la deslocalización de las labores sencillas hacia aquellas naciones que disponen de mayor reserva de mano de obra y por ende más barata. Por otra parte el gran incremento de la oferta de trabajo con respecto a su demanda debido a las incorporaciones de grandes masas de trabajadores en Asia y África y la mujer en los países desarrollados, ha supuesto un gran incremento del ejército industrial de reserva lo que abarata el salario. Pero este ejercito industrial mercantilizado además “es de dos tipos: en primer lugar están los trabajadores desempleados; en segundo lugar, las innovaciones tecnológicas que mejoran la productividad laboral [que] dan lugar a despidos y desempleo[4]”.

Estoy convencido finalmente de que un nuevo modelo de sociedad no puede tener como elemento esencial de convivencia el trabajo. En una escala globalizada la búsqueda de beneficio conseguirá un trabajador más esclavizado y un beneficio más banal que hará de palanca para búsquedas menos éticas de ganancias por parte de los especuladores. La ética que se abrirá paso en este contexto será la que algunos califican como del sálvese quien pueda, impulsada por las élites a través de la deudocracia y que fomentará, sin duda, posiciones xenofóbicas, racistas y excluyentes, que amenazarán con la supervivencia de las grandes mayorías.



[1] Monedero, Juan Carlos (2013:15). Curso urgen de política para gente decente. Seix Barral.
[2] Harvey, David (2014:130). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial  IAEN, Quito.
[3]Ford, Martin (2009:96-97). Teh lights in the Tunnel: Automation, Accelerating Technology and teh Economu of de Future, Estados Unidos Acculant Publishing.
[4] Harvey, David (2014:173). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial  IAEN, Quito.

miércoles, 20 de mayo de 2015

No “podemos” quedarnos en casa, ni sin ella.

Algunos estamos profundamente sorprendidos y extrañados de que después de tanta corrupción y mentiras sobre la misma que surgen a diario, de forma continua y tienen como centro neurálgico el partido que tenemos en el gobierno, aún haya personas que quieran votar al Partido Popular. Sí ya sé que hay un sector no muy grande que les va cada día mejor con las políticas austeras y de libertad sobre todo para el dinero. Libertad comprada con dinero. Pero son la mayoría los que están sufriendo el paro sin ninguna prestación, el paro con prestación disminuida, el trabajo precario, el trabajo con salario devaluado y horario incrementado, los recortes en servicios esenciales: sanidad, educación, servicios sociales, pensiones, los recortes en libertad ya que ésta requiere poder pagarla cosa que no se puede con escasos recursos.

La capacidad de aguante del ciudadano español no tiene límite. La confianza en sus gobernantes tampoco. De otra forma ya hace tiempo que el gobierno actual hubiera desaparecido de la política española. ¿Quién se puede creer que recortando se mejora la vida de los españoles? Sí, claro los bancos y los acreedores. ¿Quién es capaz de defender que facilitando el despido y disminuyendo los salarios se mejora la vida de los trabajadores y se aumenta el empleo decente? Sí, claro los grandes empresarios que quieren ver sus beneficios incrementarse año tras año para que sus acciones en bolsa no paren de crecer y la riqueza de sus directivos aumente de forma no sólo proporcional sino, también, exponencial. ¿Quién puede estar convencido de que con financiación ilegal, generada por la adjudicación de grandes contratos públicos, por la privatización de servicios o por donaciones nada claras, un partido puede preocuparse por el bien de su población? Sí claro aquellos que siguen pensando que el Partido Popular son sus colores y que no habrá otro que pueda traernos más bienestar porque no hay alternativa.

Así muchos van a votar como quien ficha en la fábrica, en el taller, o en el trabajo. Es un deber: se lo deben al partido que les mantiene en la ignorancia. Pero no pueden pensar nada más. No pueden mirar la realidad de frente. Siguen creyendo que los griegos se merecen lo que tienen y que los alemanes son unos seres magníficos a los que hay que copiar. Pero, sabemos que hay unos pocos griegos que se creen adalides de su país y que cuando las cosas les van un poco peor cogen su dinero y se olvidan de sus conciudadanos que, por otra parte, son realmente los que aportaron y aportan bienes a la economía real de Grecia. Pero hay, igualmente, unos pocos alemanes que están sacando provecho de la creación malévola del euro y junto con los bancos de algunos países de centro Europa, siguen estrujando a una gran parte de alemanes y del resto de ciudadanos europeos que, no cabe duda, juegan en el equipo perdedor.

En nuestro País teníamos un atisbo solo de lo que puede ser un Estado del Bienestar en condiciones, pero los algodones del consumo que nos sumieron en la indolencia, han dejado una huella indeleble que nos inunda de temor ante cualquier pérdida. Por ello la política del miedo está teniendo una influencia importante en la intención de voto. El discurso de desprestigio y de identificación peyorativa con países que han puesto en marcha políticas a favor de la gente, enmascara la situación de nuestro país y de de aquellos países que han seguido el plan neoliberal y están llenos de ejemplos de desvergüenza política, violencia y pobreza extrema. Mientras tanto sus programas son pura ocultación. Ya que sus propuestas, seguro, despertarían a sus votantes y les harían huir desbocados.

Nuestra querida Esperanza Aguirre es una fiel partidaria del discursos del miedo y afirma, sin pestañear que “si Podemos gana, será la última vez que votemos en libertad”. Ésta es la clase de argumentos a los que nos tienen acostumbrados los políticos que nos gobiernan. Demuestran una profundidad y una altura de miras indiscutible, a fuerza de cualquier otro argumento más sensato. Lo repiten mil veces y lo instalan como un mantra entre sus correligionarios y entre aquellos que dudan, no saben o no quieren saber. Así sin que nadie prevea lo que van a hacer, mantienen a raya y dentro del redil a miles de ciudadanos inocentes. Pero, para aquellos que lean entre líneas o aquellos que conozcan la realidad sin velos, el programa que practican está claro: hay que hacer a los ricos más ricos ya que ellos derramarán su riqueza sobre el resto, la gente que menos tiene, la plebe, la clase perdedora, incluso de los corruptos. Sin embargo, no es cierto lo que dijo el famoso presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, muy dado él a los aforismos: “Cuando sube la marea suben todos los barcos, los grandes y también los pequeños. Gran estafa ésta ya que muchos no tienen barco, no tienen casa y por no tener no tienen siquiera un futuro que les cubra su pobreza, su inseguridad y su dignidad.

El miedo a perder el trabajo aúpa los contratos sin derechos y en fraude de ley. Da lo mismo el tiempo que se contrate, la realidad es que los trabajadores pasan más de una jornada en el puesto trabajo cobrando, en muchos casos, menos de la mitad de un contrato a jornada completa. La oferta y demanda de trabajo juega en contra de los trabajadores. La inmensa “fuerza de trabajo” sin trabajo, es una mercancía barata, es como decía Marx un “ejército industrial de reserva” que configura un mundo de piezas recambiables y multiusos para utilizar en la producción y los servicios, pero que olvida que son personas a las que les han arrebatado sus derechos de ciudadanos.

Por tanto, no sólo hay que votar para que no nos sigan engañando, para que no nos roben nuestros escasos recursos, para que no nos echen de nuestras viviendas, para que no nos usurpen los derechos que se habían ganado en lucha justa aunque desigual por nuestros padres y abuelos. También tenemos que saber que alcanzar la equidad y la justicia no es cuestión que se consiga votando cada cierto tiempo, sino que requiere un respaldo continuo a las fuerzas progresistas. No podemos dejar que la política la hagan por nosotros. No podemos dejar de caminar juntos tras un mundo más equitativo. No podemos, en esa lucha, dejar solos a los griegos en Europa, ni a todos aquellos que sufren las consecuencias de las políticas neoliberales, se necesita, y sin demora, abrir brechas en el muro neoliberal que permitan realizar un verdadero cambio, un verdadero vuelco al statu quo inamovible que nos encadena y nos estrangula.


No nos fiemos de las dádivas en busca de voto, de esta alegría preelectoral con la que nos quieren hacer comulgar por parte del actual gobierno. No son serios aunque lo repita constantemente Rajoy y quieran aparentar lo que no son. Son ruedas de molino que seguirán pesando en nuestra vida y que nos pasarán factura en la próxima legislatura: la deuda no para de crecer y seguirán practicando los mismos remedios infructuosos. La alegría que pueda percibirse, ha sido facilitada exclusivamente por una conjunción astral: por la compra de bonos del BCE, por la rebaja en la factura del petróleo, por la bajada en el intercambio divisas: depreciación del euro en relación al dólar (lo que mejora las exportaciones) y por el incremento intencionado y temporal del gasto público. Fenómenos coyunturales que han servido de cortina de humo a la realidad española. Todo esto no debe engañarnos, nos jugamos perder no solamente nuestras viviendas: triste realidad para demasiados, sino, incluso, nuestra posibilidad de una vida digna y con futuro.

viernes, 15 de mayo de 2015

Un voto para botar

Votar cada cuatro años parece ser la democracia que tenemos, pero ¿es la que queremos? Para algunos parece ser suficiente empoderamiento de los ciudadanos, suficiente disfrute de su precaria libertad. Libertad que es más ficticia que real[1]. Primero porque se vota al partido de cada uno como se llevan y mantienen los colores de un equipo de fútbol. Segundo porque hay quién se empeña en que la gente no madure y sólo sirva la masa de trabajadores para producir cada día más rápido, que la vida, por tanto, se revolucione cada día más pero que no se tenga tiempo para pensar, ya otros pensarán por nosotros. Tercero porque estamos en un mundo cómodo que cada vez más, nos viene dado, completo y acabado para verlo exclusivamente como quien ve un documental o una película: pasivamente. Sin embargo, deberemos activarnos, deberemos participar e implicarnos en el juego político, nos jugamos mucho en cada votación. Nos jugamos modificar el curso de los acontecimientos y conseguir una verdadera democracia, y para ello, debemos votar para botar a aquellos que no saben ver a las personas detrás de los números que manejan.

Al igual que otros muchos autores considero que la globalización que lidera e impone el sistema neoliberal está colisionando de frente con la democracia. Y esta colisión está cambiando las reglas de juego, atando de pies y manos a la mayor parte de los ciudadanos. Los intereses de los estados y las multinacionales dominantes dejan poco espacio a la verdadera libertad y expresión democrática. El endiosamiento de la economía que está por encima del bien y del mal y pisotea sin rubor a las personas perdedoras en una carrera desigual y sin freno, no permite atajar sin demora muchos problemas. Entre otros los de la inmigración, la desigualdad, la pobreza y alienta, incluso, un mundo con guerras con tal de mantener el fundamentalismo económico en el que se sustenta su mundo infernal.

Pero el poder económico que han creado es tan asfixiante que ya no es necesario iniciar una guerra o apoyar un derrocamiento militar a un jefe de estado molesto, elegido y apoyado democráticamente, basta, a los estados imperantes y a las multinacionales conniventes, con emplear la fortaleza que da la globalización para estrangular la economía de aquel país en el que interesa que el régimen, por muy democrático que sea, se hunda con los múltiples problemas económicos de su población[2]. Se crea así una impronta que se incorpora, que se introduce en la mente de los ciudadanos para ser difícilmente expulsada, difícilmente desinstalada, difícilmente desprogramada. Se generan neuronas especializadas que te marcan al rojo vivo y nos graban la divisa que nos conforma y nos hace adquirir rutinas que requieren un gran esfuerzo para contrarrestarlas.

Somos conscientes de que en este mundo globalizado el poder ha cambiado de manos, ya no lo tiene el poder político ni está basado en la soberanía del pueblo, lo detenta un ente escurridizo, un ente que se nos escapa de las manos, que se diluye por momentos y que ha sido etiquetado como mercados. Pero que realmente tiene nombre y apellidos. Es un runrún  que se acrecienta y del que cada día se toma más conciencia. Así David Harvey, entre otros muchos autores, concreta y establece el poder en “la oligarquía emergente –el infame 1 por 100, que en realidad es un 0,1 por 100 aún más infame— [que] controla ahora efectivamente las palancas de toda la riqueza y el poder globales[3]”.

Las elecciones del 24 de mayo del presente año en nuestro país deben hacer posible una modificación en el juego de poder existente, no podemos seguir manteniendo este declive. En caso contrario la democracia seguirá siendo insulsa, sin sustancia. Votaremos cada cuatro años sin que se nos garantice siquiera el cumplimiento de los programas presentados a las elecciones por los distintos partidos. Por ello, también debemos preguntarnos ¿qué garantías nos dan para que la democracia sea verdaderamente participativa? El derrotismo y pensar que todos son iguales son aún una peor solución ya que, cual avestruz, seguimos escondiendo la cabeza y preferimos no pensar y dejar que las cosas sigan en la misma tónica, sin duda hacia el abismo.

 La aparición de Podemos en el panorama político español ha propiciado, sin embargo, alternativas que permiten un atisbo de esperanza. Nos dejan ilusionarnos, entre otras cosas, con romper la dependencia del dios dinero. Hasta hoy los partidos vienen siendo rehenes de quien les financian: bancos, grandes empresas, poder económico en general. Pero Podemos nos muestra la posibilidad de salir de esta dinámica que nos encadena, con innovaciones que nos pueden sacar de estos malos hábitos de los partidos tradicionales. Así la financiación a través de microcréditos, préstamos directos con los ciudadanos y el crowdfunding son el eje de su campaña para las próximas elecciones autonómicas. ¿Tropezaremos de nuevo con las mismas piedras? La experiencia nos ha demostrado que el capitalismo neoliberal y su globalización sólo nos lleva a una democracia cada vez más devaluada y la financiación de los partidos ha tenido su aspecto negativo y ha propiciado la corrupción, ya que un grado importante de endeudamiento hace imposible “sostener honestamente que...no afecte al funcionamiento de los partidos, que no limite su capacidad de tomar decisiones políticas que sirvan a los intereses de la mayoría social. Los partidos están, en un sentido casi literal, hipotecados con unas instituciones que carecen de legitimidad democrática[4]”.

Pero como nos dice Josep Ramoneda: “En el fondo, ¿qué es la democracia sino un frágil mecanismo pensado para evitar el abuso de poder? Por eso estorba, por eso hay tanto empeño en neutralizarla, en reducirla a un simple rito de voto cada cuatro años[5]”. Y “El crecimiento exponencial de las desigualdades y deslizamiento de una parte importante de la población hacia el precipicio de la marginación hace que no se dé la igualdad de condición propia de la sociedad democrática. La fractura entre integrados y marginados es una herida letal para el sistema democrático[6]”.

La desigualdad no es un problema baladí, está en el meollo de una economía sana y de un funcionamiento verdaderamente democrático. No podemos admitir los resultados a los que nos está llevando la política actual. No podemos permitir que sólo se genere, se cree dinero de la nada y por entes privados cuando los lobbies económicos presionan. No podemos admitir que mientras algunos países no pueden dar de comer a sus ciudadanos y sus votos depositados democráticamente no sirven para nada, otros dilapiden cientos de millones de dólares en gastos militares y guerras utilizando el despotismo monetario, ¡a eso no se puede llamar política a favor de los ciudadanos, ni democracia y, desde luego, demuestra que no es la ciudadanía y sus necesidades el primer objetivo de algunos políticos! Hay que tener claro que  la respuesta de nuestros males no está en la economía sino en la política. Votemos para botar.



[1] Jean-Jacques Rousseau ya decía: los ingleses creen que son libres porque eligen representantes cada cinco años, pero son libres sólo un día durante los cinco años, el día de la elección, eso es todo. En el texto se considera que ni siquiera ese día se es totalmente libre y, además, y tristemente el voto ha sido habitualmente ninguneado.
[2] El caso de Grecia en el que se está provocando una falta de liquidez, es un ejemplo en Europa pero no es el único en estos últimos tiempos dominados por el imperialismo y el interés de Estados Unidos y sus grandes empresas.
[3] Harvey, David (2014:49). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial  IAEN, Quito.
[4] Segundo González y Manuel Maroto. La financiación participativa en partidos como herramienta de cambio político. Eldiario.es 10/05/2015.
[5] Ramoneda, Josep (2012:45) La izquierda necesaria. RBA libros S.A.
[6] Ibídem (2012:71) 

sábado, 9 de mayo de 2015

Los derechos no pueden ser promesas vacías

En el programa publicado por Podemos para presentarse a las elecciones convocadas el día 24 de mayo próximo en las Comunidades Autónomas se tiene como primer punto y básico para un programa que se centra en el ciudadano el derecho a tener derechos. Para ello confecciona un Plan de Rescate Ciudadano que el partido abordará en los cien primeros días de su futuro gobierno. Así nos dicen en su introducción: “Un país moderno no puede mirar para otro lado ante problemas sociales urgentes. Los derechos deben ser reales y deben estar ga­rantizados, porque si no es así, no son derechos. El primer derecho de todos es el derecho a tener derechos. Por ello, la orientación de nuestro primer bloque no admite discusión: Plan de Rescate Ciudadano. Durante los primeros cien días de gobierno se puede y se debe atender esta emergencia social indigna, dolorosa, vergonzosa, impropia de nuestro país. Porque hay que recuperar la vivienda, la salud, curar la herida de la deuda privada y de la pública, rescatar a las pequeñas y medianas empresas, recuperar y mejorar los salarios”.

Ante esta afirmación que no puede tener más lógica y ser más consecuente con la realidad actual, no es sorprendente que todos los medios de comunicación hayan tenido titulares infames, contradictorios y faltos de argumentación, titulares que sólo pretenden desprestigiar y generar dudas en los votantes de Podemos. No es de extrañar esta respuesta de los medios ya que están interesados en el status quo, están interesados en seguir bailando el agua a los poderosos, el incremento de la brecha actual entre los que más tienen y el resto de la sociedad no los inquieta sino que lo persiguen. Llevan mucho tiempo, desde los años 80 del anterior siglo, imponiendo su sistema económico y social que ha conseguido un paso atrás en los derechos de la ciudadanía. Incluso han aprovechado la crisis actual para seguir cubriendo pasos en sus objetivos. De hecho como bien decía David Harvey en su libro El enigma del capital  “La crisis es un golpe de Estado que distribuye la riqueza hacia arriba”. Su sistema, por tanto, se nutre de la desigualdad y pone la economía a las órdenes de sus intereses y no de las personas, cuando la economía por contra debe ser un instrumento para la mejora de la comunidad.

En este contexto aquel que es sensible con las necesidades de sus semejantes no debe ser indiferente, no debe practicar el inmovilismo y debe estar alerta a las manipulaciones. Siempre ha sido el sentir de la izquierda el luchar por la igualdad y limar las injusticias. “La izquierda no puede renunciar a la actitud crítica, aunque pueda ser una debilidad. La izquierda no puede aceptar nunca el principio de No hay alternativa que tanto complace a la derecha, porque sin alternativa no hay transformación social[1]”.

La irrupción de Podemos ha abierto una grieta a la esperanza. Ahora se participa, se opina y se discuten ideas y programas de actuación. Ahora se habla de programa, cuando últimamente el debate estaba lánguido y sólo interesaba el “y tú más”. Ahora la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la injusticia parece que tiene un futuro. Pero a Podemos, aquellos interesados en la actual política, le piden lo que no han hecho ellos en sus años de participación política. Piden siempre que presente algo más, que su programa avance a los últimos detalles, cuando esto en un partido que ha hecho de la participación y el empoderamiento de la ciudadanía su razón de ser, y esto tiene sus plazos. Pero, no obstante, siempre llega el momento y casi siempre antes de que lo hagan aquellos que lo piden. Ahora se requiere que se presente memoria económica y estoy seguro de que la presentarán. Pero, ¿Dónde está la memoria económica de los demás partidos? ¿Dónde está la memoria económica del rescate bancario? De momento, los demás, están elaborando programas conforme les fuerza el avance de Podemos. Pronto veremos muchas propuestas que han hecho y que han sido criticadas sin razón alguna que, también, formarán parte de otros programas que se vayan elaborando por los distintos partidos. ¿Por qué? Porque son de sentido común.

Los titulares de los medios de comunicación siguiendo instrucciones de quien los paga han intentado menospreciar el programa presentado dando muestras de poca profesionalidad periodística. Para algunos el programa es muy radical y será el derrumbe de la democracia tal como la conocemos, para otros se ha suavizado sensiblemente adaptándose a las necesidades populares y la búsqueda de votos. Pero si es un programa populista porque es lo que la gente necesita, bienvenido sea el populismo. Además el programa ofrece muchas propuestas para que sus objetivos se puedan cumplir y ahí están sus doscientas quince medidas todas ellas analizadas y participadas.

La Constitución de 1978 es mejorable como cualquier otra que esté vigente. Pero el problema es en que porcentaje está vigente verdaderamente; si la estamos llevando a la práctica o no. Si se cumpliese su articulado viviríamos en una sociedad verdaderamente avanzada, pero muchos de los derechos garantizados o que se deben potenciar y conseguir sólo son palabras escritas, derechos vacíos. Hacer efectivo el artículo 10 de la Constitución “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”, es una obligación del Gobierno y una necesidad para un avance social. Éste es un artículo océano que acoge a los derechos básicos que se deben conseguir.

Pero la dignidad está en tela de juicio en nuestro querido país, por ello me parece adecuado la creación de la “Oficina Pública de Protección frente a la Discriminación, que garantice el ejercicio de denuncia ante situaciones de explota­ción laboral, acoso y discriminación y, asimismo, asegure la difusión de información sobre derechos laborales, la protección y anonimato de las personas denunciantes y el acompañamiento integral”. De esta forma no quedaran impunes múltiples conductas asociales que nos asolan. Sin embargo, parece obvio que como decía Ernest Bloch “No toda la gente vive en el mismo ahora”. La realidad es poliédrica y cada uno ve un lado distinto de la misma. Parece que todo tiene sus matices y en todo se puede encontrar un matiz que nos deje ver otra solución.

Pero, ¿quién se puede oponer a propuestas como que sean las “instituciones permeables a la participación, que avancen de la mano del sentir y del calor de la gente: en suma, [que tengamos] unas instituciones profundamente democráticas, donde no haya puntos muertos para los ojos de la ciudadanía, porque el cambio significa dotarnos de la mayor democracia posible”? Este cambio en las instituciones no sólo es necesario sino imprescindible para lograr una ruptura en la situación de desigualdad y amplia corrupción existente.

Como bien dice Jorge Vestringe lo que no se puede dejar de reconocer a Podemos es su función de gran perturbador. Las elecciones previstas este año en nuestro país no serían lo mismo si Podemos no hubiera irrumpido en el panorama político español. Nada es igual al año pasado a pesar de la lucha de las élites para que todo siga en la misma dirección. No me cabe duda de que el programa nos ofrece una lucha básica contra la pobreza y la desigualdad que en nuestro país no tiene visos de parar. Y, recogiendo lo que decía Jose Carlos Díez en una entrevista en la que valoraba el programa de Podemos: es importante la búsqueda real y efectiva de los derechos de los ciudadanos que tiene como objetivo básico eliminar la pobreza y “la pobreza es el colesterol de la democracia”. Con derechos vacíos ¿cómo se pueda hablar de democracia?



[1] Ramoneda, Josep (2012:92) La izquierda necesaria. RBA libros S.A.

lunes, 4 de mayo de 2015

Ponga en su vida un CDO cubierto por un CDS

Cuando se acusa a los políticos de uno u otro partido, de uno u otro color, de la crisis actual, debemos tener muy claro el inicio de esta crisis allá por el año 2007, que ha sido bautizada como la gran recesión. Debemos analizar las políticas que la provocaron, las instituciones que se implicaron y las herramientas que se usaron para tamaña implosión que nos ha llenado de sufrimiento. Acusar a un político de que ha provocado esta crisis sistémica y globalizada o de que se está saliendo de ella por sus decisiones y acciones, es una manera demagógica de buscar votantes y enmascarar las verdaderas razones que han provocado el desastre económico y social. Es verdad, no obstante, que las políticas seguidas en una mayor parte de las naciones han coadyuvado a que la crisis se acentúe o no, o se mantenga más o menos tiempo. Especialmente las políticas de austeridad mantenidas en Europa han sido las causantes de la posterior crisis de deuda soberana iniciada en el 2010 y que, a pesar de los cantos de sirena, todavía nos muestra la cara amarga del paro, la pobreza y la desigualdad.

Aunque lo parezca las siglas CDO y CDS no corresponden a clubes deportivos, ni partidos democráticos ya que estos abundan poco. Son acrónimos de productos financieros denominados en inglés Collateralizad debt obligation (CDO), obligaciones de deuda garantizadas y Credit default Swaps (CDS), permuta de incumplimiento crediticio. Son y han sido, además, herramientas utilizadas por los verdaderos culpables de la burbuja que, como se ha dicho, explotó a mediados de 2007 en Estados Unidos y cuyos temblores se han expandido por el mundo entero. Son productos inventados por el mundo financiero que se han convertido en unos maravillosos distribuidores perversos de riqueza: todo para los ricos y migajas para los demás.

Las CDO ya fueron bautizadas por Warren Buffet como armas de destrucción masiva y no cabe duda que han hecho más daño en la población que muchas guerras. Estos activos están empaquetados, agrupando múltiples porciones de distintas deudas que conllevan riesgos muy diferentes y que con la ayuda de las agencias de calificación eran envueltos en papel de regalo muy atractivo (triple A), sabiendo, sin embargo, que dentro había caramelos envenenados de alto riesgo para la vida de las personas. Estos productos derivados permiten a los bancos hacer líquidos derechos de cobro que normalmente no los son, como en el caso de las hipotecas, deshaciéndose así del riesgo que su impago pudiera conllevar. De esta manera, los Centros financieros, los fondos de pensiones, las SICAV, los bancos y la gente poderosa, sacaban jugosos beneficios vendiendo lo que, si hubiera sido posible conocer, nadie hubiera comprado. “Los cálculos matemáticos que estimaban cuánto se debía al propietario de [una] CDO a la fecha de vencimiento de la misma eran tan complejos que ni su creador podía descifrarlos. Sin embargo, la mera insinuación de que brillantes mentes matemáticas habían diseñado su estructura, y el hecho tangible de que las respetadas y temidas agencias de calificación de crédito de Wall Street les habían dado carta de aprobación (en forma de calificaciones triple A) era suficiente para que bancos, inversores individuales y fondos de inversión las comprasen y vendiesen internacionalmente como si fuesen bonos de alta calidad o incluso efectivo[1]”.

Para lograr la cuadratura del círculo el CDO se cubrió, se aseguró, por el CDS para evitar así el riesgo del que, no cabe duda, eran conscientes aquellos que jugaban con el dinero de los demás, incluso con el de aquellos que viven con los justo y de ningún modo podían echar en saco roto. El CDS es un producto que consiste en una operación financiera de cobertura de riesgos, incluido dentro de la categoría de productos derivados de crédito, que se materializa mediante un contrato de swap (permuta) sobre un determinado instrumento de crédito (normalmente un bono o un préstamo) en el que el comprador de la permuta realiza una serie de pagos periódicos (denominados spread) al vendedor y, a cambio, recibe de éste una cantidad de dinero en caso de que el título que sirve de activo subyacente al contrato sea impagado a su vencimiento o la entidad emisora incurra en suspensión de pagos. Aunque un CDS es similar a una póliza de seguro, se diferencia significativamente de ella en que no se requiere que el comprador del CDS sea el propietario del título (y por tanto haya incurrido en el riesgo real de compra de deuda). Es decir, un seguro se establece sobre algo que es propiedad del asegurado, pero un CDS se hace sobre un bien que no es propiedad del que contrata el CDS. A este tipo de CDS se le denomina "desnudo" (naked), y en realidad es equivalente a una apuesta. El Parlamento Europeo prohibió por el peligro que implicaba las CDS "desnudas" de deuda de estado a partir del 1 de diciembre de 2011. Varoufakis, el denostado ministro de economía griego que de esto sabe mucho, nos dice en román paladino que “una CDS no es más que una apuesta porque suceda algo desagradable, principalmente que alguien (una persona, una empresa o una nación) deje de pagar un crédito[2]”. Esto permite especular con el impago de la hipoteca de tu vecino o asegurar el coche de un conocido cobrando la póliza si tiene un accidente y, también, como tristemente ha sucedido con el impago de deuda de países enteros, hundiéndolos con el único objeto de incrementar de forma visible sus ganancias.

Los defensores a ultranza del capitalismo y aquellos que piensan en el libre mercado como la panacea, el sistema ideal de asignar los medios de producción, los bienes a producir y la distribución de los mismos, aplauden todo aquello que supone una posibilidad de beneficio, aunque supongan, bombas de relojería muy peligrosas, comportamientos antisociales y efectos indeseables que no tienen en cuenta o no les interesa tenerlos. Estos productos financieros fueron creados con el objetivo de procurar un mundo en continua expansión, un big bang eterno que produjera océanos de dinero, océanos de felicidad. Pero la corrupción solo nos puede traer más corrupción y la congelación de la vida social. Los CDO y CDS son productos que llevan el vicio en su interior, no son más que engaños envueltos en papel de regalo para beneficio de los más aprovechados, aunque también a alguno de ellos les ha explotado en su cara, a otros les ha otorgado un gran poder político y ha ayudado a extraer financiación de los ingresos nacionales en proporción a la inmensidad de sus agujeros negros.

Se produce, en fin, vacío existencial y convivencial[3]. Se crea dinero con dinero. Calorías vacías de poca importancia real para la vida social. Como nos decían los premio nobel de economía Akerlof y Shiller en su libro titulado “Animal Spirits” “la generosidad del capitalismo tiene un gran inconveniente: no produce automáticamente lo que la gente necesita sino lo que cree que necesita y está dispuesta a pagar[4]”. Desorientados estamos perdiendo el norte. Esta economía no sirve a los intereses generales. No se come con CDOs ni con CDS; no sirven ni para sopa de letras.





[1] Varoufakis, Yanis (2013:176). El Minotauro Global. Capitán Swing, 4ª edición.
[2] Ibídem (2013:199)
[3] Según Ivan Illich, convivencial es la sociedad en la que el hombre maneja la herramienta.
[4] Akerlof y Shiller (2009:56). Animal Spirit. Planeta de Agostini. Barcelona.

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