sábado, 28 de julio de 2018

Las cosas claras

Nos decía el filósofo de principios del siglo XX John Dewey: La magia de comerse un pelo del perro que nos ha mordido para curar la rabia no es nada comparada con la magia de creer que aquellos que tienen el privilegio y el  poder remediarán la crisis que han creado. Mientras la política siga siendo la sombra que proyecta la gran empresa en la sociedad, la atenuación de la sombra no cambiará su esencia. El único remedio es una nueva acción política basada en las realidades y los intereses sociales.

domingo, 8 de julio de 2018

Alimentos viajeros


No cabe duda de que una de las principales preocupaciones que tiene el género humano es la alimentación. La gran preocupación por la falta de alimento por una parte y la sensibilidad por la seguridad alimentaria y la nueva cultura de los productos BIO por otra, no dejan lugar a dudas. Sin embargo, seguimos imaginando que el sistema capitalista con la actual globalización y la liberación engañosa de los mercados internacionales es la solución a nuestros problemas alimentarios. La realidad, no obstante, es que la liberación de los mercados solo supone la libertad para que las ganancias de las grandes corporaciones sean infinitas y vergonzosas. “Las corporaciones no cultivan alimentos: cultivan beneficios.[1]” Su preocupación no son las personas sino exclusivamente su negocio. De hecho muchos campesinos se han empobrecido severamente y han tenido que abandonar sus tierras: su medio de vida, lo que ha incrementado el número de suicidios entre ellos en muchos países.

Las grandes multinacionales son las que hoy en día determinan qué comemos, qué cultivamos y cómo cultivamos. “Las corporaciones también son Gobiernos manipuladores que actúan a escala mundial para introducir unas leyes de falsa seguridad y de falsa higiene que declaran ilegal el alimento que sí  es seguro y arriesgado el alimento que no ofrece riesgos.[2]” Se desprecia e injuria el alimento que se cultivaba por los pequeños agricultores respetando las tierras y su diversidad y que hoy se busca por su sabor y su calidad nutritiva.

Pero la globalización impulsada por estas grandes empresas hace a los alimentos viajeros de forma imprudente y perjudicial. Recorren miles de kilómetros innecesarios. Así, ya “En 1996 Gran Bretaña exportó 111 millones de litros de leche e  importó 173 millones de litros. Importó 49 millones de kilos de mantequillas, pero exportó 47 millones. ¿Por qué no consumió sus 47 millones e importó los 2 millones que le faltaban, ahorrando así los costes del transporte? Porque no importar y exportar a gran escala no produce beneficio alguno para las élites transnacionales del transporte. Los gigantes de la alimentación envían manzanas a Gran Bretaña por avión desde Nueva Zelanda a 14.000 millas de distancia, y judías verdes desde Kenia, a 4.000 millas, aunque los agricultores británicos pueden cultivar ambas.[3]” Hoy en día la situación puede ser igual o peor en muchos de los países, lo vemos en nuestros supermercados todos los días. Frutas, verduras y todo tipo de alimentos se han vuelto grandes viajeros.

Este ir y venir de los alimentos hace que se requiera una forma de producción y de conservación especial. Se seleccionan los alimentos para que su producción sea mayor, para que su resistencia al paso del tiempo se más duradera y para ello no importa la utilización de productos químicos que pueden ser nocivos para la salud humana y la biodiversidad del planeta. Pero es que además, esta globalización “conduce al desperdicio en muchos aspectos, y la FAO estima que un 30 % del suministro global de alimentos se desperdicia, y la comida que se tira al año asciende a un trillón de dólares. Los datos demuestran que la mitad de la comida del mundo globalizado acaba en la basura, bien en la tienda o bien en la casa del consumidor, mientras que en el Sur global cada vez son mayores las pérdidas evaluadas desde la cosecha.[4] ” Recorrer por los alimentos largas distancias está demostrado que ocasiona la destrucción de  grandes cantidades de comida tanto en la fase de producción, debido a la  uniformidad de la forma y el tamaño de las frutas y verduras, como en la fase de distribución.

Esta agricultura industrial y globalizada “es uno de los principales causantes del cambio climático. Es responsable del 25 % de las emisiones de dióxido de carbono del mundo, del 60 % de las emisiones de gas metano y del 80 % del óxido de nitrógeno, que son potentes creadores del llamado efecto invernadero […] también ha contribuido a la erosión del suelo y a su infertilidad, a la contaminación del agua y al agotamiento de los acuíferos, y a la destrucción de muchas sociedades autosuficientes que en el mundo había.[5]”“El sistema alimentario industrializado y globalizado, controlado por un puñado de empresas multinacionales, está destruyendo el planeta, el estilo de vida de los agricultores, la salud de la gente, la democracia y la paz.[6]

A pesar de todo lo mencionado y según nos dice Vandana Shiva en el libro citado “sólo un 30 % del alimento que consume la gente procede de grandes explotaciones agrícolas industrializadas. El 70 % restante procede de pequeñas explotaciones en las que el granjero cultiva una pequeña porción de tierra. Y,  sin embargo, la agricultura industrializada es la causante de un 75 % del daño ecológico que se inflige al planeta.[7]” Realmente, podemos preguntarnos, ¿quién alimenta y quién destruye el planeta?



[1] Vandana Shiva (2017:15). Quién alienta al mundo realmente. Capitán Swing.
[2] Ibídem (2017:122)
[3] Tracy Worcester, Local Food, Resurgence 199 (marzo-abril de 2000). Citado por Vandana Shiva en Quién alimenta el mundo realmente.
[4] Vandana Shiva (2017:161). Quién alienta al mundo realmente. Capitán Swing.
[5] Ibídem (2017:35)
[6] Ibídem (2017:18)
[7] Ibídem (2017.11)

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...