martes, 29 de diciembre de 2015

El espíritu de la Navidad

Vivimos tiempos de Navidad. Nos deseamos Paz, Amor, Felicidad, buena salud y ventura para el año siguiente. Nos despedimos con palabras que muestran cariño y buenas intenciones para nuestros amigos, compañeros y conocidos. La Navidad es una fiesta entrañable en la, sin embargo, puede quedar un poso de tristeza por las personas queridas que ya se han ido, a veces, incluso, tenemos sentimientos de culpa y pensamos que pudimos hacer más por su felicidad y no lo hicimos. Es la Navidad una de las festividades más importantes del Cristianismo en la que se conmemora con alegría el nacimiento de Jesús en Belén. Todo muy coherente con el mandamiento cristiano de amar al prójimo como a ti mismo. Pero todo, también, queda muy empañado por la realidad de la convivencia humana, por la realidad de nuestras relaciones artificiales.

En la propia tierra dónde nació Jesús se manifiesta de forma extrema la perversión de la religión del amor. Judíos y palestinos no son un ejemplo para el mundo de convivencia en paz, solidaridad y ayuda mutua. La celebración de la navidad en la tierra santa no puede estar más cargada de un ambiento explosivo y mortal, en el que la vida del otro tiene poco valor. El mensaje cristiano es pura liturgia y ritual que fundamenta hoy la violencia más que la evita y no consigue que calen los valores que deben acercar los unos a los otros en busca de una convivencia que beneficie a todos. Las confesiones, los partidos, los grupos, las afiliaciones, los equipos marcan diferencias profundas que separan y que, por contra, el espíritu navideño no es capaz de saltar, ni eliminar.

Las naciones desarrolladas de Occidente, máximo filón y vivero del cristianismo, no muestran mejor cara. El liberalismo de mercado deja bien encadenado al individuo. El individualismo existente, no obstante, hace funcionar el engranaje competitivo y cruel. El consumo es el Dios del sistema económico y “Mientras la actitud consumista lubrica las ruedas de la economía, lanza arena en los engranajes de la moralidad[1]”. Todo se mide por el éxito económico. Sin embargo, el drama de los refugiados huidos de las guerras en un primer momento sobrecoge e impulsa la ayuda automática y las buenas acciones, pero el martilleo continuo adormece e insensibiliza. “Un asesinato atroz o una catástrofe ferroviaria golpea las mentes y los corazones con más fuerza que el fluido aunque continuo e imparable tributo pagado por la humanidad en la moneda de vidas perdidas o destruidas por el monstruo de la tecnología y el mal funcionamiento de la sociedad progresivamente indiferente, insensible, apática y despreocupada, una vez consumida por el virus de la adiaforización...[2]”; Es decir la indiferencia moral ante determinados actos. Así, como escribió Joseph Roth en su libro Judíos errantes: “Una vez prolongada la emergencia, las manos que ayudan regresan a los bolsillos, los fuegos de la compasión se enfrían”.

El ciclo anual tiene en estos días el recordatorio de que los hombres tienen que vivir en paz y armonía y buscar el bien de todos. La realidad, no obstante, es que las buenas intenciones se olvidan de forma casi inmediata. Las diferencias son resaltadas y se hacen insalvables y lo que nos iguala queda olvidado, nuestra mente se muestra incapaz de tenerlas en cuenta.

Incluso en la política se observa esta falta de esencia humana, de valores. Esta ética mínima imprescindible. Esta falta de humanidad. En estos días se busca con ahínco el pacto que haga gobernable el resultado disperso de las últimas elecciones del pasado 20-D. Los cuatro partidos que consiguieron un número de votos significativo que les permite influir en una suma mayoritaria necesaria, van dejándose sus propuestas con el objeto de conseguir formar Gobierno y arrimar el ascua a su sardina. Pero hay que tener en cuenta que no todo vale, que los medios no pueden pervertir los fines, que si realmente queremos buscar armonía y desarrollar sociedades que no generen iatrogenia[3], los remedios no pueden ser peores que la enfermedad, no pueden generar guerras, desigualdades, indefensión de los más débiles y problemas innecesarios. Debemos tener muy claro el objetivo principal de la política que no es otro que el gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados, con el objetivo del bien común. Pero cuando el problema no es el paro, ni la corrupción, ni los desahucios, ni el desigual reparto de la riqueza, ni las pensiones, ni las guerras, ni la sanidad, ni la educación, ni la defensa de los derechos humanos, ni la mordaza puesta a la libertad de expresión, etc. Cuando el problema es sólo el ataque sin cuartel al partido que está revitalizando la democracia, al partido que defiende a ultranza los derechos y libertades y al que se persigue transgrediendo todas las normas morales estamos pervirtiendo el espíritu navideño, estamos olvidando las buenas intenciones.

Caso singular y aparte es el drama inacabable de Cataluña. En Cataluña todavía se muestra más palpable la perversión de las ideas de y los fines. Se prioriza la separación a la empatía y la solidaridad con los más débiles y necesitados. El acuerdo entre políticas de derechas infectadas por la corrupción y los que se dicen de izquierdas pero que, olvidando la igualdad y la defensa de los derechos básicos de los ciudadanos, sólo tienen un fin en la mente, que no es otro que la separación, produce confusión y esquizofrenia. Estado difícilmente superable con una pacto totalmente contranatura.

¿Qué supone el espíritu de la Navidad hoy en día? Después de más de 2000 años desde que nació Jesús el hombre sigue siendo violento e insensible; el mercantilismo y el beneficio económico son la medida de todas las cosas. Además “El mal no se limita a la guerra o a las ideologías totalitarias. Hoy en día se revela con mayor frecuencia en la ausencia de reacción ante el sufrimiento del otro, al negarse a comprender a los demás, en la insensibilidad y en los ojos apartados de una silenciosa mirada ética[4]”.




[1] Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis (2015:188) Ceguera moral. Paidós Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2015:61).
[3] Es iatrogénico el daño ocasionado por el actuar médico. Según nuestra Real Academia es una “alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico”.
[4] Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis (2015:19) Ceguera moral. Paidós Estado y Sociedad.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Somos masoquistas los españoles?

Si no lo somos, hacemos lo posible por parecerlo. Ayer tuvimos elecciones generales a las Cortes y al Senado y ante las expectativas de cambio, los resultados nos muestran una tibia incorporación de las fuerzas renovadoras del sistema bipartidista que hemos tenido en los últimos decenios. Los españoles han hecho buena la corrupción, la mentira, el y tú más, la austeridad, la precariedad laboral, el trabajo indecente, la desigualdad, la identificación con banderas en vez de con valores humanitarios. Los españoles han valorado una economía que sólo ha mejorado en los bolsillos de las grandes empresas y los poderosos, una economía que se impulsa en la prima de riesgo y que permite correr grandes riesgos a costa de los ciudadanos[1] y que ha contribuido y contribuye a la destrucción del medio ambiente y el calentamiento global.

Es verdad que nuestro sistema de votación hace lo posible por conservar las situaciones existentes, por el inmovilismo. El reparto de escaños beneficia a los grandes partidos y levantan barreras de entrada a los emergentes y a aquellos partidos que tienen los votantes diseminados por todo el territorio español. El sistema de reparto de escaños no es muy democrático. Un voto no vale igual que otro y en muchos casos no vale nada, podríamos tirar el voto a la papelera en vez de introducirlo en la urna. Así cada escaño le ha costado al Partido Popular algo más 58.600 votos, al PSOE alrededor de 61.500, a Podemos 75.200, a Ciudadanos cerca, 87.500 y al quinto partido en votos Unidad Popular-IU, nada más y nada menos que 461.000; con casi un millón de votos este partido sólo ha logrado 2 escaños. En el País Vasco aunque Podemos ha sido el partido más votado, ha sido el PNV el que ha sacado más escaños, el coste de su voto ha sido el más económico con unas 50.000 papeletas de media. Estas grandes diferencias se me antojan verdaderamente injustas, haciendo posible estructuras arcaizantes en nuestro sistema político.

Los españoles, otrora considerados como paladines de la valentía, instrumentan el voto del miedo: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Las pequeñas poblaciones son nichos de un voto lastrado por el temor al cambio y por el caciquismo servil, un voto, además, hipervalorado al suponer una suma mínima de votantes su consecución (en algunos casos ni siquiera llegan a los 20.000 votos). Pero, también, el comportamiento de la izquierda, siempre fraccionador, ha contribuido enormemente a los resultados y más en nuestra democracia regida por la Ley de D’Hont que, resumiendo, pondera las circunscripciones electorales (provincias, Ceuta y Melilla) con el objeto de que las zonas más pobladas no determinen los resultados electorales. Esta forma de distribuir escaños favorece a los grandes partidos y a aquellos que tienen los votantes concentrados en algunas zonas como los partidos nacionalistas. Perjudican, sin embargo, a los partidos que tienen distribuidos sus votantes por las distintas circunscripciones sin alcanzar un volumen crítico en cada una de ellas. En este caso sus votantes echan materialmente el voto a la papelera ya que no tiene ninguna validez.

La noticia buena es que los españoles han votado un cambio real, progresismo, una adecuación a los tiempos en los que vivimos; no un cambio en el sentido lampedusiano del término: un cambio para que todo siga igual, sino un cambio para que sean las personas las que se pongan en el centro de la política. La mala noticia es que las fuerzas conservadoras son las que tienen que intentar formar gobierno en primer lugar y parar este cambio. La buena noticia es que el rodillo de la mayoría absoluta tiene que pasar por el tamiz de las restantes fuerzas políticas. La mala noticia es que la dificultad de formar gobierno es tremenda y la política que surja de los pactos que se pondrán en marcha tendrá que buscar cambios tibios y menores.  ¡Ojalá me equivoque! Pero, los mercados ya han mostrado su nerviosismo (la bolsa en un primer momento cae y la prima de riesgo sube) y ya sabemos quién manda.

Espero que esta inestabilidad no sirva para dar pasos hacia atrás. Que el aliento regenerador de la política española no quede cercenado por los que manejan los entresijos de nuestras vidas. La sicología moderna pone en entredicho que la mente normal bien afinada, es decir bien organizada sea el estado mental básico. “No somos conscientes de muchas de las cosas que hacemos ni de las razones por las que las hacemos. Y existe un gran acuerdo en que, con frecuencia, hacemos cosas sin ninguna razón. Esto significa que, para bien o para mal, puede que el pensamiento racional no [sea] tan habitual, que no sea un componente tan fundamental de nuestra vida y de por qué hacemos las cosas[2]”. Posiblemente no seamos maduros para luchar por un verdadero cambio regenerador. Posiblemente no seamos suficientemente autónomos para tomar nuestras decisiones. Posiblemente aún nos queda un regusto masoquista larvado en nuestro difícil pasado que explica nuestro autismo democrático.



[1] Como nos recuerda Nassim Nicholas Taleh, autor de El Cisne Negro, según cálculo del FMI en los años 2007-2008, el sistema bancario perdió más a causa de los riesgos asumidos de lo que ha ganado en toda su historia gracias al riesgo. La verdad es que las entidades financieras han ganado dinero trabajando en sus funciones esenciales y lo han perdido asumiendo riesgos con productos que ni ellos mismos entienden.
[2] VVAA. Las mejores decisiones. Simone Snall. Una sensación de limpieza, pag. 215. Editorial Crítica 2015.

sábado, 12 de diciembre de 2015

EL CALENTAMIENTO GLOBAL

Con las próximas elecciones el 20D a la vista podemos perder la perspectiva de los temas esenciales para los que el tiempo se va acabando. Entre ellos es crucial el relativo al calentamiento global que debe ser un tema prioritario que no debe hundirse en el torbellino de la lucha por ganar votos. Lo urgente debe dejar hueco a lo importante. La lucha por la vida de los ciudadanos es un tema urgente y perentorio, pero haríamos mal si perdiéramos el hilo de los objetivos a medio y largo plazo que deben considerarse básicos para mantener la vida en este planeta, que por otra parte, cada día es menos acogedor. Por fortuna, son menos los que consideran ya que el cambio climático es sólo un problema ecológico marginal, son menos los negacionistas del cambio climático. Por fortuna, son solo aquellos que tienen grandes intereses en mantener el capitalismo del crecimiento sin límites y del despilfarro de recursos: son solo aquellos que piensan que todavía se puede mantener el modo de vida occidental imitado, también, sin reservas, por los países emergentes.

El calentamiento global trae sus consecuencias del uso extensivo  de combustibles fósiles y de una dieta alimentaria centrada en las proteínas animales; hay que recordar que hacen falta de 4 a 11 calorías vegetales para producir una caloría animal. Y el empleo de técnicas modernas de extracción de petróleo: fracking o minería de arenas bituminosas, ha destruido la naturaleza creando paisajes lunares, ha aumentado el CO2 contribuyendo al cambio climático y está favoreciendo el aumento de polución y la escasez  aguas para el consumo humano. Se requiere gran cantidad de agua para estas técnicas, cuando éste es el elemento de la naturaleza que más necesita la vida, no olvidemos que somos el 70% agua. Sin embargo, la obsesión inconsciente de mantener nuestro modo de vida derrochador, está ocasionando la escasez del líquido elemento, lo que hace muy posible la visión, que ya muchos tienen, de que el agua sea el causante de las próximas guerras y de un comercio descarnado, cruel y sin cuartel.

No podemos obviar, que al igual que en el mundo económico en el que los problemas generados y las crisis creadas tienen mucho que ver con los riesgos que se corren en aras a un mayor beneficio. En el sector del medio ambiente las grandes empresas van en busca de mayores ganancias y anteponen la rentabilidad a las precauciones. Una muestra grave fue el desastre de Britis Petroleum (BP) en el golfo de México cuando corría el año 2010 “el ansia de ahorrar dinero [tuvo] mucha importancia a la hora de facilitar las condiciones que desembocaron en el accidente[1]”. “Recordemos que una plataforma petrolífera de última generación explotó matando a once de sus trabajadores provocando el mayor vertido accidental de petróleo de la historia[2]

La bajada de los precios del petróleo, que ha supuesto un empujón económico en el mundo actual, ha conseguido ser un arma en contra de las energías limpias. Las imágenes de la población china con un denso smog irrespirable, que ha supuesto la primera alerta roja por contaminación de la historia en la ciudad de Pekín, debe darnos la clave de los resultados que consigue el crecimiento económico desbocado. No obstante, siempre consideramos que son los demás los que no cumplen y por ello la falta de autocrítica no permite una mejora de nuestros actos. Nos negamos a buscar el mal en nosotros mismos. Europa, por ejemplo, que otrora era pionera en la lucha contra los perjuicios que se ocasionan al medio ambiente, debe ser consciente de que contribuye a la polución china, ya que el 20 % de sus importaciones provienen de la producción de ese país.

Muchas de las acciones llevadas a cabo por las naciones nos muestran sin atisbo de duda la locura del ser humano. Las guerras son el paradigma de este aserto. Fabricamos bombas, aviones, tanques, armamento, etc., para matar. Buscamos métodos sofisticados que superen al enemigo y utilizamos la creatividad como en ningún otro sector. Así fabricamos juguetes de guerra como los drones o los aviones invisibles que permiten, además destruir la vida humana sin maltratar como lo hacían las bombas atómicas otros elementos del entorno. Pero como dice Cesar Rendueles: “Hemos entregado el control de nuestras vidas a fanáticos del libre mercado con una visión delirante de la realidad social, que nos dicen que nada es posible salvo el mayor enriquecimiento de los más ricos: ni profundizar en la democracia, ni aumentar la igualdad, ni limitar la alienación laboral, ni preservar los bienes comunes[3]”.

“El calentamiento global tiene una dimensión ética. Los países que más están sufriendo sus consecuencias [nefastas] son los más desfavorecidos, precisamente los que apenas han contribuido al cambio climático. África subsahariana y las pequeñas islas del Pacífico –que sólo suponen el 5 % de las emisiones totales del C02—resultan muy vulnerables ante la intensificación y mayor frecuencia de sequías y de inundaciones, así como ante la subida del nivel de mar[4]”. Por ello “la solución al calentamiento global no está en arreglar el mundo, sino en arreglarnos a nosotros mismos[5]”. No podemos seguir con el despilfarro de recursos mientras que se prevé que más de 1.500 millones de personas pueden morir de hambre en los últimos años de este siglo si no cambiamos nuestros hábitos. No podemos seguir jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta. El principio de prudencia o precaución nos dice que cuando está en juego la humanidad o el medio ambiente no es necesario tener certeza científica absoluta para actuar y evitar riesgos.

Hemos perdido la conexión necesaria con el medio en el que vivimos, pero “La naturaleza no mantiene ninguna relación de fuerza con los humanos, la naturaleza no negocia[6]”. Un proverbio atribuido con frecuencia a las culturas indígenas nativas americanas afirma que “No hemos heredado la Tierra de nuestros padres, sino que la hemos tomado prestada de nuestros hijos[7]”. Hemos de buscar un desarrollo sostenible. Aquel que satisfaga “las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades[8]”.




[1] Klein, Naomi (2015:406) Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2015: 406)
[3] Rendueles, Cesar (2015:13). Capitalismo canalla. Seix Barral.
[4] Narbona, Cristina. Un gran desafío para la UE. Alternativas Económicas núm. 29. Octubre 2015.
[5] Klein, Naomi (2015:344) Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[6] VV.AA (2012:51). ¿Hacia dónde va el mundo? Cochet, Yves, Ante la catástrofe. Ediciones Octaedro, S.L.
[7] VV.AA ¿Es aún posible la sostenibilidad? Engelman, Robert (2013:30). Más allá de la sosteniblablá.
[8] Ibídem (2012:29).

lunes, 7 de diciembre de 2015

Reestructuración de la deuda

Cuando se habla de reestructuración de la deuda, aquellos que consideran la propiedad privada como sacrosanta y los negocios jurídicos intocables se llevan las manos a la cabeza como si fuera una locura que podría llevarnos al abismo, aunque se conozcan múltiples reestructuraciones llevadas a cabo a lo largo de la Historia. Además, podemos convenir que la vida es el principal valor a defender en una sociedad que sea digna de tal nombre. Olvidar este principio nos lleva a buscar aquello que nos hace más infelices y menos libres.

Hoy mucha gente se está dando cuenta de esta perversión de valores que anida en nuestras sociedades y buscan alternativas diferentes, coherentes y de sentido común. Así el 17 de agosto del presente año 194 médicos de Ontario (Canadá) firmaron una carta que enviaron a su ministro de sanidad. En ella le solicitaban que lidere su propuesta de establecer una renta básica garantizada en la provincia. Estos médicos observaban día a día que muchos de los problemas de salud de la comarca derivaban de las rentas precarias y que el único tratamiento posible era una renta digna y estable. Pero, lo normal aún en nuestros días, es que sigamos persiguiendo objetivos intermedios, que de forma contumaz nos están mostrando, aunque no aprendamos, lo equivocados que estamos y en lo poco que estimamos la vida. Sobre todo la de los demás,... aunque a veces también la propia.

La deuda de los particulares y de las naciones, encadena y ahoga y cuando se pretende intocable sólo se consigue que como bola de nieve crezca y crezca y siga apretando, cada vez más, sus fuertes manos en nuestro cuello. En consecuencia me pregunto ¿cómo podemos ver y tildar de populistas y oportunistas las propuestas que quieren estudiar y reestructurar nuestras deudas, que, por otra parte con las políticas de moda, no disminuyen sino que siguen incrementándose ad infinitum?

En el programa de Podemos se proponen actuaciones nada despreciables y muy realistas: Derogación de la reforma del artículo  135 de la Constitución española. Ya me he expresado en esta columna sobre la insensatez de este cambio de la Constitución, mucho menos lógico que otras propuestas que no se consideran y que fue provocado por el interés de los poderosos que, sin embargo, no tenían evidencia científica de dictar una medida que nos permitiera salir de la crisis. Puesta en marcha de una auditoría de la deuda en sede parlamentaria. Luz y taquígrafos, no podemos estar en contra de una medida que saque de las tinieblas de nuestra realidad nuestra deuda; a quién debemos y por qué, quién ha especulado con las rentas de todos los ciudadanos, por qué ha crecido extraordinariamente en los últimos años; es una medida que sin duda fortalece la democracia. Reestructuración de la deuda pública. Todos tenemos información suficiente para conocer los apoyos que el sistema público ha concedido a la banca para evitar su caída. Ha permitido una socialización de las deudas pagando los justos y pobres por los pecadores. Así parece lógico reestructurar la deuda pública vinculada a las ayudas públicas al sector financiero. En la devolución de los 60 000 millones de euros prestados por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) a España en 2012 para rescatar al sistema financiero, se dice que participarán las propias instituciones financieras, una vez que se hayan recapitalizado y hayan recibido otras ayudas para garantizar su estabilidad. Propuesta que parece del todo lógica. Estas (las entidades financieras) deben ser las que, en última instancia, salden dicho préstamo con la Unión Europea, préstamo adelantado hasta el momento por los contribuyentes españoles. Reestructuración de la deuda hipotecaria de los hogares. Se llevará a cabo la reestructuración de la deuda hipotecaria de los hogares mediante una reducción en el valor nominal de las hipotecas de primera vivienda en el caso de las familias que cumplan ciertos criterios sociales, como el hecho de que todos sus miembros estén en paro y no cuenten con ningún otro ingreso o que presenten ingresos inferiores a tres veces el Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples (IPREM). Esta medida propuesta desde la creación de Podemos ya se está copiando en muchos Ayuntamientos. Para ello, impulsarán esta reestructuración con un verdadero régimen de segunda oportunidad para personas físicas y jurídicas que realmente las libere de las deudas pasadas una vez que la situación de quiebra sea efectiva. No hay más que decir, es un poco de Humanidad. Limitación de los incentivos fiscales a la deuda empresarial. Limitaremos, mediante un régimen transitorio, los incentivos fiscales a la deuda empresarial para contener el excesivo apalancamiento. Apalancamiento que ha sido uno de los factores clave en el inicio de la crisis en que padecemos y de muchas anteriores.

Así, con Martin Wolf convenimos que el origen de la crisis se relaciona con una compleja interacción entre la globalización (eso sí conforme el invento neoliberal), las crecientes desigualdades y el sistema financiero sin límites que ha jugado con el dinero de sus clientes apalancado y especulando sin tener ninguna responsabilidad por sus perversas andanzas.

El tema de la deuda pública ha contribuido a etiquetar a los países en buenos y malos. Se ha convertido en una forma cómoda para buscar ventajas competitivas y mantenerse en la carrera que supone permanecer en un mundo centrado en el sistema capitalista. No debemos olvidar, sin embargo, que “Si algunos países exportan exceso de ahorro, otros deben importarlo. La única forma de importar excesos de ahorro [¡si exceso de ahorro!] es incurrir en un déficit por cuenta corriente[1]”. Es más difícil de comprender pero no menos cierto que el mundo exige un equilibrio y una igualdad si queremos progresar, el abuso de unos sobre otros augura un mundo en declive que equivocará sus fines.

Hoy más que nunca debemos comprender y la naturaleza nos ofrece signos a diario, que todos estamos en esta nave que llamamos tierra y que debemos buscar soluciones comunes para poder arribar a buen puerto. Pero al igual que en los problemas del medio ambiente dejamos inconscientemente las soluciones a aquellos que lo han puesto en riesgo, no podemos seguir confiando en aquellos que han provocado la crisis y se han beneficiado de ella para que se entreguen a una búsqueda del beneficio común. Lo mejor que podemos hacer por contra es participar en la construcción de un nuevo modo de convivencia mediante un análisis sin prejuicios de los programas y elegir aquellos que realmente procurarán un mayor bienestar. Así lograremos que el voto tenga alguna validez y, como consecuencia, una verdadera Democracia.



[1] Wolf, Martin (2015:465). La Gran Crisis: cambios y consecuencias. Deusto.

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...