viernes, 24 de agosto de 2018

Los humanos No somos tan inteligentes


En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que aún estemos resolviendo conflictos e intereses a base de bombas y de persecución del otro. Si se considera que el hombre es el animal dotado de inteligencia, es muy probable que debamos modificar el concepto  a la luz de los acontecimientos, ya que o no sabe utilizarla o la inteligencia supuesta es superada por otras pasiones de mayor fuerza y preponderancia. Así, las desigualdades artificialmente mantenidas a lo largo de la historia de la humanidad, la avaricia por tener más, el odio y el miedo al otro, contribuyen a pasar por alto soluciones más convenientes para la convivencia y el bienestar común en el planeta tierra.

Una mirada más profunda de la ciencia nos advierte queen la naturaleza la forma de resolver los problemas vitales tiene más que ver con el aprovechamiento de todas las posibilidades existentes en contra de intereses individuales o personalistas. “Si volvéis a oír ese lugar común según el cual en la naturaleza impera la ley del más fuerte, sabed que no son más que bobadas: en la naturaleza, tomar decisiones consensuadas es la mejor garantía para resolver de manera correcta los problemas complejos[1].”  Y nos sigue diciendo Stefano Mancuso que“Las plantas son, organismos capaces de utilizar las propiedades emergentes de las interacciones entre grupos para responder a problemas y adoptar soluciones que, en ocasiones, pueden ser muy complejas. Por lo demás, esta capacidad, debida a la organización distribuida y a la ausencia de niveles jerárquicos, posee una eficacia tan elevada que se halla presente en todos los rincones de la naturaleza,  incluidas numerosas manifestaciones del comportamiento humano[2].” Aunque en este último caso parece que no es un  comportamiento muy extendido a la luz de las maldades que se cometen.

El asombro con lo que ocurre en el comportamiento de los humanos no puede ser mayor. Impera la brutalidad y la anulación del otro en defensa de nuestro egoísmo y avaricia. Pero está claro, sin embargo, que los grandes avances de la humanidad se han basado más en la cooperación que en  la lucha supremacista y por quedarse con el botín. “La vida no avanza mediante la competición, sino más bien por la cooperación y la organización de cada ser. Cincuenta millones de billones de células cooperan en la creación del cuerpo humano. Millones de especies colaboran para conformar los ecosistemas y el planeta.[3]” 

El uso guerrero de los que menos tienen para defender el poder de aquellos que han sabido encumbrarse a base de pisotones en la cabeza de los demás es una mala solución a los problemas vitales. “Las oligarquías no sólo son poco comunes, sino que las jerarquías imaginarias y la llamada ley de la selva son un dislate  mayúsculo; lo que de veras importa es que estas estructuras no funcionan bien. En la naturaleza, las organizaciones amplias, distribuidas y sin centros de control son siempre las más eficaces. Los recientes avances en biología acerca del estudio del comportamiento grupal indican sin sombra de duda, que cuando las decisiones las toman un número elevado de individuos casi siempre son mejores que cuando las adoptan unos pocos. En algunos casos, la capacidad de los grupos para resolver problemas es pasmosa. De modo que la idea de que la democracia sea una institución contra natura no es más que una de las más seductoras patrañas inventadas por el hombre para justificar su connatural sed de poder individual.[4]” 

Está demostrado que el mejor de los hombres siempre es superado por las posibilidades infinitamente mayores que ofrece el grupo en el que se asienta. No cabe duda de que la Democracia con mayúsculas sigue siendo el mejor sistema para organizar las sociedades humanas y que la solución es más y mejor Democracia. No obstante, como ya escribí en otra ocasiónLa Democracia está enfrentada claramente al capitalismo actual, al capitalismo basado en el fundamentalismo de mercado. Los intereses económicos más absolutos, centrados exclusivamente en el beneficio van, casi siempre, en sentido contrario a los intereses de una verdadera Democracia. Un voto hoy vale más o menos según la riqueza que manejes y el poder que esta riqueza te da. Que el egoísmo y el interés privado sea la solución a los problemas de la sociedad, parece, sólo, un lema teñido de engaño; una fórmula que sólo ha demostrado servir a los intereses de aquellos que defienden el inmovilismo porque la situación les es muy rentable. La verdadera Democracia, sin embargo, “sólo es posible sobre la base del fomento de la autonomía y la solidaridad, valores para los que la racionalidad instrumental, experta en destrezas técnicas y sociales, es totalmente ciega[5].” 


[1]Mancuso, Stefano (2017-151). El futuro es vegetal. Galaxia Gutenberg.
[2]Ibídem (2017-144-5).
[3] Vandana, Shiva (2017-33). ¿Quién alimenta el mundo? Capitán Swing.
[4]Mancuso, Stefano (2017-147). El futuro es vegetal. Galaxia Gutenberg.
[5] Cortina, Adela (2007:214)  Ética aplicada y democracia radical. 4ª edición. Tecnos.

sábado, 28 de julio de 2018

Las cosas claras

Nos decía el filósofo de principios del siglo XX John Dewey: La magia de comerse un pelo del perro que nos ha mordido para curar la rabia no es nada comparada con la magia de creer que aquellos que tienen el privilegio y el  poder remediarán la crisis que han creado. Mientras la política siga siendo la sombra que proyecta la gran empresa en la sociedad, la atenuación de la sombra no cambiará su esencia. El único remedio es una nueva acción política basada en las realidades y los intereses sociales.

domingo, 8 de julio de 2018

Alimentos viajeros


No cabe duda de que una de las principales preocupaciones que tiene el género humano es la alimentación. La gran preocupación por la falta de alimento por una parte y la sensibilidad por la seguridad alimentaria y la nueva cultura de los productos BIO por otra, no dejan lugar a dudas. Sin embargo, seguimos imaginando que el sistema capitalista con la actual globalización y la liberación engañosa de los mercados internacionales es la solución a nuestros problemas alimentarios. La realidad, no obstante, es que la liberación de los mercados solo supone la libertad para que las ganancias de las grandes corporaciones sean infinitas y vergonzosas. “Las corporaciones no cultivan alimentos: cultivan beneficios.[1]” Su preocupación no son las personas sino exclusivamente su negocio. De hecho muchos campesinos se han empobrecido severamente y han tenido que abandonar sus tierras: su medio de vida, lo que ha incrementado el número de suicidios entre ellos en muchos países.

Las grandes multinacionales son las que hoy en día determinan qué comemos, qué cultivamos y cómo cultivamos. “Las corporaciones también son Gobiernos manipuladores que actúan a escala mundial para introducir unas leyes de falsa seguridad y de falsa higiene que declaran ilegal el alimento que sí  es seguro y arriesgado el alimento que no ofrece riesgos.[2]” Se desprecia e injuria el alimento que se cultivaba por los pequeños agricultores respetando las tierras y su diversidad y que hoy se busca por su sabor y su calidad nutritiva.

Pero la globalización impulsada por estas grandes empresas hace a los alimentos viajeros de forma imprudente y perjudicial. Recorren miles de kilómetros innecesarios. Así, ya “En 1996 Gran Bretaña exportó 111 millones de litros de leche e  importó 173 millones de litros. Importó 49 millones de kilos de mantequillas, pero exportó 47 millones. ¿Por qué no consumió sus 47 millones e importó los 2 millones que le faltaban, ahorrando así los costes del transporte? Porque no importar y exportar a gran escala no produce beneficio alguno para las élites transnacionales del transporte. Los gigantes de la alimentación envían manzanas a Gran Bretaña por avión desde Nueva Zelanda a 14.000 millas de distancia, y judías verdes desde Kenia, a 4.000 millas, aunque los agricultores británicos pueden cultivar ambas.[3]” Hoy en día la situación puede ser igual o peor en muchos de los países, lo vemos en nuestros supermercados todos los días. Frutas, verduras y todo tipo de alimentos se han vuelto grandes viajeros.

Este ir y venir de los alimentos hace que se requiera una forma de producción y de conservación especial. Se seleccionan los alimentos para que su producción sea mayor, para que su resistencia al paso del tiempo se más duradera y para ello no importa la utilización de productos químicos que pueden ser nocivos para la salud humana y la biodiversidad del planeta. Pero es que además, esta globalización “conduce al desperdicio en muchos aspectos, y la FAO estima que un 30 % del suministro global de alimentos se desperdicia, y la comida que se tira al año asciende a un trillón de dólares. Los datos demuestran que la mitad de la comida del mundo globalizado acaba en la basura, bien en la tienda o bien en la casa del consumidor, mientras que en el Sur global cada vez son mayores las pérdidas evaluadas desde la cosecha.[4] ” Recorrer por los alimentos largas distancias está demostrado que ocasiona la destrucción de  grandes cantidades de comida tanto en la fase de producción, debido a la  uniformidad de la forma y el tamaño de las frutas y verduras, como en la fase de distribución.

Esta agricultura industrial y globalizada “es uno de los principales causantes del cambio climático. Es responsable del 25 % de las emisiones de dióxido de carbono del mundo, del 60 % de las emisiones de gas metano y del 80 % del óxido de nitrógeno, que son potentes creadores del llamado efecto invernadero […] también ha contribuido a la erosión del suelo y a su infertilidad, a la contaminación del agua y al agotamiento de los acuíferos, y a la destrucción de muchas sociedades autosuficientes que en el mundo había.[5]”“El sistema alimentario industrializado y globalizado, controlado por un puñado de empresas multinacionales, está destruyendo el planeta, el estilo de vida de los agricultores, la salud de la gente, la democracia y la paz.[6]

A pesar de todo lo mencionado y según nos dice Vandana Shiva en el libro citado “sólo un 30 % del alimento que consume la gente procede de grandes explotaciones agrícolas industrializadas. El 70 % restante procede de pequeñas explotaciones en las que el granjero cultiva una pequeña porción de tierra. Y,  sin embargo, la agricultura industrializada es la causante de un 75 % del daño ecológico que se inflige al planeta.[7]” Realmente, podemos preguntarnos, ¿quién alimenta y quién destruye el planeta?



[1] Vandana Shiva (2017:15). Quién alienta al mundo realmente. Capitán Swing.
[2] Ibídem (2017:122)
[3] Tracy Worcester, Local Food, Resurgence 199 (marzo-abril de 2000). Citado por Vandana Shiva en Quién alimenta el mundo realmente.
[4] Vandana Shiva (2017:161). Quién alienta al mundo realmente. Capitán Swing.
[5] Ibídem (2017:35)
[6] Ibídem (2017:18)
[7] Ibídem (2017.11)

martes, 15 de mayo de 2018

El poder del dinero


Recientemente leí un trabajo de Pavlina R TCherneva que titula  Dinero, poder y regímenes monetarios, es un trabajo bien documentado en el que se afirma que el dinero“es una criatura del estado, un bien público y un mecanismo redistributivo empleado por ese estado para bien o para mal.” La misma formación del estado-nación moderno, nos dice, ha estado inextricablemente vinculada al proceso de establecimiento de una moneda nacional soberana unificada. Tener soberanía política significa adquirir necesariamente la soberanía monetaria. El  funcionamiento del dinero se basa en una relación de poder estructurada y jerarquizadase trata de una relación de poder crédito-deuda, en virtud de la cual la parte endeudada emite un pasivo que el acreedor mantiene como activo.” Pero es el Estado el que respalda, dirige y garantiza estas relaciones sociales de poder.El dinero, no es, como viene considerándose, una “criatura del mercado”, sino que se puede argumentar con rotundidad que el dinero es, en cambio, una “criatura del estado”.

Indica la autora que existen unos mitos dominantes al respecto. Y entre estos mitos se encuentran: 1) que la moneda es una criatura del mercado nacida de la necesidad de facilitar el trueque; 2) que el dinero es un objeto, generalmente algo con valor intrínseco (derivado de metales preciosos) que es fácilmente transportable y divisible; y 3) que, en sí mismo, el dinero tiene poca importancia económica (es "neutral"), lo que no hace más que simplificar las transacciones, pero no afecta a las decisiones de empleo, consumo e inversión. Así siendo consecuencia del mercado, el dinero no debe ser controlado por el Estado y cualquier intervención del mismo reduce su eficiencia. Si “el dinero es un objeto de valor metálico intrínseco, se supone que es inherentemente escaso. A partir de aquí, debido a esta escasez, se argumenta que el gasto gubernamental excluye el consumo privado y la inversión.”Además, si el Estado gasta en exceso puede degradar el valor de la moneda.Si, por último, el dinero es neutral las relaciones del mercado son las únicas que pueden estimular la economía.

Nos explica que el dinero, en cierto sentido, evolucionó como un bien público introducido por las instituciones públicas en el proceso de estandarización de precios y ponderaciones y que antes de que las sociedades pudieran producir excedentes, no usaban el dinero. Fueron estos excedentes los que obligaron a anotar existencias y deudas. De hecho, se necesitó una transformación sustancial de las relaciones sociales de una sociedad tribal igualitaria a una estratificada y jerárquica antes de que surgiera el dinero. El poder, los impuestos y los tributos religiosos jugaron un papel crucial en todos estos relatos sobre los orígenes del dinero. La fiscalidad, por otra parte,deviene en el motor de la transferencia de recursos reales de los sujetos a la autoridad. El dinero es el vehículo. La transferencia de recursos fue en parte para proveer a la propia autoridad, y en parte para permitir a la autoridad redistribuir el excedente a sus súbditos de manera más "equitativa " dentro del contexto de las costumbres sociales culturales y religiosas de la época.

Nos muestra la autora la importancia del registro histórico que avala esta interpretación del dinero y que permite concluir sus notas: 1) delinear la naturaleza del dinero como una relación de deuda social; 2) enfatizar el papel de las instituciones públicas en el establecimiento de una unidad de cuenta estándar mediante la codificación de los esquemas contables, las listas de precios y las deudas privadas y públicas; 3) demostrar que, en todos los casos, el dinero era un fenómeno previo al mercado, que en un principio representaba una unidad de cuenta abstracta y un medio de pago durante un complejo proceso de provisión social, y más tarde un medio de intercambio generalizado; y 4) subrayar su calidad inherente como vehículo de redistribución. Ya que a la luz de esta constancia histórica, la próxima tarea debe ser utilizar esta comprensión para iluminar regímenes monetarios modernos y el espacio de políticas disponible para perseguir y mejorar metas económicas y sociales.

Es importante destacar, por tanto, que el dinero no es un medio neutro en el sistema económico/social, de hecho se ha utilizado para hundir economías mediante la falsificación en épocas de guerra. El dinero es un medio con mucho poder. El dineropermite aprovechar los recursos existentes y “es un medio de distribución, una herramienta para transferir recursos reales de una parte a otra, sujeto a la relación de poder del contexto histórico específico.”Y el papel de los impuestos en las economías de mercado modernas sigue siendo el mismo que en la antigüedad: no es un "mecanismo de financiación", sino un "mecanismo real de transferencia de recursos". Comprender esto perfectamente nos puede llevar a una sociedad más beneficiosa para todos, más desarrollada, más equitativa, más respetuosa con el medio ambiente y sin las limitaciones que nos imponen nuestras falsas, y a veces perversas, ideas sobre el dinero.


domingo, 6 de mayo de 2018

La especulación es el pecado social actual


Hoy en día se especula con todo, tener más dinero para vivir mejor y poder alcanzar los lujos que tienen los millonarios es una de las pasiones que poseen al ser humano. Se hacen millones de transacciones informáticas intentando comprar barato y vender caro sin necesidad de producir nada, ni prestar ningún servicio. El dinero ficticio, aquel que cambia en apuntes contables, en apuntes de ordenador, en bits, cambia de manos sin descanso, inflando burbujas que generan más dinero creado de la nada, sin ningún respaldo económico. Así el mundo se está convirtiendo en el paraíso de la especulación y la especulación en el gran pecado de la vida en sociedad, de la humanidad.

La especulación, especialmente la financiera que tiene como consecuencia la financiarización de la economía, hace que vivamos en un mundo de desigualdad y de injusticia que contribuye a que aquellos que buscan aprovecharse de las debilidades de los demás sean los que más recursos tienen para vivir mejor y aquellos que realizan el esfuerzo de producir bienes y servicios para el consumo básico de todos los ciudadanos sean los que vivan de forma precaria e insegura.

Para aquellos que especulan no importa que la economía real disminuya a favor de una economía improductiva y acaparadora de los medios de pago. No importa que el PIB se descalabre por una pendiente abrupta, siempre que ellos tengan el derecho que otorgan los medios de pago ganados especulando, el derecho a poder comprarlos. Y no sólo a comprar a los bienes y servicios escasos que generen los demás, sino también, a comprar a los propios trabajadores y a recortar, para apropiarse, de sus medios de pago.

La austeridad impuesta a consecuencia de la crisis iniciada en 2007-2008, es, sin duda, la mejor estrategia para que aquellos con menos escrúpulos consigan ahítos de avaricia sus objetivos aviesos. Es una austeridad que sin duda ha propiciado la disminución de los resultados sociales, ha evitado que gran parte de la población participe en la producción de bienes y servicios y ha conseguido que la mayor parte de los ciudadanos puedan tener menos posibilidades de adquirir los propios productos y servicios para reserva de aquellos que espoleados por su inhumanidad buscan solo su interés. 

Los movimientos especulativos no respetan ni siquiera a países enteros, el gran volumen de las transacciones pueden arruinar las monedas de países con gran poder económico. Y digo pueden, cuando en realidad esto ya ha sucedido en varios países, Inglaterra, Estados Unidos, Grecia, Tailandia, Indonesia, Malasia, Corea, etc., y en otros muchos ha revoloteado el peligro por encima de los gobiernos y las cabezas de los ciudadanos. Pero, aún hay más, hasta la política de los gobiernos elegidos por la ciudadanía (parte de lo que denominamos el gobierno del pueblo: democracia) es dirigido por los mercados altamente especulativos que hacen legislar de acuerdo a los intereses de las élites con medidas impopulares y altamente dañinas para los ciudadanos. 

Así, se han gastado grandes sumas en salvar a los bancos, a las autopistas, a las eléctricas, etc., cuando sus poderosos administradores seguían percibiendo retribuciones exorbitantes y en muchos casos especulativas, olvidándose, sin embargo, de salvar a muchos ciudadanos que se balanceaban en la cuerda floja del  abismo, esto nos muestra el gran pecado que la sociedad consiente y que sus gobernantes amparan. En nuestro país se han blindado, mediante la reforma del artículo 135 de nuestra Constitución, el pago de las deudas a los más poderosos y sin embargo se ha abandonado a su suerte a muchos ciudadanos y se han cercenado derechos adquiridos de la ciudadanía, como las pensiones, las retribuciones,  los despidos, etc. 

Nos dejamos guiar, tristemente, por aquellos que ostentan el poder económico, aquellos que más medios de pago poseen. Olvidamos, no obstante, que el capital y sus flujos son procíclicos. “Es decir, los capitales salen del  país en una recesión, precisamente cuando el  país más los necesita, y afluyen durante una expansión, exacerbando las presiones inflacionarias. Justo cuando los países necesitan los fondos del exterior, los banqueros reclaman la devolución del dinero[1].” Este es el nacionalismo de los que más tienen.

Pero, además, esta estrategia suicida está consiguiendo cercenar el futuro de gran parte de nuestros jóvenes y de nuestra propia sociedad. Nuestros jóvenes viven en un mundo distópico, en el que se les quitan las ilusiones y posibilidades con las que se les educaron, y se les mantienen en un mundo desgarradoramente competitivo, injusto y fomentador de la violencia. Según las estadísticas oficiales parece que sólo les queda el paro, la emigración o el suicidio.

Debemos tener muy en cuenta que las élites son siempre extractivas y el sistema actual da pie a que especulando la extracción sea mucho más eficiente y destructiva. En consecuencia, debemos ser muy sensibles a la realidad que dolorosamente y de forma contumaz nos indica que las sociedades muy desiguales no pueden funcionar de forma eficiente, ni son sostenibles a largo plazo. Especular, para mí, es un gran pecado social, que deberíamos expiar.



[1] Stiglitz, Joseph E. (2002:132). El malestar en la globalización. Círculo de lectores. Santillana Ediciones Generales S.L.

martes, 1 de mayo de 2018

La guerra nunca es la solución


El ser humano da muestras de ser el menos humano de los animales sobre la tierra, ya que utiliza la guerra, la masacre y el horror para conseguir sus intereses más rastreros y menos propios de la humanidad. Se considera que el ser humano está en la cúspide de la pirámide evolutiva, sin embargo, pese a su nivel de conciencia no es capaz de utilizar métodos menos dañinos para alcanzar el bien común. Hemos de considerar, por ello, que el bien común no es lo que buscan algunos de sus integrantes que quieren sobresalir por encima del resto de sus congéneres. También el “ojo por ojo” y el fomento del resentimiento forman parte del cúmulo de excusas que se utilizan para buscar el “camino de la guerra” en el que sólo ganan unos cuantos “inhumanos”. Sin embargo, no podemos olvidar que el resentimiento es una mala solución. Así, nos decía Nelson Mandela que “El resentimiento es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos.” 

Apuntaba Todorov que “el ser humano no termina en los límites de su cuerpo, sino que incluye la relación con los demás[1].” Nos hacemos en relación con los demás y el entorno. La individualidad solo es reconocible  y factible en convivencia con y para los demás. Nadie es único si está solo, simplemente está solo[2]”. No obstante, “las gentes de todo el mundo sufren una “obsesión identitaria”, ha escrito el psicólogo evolutivo John Tooby. Obsesión que nos transforma y nos conforma. Así “Los fanáticos pseudoreligiosos y los nacionalistas partidarios del racismo suelen pintar otro panorama: ellos defienden la existencia de un colectivo homogéneo, original  puro que, en su opinión, ofrecería mayor protección y estabilidad.[3]” Sin embargo, los resultados de la vida “en guerra”, en discordia nos debe convencer de que “Existir realmente en plural significa sentir un respeto mutuo por la individualidad y la singularidad de todos[4].”

Debemos reconocer, por tanto, que nacemos programados para distinguir entre Nosotros y Ellos. E inevitablemente, y a veces inconscientemente nos favorecemos a Nosotros, sobre todo, cuando nos sentimos amenazados. La evolución procuró que los seres humanos nos interesásemos por nuestros equipos y por el puesto que ocupamos en ellos. Apoyamos los unos a los otros es una sólida estrategia de supervivencia para una criatura débil y ruidosa sin demasiadas armas naturales. Vivir en grupo es un billete hacia la supervivencia, y por eso la mayoría de los primates así lo hacemos. De hecho no hay sociedad sin unas líneas marcadas que distingan entre grupos[5]. La inserción del ser humano en grupos y la pasión nacionalista espolean el sentimiento guerrero, pero el mundo realmente avanza con la cooperación, la experiencia de cooperar en busca de objetivos comunes une a los grupos e individuos y consigue saltar los obstáculos y problemas de la vida diaria.

Podemos pensar en un mundo globalizado que mediante valores comunes buscara soluciones globales a favor de toda la humanidad, desechando las guerras y el espíritu de ganar fortaleza para imponerse a los demás y hacer prevalecer los intereses propios. No obstante, inventamos herramientas como “la globalización neoliberal [que] es la historia de cómo el noventa y nueve por ciento entregamos voluntariamente el control de nuestras vidas a fanáticos con una percepción delirante de la realidad social.[6]” Este “capitalismo prospera venciendo a otros, se hace fuerte en la guerra; la conquista es el principal de sus valores. [7]” Escribe Juan C. Monedero.

La barbarie del hombre y de sus inventos no tiene fin. Las guerras siguen siendo nuestro pan de cada día y los fundamentalismos de cualquier tipo; religiosos, raza, ideología, tribu, equipo, familia; suelen ser grandes excusas para seguir en el mismo “camino”. Siria y la situación de los Rohingya, son ejemplos recientes, tristes y dolorosos. Hay quien dirá que esta es la única alternativa. Pero, la realidad es contundentemente tozuda y nos muestra que con esta alternativa la solución viene siempre con el enfrentamiento y la guerra, lo que nos lleva a una espiral sin fin llena de angustia y horror. La guerra nunca es la solución.



[1]Todorov, Tzvetan (2016: 27). Insumisos. Galaxia Gutenberg.
[2]Emcke, Carolin. (2016:184). Contra el odio. Taurus
[3] Ibídem (2016:184)
[4] Ibídem (2016:186)
[5] Berrreby, David. Lo que nos separa. National Geographic, abril 2018.
[6] Rendueles, Cesar (2015:196). Capitalismo Canalla. Seix Barral.
[7]Monedero, Juan Carlos. El gobierno de las palabras. Fondo de Cultura Económica de España S.L. 2009.

sábado, 7 de abril de 2018

¿Qué quiere Ud. decir cuando dice que no va a ver dinero para las pensiones?


¿Quiere Ud. decir que no va a ver suficientes alimentos para los pensionistas y si para el resto de los ciudadanos? ¿O también algunos ciudadanos se quedarán sin ellos? ¿Quiere  Ud. decir que a los pensionistas no se les prestaran ningún tipo de servicios aunque tengamos miles de parados aburridos y con ganas de trabajar? ¿Quiere Ud. decir que lo que producimos y los servicios que se prestan serán solo para los ricos?

Sería muy importante saber distinguir entre lo que es el dinero que sirve como medio de pago y para facilitar el intercambio de bienes y servicios y lo que realmente necesitan las personas para una vida que merezca la pena ser vivida.

Las personas que tienen que ser conscientes de la realidad de los recursos y la distribución de los mismos entre la población, me temo mucho que no lo tienen claro, cuando de forma generalizada nos machacan con el latiguillo de que no habrá dinero para las pensiones y para algún otro gasto social. ¿No saben lo que dicen o son más listos que nadie y mantienen una estrategia egoísta y/o partidista pensando sólo en ellos y como mucho en los que están en su entorno más cercano?

Hay que repetir una y mil veces que lo importante para que una población tenga medios de vida suficientes y pueda vivir una vida que merezca ser vivida, lo que se requiere es que tengamos alimentos, vivienda, educación, sanidad, que podamos ayudar o una adecuada calidad de vida para aquellos dependientes que necesitan ayuda, que podamos disfrutar de nuestros tiempos de ocio, que podamos vivir juntos aunque tengamos diferentes ideas y expectativas, que cooperemos para buscar la mejor solución a los problemas generales, que no abusemos y maltratemos al otro, que respetemos el medio ambiente: la pureza del aire y del agua, respetemos la naturaleza y la diversidad, etc.

Puede haber millones de monedas, billetes, apuntes contables en nuestras cuentas. La bolsa puede dispararse un 10% diario que si no tenemos aire para respirar, agua para beber, alimentos que llevarnos a la boca, poco tiempo de vida vamos a tener. Puede haber millones en la cuenta de la Seguridad Social, muchos más que los que se han gastado en los últimos años en este país, que si no tenemos bienes para poder vivir de poco nos sirve. Podemos construir millones de viviendas que si no las ocupamos mal negocio estamos haciendo. Podemos gastar recursos y dinero en armamento y luchas partidistas, pero si no dedicamos recursos a mejorar nuestra producción de bienes básicos y a la realización de aquellos servicios que nos hacen vivir más adaptados a nuestras necesidades como hombres y mujeres, de poco van a servir nuestras victorias y aplastar a nuestros enemigos. Podemos disponer de bienes de lujo para todo el mundo pero si no tenemos los medios indispensables para la vida de poco valen. Podemos ser todos millonarios en apuntes contables y tener en nuestras cuentas billones en apuntes de cualquier moneda,  pero si no se produce, si no se prestan servicios, si no se investiga, si no respetamos el planeta en el que vivimos poco futuro tendremos.

Realmente ¿qué es lo que se necesita?: los bienes y servicios que una sociedad pueda generar. Es importe, no obstante, que se produzcan aquellos bienes que nos permitan una vida en la que podamos desarrollar nuestras potencialidades y no bienes superfluos y caducos que malgastan nuestro tiempo y nuestros recursos llenando el mundo de porquería. Además, necesitamos un reparto más equitativo que no suponga ni esclavitud, ni vergüenza y escarnio de ninguna persona. Necesitamos más humanidad y menos egoísmo. Como decía Jean Ziegler “La perpetuación del hambre destructiva en un mundo ahíto de riquezas y capaz de lograr lo imposible se vuelve todavía más inadmisible. Una matanza en masa de los más pobres[1].”



[1] Ziegler, Jean. La destrucción masiva. Geopolítica del hambre (pág.52). Ediciones Península 2012.

jueves, 22 de marzo de 2018

Juventud y jubilación


Convivimos con la mentira y lo más duro es que aquellos que nos mienten son los que tienen la obligación de hacer lo posible por trabajar en beneficio de toda la ciudadanía. Ellos son, además, los que abandonan toda la lógica y nos dicen que los jóvenes bien formados en los que hemos invertido mucho dinero de todos, pueden quedar sin trabajo o irse a otro país que se aproveche de su formación y, sin embargo, los mayores, aquellos que han dado toda su vida para que nuestro país consiga unos niveles de producción y servicios importante, sigan trabajando hasta que caben su propia tumba. Esto debe ser lo que llaman “envejecimiento activo”, o sea, trabajar hasta que te mueras.

Hay que reconocer que el movimiento de los pensionistas de estos días puede ser de vital importancia para el logro de un cambio social. La desigualdad, la corrupción, la mentira y la hipocresía siguen subiendo de nivel y están consiguiendo un mundo en el que sólo caben unos pocos rodeados de su egoísmo. La clave del movimiento de pensionistas y las luchas por la igualdad de la mujer se fundamentan en la impugnación general del sistema social. Un sistema que trata a las personas como mercancía abundante de la que se extrae beneficios y sólo se respeta todo aquello que tiene que ver con los derechos de los que más tienen.

Cualquiera que piense en el futuro de los jóvenes desempleados de nuestro país y de aquellas otras naciones en las que el virus del neoliberalismo ha sido inyectado, podrá darse cuenta que el futuro lo tienen muy negro y se lo tendrán que currar muy mucho para ser ganadores en la competencia brutal del capitalismo, porque si no, la indigencia y las penurias se les pegarán como lapas. No nos debe extrañar que según la OMS cada año se suiciden unas 800.000 personas en el mundo lo que supone una muerte cada 40 segundos. Cantidad que supone más que el total de los muertos causados por la guerra y los homicidios juntos. No nos debe extrañar, tampoco, que el suicidio sea la segunda causa de muerte de los jóvenes. Estos suicidios tienen relación inevitablemente con las crisis, la desigualdad y la falta de recursos económicos.

En este país de muñequera y bandera, la recuperación económica está obligando a nuestros mayores a trabajar sin un mañana y sigue castigando especialmente a los jóvenes: dos millones y medio han perdido la posibilidad de estar empleados, ocupados y retribuidos económicamente por su trabajo en nuestro país. La cifra de ocupados entre 16 y 30 años ha caído en el período 2007 al 2017 de 4,9 a 2,5 millones según revela la media de trimestres de la EPA mientras que en las demás franjas de edad desciende el desempleo. A la dificultad de acceder a un puesto de trabajo para los jóvenes también se suma otros factores desmotivadores como que más de la mitad de los empleos se concentran en la hostelería y el comercio, un tercio de los contratos no son de jornada completa y más de medio millón está subempleado, o sea, que ocupa un puesto que exige menos preparación de la que se ha obtenido, muchas veces con mucho esfuerzo y privación económica[1].

Pero todo se va a arreglar porque España va bien, no cuenta que se incrementen los índices de pobreza, que la desigualdad suba aceleradamente, que los trabajos sean precarios y esclavizantes, que los ricos sean cada vez más ricos, que los pobres sean cada vez más pobres. España va bien y se arreglarán con el tiempo las pensiones, y el empleo cubrirá todas las necesidades, los viejos a trabajar y los jóvenes ya se verá, el tiempo nos dará la razón, porque lo tenemos todo controlado. Pero, esto no es verdad, los jóvenes lo tienen muy negro y algo hay que hacer para que esto cambie. El sistema de pensiones debe ser público y dentro de las prestaciones del Estado Social. Dejémonos de cuentos de que la bolsa de la seguridad social se acaba y de que no hay dinero para las pensiones. Las pensiones del futuro y las pensiones de hoy, no tienen que ver con el dinero virtual que se anote en ordenadores o en contabilidades públicas. Cuando los jóvenes de hoy quieran disfrutar de su pensión lo que es realmente importante es la cantidad de productos que la sociedad pueda producir y la cantidad de servicios que pueda realizar. Las personas no comen billetes ni apuntes contables, comen alimentos y reciben servicios. Lo que es transcendente es el cómo se reparten los productos y servicios que la sociedad genere en su día.

Si queremos, por tanto, que los jóvenes tengan algún futuro, es hoy el momento para tomar medidas, en caso contrario su futuro hoy obscuro será muy negro y a las personas mayores no las dejaremos tener su merecido descanso jubiloso.



[1] Ver Sergi Raventós; sinpermiso 16-3-2018.

sábado, 17 de marzo de 2018

¡No hay dinero!


¿Cómo reaccionaríamos si nos dijeran que en el año 2017 ha habido excedentes de producción en Europa por un importe de 331.000 millones de euros? Esto significa que este importe se podría, por ejemplo, haber dedicado a crear empleo. Se considera que en la zona Euro un puesto de trabajo cuesta de media unos 42.000 anuales. Por lo que gastar el superávit habido nos reportaría unos 7,9 millones de empleos, es decir la mitad aproximadamente de los parados existentes[1]. Pero es más sencillo repetir el mantra de que no hay dinero para adormecer el sentido crítico de la ciudadanía.

La matraca de que ¡no hay dinero! Es el eslogan más utilizado por la derecha reaccionaria para convencer y anestesiar a aquellos que siempre han tenido que ahorrar para poder subsistir. No hay dinero para las pensiones pero, la corrupción campa sin obstáculos, se saca a los bancos de la ruina que ocasionó su avaricia, se pagan a las empresas de autopistas los déficits, cuando nadie participa en sus beneficios (este es el capitalismo que tenemos los beneficios para mí los déficits los repartimos), aquellos que más tienen pagan menos al fisco (las empresas tienen que tener beneficios aunque sea arruinando a sus trabajadores), grandes sumas de dinero se pierden en los paraísos fiscales, la especulación financiera pervierte la economía real, etc. 

¡No hay dinero! Pero la producción (el PIB) según nos dice el gobierno aumenta y sin embargo parece que se queda en manos de los que más tienen; la desigualdad es un hecho creciente en esta salida de la crisis que como no se remedie hará estallar el propio sistema que la genera. ¡No hay dinero! Es, sin duda, la cantinela que se usa para que los pobres aporten sus pocos recursos y los entregan a aquellos que más tienen. Es la contrarrevolución del neoliberalismo.

Como ya dije en otra ocasión, sabemos que el sistema bancario privado, mediante los créditos, es el que crea en la actualidad el 95 % del dinero en circulación y el sistema público el 5 % restante, aspecto éste que como se ha comprobado con las últimas crisis tiene sus riesgos. Son el crédito y el gasto público los que promueven y principian la actividad económica. Las empresas cuando inician su actividad se mueven a través de los préstamos bancarios. “De hecho, con muy raras excepciones, ha sido el crédito el que financió a la empresa y al empresario que contrató a esa joven; y probablemente fue un descubierto el que pagó el salario que obtuvo en su primer trabajo [...] su contratación creó actividad económica añadida y generó ingresos con los cuales la persona que la empleó pudo cubrir el descubierto, pagar la deuda y satisfacer su salario.[2]” También el Estado cuando paga a un proveedor o a un funcionario lo que hace es apuntar en las cuentas bancarias de los destinatarios los importes fijados mediante la contratación previa. Para realizar estos gastos no necesita (tengámoslo claro) cobrar impuestos, salvo que no tenga el poder de emitir moneda (ahora dependemos del Banco Central Europeo para ello). El Estado siempre recauda impuestos del dinero que previamente ha sido creado, bien por el sistema financiero privado o por la banca pública.

Nuestros políticos no sólo no quieren aprovechar las nuevas realidades de la política monetaria, de la que es un claro exponente la Teoría Monetaria Moderna (TMM), sino que tampoco saben aprovechar sus propias convicciones para mejorar el estado de los ciudadanos. No saben o pretenden hacernos creer que no saben cómo funciona el sistema monetario actualmente. Nos dicen que los bancos tienen que poseer dinero para dar crédito pero ellos saben que no es así. El crédito se crea de la nada. Es el negocio de la banca dar crédito, y los bancos lo han venido dando sin motivo y a lo loco montados en la burbuja inmobiliaria y activando crisis en su beneficio. Lo que está claro es que los bancos nunca dejarían de dar crédito a un buen negocio con posibilidades claras de recuperar el dinero prestado más los intereses. El problema no es que los bancos tengan dinero para dar crédito, sino que haya posibilidades de montar empresas con opciones claras de éxito, y para ello no se puede dejar a la población en la miseria, porque no habrá quien compre los productos que la empresa genere y no habrá quién compre los servicios que preste.



[1] Ver Alternativas Económicas núm. 56. Por qué no bastará con la recuperación. Guillaume Duval, pág. 16.
[2] Ibídem.

domingo, 25 de febrero de 2018

El sistema de cuidados origen de grandes desigualdades


En estos tiempos en los que se reclaman igualdades seguimos empeñados en discriminar trabajos similares en su aportación social. Sin duda la mujer sale perjudicada en relación a los mismos trabajos realizados por el hombre. La feminización de los contratos parciales y temporales es masiva. Los permisos que se cogen para cuidar a familiares suelen darse en su mayoría a las mujeres trabajadoras. Pero, en esta sociedad centrada en el empleo, es decir trabajo con contrato realizado por un tercero y retribución sinalagmática por el trabajo prestado, la mayor desigualdad y la mayor discriminación la sufren aquellas y aquellos que con el mismo trabajo, generalmente de cuidados y de procreación, trabajan o no por cuenta ajena o por cuenta propia.

En esta sociedad si tienes un contrato y eres extranjero te puedes nacionalizar y residir en nuestro país, pero también si tienes contrato tienes derechos retributivos por realizar las tareas de cuidados (en su caso) y si no lo tienes, tendrás que vivir a costa de otra u otro. Es verdad que todavía hay que avanzar mucho en estos derechos y se tienen que igualar las cargas de mujeres y hombres, pero no solamente se dan diferencias y no hay igualdad de trato en los empleos, también hay diferencias del cien por cien para los mismos desempeños en el hogar, en la familia, entre aquellos que tienen un contrato y los que no lo tienen.

Si tengo trabajo y estoy de baja por maternidad, la sociedad sustenta económicamente el tiempo establecido por normativa. Si no tengo trabajo, la misma maternidad, supone un gasto que exclusivamente es cubierto por la propia persona. Si tengo trabajo y tengo un accidente en un servicio de cuidados a personas mayores, tengo cubierto socialmente mis necesidades económicas por parte de los Presupuestos Generales del Estado. Si no tengo trabajo, en este país se tiene asistencia sanitaria conforme a los requisitos legales, pero la cobertura económica será a costa de la persona accidentada. ¡Y son los mismos trabajos!

La vinculación de los derechos sociales, de los derechos que acoge el menoscabado Estado de Bienestar con el trabajo es, desde mi punto de vista, poco o nada igualitaria. La misma aportación a la sociedad no es recompensada igualitariamente. El hecho de que muchos de estos derechos estén cubiertos por las cotizaciones que se realizan a la seguridad social a través del empleo, mantiene situaciones atávicas poco congruentes. La sociedad no puede dejar en la extrema pobreza a ciudadanos que realizan la misma labor social porque tenga o no un contrato con empresa pública o privada. Esta vinculación atávica incluso afecta a los pensionistas que ven reducir sus pensiones, incrementar sus tareas domésticas y perder las ilusiones que se habían creado con muchos años de esfuerzos y cumpliendo con sus obligaciones sociales.

Hay muchas cosas ilógicas que ayudan a una desigualdad de trato. Viendo las imágenes de los ultras en el futbol, me pregunto: ¿por qué gastamos  dinero público para pagar el gran esfuerzo de los cuerpos policiales cuyos efectivos arriesgan su vida para mantener y cuidar un acto deportivo social basado en la violencia y en la locura de personas enajenadas? ¿No hay modo de parar esta locura y dedicar los recursos a actividades más beneficiosas para todos?

Hay muchas alternativas para mejorar nuestra sociedad, pero “A lo largo de la historia, las clases dominantes se han distinguido por su paupérrima imaginación política. Los miembros de las élites siempre han estado plenamente convencidos de que el sistema político cuya cúspide ocupaban –ya fuera el esclavismo, el feudalismo o la tiranía—era inconmovible y la única alternativa al caos.[1]” Los ciudadanos indolentes y encerrados en nuestra propia rutina y  pereza mental “Hemos entregado el control de nuestras vidas a fanáticos del libre mercado con una visión delirante de la realidad social, que nos dicen que nada es posible salvo el mayor enriquecimiento de los más ricos: ni profundizar en la democracia, ni aumentar la igualdad, ni limitar la alienación laboral, ni preservar los bienes comunes.[2]

Nos hacen creer que vivimos en un mundo finito y no hay dinero para que las personas vivan dignamente, no hay dinero para las pensiones, no hay dinero para pagar a todos por realizar el mismo trabajo de cuidados aunque no sea mediante un empleo; pero la realidad es que hay casas vacías, tiramos toneladas de alimentos, dejamos que vaguen ociosamente millones de personas (en muchas casos personas muy preparadas con recursos públicos), destruimos la naturaleza que nos acoge y nos dona sus frutos marchitándola. ¿Cuándo comprenderemos que ni los billetes, ni las monedas, ni los apuntes bancarios nos dan de comer?, que no es el dinero lo que nos reporta los bienes y servicios indispensables para nuestra vida, que lo que nos ayuda a desarrollar y mantener nuestra vida son los productos y los bienes y servicios que la propia sociedad crea a base de todos los recursos que posee y CUIDA.



[1] Rendueles, César (2015:12). Capitalismo canalla. Seix Barral.
[2] Ibídem (2015:13)

lunes, 19 de febrero de 2018

Recursos ociosos y sobreexplotados

En sociedades primitivas o reducidas es incomprensible que los recursos que se tengan no se utilicen para mejorar la vida de todos sus integrantes. Todas las personas que puedan aportar algo a la sociedad colaboran en producir y prestar servicios para la misma. Todas las herramientas existentes deben ser utilizadas para buscar los medios de vida que serán consumidos. El nivel de vida de los integrantes de la sociedad depende de los recursos, del esfuerzo común, de la mejora de las habilidades y de las herramientas. No obstante, el cuidado de los recursos naturales es un objetivo transcendente y vital para no sobreexplotar y arruinar sus frutos en un futuro.

No ocurre lo mismo en muchos países de este mundo mercantilizado y neoliberal. Nuestro país, por ejemplo, es paradigma del desperdicio de las posibilidades existentes en su economía. “España es un estado que ha vivido desde hace décadas por debajo de su potencial por culpa de unas políticas de infrautilización de recursos que crean desempleo y pobreza.[1]” Sin embargo, nadie podrá decir que no hay muchas cosas por hacer: nuestros investigadores se marchan a países que sí les consideran o abandonan por falta de recursos, el medio ambiente pide a gritos mejoras que permitan su viabilidad y buen uso, las energías deben ser sustituidas por aquellas que son renovables en beneficio de todos, así hasta un largo etc. Sin embargo, la realidad que observamos es el abuso y destrucción de los bienes naturales, siendo el principal problema provocado el calentamiento global.

Dejamos de utilizar recursos necesarios para el buen funcionamiento social y sin embargo estamos sobreexplotando la naturaleza.  No nos queremos dar cuenta de que, como relata Alberto Garzón en su blog haciendo referencia al próximo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, si no somos capaces de limitar el crecimiento de la temperatura media mundial a 1,5 grados –sobre el nivel preindustrial- las consecuencias serán aún más desastrosas: un 10% más de días con temperaturas extremas, un incremento del 50% del estrés hídrico –que se da cuando se demanda más agua de la que hay disponible-, la desaparición del hielo en el ártico, la migración de 100 millones de personas y la desaparición de corales en los océanos. En suma, la actividad económica del ser humano está destruyendo los ecosistemas. ¿La solución propuesta? Un cambio profundo en el modelo de producción y consumo de energía, con el horizonte de un 100% de energías renovables para 2060.

 La concepción errónea de la función del dinero y el uso y abuso del sistema económico en beneficio de unos pocos, nos hace ciegos a posibles mejoras en la estructura social. Ya que estoy convencido de que“En un sistema financiero sano, podemos permitirnos hacer lo que seamos capaces de hacer. El dinero nos permite hacer lo que podamos hacer en función de nuestros limitados recursos naturales y humanos. Esto se debe a que el dinero o el crédito no existen como resultado de la actividad económica, como muchos creen. Igual que sucede cuando compramos con nuestras tarjetas de crédito, es el dinero el que crea la actividad económica.[2]” La eliminación de la pobreza extrema, podía satisfacerse probablemente en todos los países sin rebasar los límites medioambientales globales. Sin embargo, para la consecución de otros objetivos sociales, como la educación, la sanidad, la dependencia, etc., deberíamos optimizar el funcionamiento, aunque también en este país hay posibilidades de mejorar la organización y la producción debido al amplio paro y la ociosidad de recursos materiales.

No obstante, sí parecen inviables otros objetivos como el crecimiento continuo. Se busca el crecimiento infinito y esto pone en peligro la habitabilidad futura de nuestro planeta. Nos olvidamos de que “somos nosotros los que tenemos necesidad del futuro, mucho más que el futuro de nosotros[3]”. Los resultados nos indican que algunos de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, como el combate contra el cambio climático y sus efectos, podrían verse cuestionados por la persecución de otros objetivos, en particular los que buscan el crecimiento indefinido o altos niveles de bienestar humano para toda la humanidad.
Es esencial, por tanto, cambiar el paradigma y el tiempo que va pasando lo hace más difícil. La ciencia ha descubierto que la empatía es la chispa que enciende la compasión y nos induce a ayudar al prójimo. Es la cooperación y no una competitividad descarnada la que nos ayudará a conseguir objetivos comunes a todos. La mercantilización de la vida no nos lleva por el camino correcto. Es una lucha de unos contra otros que nos hace olvidarnos de nosotros mismos. “La única perspectiva que se tiene en cuenta es la explotación de la vida planetaria, es la de las corporaciones transnacionales, cuyos objetivos son la acumulación de capital y la obtención de beneficio.[4]



[1] Medina Miltimore, Stuart (2015:171). La moneda del pueblo. El viejo topo.
[2] Pettifor, Ann (2017). La producción del dinero. Lince.
[3] Dupuy, Jean Pierre (2012-29). Hacer como si lo peor fuera inevitable. VV.AA. ¿Hacia dónde va el mundo? Icaria Editorial, S.A.
[4] Cano Abadía, Mónica. Ecología política núm. 54,  pág. 42

martes, 13 de febrero de 2018

Los beneficios empresariales y la equidad fiscal

Los sistemas e instituciones económicas vigentes en los países desarrollados no ayudan a repartir de una forma equitativa las rentas que genera la sociedad en su conjunto. Soy partidario, sin duda, de que todos los ciudadanos tengan derecho, por el simple hecho de vivir, a una vida digna y para ello tienen que tener recursos económicos suficientes. No obstante, las excesivas instituciones económicas vigentes muchas veces no contribuyen a mejorar la vida de los ciudadanos, ni tampoco contribuyen a mejorar los resultados económicos.

A veces contribuyen a aumentar desequilibrios y a conseguir efectos contrarios a las obligaciones del estado. La deuda pública es una de estas instituciones que se usan con efectos perversos, “es una operación innecesaria que responde a un atavismo que procede de la época de los patrones monetarios metálicos[1]”, ya que “La creación y extinción de activos financieros no origina ni destruye riqueza, ni presente ni futura, simplemente transfiere rentas entre unos agentes y otros.[2]” Simplemente supone una transferencia a aquellos más ricos, aquellos que posen títulos de deuda pública, algunos masivamente. “Actualmente los grandes tenedores de deuda pública son los fondos de pensiones y de inversiones donde conservan sus ahorros las personas de mayor renta.[3]

También, el continuo debate sobre las pensiones me parece una forma de seguir ocultando y obviando otras soluciones mejores para la sociedad. La falta de creatividad y el empecinamiento en continuar por caminos trillados, ocultan otras alternativas posibles que pudieran solucionar la problemática actual:logrando resultados económicos más ventajosos y mejorando la equidad social. Caer en el juego del déficit de la Seguridad Social, basado en los ingresos y gastos conforme la contabilidad y los criterios actuales, es seguir borreguilmente el camino dictado por los que más tienen.

Por qué no conocemos la realidad de los beneficios de las empresas. Por qué tenemos que sumar como gastos empresariales aquellos que no tienen nada que ver con la actividad empresarial, ni con su rentabilidad. Necesitamos una sociedad transparente, una sociedad que permita saber la realidad de las actividades empresariales, sus costes, sus beneficios, su rentabilidad. Partiendo de esta base es necesaria una fiscalidad equitativa y proporcional que hiciera pagar más a los que más rentas obtuvieran, bien sean por salarios,  por  beneficios o por otros tipos de rentas, y menos a aquellos que menos obtengan. No es de recibo que salarios menores e incluso indignos paguen más a las arcas del estado que millonarios beneficios empresariales. Los impuestos recaudados deberían servir para hacer posible una vida digna a aquellos que por la causa que fuera no obtuvieran ingresos suficientes y para cubrir también un Estado de Bienestar de acuerdo a los niveles de su economía[4].

El Gobierno cuya misión es velar por el buen funcionamiento de la sociedad y mejorar la vida de sus ciudadanos, debe incentivar actividades necesarias para la vida y el aseguramiento de los bienes públicos, dejando en manos de la iniciativa privada aquello que puede hacer mejor. Sin embargo, debe desincentivar aquellas actividades contrarias a la vida y a los objetivos sociales que tienen encomendados. En ningún modo debe centrarse en mejorar la vida sólo de unos pocos ignorando las necesidades de un sector social.Creo que el Gobierno debe evitar la explotación de unos sobre otros. Por ello debe intentar ser equitativo y evitar que las desigualdades sociales sean escandalosas o dañinas al bien social. Según Thomas Piketty “la redistribución fiscal es superior a la redistribución directa […] [pero] para juzgar los efectos de una redistribución, no hay que limitarse a mirar quién paga: hay que considerar también la incidencia de la redistribución propuesta sobre el conjunto del sistema económico.[5]

Debemos recordar que nuestra querida España no tiene una especial presión fiscal ya que está 8 puntos por debajo en relación a los países europeos. Es importante, al respecto, el  punto de vista de la TMM: entender que en caso necesario y con el objetivo de mejorar la sociedad que se gobierna “el estado debe gastar primero para luego recaudar, ¿por qué no aplicar políticas de gasto que resuelven primero las necesidades sociales más acuciantes? Con posterioridad el estado puede decidir si necesita subir los impuestos y qué colectivos asumirán esa carga adicional.[6]

Si queremos un mundo menos desigual, debemos ser honrados en los datos, debemos ser transparentes y mostrar la realidad de las actividades económicas y de los ingresos de cada uno. Al fin y al cabo todos los ingresos son generados en sociedad. Y partiendo de una sociedad transparente podemos buscar una equidad en las aportaciones al  bien común. Todo ello tiene que estar basado en una democracia fuerte y real en la que el voto de cualquier ciudadano tenga el mismo valor que el voto de cualquier otro.



[1] Medina Miltimore, Stuart (2017:102). La Moneda del  Pueblo. El Viejo Topo.
[2] Ibídem (2017: 101)
[3] Ibídem (2017: 103)
[4] Una de las funciones de los impuestos debe ser el reparto equitativo de la renta y la riqueza. No obstante, conviene aclarar que conforme la Teoría Monetaria Moderna (TMM), un estado que emita su propia moneda no necesita recaudar impuestos para financiarse, sus límites presupuestarios son los límites de la economía real del propio estado.
[5]Piketty, Thomas (2015:48-49). La economía de las desigualdades. Anagrama. Colección Argumentos.
[6] Medina Miltimore, Stuart (2017:94). La Moneda del  Pueblo. El Viejo Topo.

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