miércoles, 30 de marzo de 2016

La hipocresía del neoliberalismo

Denunciaba Amnistía Internacional que “la galería de abusos del Estado Islámico contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario en Irak y Siria es inmensa y atroz: secuestros, tomas de rehenes, homicidios ilegítimos y ejecuciones sumarias, torturas, violaciones...Su campaña militar ha machacado implacablemente a la población civil con armas pequeñas, artillería, explosivos improvisados y, posiblemente armas químicas. Y todo ello ha obligado a cientos de miles de personas a huir y convertirse en desplazados, internos o refugiados. Un desastre humanitario en toda regla.” Y no cabe duda de que detrás de esta situación se encuentra el espíritu del libre mercado, la avaricia de las personas y la globalización desigual que impera en estos tiempos.

Amnistía Internacional ha catalogado más de 100 tipos de armas y municiones que son utilizados por el Estado Islámico. La mayoría de ellas llegaron al ejército iraquí entre los años 70 y 90 del siglo pasado desde Estados Unidos, Rusia y el antiguo bloque soviético. Durante la guerra Irán-Irak de 1980-1988 se impulsó el mercado armamentista y fueron nada más y nada menos que, al menos, 34 países los que suministraban armas a Irak y 28 de ellos que también suministraban armas a Irán (pura lógica mercantilista). El beneficio es el beneficio en esta globalización liderada por las grandes corporaciones. El mundo del mercado libre necesita buscar negocio sin desmayo y sin importar las consecuencias de esta búsqueda.

España participa de la misma visión económica. No obstante, la ley en España prohíbe al Gobierno autorizar la exportación de material a lugares donde pueda ser utilizado para la "represión interna" o la "violación de derechos humanos". A pesar de ello, nuestro ministro de Defensa dice que es correcto vender armas a "cualquier país que esté en las Naciones Unidas" y "tienda" a "una situación mejor". Pero no sólo vendemos a los países integrados en Naciones Unidas engordando las arcas de algunos que no lo necesitan. También hacemos caso omiso de nuestras leyes y así las ventas de armamento español que fueron a Arabia Saudí han batido un récord histórico, al sumar 447,6 millones de euros en el primer semestre de 2015. Esta cifra supone el 26% de todo el material de defensa exportado por España en dicho periodo, que asciende a 1.727,2 millones de euros, un 25,3% más que en los seis primeros meses de 2014, según el informe elaborado por la  propia Secretaría de Estado de Comercio.

Estamos en un mundo en el que no son las vidas de las personas las que se priorizan. Los intereses económicos de las grandes corporaciones apoyadas por políticos corruptos y sin escrúpulos forman un tándem difícil de combatir ya que no sólo tienen el poder, tienen también el dinero con el que compran incluso a periodistas que olvidan el mínimo código periodístico y caen como lobos contra cualquier idea de cambio, por muy lógica y coherente que sea, con el simple objetivo de que nada cambie ya que, en caso contrario, se pueden descubrir muchas vergüenzas y caer muchos mitos.

Siguiendo la lógica neoliberal los partidos políticos aprovechan de manera poco ética el que otros no crean oportuno integrarse en pactos que mantienen a los señores de la guerra y  utilizan los mismos medios que pretender extirpar en aquel señalado como su enemigo, sino que, además, desoyen propuestas tan lógicas como cortar las vías de financiación y abastecimiento de ISIS y acabar con la guerra en Siria e Irak embargando el armamento de todos los contendientes. Medidas del todo lógicas que avala el propio papa Francisco, que arremetió en estos días contra los "fabricantes y traficantes de armas", a quienes culpa de los atentados terroristas como el perpetrado en Bruselas porque, en su opinión, "quieren sangre, no la paz, quieren guerra y no la fraternidad".
No podemos olvidar que la candidata a la presidencia de Estados Unidos Hillary Clinton y el ex primer ministro británico Tony Blair, admitieron también su error y pidieron disculpas por su apoyo a la Guerra de Irak, guerra que ha mostrado unas consecuencias funestas que todavía hoy no han terminado y están dificultando la convivencia. Ya algunos, como el premio nobel de economía Paul Krugman, opinaron que se tuviera en cuenta que la Guerra de Irak no fue un error inocente, sino un crimen cometido voluntariamente por Bush hijo. A su juicio, la Administración de Bush estuvo inventándose pretextos para invadir a Irak por el simple hecho de querer iniciar una guerra con obscuros intereses.

Los señores de la guerra siguen mostrando su fuerza en el siglo XXI sembrando el terror, la discordia y la división en pos de sus intereses. El hombre sigue siendo un lobo para el hombre, cuando la empatía es la única ideología capaz de cambiar el mundo mediante la compasión, la solidaridad, la cooperación y la búsqueda del bien común. Ya hace tiempo que el filósofo Theodor Adorno en su Mínima moralia nos avisó de que: “la búsqueda de posibles ventajas es el enemigo mortal de todas las relaciones humanas; de estas pueden surgir la solidaridad y la lealtad, pero nunca del pensamiento con fines prácticos.”Lo que sí estamos consiguiendo al defender puros intereses mercantiles son la xenofobia y el resurgir del fascismo.

                               Tristes guerras
                               si no es el amor la empresa.
                               Tristes, tristes.

                               Tristes armas
                               si no son las palabras.
                               Tristes, tristes.
                              
                               Tristes hombres
                               si no mueren de amores.
                               Tristes, tristes[1].



[1] Miguel Hernández.

jueves, 24 de marzo de 2016

La Renta Básica Universal y la mujer

En las sociedades actuales se hace girar el entramado social alrededor del empleo remunerado. El mercado y el trabajo nos definen. La mayor parte de la población obtiene su sustento a través de un trabajo remunerado para así poder adquirir en el mercado los productos y bienes necesarios para poder vivir. Esta forma de organización social, no obstante, trata injustamente a aquellos que no encuentran trabajo y a aquellos otros, hasta ahora principalmente mujeres, que dedican su vida a la procreación, a los cuidados de su familia y personas dependientes, sin tener trabajo remunerado, sin tener empleo.

Las mujeres en la historia del capitalismo han sido las grandes olvidadas de la sociedad. Conseguir el voto de la mujer fue una lucha con muchos costes y lograr la igualdad de oportunidades seguirá siendo una utopía si no se encuentran herramientas que no hagan depender la igualdad de oportunidades de la consecución de un empleo retribuido por cuenta ajena.

La Renta Básica Universal (RBU) es una herramienta sencilla que puede lograr resultados sorprendentes en relación a la igualdad de oportunidades, la libertad de las personas para elegir trabajo y modo de vida, justicia para aquellos trabajos que no están actualmente remunerados, por no estar integrados en el mercado, pero que son muy necesarios para la pervivencia de nuestras sociedades, incremento de la demanda[1]. En definitiva la RBU se puede considerar una herramienta política que posibilitaría el ejercicio pleno de la ciudadanía igualando las oportunidades y eliminando la pobreza.

La RBU es mucho más razonable que cualquier subsidio y ayuda para paliar la situación de extrema pobreza. En primer lugar porque automáticamente ofrece a todo los ciudadanos unos recursos superiores a los niveles de pobreza, además no etiqueta, ni estigmatiza, a ninguna persona como vago o apestado social sino que lo considera un ciudadano con derechos; en segundo lugar porque desde el punto de vista administrativo ahorra muchísimos costes al no necesitarse justificación alguna[2], ni el control de la Administración para evitar engaños y fraudes; en tercer lugar porque no desincentiva, en contra de lo que vulgarmente se piensa, la aceptación de trabajos temporales y parciales; en cuarto lugar debilita la desigual negociación que tienen los empresarios con la masa de trabajadores en busca de trabajo a cualquier precio y condición. Las experiencias con rentas de inserción o similar no han conseguido suprimir las bolsas de pobreza. Y, por otra parte, las prestaciones sociales que se vienen dando, por lo general se pierden al aceptar trabajos precarios, sin embargo, la RBU se da incluso a aquellos que trabajan por lo que  incentiva la aceptación de trabajos en mayor medida que las prestaciones sociales a personas o grupos necesitados.

Si la sociedad quiere tratar igual a los iguales, no parece que estemos en el buen camino ya que existen múltiples situaciones en las que se está discriminando por realizar el mismo cometido social. Así no tienen los mismos derechos los padres que acaban de tener un hijo y  que tienen contrato de trabajo y cotizan a la Seguridad Social, que aquellos otros que por estar en el paro o no tener empleo no tienen ninguna prestación, o muy escasa, y sin ningún derecho; no es lo mismo cuidar a un anciano o dependiente en un centro de trabajo, privado o público, que cuidarlo en casa; no es lo mismo nacer en una familia con posibilidades que en otra en la que la tarea diaria consiste en buscar la manera de comer y poder llegar al día siguiente; no es lo mismo…

En una sociedad del conocimiento, cada día más participativa a nadie se le puede permitir apropiarse de los adelantos que la propia sociedad, en un concepto extensivo, moviliza. Los beneficios de la productividad generada por las mejoras tecnológicas, como indicaba en mi anterior artículo[3], deben repartirse y disfrutarse por todos los integrantes de la sociedad, ya que no hay mejora ni pequeña ni grande que no esté soportada por la participación de multitud de personas. Internet y el mundo de las redes han hecho que el conocimiento cada vez sea más difundido y su desarrollo más participado. Sin embargo, la actual legislación sobre las patentes y los derechos de autor, consiguen frenar los avances sociales en favor, en la mayor parte de las ocasiones, de beneficios privados. El caso de los medicamentos es un ejemplo paradigmático que obstruye el tratamiento eficaz de los enfermos que no pueden pagarse el tratamiento e impide el desarrollo y mejora de la investigación, olvidándose de la muerte de miles de personas en el mundo.

¿Cuántas vidas se malogran por no aplicar los Derechos Humanos reconocidos pero no aplicados internacionalmente? Y, sin duda, son las mujeres las que siguen siendo las perdedoras. El derecho al voto, el reparto de tareas, la igualdad de salarios por el mismo trabajo, etc., son peldaños que se van subiendo, pero a base de un gran esfuerzo de las propias mujeres. La doble jornada, la priorización del empleo con respecto a su vida privada, la lucha por una estabilidad psicológica en un contexto de precarización e inseguridad, la ceguera en relación al trabajo de cuidados y procreación, son altos precios que se han venido pagando.

La RBU parte de considerar el derecho a la vida y a la dignidad de las personas como un derecho básico y universal, lo que automáticamente nos ofrece una opción de igualdad para todas las personas, independientemente de su sexo y condición[4]. Su financiación no tiene mayor problema ya que se basa en la premisa de que aquel que más obtiene de la sociedad es aquel que más tiene que contribuir a su sustento y que aquel que viene obteniendo migajas del festín de aquellos, debido al desigual reparto de la riqueza, pueda obtener los ingresos básicos para llevar una vida sin las limitaciones que impidan un desarrollo personal y vital digno. El resto de servicios básicos que se han venido disfrutando en el Estado de Bienestar no tienen por qué sufrir ningún menoscabo, y, sin embargo, la RBU contribuiría a la mejora de la salud, la educación y en definitiva el bienestar de toda la población.



[1] Para incentivar la demanda congelada por las políticas de austeridad se vuelve a hablar de la idea del premio Nobel Milton Friedman de dar dinero directamente a la gente.
[2] Desaparecería el sistema laberíntico de ayudas y exenciones y la llamada policía de la pobreza que requieren una administración mayor y que en muchos casos suponen un coste superior al requerido por las ayudas.
[3] Ver “Tecnología y distribución de la riqueza”.
[4] 20 personas del Reino de España tienen una renta equivalente a la que disponen 15 millones de españoles. Además, según los datos del INE, más del 56% de las personas mayores de 16 años que no tienen trabajo en nuestro país son mujeres, que además ocupan los puestos de mayor precariedad.

sábado, 19 de marzo de 2016

¿Es justo que la riqueza debida a una mayor productividad se la apropien unos pocos?

No hay vuelta de hoja, el mundo laboral cada día va a estar más colonizado por las máquinas y los robots. La productividad está disparada y continuará subiendo, salvo intereses obscenos que la menoscaben. Por ello, una mente como la de Stephen Hawking llegó a cuestionarse sobre el actual capitalismo, cada día más soportado en la tecnología, que "Si las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado [social de esto] dependerá de cómo se distribuyen las cosas. Todo el mundo podrá disfrutar de una vida de lujo ociosa si la riqueza producida por las máquinas es compartida, o la mayoría de la gente puede acabar siendo miserablemente pobre si los propietarios de las máquinas cabildean con éxito contra la redistribución de la riqueza. Hasta ahora, la tendencia parece ser hacia la segunda opción, con la tecnología provocando cada vez mayor desigualdad".

La realidad que vivimos es que el aumento de la productividad durante el capitalismo ha sido extraordinario pero en vez de trabajar menos horas como sería coherente la gente trabaja más horas y con un salario que tiende a la baja y que cada vez cubre menos las necesidades básicas de los trabajadores y sus familias.

Por ello, es el momento, y no podemos huir de él, de realizar un profundo debate sobre la distribución de la riqueza generada en la sociedad. Debemos preguntarnos si ¿La propiedad de la tecnología puede recaer en unos pocos que disfrutan de los beneficios o los incrementos de la productividad generada por las máquinas? ¿O es un bien común que debe redundar en beneficio de la sociedad, en beneficio de todos los ciudadanos? Karl Marx intuyó que “en una economía donde las máquinas realizan la mayor parte del trabajo, donde la mano de obra humana se dedica en realidad a supervisar, arreglar y diseñar las máquinas, la naturaleza del conocimiento insertado en estas debe ser social[1]” No podemos ser ciegos a las novedades, ya que “El vertiginoso cambio en el terreno de la tecnología está transformando la naturaleza misma del trabajo y ocio, y obligándonos a participar en la creación de valor a lo largo y ancho de nuestras vidas, y no solo cuando estamos en nuestro lugar de trabajo. Esto hace que tengamos múltiples personalidades económicas: he ahí la base económica sobre la que se ha erigido un nuevo tipo de persona, con múltiples facetas[2]”. Las relaciones de producción y consumo están variando y las bases económicas y sociales deberían cambiar igualmente.

Y es que  en un mundo en el que continuamente se están sumando masas de trabajadores y en el que por la propia inercia del beneficio buscado por las empresas, el empleo tiende a disminuir, a precarizarse y a mal pagarse, se deben buscar soluciones que supongan garantías de vida digna para todos los ciudadanos, ya que estas soluciones existen en un universo en el que la productividad sigue en ascenso. Porque, tenemos que ser conscientes de la tendencia que sufre el empleo debido a la mayor productividad en un contexto en el que la información está cerca de todos y reduce los costes marginales de producción casi a cero.

Las empresas evolucionan, se adaptan y cambian. Vemos que, remontándonos sólo al año 1990, los fabricantes de automóviles estadounidenses obtuvieron 36 mil millones de dólares  en ingresos totales, y emplearon a más de un millón de trabajadores, en comparación con empresas actuales como  Apple, Facebook y Google que hoy en día, en conjunto consiguen más de un billón de dólares en ingresos pero, sin embargo, sólo emplean 137.000 trabajadores. Y esta es una realidad que no sólo se mantendrá en el tiempo sino que se irá potenciando. Cada día el número de puestos de trabajo que son susceptibles de automatización es mayor y están actualmente en orden del 50 % de los trabajos. Podemos constatar así que “El coste de grabar un millón de transistores en un pedacito de silicio se ha desplomado desde un dólar hasta solo seis centavos en el transcurso de los últimos diez años[3].”

¿Qué beneficios estamos sacando de las nuevas tecnologías y su productividad? Todo el mundo tiene claro que se está incrementando la desigualdad, que el empleo es precario, que los salarios que cobran muchos trabajadores no sacan de la pobreza y que caminamos como decía Stephen Hawking en una dirección equivocada.  André Gorz escribió que “si el ahorro en el tiempo de trabajo no sirve para liberar tiempo, y si este tiempo liberado no se utiliza para la libre autorrealización de los individuos, entonces ese ahorro en tiempo de trabajo carece por completo de significado.”

El problema, hay que decirlo claro, no es que no haya dinero, el problema es que dedicamos mucho dinero artificial a la especulación y poco a producir bienes y servicios que son muy necesarios para la vida de los ciudadanos. El problema es que cuando las diferencias en la distribución del dinero son tan abismales, éste no se usa para comprar bienes y servicios de primera necesidad, sino que se utiliza para la compra de bienes de lujo, para el gasto insano y para especular en aras de una mayor desigualdad. Cuando todavía en fase de crisis nos informan de que, según datos referidos al año 2013, hay 133 banqueros en nuestro país con una retribución superior al millón de euros al año, lo que supone un aumento de 33 % con respecto a 2012 y superior a los 125 que había en 2011; cualquier persona en su juicio podría preguntarse ¿cómo aquellos que jugaron y perdieron el dinero de la ciudadanía no pueden vivir con millones de euros y propician, sin embargo, que sus conciudadanos vivan con ingresos de miseria que se encuentran entre 400 y 600 €?

“La tecnología de la información expulsa el factor trabajo del proceso de producción, destruye los mecanismos de formación de precios y favorece formas de intercambio no mercantiles.[4]” Sí, debemos repensar nuestra sociedad, no me cabe duda, pero la desconfianza anida en mi, ya que cosas más fáciles están planteadas a nuestros representantes para resolver con urgencia, como la inmigración que llega a nuestra Europa, y, no obstante, después de muchos meses de reuniones inútiles y costosas la situación sigue igual; me equivoco está mucho peor.



[1] Mason, Paul (2016:187). Poscapitalismo. Hacia un nuevo futuro. Paidós Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2016:198)
[3] Ibídem (2016:223)
[4] Ibídem (2016: 240)

lunes, 14 de marzo de 2016

La globalización y la internacionalización de la economía

La globalización mal llevada, cómo se está organizando en la actualidad, requiere un esfuerzo a los países para producir más y más barato y requiere ampliar sus mercados para que sus exportaciones sean superiores a las importaciones y obtener así un superávit en la balanza comercial. Esta obsesión, propia de este mundo neoliberal, lleva consigo un montón de problemas para la vida del hombre y es una de las contradicciones del sistema económico  vigente que ha sido bien analizada por los teóricos.

En esta globalización los países se aprovechan unos de otros intentando sobresalir pero necesitándose para mantener el equilibrio necesario. Así nos dice Mason: “El superávit comercial de Asia con el resto del mundo, el superávit de Alemania con Europa, la incesante acumulación de deudas de otros países en las carteras de valores de los exportadores de petróleo...Ninguno de esos fenómenos era una anomalía; al contrario, fue lo que permitió que Estados Unidos, Gran Bretaña y el sur de Europa tomaran prestado por encima de sus posibilidades.[1]” Parece claro que en este juego de vasos comunicantes actual, la riqueza de unos tiene que estar soportada por la pobreza de otros, la preponderancia económica de unos se sustenta en la debilidad de los otros. Es un sistema simbiótico que no puede prescindir de una de las partes pero en los que no todos sacan ventaja.

Una de las cosas que no se entienden debidamente es la diferencia entre la economía familiar o doméstica y la economía de un país. En la primera los gastos tienen un significado claro: son salidas de la cuenta y requieren cubrirse con nuevas entradas. En el caso de la economía nacional sin embargo aunque a nivel microeconómico la situación puede ser equivalente ya que, por ejemplo, las empresas requieren balances equilibrados para su permanencia (cosa que desgraciadamente muchas veces se incumple), a nivel macroeconómico las salidas de unas unidades se convierten en entradas de otras. Así en una economía nacional, a nivel macroeconómico, cuanto mayor es el movimiento de transacciones entre las unidades mayor es el nivel de su producto interior.

¿Qué pasa cuando el nivel macroeconómico lo referimos a la economía mundial? Lo que se viene haciendo es lo mismo que se hace en las economías domésticas, por lo que la competencia por los bienes y recursos es la norma  y la regla de juego asumida. Sin embargo, el golpe mágico, el cambio de paradigma,  sería convertir  la internacionalización de la economía, no en una lucha por exportar a costa de la importación, del superávit de divisas de unos a costa del déficit de divisas de otros; sino en una economía integrada en un nivel cerrado en el que las entradas de unos sean las salidas de otros pero que todo contribuya a mejorar el nivel económico del conjunto.

En un mundo competitivo debemos ver claramente que habrá ganadores y perdedores, que las importaciones de uno son las exportaciones de otros. La lucha va dirigida a ganar una carrera en la que se tenga que ser más competitivo que otros países para poder venderles nuestra producción y ensanchar nuestra demanda. Los países necesitan buscar los objetivos que pueden llevarlos al éxito y reasignar sus recursos para conseguir una mayor productividad y especialización. “El éxito de esta reasignación, sin embargo, no está garantizado en ausencia de medidas específicas y debemos acelerarla [sin desmayo], ya que hay países emergentes que la están realizando a una velocidad mayor que la nuestra. Además, no es una opción sino una necesidad, ya que el dilema que nos plantea una economía mundial más global y la competencia de los países emergentes no es otro que exportar bienes para no tener que importar paro[2].” Es la triste realidad en un mundo en el que las máquinas y la información aceleran la productividad y el factor humano, muy abundante, cotiza a la baja. Al final como decía Eduardo Galeano en su libro venas abiertas “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”.

¿Qué ocurriría si consideráramos a la tierra como un sólo Estado, si fuera un Estado federal en el que todos fuéramos ciudadanos con derechos, obligaciones y unas necesidades básicas y dignas cubiertas? ¿Podríamos superar la rivalidad que nos lleva a empobrecer al vecino para salir ganando nosotros? ¿Podríamos desarrollarnos de una forma sostenible y en beneficio de todos? ¿Podríamos superar las desigualdades crecientes? ¿Qué pasaría con la deuda externa? ¿Qué pasaría con los Derechos Humanos?



[1] Mason, Paul (2016:51) Postcapitalismo: Hacia un nuevo futuro. Editorial Paidós.
[2] Javier Andrés y Rafael Doménech (2015:181). En busca de la prosperidad. Deusto, noviembre 2015.

martes, 8 de marzo de 2016

La corrupción y la contaminación medio ambiental

Todo el mundo se ha constipado porque el gigante chino ha estornudado. La ralentización del crecimiento de la segunda potencia económica parece que pone nervioso al mundo capitalista, ya que este modelo económico siempre necesita a quién vender sus excedentes: sí excedentes. Las bolsas notan su impacto y el sistema financiero traslada una inseguridad desmedida que no se centra en los verdaderos problemas a resolver. Entre ellos los más importantes que tiene China, destacan la corrupción y la contaminación medioambiental y han obligado a sus dirigentes a tomar una senda diferente a la que venían transitando, nueva senda en la que actualmente están empeñados. Sin embargo, debemos ser conscientes, de que no son temas exclusivos de esta potencia mundial; el modelo económico, que está vigente y que para muchos es la única alternativa en este mundo globalizado, tiene entre sus excrecencias muchos tumores de corrupción y de destrucción de la naturaleza que nos acoge. Por ello, cada uno de nosotros, cada uno de los países, tiene que mirar en sí mismo y buscar aquellas bolsas de indignidad que debe desalojar.

Los verdaderos peligros que hay que desterrar son aquellos valores que instaura un mundo competitivo e individualizado, en el que la búsqueda del beneficio a cualquier precio no se detiene ante las verdaderas necesidades de las personas, ni ante la destrucción de la naturaleza que nos aporta sus bienes y que debemos cuidar o nos acordaremos de no haberlo hecho. Hasta han sido capaces de hacernos creer que en el mundo hay que aplicar el austericidio. Dicen que es mundo sin dinero y, sin embargo, la élite inmisericorde, a los que mucha gente todavía hoy día creen como solución del problema que ellos mismos han creado, se lo llevan a espuertas, mejor dicho en camiones virtuales, se llevan dinero virtual creado con la especulación, el miedo y la avaricia.

¿Quién no se ha dado cuenta todavía de que el cambio climático es una cosa real y que posiblemente ya es tarde para tomar medidas? “hoy disponemos de tecnología que nos permite actuar[1]” ¡Claro que hay tecnología! Tecnología que puede permitirnos eludir vivir con guerras, bien sean con armamentos o bien se disputen en los mercados. Tecnología que utilizándola en el beneficio de todos, puede contribuir a un mundo mejor, más solidario y en el que todos podamos vivir en paz. Tecnología que nos permita cubrir las necesidades de las personas para una vida digna, siempre, no obstante, que evitemos el despilfarro de los ricos y su acaparamiento de los medios económicos.

Las bandas, las maras de chicos jóvenes desarraigados que nadie reclama en su muerte. La desigualdad cada día más extendida entre personas y naciones pone en peligro la seguridad de muchas personas. Es otra excrecencia de este modelo económico. Los poderosos sin embargo han encontrado una solución que no les obliga a cambiar su forma de hacer y pensar; la seguridad, como la sanidad, como sus lujos y sus placeres se lo pagan con lo que extraen de la propia sociedad, de la propia naturaleza. A los demás nos queda un medio ambiente cada día más contaminado, un clima cada día más inestable y migajas para que podamos seguir pagando los impuestos que finalmente han soportado los desastres que provocaron.

La solidaridad y la cooperación no son valores baladís, tienen y han tenido una importancia transcendental en la historia humana y no podremos volver a una senda de mejora si no los ponemos en los niveles más altos. Pero la incoherencia es también signo de nuestros tiempos; no podemos celebrar el día de la mujer si las dejamos morir en las fronteras de Europa, no podemos defender políticas de defensa de la infancia si permitimos morir a niños en barcas que más que navegar se convierten en verdaderas trampas dirigidas a la profundidad del Mediterráneo. La hipocresía de nuestras políticas y de nuestros políticos, se traduce igualmente en lucha por el poder y en olvido de los derechos humanos. Pierden su tiempo y sus fuerzas en debates artificiales, en discursos floridos sin fondo, trasmutando los fines que deben perseguir. No entiendo cómo se puede defender un pacto progresista con ideas neoliberales que ya están aquí y que están haciendo mucho daño a los ciudadanos. No entiendo cómo se utilizan como armas arrojadizas ideas que los cabeza de partido saben que son mentira. ¿En la lucha política vale todo? ¡Seguimos en una senda equivocada y mientras no aprendamos, repetiremos nuestros males tozudamente!

Si no atajamos la corrupción, no sólo económica, sino también en valores, en ética, en fines. Si no atajamos la destrucción del medio ambiente, nuestro camino es corto. Nuestra concepción de la tecnología, la propiedad y el trabajo, como dice Paul Mason en su libro Poscapitalismo, debe sufrir una importante transformación que se apoye en aquellos valores que la gran mayoría defendemos y que son la esperanza de estos tiempos. En caso contrario creo que seguiremos perdidos.



[1] Alternativas económicas núm. 34, marzo 2016. Entrevista a Teresa Ribera, pág. 34.

jueves, 3 de marzo de 2016

El contrato único no es progresista

En la arena política la lucha entre un cambio progresista y el continuismo absorbe gran parte del tiempo. El mundo de la política en estos días está rebosante de noticias engañosas y vacías. Se habla de un cambio progresista y realmente se quiere partir de decisiones que indican que las consecuencias serán dosis nuevas, aunque frescas, de lo mismo. Se habla de un crecimiento esplendoroso y envidia de las naciones de nuestro entorno y nivel y lo que nos muestra la realidad es que el crecimiento no es un dato nada fiable, que poco tiene que ver con el beneficio de la gran mayoría de la ciudadanía. Se habla de un pacto progresista histórico y se incorpora un sucedáneo del contrato único que llevaba Ciudadanos en su campaña.

Y es que el contrato único de Ciudadanos lo que en realidad conseguiría sería convertir a todos los trabajadores en precarios. Convertir a todos los contratos en temporales. El aumento de indemnizaciones en relación a la antigüedad del contrato no lograría la permanencia de los trabajadores y facilitaría la extinción de los contratos al albur del interés de los empresarios. Prácticamente convertiría a todos los trabajadores en eventuales trayendo el paraíso de la flexibilidad a la empresa, que así tendría material barato y en abundancia para cubrir su necesidad del recurso[1] humano en cualquier momento y a cualquier hora. Es lo que tiene el capitalismo de la globalización en el que la oferta tiene que adaptarse a la demanda y la oferta tiene, además, que buscar la competitividad, agarrándose, erróneamente a mi entender, a la reducción de costes de todos sus inputs y a una flexibilidad en la contratación de los trabajadores que hace olvidar la razón de la economía, que no es otra que la búsqueda del bienestar de los ciudadanos.

El Acuerdo entre el partido socialista y ciudadanos sigue manteniendo el mismo espíritu del contrato único olvidándose de los objetivos que proclaman. Nos dice el Acuerdo en su página 19 que: “Reducir el desempleo y la precariedad son los dos grandes retos prioritarios para España. El mercado de trabajo español produce sistemáticamente unos niveles de paro extraordinarios y un altísimo nivel de temporalidad. España ha sido el único país de la OCDE en el que la tasa de paro ha superado el 20 % hasta en tres ocasiones desde 1980. Además, desde la introducción de los contratos temporales en 1984, el porcentaje de trabajadores temporales respecto del total ha ido aumentando progresivamente, hasta superar significativamente la media de la UE, de forma que en los últimos 30 años uno de cada cuatro españoles en edad de trabajar ha sufrido sistemáticamente algún tipo de precariedad laboral. Esta situación continúa sucediendo en la recuperación actual: más de nueve de cada diez contratos que se crean son temporales. Solo por estas cifras se podría señalar que el funcionamiento del mercado laboral ha sido uno de los grandes fracasos de nuestra democracia.” El análisis y los objetivos son, sin duda, correctos pero las decisiones que se proponen para superar la situación, no lo parecen tanto.

El contrato único que proponía en su programa Ciudadanos, se ha dulcificado en el Acuerdo, ya que “Junto a los contratos de relevo y para la formación, las modalidades de contratación se reducen a dos: un contrato de trabajo indefinido para la cobertura de puestos de trabajo indefinidos; un contrato estable y progresivo para la cobertura de puestos de trabajo de duración determinada.” “El nuevo contrato estable y progresivo no tendrá una duración superior a dos años aunque la negociación colectiva podrá acordar una duración menor según sectores de actividad productiva.”

Las políticas neoliberales basan la mejora económica en el incremento de las exportaciones. Para ello, en un país en el que la pequeña empresa es la moneda más común, incrementar el tamaño de las empresas es totalmente necesario, ya que el incremento de tamaño está demostrado que fomenta la productividad y la competitividad de las mismas, influyendo, además, en su propensión a buscar nuevos mercados mediante la exportación de sus productos. Pero las empresas con el tamaño, también aumentan su poder y su influencia en la sociedad. Y también está contrastado que el mayor poder que tienen las multinacionales desestabiliza la democracia y conlleva un aumento de la desigualdad en todos los campos.

Vincular los salarios y la productividad es una de las políticas más aplaudidas por aquellos que creen en el fundamentalismo del mercado, considerando que no hay forma más perfecta para asignar los recursos, pero tiene dos matices que no hay que olvidar. El primero que la productividad tiene mucho que ver con la tecnología y las formas de organización de la empresa. La segunda que por el bien de la empresa, de sus trabajadores y de la sociedad, si se vincula a los trabajadores con la productividad, también se debería vincular el sueldo de los administradores y directivos y el beneficio empresarial, en caso contrario seguiremos creciendo en injusticia social.

No me olvido de que todavía hay muchos yacimientos de trabajo especialmente en el sector de servicios; cuidados, economía verde, investigación, etc. Por lo que la creación del empleo todavía se pude hacer y a ello puede contribuir la reducción de las  cotizaciones a la seguridad social, con objeto de abaratar los costes del factor humano. Esto puede ser una buena solución, pero teniendo en cuenta que se debe modificar inexcusablemente el IRPF y el Impuesto de Sociedades, haciéndolos verdaderamente progresivos y, también, cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos que no tengan medios para vivir dignamente, mediante una Renta Básica Universal. Hay que tener en cuenta que las máquinas siguen tomando el control del proceso productivo. Los trabajadores, por tanto, ya no son la pieza fundamental en este proceso. El desempleo estructural, en este mundo globalizado adobado con la tecnología, cada vez es mayor: aumentan sin cesar las tasas de empleo, los salarios se estancan y tienden a desaparecer en una competitividad descarnada, la desigualdad económica, por último, alcanza niveles nunca vistos y el futuro, para muchos de  nuestros conciudadanos, es incierto y a veces sin esperanza.



[1] Tengo que advertir que uso la palabra “recurso” intencionadamente, ya que la misma supone tratar a los trabajadores como una mercancía más. Claro yo estoy en desacuerdo con este uso, ya que el trabajador es una persona y nunca debiera olvidarse.

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...