lunes, 27 de abril de 2015

El trabajador precario

En este mundo inestable y complejo dirigido por un neoliberalismo inmisericorde, capitalismo duro y libre de toda norma, la tensión entre capital y trabajo nos está llevando a un panorama desigual y conflictivo. El trabajador ya no pisa terreno firme y le han obligado a lidiar con la incertidumbre, la flexibilidad y la disponibilidad, que no el trabajo, a tiempo completo. Así, los estudios sobre la evolución del trabajo en las últimas décadas se centran en el paso de un modelo productivo fordista al postfordista o flexible, en el que hay que tener muy en cuenta la acción poderosa de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y la actual globalización nada justa con los que menos tienen; consecuencia de la internacionalización del trabajo a bajo coste y la consecuente deslocalización de empresas. Sennett en su libro La corrosión del carácter[1] nos muestra la evolución habida y como la misma afecta al hombre en el actual desarrollo de la globalización y sus crisis económicas persistentes: “En la actualidad, la expresión capitalismo flexible describe un sistema que es algo más que una mera variación sobre un viejo tema. El acento se pone en la flexibilidad y se atacan las formas rígidas de la democracia y los males de la rutina ciega. A los trabajadores se les pide también –con muy poca antelación- que estén abiertos al cambio, que asuman un riesgo tras otro, que dependan cada vez menos de los reglamentos y procedimientos formales”.

Las consecuencias que se están fraguando en este contexto se centran en la aparición de una nueva clase social que ya viene definiéndose como precariado, enfrentada básicamente a otra clase social que se determina como plutocracia y que está formada por un pequeño número de personas con inmensa fortuna y poder, que les permite, además, seguir extrayendo y acumulando su riqueza de las clases medias y bajas. Se considera que este grupo está compuesto por no más de un 0,1% de personas con respecto a la población mundial. Según Oxfam Intermón la riqueza mundial se concentra cada vez más en manos de unos pocos ricos. Los 80 individuos más ricos del mundo han tenido la misma riqueza que el 50 % más pobre de la población total, cerca de 3.500 millones de personas. En el 2016 estiman que la riqueza que poseerán los 70 millones de personas más ricas del mundo (un 1%) podría superar a la riqueza que tienen en su conjunto los 7.000 millones de personas restantes que habitan el planeta. Pero,  en este sistema neoliberal todos estamos atrapados y a veces somos inconscientes de estar, incluso las personas que muestran una actitud más social y empática  con sus semejantes. Un ejemplo: “La misma sociedad que se muestra contraria al capitalismo y exige la mano del Estado en todas las áreas de la vida, no levanta la voz cuando se discuten los desorbitados salarios de las estrellas del Madrid y del Barça.[2]”.

Es verdad que siempre ha habido contratación temporal y en nuestro país este tipo de contratos ha sido potenciado desde los tiempos de la publicación del Estatuto de los Trabajadores en los años 80 del pasado siglo, especialmente tras su reforma del año 1984. La temporalidad no es, por tanto, lo que distingue al precariado. Según Guy Standinng que acuñó el concepto de precariado: “El aspecto clave aquí es que este precariado está sometido a lo que yo llamo precarización –adaptación de las expectativas vitales a un empleo inestable y a una vida inestable–…no se refiere a la pérdida de estatus, al contrario del concepto de proletarización –adaptación a un salario y un empleo estable–, un concepto muy utilizado por historiadores para analizar lo que ocurrió a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Precarización se refiere más bien a una pérdida de control sobre el propio tiempo y sobre el desarrollo y uso de las capacidades propias. Además de ello, una persona que pertenezca al precariado tiene, a diferencia del viejo proletariado, un nivel educativo y formativo por encima del nivel que se le exigirá en el trabajo que entra en sus expectativas. Esta característica es históricamente exclusiva. Este hecho difiere de las características del proletario clásico, quien, en el mejor de los casos, aprendía un oficio o habilidad a una edad temprana, y si era competente podría ascender de oficial a artesano y de artesano a maestro o supervisor. Sin embargo, el precariado espera aprender y re-aprender innumerables trucos y desarrollar habilidades sociales, emocionales y comunicacionales que sobrepasen cualquier demanda del proletariado[3]”.

El pasado 23 de abril, día internacional del libro, el Instituto Nacional de Estadística (INE), publicaba los datos de la Encuesta de población activa (EPA) del primer trimestre de 2015. Las manifestaciones efectuadas al respecto por nuestro Presidente de Gobierno eran poco menos que exultantes y dejaba ver que éste era el camino correcto que debemos recorrer. Este optimismo se basaba principalmente en que el número de parados bajaba este trimestre en 13.100 personas respecto al cuarto del año anterior (una variación mínima del –0,24%) y se situaba en 5.444.600 parados, cifra muy alejada de los 6.278.200 parados que había en el primer trimestre (1T) del año 2013, pero también muy alejada de los 1.766.900 activos en paro que había en el 3T del 2006, lo que refleja una situación bastante peor que en los trimestre previos al inicio de la crisis. Según el INE en los 12 últimos meses, es decir desde el 1 de abril del 2014, el paro ha disminuido en 488.700 personas, pero todavía son más que las que había en el tercer trimestre de 2011 que ascendían a 4.978.300. Si analizamos el número de activos vemos, también, que disminuyen este trimestre en 127.400 hasta 22.899.400, pero para nuestra desgracia en el tercer trimestre de 2011 los activos eran 23.146.300. Finalmente el número de ocupados disminuye en 114.300 personas en el primer trimestre de 2015 y se sitúa en 17.454.800, pero también este dato no es tan favorable ya que la ocupación en el tercer trimestre de 2011 fue de 18.156.300.

¿Qué nos quieren decir estos datos? En primer lugar que ni por asomo estamos saliendo del túnel en el que nos ha metido la crisis financiera globalizada iniciada en 2007 y tampoco estamos mejor que cuando el actual Gobierno cogió el poder. En segundo lugar que nuestra economía si está saliendo de la crisis lo está haciendo a costa del empleo ya que no sólo el número de ocupados es mucho menor sino, también, que éstos tienen trabajos cada vez más precarios, imprevisibles y peor pagados, haciendo de la vida de muchos ciudadanos un tobogán peligroso. Así la realidad es que en el año 2014 se formalizaron 4 millones de contratos con una duración igual o menor a una semana lo que ha supuesto un incremento de un 43 % con respecto al año 2007. Esto nos indica que también en España se  está instalando la precariedad como forma de vida de un gran número ciudadanos, mayormente con rostro joven. Es mérito de esta tensión desigual en las relaciones laborales que ha supuesto la derrota del trabajador: “El precariado es la primera clase social de masas en la historia que ha ido perdiendo sistemáticamente los derechos conquistados por los ciudadanos[4]”.

En conclusión, parece evidente que los trabajadores, nuevamente, se están llevando la peor parte, al basarse las políticas europeas en la devaluación salarial y la precariedad laboral y, como consecuencia, la desigualdad sigue su ritmo ascendente sin que nadie la moleste. ¡Los trabajadores son pura mercancía a bajo coste!



[1] Sennett, Richard (2000): La corrosión del carácter.
[2] Garicano, Luis (2014: 999). El dilema de España. Círculo de Lectores.
[3] Standig, Guy. Por qué el precariado no es un “concepto espurio”. Revista de Sociología del Trabajo núm. 82, otoño de 2014.
[4] Ibídem.

martes, 21 de abril de 2015

Cuando el Estado es el cáncer

Hay momentos en que se muestra públicamente lo peor de nuestra naturaleza. Este es, sin duda, uno de ellos. Es verdad que quien quiere mirar la naturaleza vil y salvaje del hombre la encuentra por doquier, ya que en nuestro planeta nunca faltan ejemplos. Pero otra cosa es cuando machaconamente se descubre esta naturaleza perversa en aquellos que tienen que buscar e incentivar la parte buena de nuestra naturaleza, que por fortuna también poseemos. La reiteración de estos hechos hace caer al más optimista, al más bondadoso. La sensación de hastío nos llega cuando el vaso, que sin descanso se va llenando, empieza a rebosar. El Gobierno debe ser el encargado de buscar el beneficio de todos, el beneficio de la comunidad para mejorar la vida de cada uno de los ciudadanos. Pero cuando este fin se altera y se vuelve tóxico, cuando el Estado se vuelve cancerígeno y las consecuencias de las acciones de sus dirigentes (que para más INRI han sido elegidos mediante votación más o menos democrática) son catastróficas y encaminan a la sociedad al abismo, sin temor, además, de dar un paso al frente. En esos momentos, precedidos por una paciencia infinita, a los que nos consideramos pacifistas y como tal no nos permitimos usar métodos destructivos, nos entra vergüenza ajena y una profunda tristeza al ver que la raza humana no es capaz de aprender de sus errores y se mantiene en los mismos vicios dañinos.

Varoufakis escribió que “Es la naturaleza de la bestia,...Los humanos son criaturas codiciosas que sólo simulan civismo. A la más mínima oportunidad, robarán, saquearán y abusarán de los demás. Esta lóbrega visión de la humanidad deja poco espacio para una pizca de esperanza de que los inteligentes abusones acepten reglas que prohíban los abusos. Porque, aunque acepten, ¿quién va  a hacer que se cumplan?  Para mantener a los abusones a raya sería necesario un Leviatán dotado de un poder extraordinario. Pero, entonces, ¿quién le pondrá el cascabel al Leviatán?[1]”. Todo esto se ha mostrado diáfanamente con la detención de Rodrigo Rato, acusado por la fiscalía de alzamiento de bienes, blanqueo de capitales y fraude fiscal, entre otros cargos. Este acontecimiento ha venido a rebosar el vaso de agua y ha causado una gran convulsión social y política. Los hechos se han precipitado desde que se conociera que el exvicepresidente económico con José María Aznar se acogió a la amnistía fiscal aprobada por el Gobierno en 2012. Sin embargo, algo ya se venía intuyendo desde lejos, aunque algunos lo taparan con sus malas artes.

Es incomprensible que después de los todo lo constatado en relación a los gobiernos del Partido Popular aún existan ciudadanos que no vean lógica la dimisión en pleno del actual, que todavía existan ciudadanos que sigan queriendo votar a este partido. Esto, a mi entender, es un indicador de la ilógica democrática actual, de la ignorancia política, de la escasa participación real de la ciudadanía en la decisión de los asuntos públicos. No ha sido suficiente la trama Gürtel, ni la financiación del PP y la imputación de sus tesoreros, la trama Púnica, el caso Bankia con sus preferentes y tarjetas black. No han sido suficientes los múltiples casos de corrupción habidos en nuestro país que han llevado a un gran porcentaje de los ministros del último gobierno de Aznar a estar imputados y alguno encarcelado. No es suficiente tampoco, como parecen decir las encuestas, la guinda que ha puesto en el pastel el magnífico ministro de economía Don Rodrigo Rato (aunque “cualquier cosa puede suceder en el futuro[2]”). El político que pudo ser presidente de Gobierno si no hubiera titubeado (habría que saber por qué) y que ha desempeñado el puesto económico más relevante en la esfera internacional como Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Uno de los máximos encargados de hacer que aquellos que tienen tanta pereza en cumplir con sus obligaciones para Hacienda, se motiven por las buenas o por las malas, convertido, no obstante, en uno de los máximos defraudadores de nuestro país.

Para mayor vergüenza conocemos que Hacienda devolvió 73.000 € a Rato en los años 2009-2013, al declarar sus empresas pérdidas en su mayor parte en el año 2013, lo que no deja de ser muy significativo. Razón tenía el profesor Varoufakis cuando dice a Jordi Évole “El gran error ha sido salvar a los banqueros”. Máxime contraponiendo informes como el de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales presentado el día 17 de abril pasado por tercer año consecutivo sobre el estado social de la nación 2015. Tiene éste como objetivo demostrar que hay otra forma de ver las cosas, donde las personas son lo principal, no una mera comparsa del debate económico. En el informe se clasifica a la sociedad española en cuatro capas, la primera de las cuales la compone una fina capa de población activa muy enriquecida; seguida de una delgada capa de familias con activos que resisten a la crisis económica, una tercera capa de población no activa formada por pensionistas cuyas pensiones se han mantenido en unos valores que han creado el espejismo de mejorar su posición relativa en cuanto a la mediana de renta y, por último, una cuarta franja de población formada por una ingente cantidad de ciudadanos activos expulsados de la vida laboral y de la vida financiera cuyos proyectos vitales se han truncado. ¿Hay o no hay clases?

Entre las distintas ideologías sobre el estado, el debate sobre su tamaño es uno de los más importantes. Pero este debate se decanta hacia un lado cuando el Estado es el cáncer de la sociedad, ya que parece que lo más congruente sería dar la razón a los verdaderos liberales que pretender un Estado mínimo basado en seguridad, justicia, defensa, infraestructuras y asistencia social[3] y a los anarquistas que quieren vivir sin él. Pero precisamente porque el hombre en general todavía no es de fiar es por lo que debemos crear instituciones que impidan los efectos perversos que en la administración introduce la variable de aquellos que elegimos para gobernarnos. Se deduce de ello la necesidad de implicación política de los ciudadanos que como clientes de una gran empresa deben exigir calidad, eficacia y eficiencia. En caso contrario, ¿quién se esforzaría por evitar las externalidades negativas que se crean con la actuación de las empresas? ¿Quién se preocuparía del medio ambiente, la normativa sobre seguridad e higiene y aquellas otras que requieren salvar ese lado oscuro de la naturaleza humana?  ¿Quien la hará cumplir si no hay Estado y la competitividad de las empresas es a muerte?

La ley de la selva, la ley del más fuerte, deja total libertad pero para que el hombre abuse del hombre. Erich Fromm ya escribió: “La orientación del tener es característica de la sociedad industrial occidental, en que el afán de lucro, fama y poder se han convertido en el problema dominante de la vida (…) El hombre moderno no puede comprender el espíritu de una sociedad que no esté centrada en la propiedad y en la codicia[4]. Palabras que no dejan de ser actuales. Es triste, así, constatar el dicho de que cuanto más se conoce a las personas más se quiere a nuestro perro.

En resumen los que han incrementado la exacción fiscal hasta el no va más, sangrando a los españoles para tapar los agujeros del Estado, tenían agujeros camuflados para aprovecharse de sus ingresos y dedicarlos a exclusivamente a su peculio. El PP, como dice Juan Ramón Rallo, necesitaba mentir para ganar y necesitaba ganar para saquear a los españoles. No tendré más remedio para sobreponerme de este nuevo chasco que intentar la solución de José Mota: “voy a soltar quinientas risas y después soltar quinientas más para ver el lado positivo, detrás de cualquier adversidad”. Esperemos que de esta guisa el lado positivo de tanta depravación no tarde en llegar, porque ver no lo veo.



[1] VAROUFAKIS, JANIS (2013:29) El Minotauro global. El capitán swing, 4ª edición.
[2] Palabras de Mariano Rajoy el pasado domingo 19 de marzo de 2015.
[3] Ver Rallo, Juan Ramón (2014:63) Una revolución liberal para España. Ediciones Deusto.
[4] Rodríguez, Emma. Erich Fromm: La desobediencia del humanismo. Lecturas sumergidas, núm. 22, marzo 2015.

miércoles, 15 de abril de 2015

Si no fuera por mi ética querría ser consejero de un banco

A estas alturas del partido los españoles son ya conscientes, y así lo manifiestan, de que los mayores responsables de la crisis que todavía padecemos son los bancos. Sin embargo, no solamente hemos tenido que tapar sus agujeros (horadados con sus malas artes) con miles de millones de euros, sino que han dispuesto de créditos baratos surtidos por el Banco Central Europeo (BCE), créditos que hacían fáciles sus negocios y les quitaban las penas. Además se les ha dado pie para realizar una reestructuración que teniendo como objetivo el saneamiento de sus balances, ha dejado en la cuneta a más de 60.000 trabajadores. Esto supone que mientras la ciudadanía que ha soportado sus manejos se ha empobrecido no sólo directamente, sino también a través de los recortes del Estado en prestaciones esenciales, las entidades bancarias han logrado sobrevivir y en el año 2014 ya obtuvieron unos beneficios de 13.746 millones de euros, si bien es verdad, todo hay que decirlo, que han pagado al fisco 1.742 millones, que representa un triste 12,6 % de sus beneficios.

Así que el año 2014 ya ha sido un buen año para los bancos y, sin embargo, sigue siendo doloroso para la gran mayoría de los ciudadanos. Pero, hay algo que nos debemos mirar atentamente, porque cuando pierden los bancos todos somos solidarios, si bien por imposición, pero cuando pierden los ciudadanos, éstos tienen que seguir aportando, a pesar de sus necesidades, su granito de arena a la solidaridad nacional. ¡Esto es tener poder! A la triste aportación del 12,6 % de los bancos, hay que oponer el hecho de que la carga fiscal que se ha soportado en el 2014 por las empresas y familias ha llegado a ser la más alta de la serie histórica de la Agencia Tributaria, que arranca en 1995. La estadística, actualizada hace un par de semanas, eleva el techo del tipo medio en los principales impuestos (IRPF, IVA, sociedades y especiales) al 15,2% de sus bases imponibles. La explicación está en las notables subidas aplicadas a los principales impuestos, de modo que incluso con muchos menos empleos y muchas menos empresas que al principio de la crisis, el Estado ingresó 175.000 millones de euros, solo por detrás de la recaudación de 2006 (179.000 millones) y 2007 (200.000 millones). Todo un éxito del Gobierno.

La crisis de los bancos se ha reducido exclusivamente en nuestro país a los años 2011 y 2012, en esos dos años los bancos llegaron a perder 88.423 millones de euros, pero claro el Estado, liberal él, les ayudó con 88.138 millones de euros. Una cantidad que habría permitido financiar los recortes en la sanidad, la educación, la dependencia, la investigación... En esos años, claro, las pérdidas no les dejaron contribuir a la Hacienda Pública, es razonable, aunque es verdad, también, que cuando una persona que se ha quedado en paro y con pocos ingresos no puede pagar su hipoteca si se le obliga a pagar y además se le desahucia para que quede clara su pobreza, necesidad e incompetencia. Los bancos, no obstante, a pesar de haber sido incompetentes para cumplir su función, han hecho patente su poder. Así en estos años de crisis han amarrado bien nuestro dinero, si nuestro, aunque sea más de unos que de otros. Ya que todos sabemos que los bancos hacen negocio con dinero de otros, pero eso sí nos cobran comisiones por los trámites que ya hacemos nosotros mismos, nos cobran por sus especulaciones financieras  y, desde luego, sólo reparten los beneficios a sus accionistas, eso sí a unos más que a otros.

El caso de Grecia nos alumbra un nuevo matiz sobre su importante gestión. La ayuda prestada por los Estados de la Unión Europea sólo ha servido para cambiar los acreedores que antes eran los bancos, es decir sus accionistas y ahora son los Estados, es decir sus contribuyentes. Así los bancos siempre salen ganando y dominan la política internacional actuando como un fuerte lobby de los distintos gobiernos. Muy poca de  la ayuda prestada a Grecia, “apenas el 5% ha ido a financiar las necesidades de los griegos. De los 227.000 millones de ayuda, 50.000 se han ido a pagar intereses y 144.000 a reembolsar la deuda que llegaba a vencimiento. Grecia ha cogido con una mano la ayuda, en forma de créditos de la troika y la ha usado para amortizar los créditos que le habían concedido (imprudentemente) los bancos, que se han ido de rositas. Grecia sigue debiendo lo mismo, pero a acreedores diferentes. De manera que, más que salvar a Grecia, hemos salvado a sus bancos acreedores[1]”. En fin parece cierto el dicho de que la deuda es igual al amor cuanto más das más tienes y por ello la deuda termina siendo un filón muy apetitoso para los bancos que consiguen cobrarla y multiplicarla.

Pero eso sí, en un momento de atarse el cinturón ya que estamos zarandeados por una dura crisis que lleva con nosotros más de 7 años. Mientras el salario mínimo mensual es de 648,6 € y la realidad nos muestra que hay quien trabaja por menos de 3 € por hora; mientras hay, según la EPA al 31-12-2014, 5.457.700 personas que queriendo trabajar no encuentran trabajo de los cuales 2.754.100 llevan más de una año parados; mientras el 49 % de los desempleados están en situación de riesgo de pobreza y la exclusión social alcanza al 11 % de los ciudadanos; la corrupción campa por sus fueros, los que más tienen escamotean sus obligaciones con la Hacienda  y nuestros amados consejeros de entidades bancarias alcanzan unas retribuciones medias nada modestas: los siete grandes bancos españoles cuentan con los consejeros mejor pagados de todo el IBEX 35, según se desprende de un informe oficial sobre retribuciones efectuado por la CNMV, el sueldo medio de los banqueros asciende a 657.000 euros frente a los 494.000 euros del resto de consejeros.

Están diáfanos los motivos por los que mi ética no me permitiría ser consejero de un banco. Tan fuerte es su poder que Eduardo Galeano llegó a decir, si la naturaleza fuera un banco ya la habrían salvado[2]. Pero el poder sólo es útil cuando se aplica en beneficio de la comunidad y no cuando es destructivo. No creo que podamos sobrevivir en un mundo basado en un feroz individualismo que se no muestre sentimientos de solidaridad ante la indigencia, la exclusión social y un aumento extraordinario de la desigualdad. Los bancos, personificados en sus consejeros no han dado muestras de la menor solidaridad ni agradecimiento ante los favores que les han hecho los ciudadanos. Hay quién ya hace tiempo intuía todo esto. Bertolt Brecht adivinó el riesgo que corríamos y nos aleccionaba con una de sus frases célebres que sirve para concluir: robar un banco es un delito pero más delito es fundarlo.



[1] Actualidad Económica núm. 24. Abril 2015, pág. 45
[2] Homenaje a Eduardo Galeano en el día de su muerte 13-4-2015.

jueves, 9 de abril de 2015

Semana Santa y explotación

Los diarios y los medios de comunicación no paran de informar sobre los grandes resultados económicos y de empleo habidos en esta última Semana Santa. Las mejores de los últimos años. ¡Fiesta del trabajo en hostelería! El número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo se situó al finalizar marzo en 4.451.939 personas, tras bajar en 60.214 desempleados respecto al mes anterior, su mayor descenso en un mes de marzo desde 2002, nos dice la Seguridad Social. Pero estos magníficos resultados que han venido sustentados en el buen tiempo y que han sido propiciados por un mayor turismo interno y externo, esconden la tremenda explotación de los trabajadores que hay en nuestro país. Si McDonald’s, emblema de empresa competitiva basada en bajos precios y salarios, eleva el salario de sus trabajadores a 10 dólares por hora, en España, que todavía no nos hemos enterado de que la crisis acabó, queremos seguir batiendo records de desigualdad y cuanto mejor nos va más se explota a los ciudadanos menos afortunados. La hostelería es el filón de estos días de asueto y en la hostelería se dan los mayores índices de injusticia y pisoteo de las leyes laborales. Todo el mundo lo sabe pero nadie toma medidas. Es un país de avestruces.

Es más fácil hablar de que los parados se aprovechan del dinero público, pero se nos olvida que hay muchos que aceptan trabajos extenuantes para los que habría que haber llevado un plan de mantenimiento físico previo para no correr riesgos de salud y todo ¿por cuánto? ¿Por 5 euros la hora?, ¡no!, por menos de 3 euros. Es todo un éxito de la reforma laboral de 2012, más despidos, más facilidad para los expedientes de regulación de empleo en empresas con beneficio y en las administraciones públicas, menos negociación colectiva y más aumento del poder del empresario. A los trabajadores se les tienen atados de pies y manos ya que los escasos instrumentos de que disponían para forzar una negociación colectiva equilibrada sobre salarios, jornada y condiciones laborales fueron aniquilados por la reforma.

En España la jornada laboral pactada en convenio según los datos oficiales ha bajado levemente en los últimos años, pero esta disminución teórica de la jornada y el incremento de la contratación parcial y temporal (el mes de marzo pasado fue muy significativo, de los 1.444.775 contratos firmados un 89 % eran temporales y sólo un 5,68 % a jornada completa), esconden la verdadera realidad de las horas efectivas realizadas por los trabajadores. Contrataciones parciales de 5 horas se convierten en 16 o 17 horas en estas fechas. Todo está bien ya que como se van a mantener los negocios si no es explotando al trabajador, no es raro que en el año 2014 en España se censasen 465.000 millonarios lo que supuso un aumento de 89.000. Sin embargo, este sistema desigual no puede durar mucho tiempo, salvo que la gente no sea capaz de pensar y defender sus derechos. Es necesario, por tanto, “Un plan de lucha contra la explotación laboral, con una nueva regulación garantista de la contratación a tiempo parcial, que asegure la conciliación de la vida social y laboral, modificando la ley de infracciones laborales para castigar con dureza los abusos y mejorando la tarea inspectora.[1]” Es necesario, además, el reconocimiento de la condición plena de ciudadano y la creación de una Renta Básica Universal para que la población no elija la única opción: la explotación y su indignidad.

No podemos juntar el hambre con las ganas de comer, no es la solución para mejorar nuestras vidas. Si se dicta una ley que facilita y abarata el despido, permite la indefensión de los trabajadores dejándolos aislados, potencia los despidos colectivos, hace caer el equilibrio del pacto entre trabajadores y empresarios del lado de éstos y mantiene una masa importante de ciudadanos sin trabajo y con necesidades vitales; el resultado vendrá dado: habrá quién sin derechos y sin pensar siquiera en su salud aceptará trabajos de dura explotación que sólo le permitirán poder financiarse unos pocos días de vida.

El contrato a tiempo parcial cuando es voluntario se acepta para compaginar la vida laboral con la vida familiar, pero está claro que el aumento de este tipo de contratos en los últimos tiempos no viene dado por la sensibilidad acerca del bienestar de los trabajadores, sino para la consecución de beneficios para las empresas. “Sólo el 6% de los ocupados que buscan otro empleo declaran preferir un empleo a tiempo parcial y más del 60% de los que trabajan a tiempo parcial declaran que lo hacen por no haber logrado un empleo a tiempo completo[2]”. El contrato parcial en muchas ocasiones no es una opción es la única opción para poder sacar la vida de la trabajadora, del trabajador y de su progenie adelante, ganar unos euros es cuestión de vida, pero es que además, para mayor vergüenza, el horario no es parcial, suele ser incluso superior al de una jornada normal. Sólo es parcial para el pago, para el abono de los salarios, ya que para el beneficio es casi una jornada doble. Además, por otra parte, no podemos obviar que el trabajo parcial es el cobijo de la economía sumergida y del trabajo no declarado que siempre va en perjuicio de la comunidad y del que no podemos culpar exclusivamente, ni principalmente, al trabajador.

Esta es la flexibilidad laboral que anhelaban nuestros políticos y nuestros empresarios. El trabajador es una mercancía excedente que en estos tiempos se puede considerar un coste a reducir drásticamente con facilidad (es la oferta y la demanda pura que defendían los clásicos). Pero el trabajador tiene que estar hecho de una materia muy maleable y resistente al esfuerzo y a la explotación. Su salario y sus derechos decrecerán inevitablemente por el aumento extensible de sus jornadas (en hostelería hasta que entren más clientes y el cuerpo aguante). Parece que no nos están mintiendo, la crisis ya ha pasado, la resurrección llegó con diana floreada y lanzamiento de salvas, pero aquellos que han aportado su trabajo sin compensación volverán otra vez al paro. Claramente esta Semana Santa ha sido muy superior a las anteriores y se equipara a la del 2007, el año en que se inició nuestra querida crisis.

No, no preguntéis quién son los ganadores y perdedores de estas fiestas religiosas. Para algunos está claro que la felicidad sólo viene de Dios, pero estos están convencidos de que antes todos debemos pasar por nuestro viacrucis. En consecuencia, los ciudadanos que financian con sus impuestos el gasto público de estos días y los trabajadores que son machacados y explotados sólo están siguiendo el camino que les llevará a la FELICIDAD.



[1] Revista Temas para el debate, núm.245 de Abril 2015. Buenos empleos para una recuperación justa de Rafael Simancas.
[2] Revista Temas para el debate, núm.245 de Abril 2015. El reparto del trabajo en España. ¿Es el trabajo a tiempo parcial la solución? Valeriano Gómez.

viernes, 3 de abril de 2015

El efecto mariposa

Si en algún sector se puede ver claramente como el aletear del vuelo de una mariposa traslada sus efectos inmediatamente a los confines de cualquier lugar de nuestro planeta, este sector es el de la economía. Los avances tecnológicos, la preponderancia del sistema financiero y la globalización de la economía, son virus de fácil contagio y herramientas, en algún caso, de destrucción masiva (como diría Warren Buffet) que dejan dañada a mucha gente. Si Estados Unidos inventa nuevos productos financieros que en principio dan un impulso al gasto y al apalancamiento de actores financieros, empresas y personas, inmediatamente repercuten en cualquier punto que queramos señalar en el mapamundi. Si los productos vendidos son tóxicos empiezan igualmente a manifestarse sus efectos alérgicos en otros puntos geográficos y cualquier ciudadano del mundo puede quedarse sin vivienda, entrar en una espiral de pobreza, no encontrar trabajo, quedarse sin ahorros, etc., etc., etc.

Pero no todos los puntos geográficos tienen la misma potencialidad a la hora de extender sus efectos. Sin duda Estados Unidos se puede considerar el centro neurológico de este aleteo resonante,  y alberga zonas que contienen una energía expansiva importante. Sus ondas expansivas no pueden compararse con las pequeñas detonaciones que suponen, al menos económicamente hablando, las acciones realizadas por naciones perdidas en el continente asiático, africano o americano. La resonancia de actos ejecutados en Wall Street y la Federal Reserve System (FED) son ejemplos de amplia trascendencia. Wall Street propició sin lugar a dudas la actual crisis sistémica y con los continuos bamboleos de sus cotizaciones mueve automáticamente las bolsas de los demás países, arruinando y enriqueciendo a empresas y naciones sin que, sin embargo, existan razones económicas de peso que avalen las grandes oscilaciones. La FED, por otra parte, también es un punto crítico, ha contribuido con la inundación de dólares realizada desde los inicios de la crisis 2007-2008, a que el mundo actualmente esté más dolarizado que en ninguna otra época. Los efectos de esta laxitud y fumigación monetaria se sienten claramente en todos los rincones de nuestro planeta. Las consecuencias de esta dolarización la sufriremos todos y apuntan a un nuevo ciclo de burbuja en el sistema capitalista que Wall Street y otras plazas económicas de relieve se encargarán en transmitir y acrecentar.

Pero nuestros actos nos demuestran que no aprendemos del pasado y vamos alegremente de burbuja en burbuja, acostumbrándonos a sus efectos destructores sin pestañear. “La actual crisis sistémica debería haber forzado una reforma profunda del sistema financiero internacional, sin embargo no se hizo nada…se anegó de deuda en dólares a las distintas áreas geográficas del mundo. Las empresas, bancos, particulares de fuera de los Estados Unidos han pedido prestado más de 9 billones en moneda estadounidense, frente a los 2 billones que había en el año 2000. Se trata de dólares emitidos fuera de la jurisdicción estadounidense, sin la protección del recurso de última instancia de poder emitir in extremis dólares ilimitados[1]”. Así, como se señala en un estudio del Banco Internacional de Pagos (BIS), "los cambios en los tipos de interés oficiales estadounidenses se trasladan de inmediato al coste de 5 billones de préstamos en dólares[2]”. Cualquier cambio en la política de la FED afectará, por tanto, a un montón de empresas y corporaciones y una nueva burbuja estallará con consecuencias que, viendo el volumen que alcanza el sistema financiero, cada vez serán más dañinas.

Para no ser menos, también en Europa, aunque tarde, nos hemos subido a la fiesta del dinero, iniciada por el señor Draghi [el presidente del BCE], trata de expandir el virus dando pie a nuevos apalancamientos financieros. “Los bancos centrales de los países del euro comprarán 60.000 millones de deuda cada mes, frente a los 35.000 millones que esperaba el mercado[3]”. Las bolsas que sienten la entrada de dinero fresco subirán como la espuma sin que los títulos hayan mejorado en sus fundamentales. “Las bajísimas tasas de los tipos de interés, los agentes y ahorradores irán desplazándose a activos de más riesgo como la renta variable. El aumento de la demanda de activos bursátiles hará que crezcan los múltiplos que se llegan a pagar por cada título. Así, hasta con un estancamiento de las ventas y de los beneficios empresariales, las Bolsas podrían seguir subiendo[4]”.

La facilidad de la economía para mundializarse ha quedado patente y, si cabe, ha quedado potenciada con la propagación de un virus que ha infectado al mundo político y económico, dejándonos en un estado anémico del que todavía, a pesar de los cánticos de cigarra que algunos quieren imponer, nos estamos restableciendo y del que estamos, además, pagando las consecuencias. Este virus es el sistema económico que conocemos como neoliberalismo. El neoliberalismo tiende como un todo a favorecer la separación de la economía de las realidades sociales y por tanto a la construcción, en la realidad, de un sistema económico que se conforma a su descripción en teoría pura, que es una suerte de máquina lógica que se presenta como una cadena de restricciones que regulan a los agentes económicos. En este sistema “El individualismo, la libertad y los derechos se describían como términos opuestos a la asfixiante ineptitud burocrática del aparato estatal y al opresivo poder sindical”[5]. El virus del individualismo y del apáñate como puedas está inoculado en un montón de gente que se despreocupa de las consecuencias de sus acciones con tal de producir más, vender más, ganar más, tener más y...ser menos.

Por todo ello me pregunto si podremos encontrar un virus que consiga propalar los Derechos Humanos a todos los rincones de la Tierra y que haga a las personas ser sensibles con los daños devastadores que estamos infligiendo a la naturaleza. Hay asuntos cruciales en los que nos va nuestro modo de vida y la vida misma  y, no obstante, si estos  virus existen, son renuentes a infectar a algunas personas, a expandirse en todas las direcciones ya que son continuamente cercenados por intereses más personales y menos virales, menos sociales. Así, aunque se aprueben Leyes que el sentido común avale, realmente no influyen de la misma forma que lo hacen el poder, el dinero y el fundamentalismo. Estos virus mantienen a las Leyes  que no les interesa sin efectividad, marcadamente tenues, cuando no quedan llenas de polvo y sin uso. Al fin y al cabo algunas cosas demuestran que por mucho que la mariposa aletee nadie se inmuta en ninguna parte. ¿Qué efecto tiene la muerte de hambre de un niño en África? ¿Qué efecto tiene la muerte de un pobre en el metro de cualquier ciudad esplendorosa? En verdad el efecto mariposa ha sido confirmado por la experiencia, pero como todo en la vida hay muchos niveles, hay muchos grados que marcan la diferencia con sus consecuencias.



[1] Vozpópuli. Los bancos centrales son el problema: artículo de Angel Laborda de 14-3-2015.
[2] Ibídem.
[3] Entrevista a Alex Fusté Por Miguel Moreno Mendieta. Las fiesta del dinero en el BCE. Cinco días 28-2-2015.
[4] Ibídem.
[5] Harvey, David (2007) Breve Historia del neoliberalismo. Editorial Akal.

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