miércoles, 27 de abril de 2016

¡No me toques la amígdala!

En nuestro cerebro de mamífero hay una glándula en forma de almendra que llamamos amígdala, es responsable de alertar al cuerpo en situaciones en las que peligra la supervivencia. Es la parte del cerebro más importante en lo referente a la sensación de miedo. Incita al cuerpo a responder incluso antes de que seamos conscientes del peligro. Es lo que se suele llamar una respuesta precognitiva. Pues bien, esta glándula es la que continuamente nos están tocando muchos políticos en estos últimos meses con objeto de que huyamos de todo aquello que por no conocido se le atribuyen los más negros presagios.

Lo que está pasando en nuestro país es para preocuparnos seriamente. Nos estamos jugando la democracia, nos estamos jugando la vida de muchos de nuestros conciudadanos, nos estamos jugando la posibilidad de un futuro mejor. Sin embargo, son todavía muchos los que juegan a otra cosa utilizando sus dotes histriónicas. Juegan a mantener sus intereses, juegan a engañar, juegan a dividir, juegan a destruir las esperanzas de muchos, aunque ya apenas las tienen y se conforman con ir malviviendo.

¿Qué razón tienen algunos para meter en el mismo saco a posturas políticas tan distanciadas como el Partido Popular y Podemos, haciendo recaer la culpa de que se tengan que realizar nuevas elecciones?, espero que democráticas. Seguro que hay razones para ello, pero no las que pretender hacernos creer. Se reprocha que Podemos no ha tenido intención de pactar, cuando fue el primero en proponer un pacto y se le contesta con un pacto contra-natura que no dejaba ningún resquicio a la negociación. Pacto entre un partido que se llama socialista y encastillado en políticas neoliberales: esto sí que ha muchos españoles nos resulta inexplicable y ruin. Se reprocha que se quiera pertenecer al Gobierno compartido y, no obstante, se llega a ofrecer un Gobierno con tecnócratas a cambio de apoyo en la votación para salir como Presidente, denotando que ha mantenido una lucha para aferrarse a la presidencia pero sin Podemos, no vaya a ser que se enfaden aquellos a los que debe reportar. Eso sí haciendo ver a la ciudadanía que los que querían sillones eran otros, sabiendo que no es así.

¿Qué razón tienen algunos para seguir diciendo que apoyan el cambio?, cuando son partidarios de mantener el artículo 135 de la Constitución, cuando están en contra de las medidas anti-desahucios propuestas por los que si quieren un verdadero cambio, cuando se quiere mantener la actual normativa laboral que lo único que nos ha traído es la precarización y la debilidad del trabajador. ¡Viva el cambio lampedusiano, para que todo siga igual! Pero ya sabemos porque lo dijo Antonio Gramsci que cuando el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, en ese claroscuro aparecen los monstruos.

¿Qué razón tienen algunos para traer sistemáticamente e incansablemente imágenes de otros países, atemorizando a electores bienintencionados para no perder votos? ¿Qué razón tienen para que, en un debate sobre la situación económica y social de nuestro país, se traiga a colación los vínculos con ETA? ¡Sí ya sé nos tocan la amígdala para que no sepamos discernir! ¡No vaya a ser que empecemos a pensar! Porque es el único argumento que pueden argumentar en una situación política en la que la corrupción campa dentro y fuera de su partido, e incluso, su partido es considerado como el acreedor de la mayor corrupción que ha habido en las democracias europeas. Pero tratan de hacernos ver que los enemigos del país son los que traen dinero de Venezuela a España y los patriotas, los que se lo llevan a Suiza. Y, lo malo, como decía Mark Twain, es que es más fácil engañar a la gente que convencerles de que han sido engañados.

Hay quién dice que “por suerte para España no ha gobernado Podemos”, y quién lo dice mantiene la corrupción a pesar de que asegura que ha trabajado duro contra ella. Mantiene que es el gran defensor de los servicios públicos cuando ha sido partidario de los recortes y del incremento de la desigualdad entre los ciudadanos. Mantiene que ha creado empleo cuando lo ha precarizado y lo ha descuartizado dividiendo un empleo en varios y dejándolos inservibles para que los trabajadores puedan vivir con dignidad. ¡Ya estamos saliendo de la crisis dicen y nos venden estabilidad! Pero estabilidad en la penuria, en la desigualdad, en la falta de libertades. ¡No esa estabilidad no la queremos!

La negociación no es tanto una actividad competitiva como cooperativa. Se ha olvidado que la mejor negociación es la de ganar/ganar y que jugar a ganar/perder hace que los que más tienen que perder son siempre los mismos, aquellos que son más débiles y soportan menos que los que tienen que gobernar para todos sólo gobiernen para unos pocos. Pero hay quién quiso sólo ganar y que los que perdían en el pacto, además, les aplaudiesen. Hay también, quién espera sin hacer nada a que sus enemigos quedaran al descubierto para sacar ventaja de sus silencios, aunque continuamente mediante sí mismos y sus voceros se han encargado de enturbiar la realidad y apelar a la amígdala.

¡No nos toquéis la amígdala! ¡No nos tratéis como borregos! ¡Tratadnos como ciudadanos! ¡Dejar de mentir! ¡Dejar de dividir! ¡Dejar de ser egoístas! Pensar en los demás es realizar dignamente vuestro trabajo, ya que eso es para lo que os presentáis a las elecciones y os presentaréis de nuevo y es vuestra responsabilidad que debéis a los ciudadanos.

domingo, 24 de abril de 2016

Eléctricas versus devaluación interna

Con la crisis, la teoría neoliberal imperante basó el crecimiento económico en la exportación y con esa finalidad se proponía una reducción de los costes empresariales que mejoraría los precios de los productos exportables. Parece, sin embargo, que el único coste que se tuvo en cuenta y había que bajar era el coste de los salarios y por ello la reducción de los mismos en los últimos años ha sido significativa. Pero, se olvidó que también había otros costes empresariales que podrían haber sido recortados, entre ellos, los beneficios de las grandes empresas exportadoras y los costes de la energía que eran muy importantes en la contabilidad de las grandes y pequeñas empresas y que, en este artículo, queremos poner en comparación con los recortes del salario.

En nuestro entorno político y económico parece que la única forma de poner en marcha una economía embarrancada es la devaluación interna, la devaluación salarial; la política de devaluación interna ha sido justificada desde las instituciones comunitarias no sólo como instrumento para resolver los desajustes de balanza de pagos, sino, como la base sobre la que se debía asentar la recuperación del crecimiento económico. Así, una reducción de los costes laborales unitarios en aquellas economías con mayores déficits comerciales y con más endeudamiento externo debería permitir el restablecimiento de su competitividad, de modo que fuese la demanda externa la que impulsase la recuperación económica. El salario se convierte de este modo en variable macroeconómica de ajuste con la pretensión de que favorezca la demanda de exportaciones[1]”. La posibilidad de que los ciudadanos de nuestro país pudieran impulsar la economía mediante la demanda interna, no era para tener en cuenta y, por tanto, parece que no era importante si se empobrecía o no a la población.

Hay que constatar que la reducción de los Costes Laborales Unitarios, la mayor productividad y el crecimiento económico por sí mismos no han garantizado la generación de empleo ni el aumento del bienestar de las sociedades. Basar la mejora de la competitividad en la devaluación interna lo que sí ha provocado es un aumento de los beneficios de los que más tenían y un perjuicio de los trabajadores tanto en empleo como en salarios. Ha significado, en definitiva, un reparto más desigual de tarta nacional que todos contribuimos a crear.

¿Y que ha pasado con los costes de nuestra electricidad que han subido sin desmayo? ¿Qué beneficio han reportado a la sociedad del Reino de España? Resumiendo podemos decir que también han contribuido a una mayor desigualdad, al empobrecimiento de los que menos tienen y a una menor competitividad de todas nuestras empresas. Haciendo incluso que muchas de ellas rebosaran el vaso, tuvieran unos gastos inasumibles y quebrasen. Todo ello en un contexto en el que “La regulación del sector eléctrico ha configurado un sector ineficiente, en el que las grandes empresas han disfrutado de injustificadas rentas de oligopolio, que no han utilizado para la innovación en la generación y transmisión de la electricidad[2].”

Los más importante de todo, no obstante, es que estas empresas que se han caracterizado por su escasa innovación, tenían las espaldas cubiertas a pesar de no emprender nada y arriesgar aún menos; el lobby de las eléctricas, por tanto, ha obtenido una gran bicoca con los gobiernos “democráticos” de nuestro país: “Las empresas [de la electricidad] recibieron entre 1998 y 2005 indemnizaciones millonarias, 8.664 millones de euros por los llamados costes de transición a la competencia (CTC), que les permitió la recuperación de su inversión en el conjunto de las plantas nucleares e hidroeléctricas. De hecho, recibieron más, pues esas indemnizaciones se calcularon para cubrir un precio de hasta 36 euros el MWh y, a partir de determinado momento, el coste del mercado superó ampliamente este nivel. Se estima que recibieron indebidamente cerca de 3.000 millones de euros adicionales.[3]” La mejor definición de todo esto es que es un robo a los ciudadanos en toda la regla. Además, para mayor INRI, las eléctricas han dejado sin luz a muchos ciudadanos y sin embargo han conseguido beneficios record.

Lo duro de esta comparación entre las políticas llevadas a cabo en relación con los salarios y la electricidad es que se constata que ni se puso coto a los beneficios de las eléctricas, que hubiera evitado un perjuicio claro para la sociedad y sus ciudadanos, ni se mantuvo una política de estímulo de la demanda interna, que, también, hubiera evitado mucho sufrimiento a la ciudadanía. Fueron éstas políticas desechadas, y en su lugar se ampararon los privilegios desorbitados de las eléctricas y se tomó como ideal y fundamental la política de empobrecer al trabajador ahogado de hipotecas y deudas.

Se nos olvidó también el futuro. Las energías renovables que habíamos empezado a desarrollar y empezábamos a liderar, se tiraron por la borda, olvidándonos de los recursos empleados y ahora, sin embargo, nos damos cuenta de que este sistema energético podría y puede darnos un futuro muy diferente para España, mucho más innovador y mucho más sostenible en términos no solo ambientales sino también económicos y sociales. ¿Por qué hemos consentido esto? ¿Por qué hemos permitido que en nuestro país solo se defiendan los intereses de unos pocos dejando que otros muchos queden desamparados cuando había mejores políticas que tomar?



[1] Álvarez, Luengo y Uxó (2013:247). Fracturas y crisis en Europa. Clave intelectual.
[2] Sebastián, Carlos (2016:79) España estancadas. Galaxia Gutemberg.
[3] Sebastián, Carlos (2016:81)

lunes, 18 de abril de 2016

Decidieron ser felices

Los gobiernos tienen que impulsar sociedades que permitan desarrollarse a sus ciudadanos y les haga posible ser felices a su manera. Sin embargo, la realidad es que los propios gobiernos son los que en muchas ocasiones ponen barreras y limitan las posibilidades de conseguir sociedades armoniosas en las que todos sus miembros puedan realizarse y contribuir a la mejora de la sociedad en la que viven.

Necesitamos una revolución ética, ya que este siglo XXI o es ético o no será. En los países donde anida la corrupción, el desarrollo y los derechos decaen y quedan en desuso. Nuestro país temerariamente está llegando a extremos muy peligrosos, ahora lo que estaba en las profundidades está saliendo a flote, pero apuesto a que todos conocemos muchos casos que nos demuestran que los valores que hacen a una sociedad desarrollarse no son los que han brillado en los últimos decenios en el Reino de España.

En este país, por ejemplo, hemos visto guiar al poder judicial hacia los intereses partidistas en muchos casos. Recordaremos “La utilización por parte del Gobierno de Aznar de un juez de la Audiencia Nacional para procesar a la cúpula de un grupo de comunicación no afín (Grupo PRISA) [esto como nos dice Carlos Sebastián] se enmarca en esta línea de utilización impune del aparato judicial por parte de los poderes políticos. El juez en cuestión fue finalmente condenado por prevaricación, cometida en la instrucción del caso, e indultado más tarde por el propio Gobierno de José María Aznar. Esta secuencia de hechos no ocurrió en Venezuela; sucedió en España[1].” Pero esto solo es un botón de muestra, todos somos conscientes de múltiples ejemplos que han sucedido en los últimos años con jueces y afiliados de un partido u otro.

Sin embargo, Venezuela, Irán y otros países gobernados por la izquierda se han convertido en tapaderas, machaconamente traídas, para evitar que el lado avaricioso e impune de la política no salga a la superficie, aunque el agua, es verdad, estaba muy clara ya que nos lo estaban diciendo: “El que no tenía dinero en Suiza era un hortera.” Mario Conde dixit.

Todos lo veíamos, las instituciones del país daban muestras de una caída sin fin al abismo de la corrupción y el nepotismo, forjado con los intereses partidistas. Pero, a lo mejor, como nos dice José Antonio Marina: “La inteligencia es una facultad personal, pero se desarrolla siempre en un entorno social e histórico que determina sus posibilidades [...] Nuestra inteligencia es estructuralmente social. Un niño aprende en pocos años los que la humanidad tardó milenios en inventar[2].” Y en este contexto nos formamos con valores sociales de los que todos participamos y nos hacen pasar por alto, estar ciegos para ciertos vicios perniciosos.
Así podemos decir, que todo empezó cuando la ética personal llegó a unos mínimos de los que no podía seguir bajando. Muchos, a pesar de recibir injusticias, decidieron ser felices antes de luchar contra el monstruo social creado principalmente por los partidos en el gobierno, más preocupados por rodearse de prosélitos bien pagados con el dinero de todos los ciudadanos.

En el ámbito de la Función Pública, aquellos trabajadores que han querido ser fieles a sus obligaciones se les ha cesado, a veces de forma mafiosa; se les ha mandado a galeras, a veces con advertencias;  se les ha escamoteado sus derechos, para que cojan miedo; se les ha puesto trabas a ejecuciones de sentencias y se le ha alargado sus procesos para provocarles el máximo daño. Me hace gracia cuando oigo decir a los que se proclaman liberales que defienden la libertad con uñas y dientes, cuando ellos han contribuido a que se vivan muchas de estas experiencias que contradicen sus palabras.

Lo que ha pasado en nuestro país es que se ha producido una auténtica colonización de las administraciones públicas y de las instituciones por parte de los partidos mayoritarios. Colonización más propia de otros tiempos que los de una democracia que pensamos consolidada. Las Comunidades Autónomas y la Administración Central se han llenado de libres designaciones, limitando el acceso de los funcionarios más preparados e independientes, y se han llenado de estómagos agradecidos colocados en las empresas públicas e incluso en las propias administraciones, sin que concurra el mérito y capacidad requerido por nuestra Constitución y las leyes de desarrollo.

El mantenimiento de unas instituciones al servicio de todos. El cumplimiento de las leyes y la ejecución pronta de las sentencias son básicos en el Estado de Derecho. En caso contrario, el desorden llama al desorden y el cemento social se resquebraja y desmorona. Las políticas partidistas a veces buscan y siempre consiguen dividir a la sociedad. Los resultados en consecuencia son perversos y no consiguen mejoras ni en la sociedad ni en las relaciones sociales.

Howard Gardner un gran neurocientífico; autor de la teoría de las inteligencias múltiples decía recientemente en una entrevista que “En realidad, las malas personas no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.” Siempre he considerado que en los puestos más altos no vale sólo ser inteligentes, antes de todo en las personas que nos gobiernas y en las que están en puestos de élite de la Administración, tiene que imperar la honradez y los valores éticos que busquen el beneficio de todos y la mejora de su sociedad. No debemos permitir Nulla politica sine ethica.



[1] Sebastián, Carlos (2016:26). España estancada. Por qué somos poco eficientes. Galaxia Gutemberg.
[2] Marina, José Antonio (2015:39-40) Despertad al diplodocus. Ariel.

martes, 12 de abril de 2016

Perdónanos nuestras deudas

Nos decía Thomas Piketty en su famoso libro El capital en el siglo XXI que “El mundo es rico, es rico; son sus gobiernos los que son pobres. El caso más extremo es el de Europa, que es a la vez el continente con los patrimonios privados más grandes del mundo y al que le cuesta más trabajo resolver su crisis de deuda pública. Extraña paradoja.[1]” Sin duda es una gran paradoja, resulta que aquellos que quieren un Estado más débil son los más poderosos, son aquellos que mantienen encadenado al Estado y sus ciudadanos con la deuda pública. Son aquellos que manejan los hilos de la sociedad y hacen las leyes a su imagen y semejanza.

Piketty considera que el impuesto excepcional sobre el capital privado es la solución más justa y más eficiente para eliminar la deuda soberana, sin duda una utopía en estos momentos, y que la peor solución es la que Europa está aplicando tozudamente, es decir “una dosis de prolongada austeridad”. Hay una solución intermedia, que ha sido la herramienta principal para reducir la deuda en la historia: la inflación. Piketty nos cuenta, al respecto, que ha sido Alemania el país que comparativamente ha recurrido en mayor medida a utilizar la inflación como método de reducción drástica de la deuda. Hay que recordar que la deuda tiene un coste fijo, pactado de antemano, y que al depreciarse el dinero por la inflación el coste de la deuda se deprecia también.

La austeridad, sin duda, es una mala solución que debilita más que fortalece. “El ejemplo histórico más interesante de una dosis prolongada de austeridad es el del Reino Unido en el siglo XIX [...] se hubiera requerido un siglo de excedentes primarios (aproximadamente de dos a tres puntos del PIB por año, en promedio de 1815 a 1914) para deshacerse de la enorme duda pública derivada de las deudas napoleónicas[2].” En Europa llevamos camino de encenagarnos en soluciones igualmente eternas, salvo que se adopte una política clara con medidas que estimulen el consumo y la producción. En los países europeos el pago de los intereses relativos a la deuda pública es una de las partidas más importantes de su presupuesto de gastos, esquilmando así la posibilidad de dedicar recursos a la sanidad, la educación y las prestaciones sociales y ahogando el camino hacia una mejora persistente.

La austeridad ha demostrado que incrementa la desigualdad y contribuye muy poco o nada a mejorar la economía. Y ya todos somos conscientes de que “las grandes desigualdades podrían anunciar crisis macroeconómicas, porque la contradictoria unidad de producción y realización se hace mucho más difícil de mantener en equilibrio cuando la realización depende de los caprichos y hábitos discrecionales de la gente rica más que de las sólidas y fiables demandas no discrecionales de los trabajadores pobres[3]

No se puede olvidar tampoco que en nuestro país la deuda al inicio de la crisis cumplía los requisitos europeos (inferior al 60 por ciento del PIB) y era de las menos elevadas entre los países de su nivel. No obstante, el endeudamiento que inicialmente era principalmente privado, fue transferido al Estado mediante los rescates (regalos) al sistema financiero y, como consecuencia, se elevó la deuda pública a unos niveles muy significativos que actualmente están cercanos al 100 por 100. Es decir al mismo tamaño que el Producto Interior Bruto (PIB) de nuestra querida España. ¡O sea todo lo que España produce en un año!

Cita Wolf a Walter Bagehot que describió de esta forma el origen y las consecuencias de la política económica actual y sus crisis: “En determinados momentos, una cantidad considerable de gente estúpida posee una cantidad considerable de dinero estúpido... A intervalos... el dinero de esta gente –el capital ciego del país, como lo llamamos—es especialmente grande y antojadizo; busca que alguien lo devore, y hay una plétora; encuentra a alguien y hay especulación; es devorado y hay pánico[4]” Y después del pánico siempre es el Estado quien, como hemos constatado, se hace cargo de salvar a aquella plétora que luego, sin ninguna empatía con los ciudadanos, se hace acreedora de las deudas del Estado.

Las religiones, que en principio deberían ser las que contribuyeran a mejorar la sociedad, con sus fundamentalismos, sin embargo, hacen de este mundo un lugar más hostil para vivir. Será que siempre buscan el cielo en otra parte. El sistema capitalista igualmente está basado en la explotación de los recursos cuanto más rápido mejor y buscando el mayor beneficio para el explotador. El cielo se quiere conseguir aquí y ahora; no importa la destrucción del hábitat, no importa que los demás vivan en el infierno, no importa el futuro de nuestros hijos.

La ciencia ha encontrado las neuronas espejo y éstas podrían ayudar en la solución. Se considera que las llamadas neuronas espejo son la base de la empatía entre las personas, pero, sin embargo, algo raro ha debido pasar en la formación de estas neuronas en aquellos que son fundamentalistas en cualquier aspecto de la vida. Su empatía brilla por su ausencia y el adoctrinamiento efectuado por su religión y/o sus ideologías no ha sido lo suficientemente eficaz para crear en su cerebro un mínimo de las neuronas empáticas ya que para ellos una cosa es que perdonen nuestras deudas y otra cosa muy diferente es perdonar a sus deudores.



[1] Piketty, Thomas (2014:605). El capital en el siglo XXI Fondo de Cultura Económica. México.
[2] Ibídem (2014:611).
[3] Harvey, David (2014:169) Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Traficantes de sueño.
[4] Wolf, Martin (2015:139). La Gran Crisis. Deusto

miércoles, 6 de abril de 2016

La manoseada y ensuciada libertad

La libertad es uno de los valores que tienen más predicamento y así debe ser. No obstante, una cosa es predicar con la Libertad, así con mayúsculas, y otra cosa es defender las distintas libertades de los ataques que sufren a diario. En este mundo globalizado la Libertad se manosea y se ensucia constantemente ya que son muchas las libertades pisoteadas. No puede haber Libertad para las personas que son aisladas con vallas y con impedimentos burocráticos que les imposibilitan moverse de un lugar para otro, sin embargo, sí hay libertad para los mercados financieros, y, además, una libertad extra, con condiciones, que aseguran a los más ricos un alto nivel de libertades, sí hay libertad para el comercio mundial pero con aranceles y barreras que protegen a los que más tienen y a los países más poderosos.

Ya hace más de una década que el economista De Sebastián nos advertía: “En la globalización los capitales, sobre todo, y los bienes y servicios en menor medida, circulan con libertad entre todos los países del mundo. Lo que no circula libremente es el factor trabajo, el factor humano. Circula, sin embargo, en los movimientos migratorios controlados e ilegales, a pesar de las barreras naturales –la distancia- y administrativas –las fronteras- que establecen los gobiernos de los países ricos. La emigración libre es uno de los aspectos importantes que le falta al mundo para ser realmente <<una aldea global>> en la que los vecinos de un barrio pueden establecerse en otro.[1]” Un análisis muy real.

Las libertades son muchas, no hay una sola Libertad que nos permita vivir socialmente con los demás sin ninguna limitación. Ya que las libertades tienen otra cara de la moneda que son las reglas necesarias para que todos podamos disfrutar de ellas y convivir pacíficamente. Todos debemos tener los mismos derechos y en pos de ello se tienen que organizar nuestras sociedades. La democracia y la información hacen al hombre actual consciente de su igual naturaleza. Todos somos acreedores de derechos y obligaciones, no puede haber grandes desigualdades que impiden a algunos vivir dignamente. La justicia y la igualdad están inscritas en el hombre libre y cualquier forma de esclavitud no es congruente con las libertades que todos debemos tener. La libertad hace al hombre humano porque es la raíz misma de los Derechos Humanos. Derechos que todos nos hemos dado y hemos creído indispensables para una vida que merezca la pena ser vivida en común.

Difícilmente alguien pueda rebatir que en el mundo económico que nos domina sea la posesión del dinero la que realmente quite y dé libertades. La gente que  dispone de mucho dinero tiene muchas opciones de ponerse más allá de las reglas, más allá de las leyes. La ley tendría que ser la fuerza de los débiles. No obstante, la mano firme de la ley cae sin compasión y a veces injustamente sobre aquellos que no pueden responder con el poder que otorga ser un privilegiado y que no pueden disponer de una fortuna suficiente para retrasar o sortear el cumplimiento de la misma. Para los poderosos, sin embargo, todo son beneficios y libertades, porque los abanderados del actual sistema creen a pies juntillas que si la marea del crecimiento económico sube, todas las barcas suben, cuando la realidad es más dura, y nos permite ver que la marea está arrastrando y destrozando a muchas embarcaciones que no podían flotar por falta de un mantenimiento y sustento adecuado.

Que significa “mi libertad acaba cuando empieza la libertad de los demás”. Para algunos nada ya que saltarse las normas es un uso habitual para ellos, aunque dañen a los demás. Para estos otros, lo normal es que no se les apliquen los derechos reconocidos internacionalmente, y quienes no aplican los derechos son aquellos que tienen todos los habidos y por haber. Además, lo habitual es la impunidad, que no se sancione a nadie y nadie de explicaciones de por qué suceden estas infracciones que sí están contempladas en el Derecho Internacional.
                                                         
Europa que en su día era el ejemplo de otra forma de buscar armonía entre las personas se ha convertido en una entidad política que no cumple sus propias normas. Las deportaciones de refugiados a Turquía se deben considerar otro atentado contra los derechos de las personas y la Justicia. El mismo John Rawl en su Teoría de la justicia nos decía “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento.[2]” Las instituciones europeas parece que son todo menos sociales a la vista de las decisiones que toman y ponen en marcha.

Pero es que los ricos parecen cada vez más insolidarios. Cada día nos levantamos con otra fechoría realizada por los que más tienen cuyo objeto no es perseguir un mundo mejor sino engrosar sus arcas a costa de los demás. Y así vemos que en los asuntos del trabajo, el esclavismo está cada día más cerca y podemos leer noticias como: “El pasado febrero, se descubrió que la línea de montaña de la temporada 2015 de la conocida marca australiana Rip Curl había sido producida en una fábrica norcoreana. La fábrica situada a las afueras de Pyongyang al igual que el resto del país presentaba unas condiciones de trabajo que rozaban la esclavitud, según denunció la prensa australiana y ONGs como Oxfam. Tras aceptar que esto era verdad, la marca se disculpó diciendo que había sido una subcontrata la que había realizado la deslocalización de la producción al país asiático sin el conocimiento de la dirección de Rip Curl.” Claro que cosas como estas las sabemos ya todos pero se siguen dando y manteniendo.

No se puede hablar de Libertad y ser adalides de la misma si no reconocemos la realidad del mundo que estamos creando con una falta de libertades para una mayoría. Realidad en la que muchos seres humanos malviven y mueren sin ningún tipo de derecho que les asista. Por lo que se ve no todos somos iguales, algunos lo son más que otros; no todos somos libres, algunos más que otros.



[1] De Sebastián Carazo, Luis (2002:113): Un mundo por hacer.
[2] Rawls John (1978:19) Teoría de la Justicia. Fondo de Cultura Económica.

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...