martes, 29 de diciembre de 2015

El espíritu de la Navidad

Vivimos tiempos de Navidad. Nos deseamos Paz, Amor, Felicidad, buena salud y ventura para el año siguiente. Nos despedimos con palabras que muestran cariño y buenas intenciones para nuestros amigos, compañeros y conocidos. La Navidad es una fiesta entrañable en la, sin embargo, puede quedar un poso de tristeza por las personas queridas que ya se han ido, a veces, incluso, tenemos sentimientos de culpa y pensamos que pudimos hacer más por su felicidad y no lo hicimos. Es la Navidad una de las festividades más importantes del Cristianismo en la que se conmemora con alegría el nacimiento de Jesús en Belén. Todo muy coherente con el mandamiento cristiano de amar al prójimo como a ti mismo. Pero todo, también, queda muy empañado por la realidad de la convivencia humana, por la realidad de nuestras relaciones artificiales.

En la propia tierra dónde nació Jesús se manifiesta de forma extrema la perversión de la religión del amor. Judíos y palestinos no son un ejemplo para el mundo de convivencia en paz, solidaridad y ayuda mutua. La celebración de la navidad en la tierra santa no puede estar más cargada de un ambiento explosivo y mortal, en el que la vida del otro tiene poco valor. El mensaje cristiano es pura liturgia y ritual que fundamenta hoy la violencia más que la evita y no consigue que calen los valores que deben acercar los unos a los otros en busca de una convivencia que beneficie a todos. Las confesiones, los partidos, los grupos, las afiliaciones, los equipos marcan diferencias profundas que separan y que, por contra, el espíritu navideño no es capaz de saltar, ni eliminar.

Las naciones desarrolladas de Occidente, máximo filón y vivero del cristianismo, no muestran mejor cara. El liberalismo de mercado deja bien encadenado al individuo. El individualismo existente, no obstante, hace funcionar el engranaje competitivo y cruel. El consumo es el Dios del sistema económico y “Mientras la actitud consumista lubrica las ruedas de la economía, lanza arena en los engranajes de la moralidad[1]”. Todo se mide por el éxito económico. Sin embargo, el drama de los refugiados huidos de las guerras en un primer momento sobrecoge e impulsa la ayuda automática y las buenas acciones, pero el martilleo continuo adormece e insensibiliza. “Un asesinato atroz o una catástrofe ferroviaria golpea las mentes y los corazones con más fuerza que el fluido aunque continuo e imparable tributo pagado por la humanidad en la moneda de vidas perdidas o destruidas por el monstruo de la tecnología y el mal funcionamiento de la sociedad progresivamente indiferente, insensible, apática y despreocupada, una vez consumida por el virus de la adiaforización...[2]”; Es decir la indiferencia moral ante determinados actos. Así, como escribió Joseph Roth en su libro Judíos errantes: “Una vez prolongada la emergencia, las manos que ayudan regresan a los bolsillos, los fuegos de la compasión se enfrían”.

El ciclo anual tiene en estos días el recordatorio de que los hombres tienen que vivir en paz y armonía y buscar el bien de todos. La realidad, no obstante, es que las buenas intenciones se olvidan de forma casi inmediata. Las diferencias son resaltadas y se hacen insalvables y lo que nos iguala queda olvidado, nuestra mente se muestra incapaz de tenerlas en cuenta.

Incluso en la política se observa esta falta de esencia humana, de valores. Esta ética mínima imprescindible. Esta falta de humanidad. En estos días se busca con ahínco el pacto que haga gobernable el resultado disperso de las últimas elecciones del pasado 20-D. Los cuatro partidos que consiguieron un número de votos significativo que les permite influir en una suma mayoritaria necesaria, van dejándose sus propuestas con el objeto de conseguir formar Gobierno y arrimar el ascua a su sardina. Pero hay que tener en cuenta que no todo vale, que los medios no pueden pervertir los fines, que si realmente queremos buscar armonía y desarrollar sociedades que no generen iatrogenia[3], los remedios no pueden ser peores que la enfermedad, no pueden generar guerras, desigualdades, indefensión de los más débiles y problemas innecesarios. Debemos tener muy claro el objetivo principal de la política que no es otro que el gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados, con el objetivo del bien común. Pero cuando el problema no es el paro, ni la corrupción, ni los desahucios, ni el desigual reparto de la riqueza, ni las pensiones, ni las guerras, ni la sanidad, ni la educación, ni la defensa de los derechos humanos, ni la mordaza puesta a la libertad de expresión, etc. Cuando el problema es sólo el ataque sin cuartel al partido que está revitalizando la democracia, al partido que defiende a ultranza los derechos y libertades y al que se persigue transgrediendo todas las normas morales estamos pervirtiendo el espíritu navideño, estamos olvidando las buenas intenciones.

Caso singular y aparte es el drama inacabable de Cataluña. En Cataluña todavía se muestra más palpable la perversión de las ideas de y los fines. Se prioriza la separación a la empatía y la solidaridad con los más débiles y necesitados. El acuerdo entre políticas de derechas infectadas por la corrupción y los que se dicen de izquierdas pero que, olvidando la igualdad y la defensa de los derechos básicos de los ciudadanos, sólo tienen un fin en la mente, que no es otro que la separación, produce confusión y esquizofrenia. Estado difícilmente superable con una pacto totalmente contranatura.

¿Qué supone el espíritu de la Navidad hoy en día? Después de más de 2000 años desde que nació Jesús el hombre sigue siendo violento e insensible; el mercantilismo y el beneficio económico son la medida de todas las cosas. Además “El mal no se limita a la guerra o a las ideologías totalitarias. Hoy en día se revela con mayor frecuencia en la ausencia de reacción ante el sufrimiento del otro, al negarse a comprender a los demás, en la insensibilidad y en los ojos apartados de una silenciosa mirada ética[4]”.




[1] Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis (2015:188) Ceguera moral. Paidós Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2015:61).
[3] Es iatrogénico el daño ocasionado por el actuar médico. Según nuestra Real Academia es una “alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico”.
[4] Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis (2015:19) Ceguera moral. Paidós Estado y Sociedad.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Somos masoquistas los españoles?

Si no lo somos, hacemos lo posible por parecerlo. Ayer tuvimos elecciones generales a las Cortes y al Senado y ante las expectativas de cambio, los resultados nos muestran una tibia incorporación de las fuerzas renovadoras del sistema bipartidista que hemos tenido en los últimos decenios. Los españoles han hecho buena la corrupción, la mentira, el y tú más, la austeridad, la precariedad laboral, el trabajo indecente, la desigualdad, la identificación con banderas en vez de con valores humanitarios. Los españoles han valorado una economía que sólo ha mejorado en los bolsillos de las grandes empresas y los poderosos, una economía que se impulsa en la prima de riesgo y que permite correr grandes riesgos a costa de los ciudadanos[1] y que ha contribuido y contribuye a la destrucción del medio ambiente y el calentamiento global.

Es verdad que nuestro sistema de votación hace lo posible por conservar las situaciones existentes, por el inmovilismo. El reparto de escaños beneficia a los grandes partidos y levantan barreras de entrada a los emergentes y a aquellos partidos que tienen los votantes diseminados por todo el territorio español. El sistema de reparto de escaños no es muy democrático. Un voto no vale igual que otro y en muchos casos no vale nada, podríamos tirar el voto a la papelera en vez de introducirlo en la urna. Así cada escaño le ha costado al Partido Popular algo más 58.600 votos, al PSOE alrededor de 61.500, a Podemos 75.200, a Ciudadanos cerca, 87.500 y al quinto partido en votos Unidad Popular-IU, nada más y nada menos que 461.000; con casi un millón de votos este partido sólo ha logrado 2 escaños. En el País Vasco aunque Podemos ha sido el partido más votado, ha sido el PNV el que ha sacado más escaños, el coste de su voto ha sido el más económico con unas 50.000 papeletas de media. Estas grandes diferencias se me antojan verdaderamente injustas, haciendo posible estructuras arcaizantes en nuestro sistema político.

Los españoles, otrora considerados como paladines de la valentía, instrumentan el voto del miedo: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Las pequeñas poblaciones son nichos de un voto lastrado por el temor al cambio y por el caciquismo servil, un voto, además, hipervalorado al suponer una suma mínima de votantes su consecución (en algunos casos ni siquiera llegan a los 20.000 votos). Pero, también, el comportamiento de la izquierda, siempre fraccionador, ha contribuido enormemente a los resultados y más en nuestra democracia regida por la Ley de D’Hont que, resumiendo, pondera las circunscripciones electorales (provincias, Ceuta y Melilla) con el objeto de que las zonas más pobladas no determinen los resultados electorales. Esta forma de distribuir escaños favorece a los grandes partidos y a aquellos que tienen los votantes concentrados en algunas zonas como los partidos nacionalistas. Perjudican, sin embargo, a los partidos que tienen distribuidos sus votantes por las distintas circunscripciones sin alcanzar un volumen crítico en cada una de ellas. En este caso sus votantes echan materialmente el voto a la papelera ya que no tiene ninguna validez.

La noticia buena es que los españoles han votado un cambio real, progresismo, una adecuación a los tiempos en los que vivimos; no un cambio en el sentido lampedusiano del término: un cambio para que todo siga igual, sino un cambio para que sean las personas las que se pongan en el centro de la política. La mala noticia es que las fuerzas conservadoras son las que tienen que intentar formar gobierno en primer lugar y parar este cambio. La buena noticia es que el rodillo de la mayoría absoluta tiene que pasar por el tamiz de las restantes fuerzas políticas. La mala noticia es que la dificultad de formar gobierno es tremenda y la política que surja de los pactos que se pondrán en marcha tendrá que buscar cambios tibios y menores.  ¡Ojalá me equivoque! Pero, los mercados ya han mostrado su nerviosismo (la bolsa en un primer momento cae y la prima de riesgo sube) y ya sabemos quién manda.

Espero que esta inestabilidad no sirva para dar pasos hacia atrás. Que el aliento regenerador de la política española no quede cercenado por los que manejan los entresijos de nuestras vidas. La sicología moderna pone en entredicho que la mente normal bien afinada, es decir bien organizada sea el estado mental básico. “No somos conscientes de muchas de las cosas que hacemos ni de las razones por las que las hacemos. Y existe un gran acuerdo en que, con frecuencia, hacemos cosas sin ninguna razón. Esto significa que, para bien o para mal, puede que el pensamiento racional no [sea] tan habitual, que no sea un componente tan fundamental de nuestra vida y de por qué hacemos las cosas[2]”. Posiblemente no seamos maduros para luchar por un verdadero cambio regenerador. Posiblemente no seamos suficientemente autónomos para tomar nuestras decisiones. Posiblemente aún nos queda un regusto masoquista larvado en nuestro difícil pasado que explica nuestro autismo democrático.



[1] Como nos recuerda Nassim Nicholas Taleh, autor de El Cisne Negro, según cálculo del FMI en los años 2007-2008, el sistema bancario perdió más a causa de los riesgos asumidos de lo que ha ganado en toda su historia gracias al riesgo. La verdad es que las entidades financieras han ganado dinero trabajando en sus funciones esenciales y lo han perdido asumiendo riesgos con productos que ni ellos mismos entienden.
[2] VVAA. Las mejores decisiones. Simone Snall. Una sensación de limpieza, pag. 215. Editorial Crítica 2015.

sábado, 12 de diciembre de 2015

EL CALENTAMIENTO GLOBAL

Con las próximas elecciones el 20D a la vista podemos perder la perspectiva de los temas esenciales para los que el tiempo se va acabando. Entre ellos es crucial el relativo al calentamiento global que debe ser un tema prioritario que no debe hundirse en el torbellino de la lucha por ganar votos. Lo urgente debe dejar hueco a lo importante. La lucha por la vida de los ciudadanos es un tema urgente y perentorio, pero haríamos mal si perdiéramos el hilo de los objetivos a medio y largo plazo que deben considerarse básicos para mantener la vida en este planeta, que por otra parte, cada día es menos acogedor. Por fortuna, son menos los que consideran ya que el cambio climático es sólo un problema ecológico marginal, son menos los negacionistas del cambio climático. Por fortuna, son solo aquellos que tienen grandes intereses en mantener el capitalismo del crecimiento sin límites y del despilfarro de recursos: son solo aquellos que piensan que todavía se puede mantener el modo de vida occidental imitado, también, sin reservas, por los países emergentes.

El calentamiento global trae sus consecuencias del uso extensivo  de combustibles fósiles y de una dieta alimentaria centrada en las proteínas animales; hay que recordar que hacen falta de 4 a 11 calorías vegetales para producir una caloría animal. Y el empleo de técnicas modernas de extracción de petróleo: fracking o minería de arenas bituminosas, ha destruido la naturaleza creando paisajes lunares, ha aumentado el CO2 contribuyendo al cambio climático y está favoreciendo el aumento de polución y la escasez  aguas para el consumo humano. Se requiere gran cantidad de agua para estas técnicas, cuando éste es el elemento de la naturaleza que más necesita la vida, no olvidemos que somos el 70% agua. Sin embargo, la obsesión inconsciente de mantener nuestro modo de vida derrochador, está ocasionando la escasez del líquido elemento, lo que hace muy posible la visión, que ya muchos tienen, de que el agua sea el causante de las próximas guerras y de un comercio descarnado, cruel y sin cuartel.

No podemos obviar, que al igual que en el mundo económico en el que los problemas generados y las crisis creadas tienen mucho que ver con los riesgos que se corren en aras a un mayor beneficio. En el sector del medio ambiente las grandes empresas van en busca de mayores ganancias y anteponen la rentabilidad a las precauciones. Una muestra grave fue el desastre de Britis Petroleum (BP) en el golfo de México cuando corría el año 2010 “el ansia de ahorrar dinero [tuvo] mucha importancia a la hora de facilitar las condiciones que desembocaron en el accidente[1]”. “Recordemos que una plataforma petrolífera de última generación explotó matando a once de sus trabajadores provocando el mayor vertido accidental de petróleo de la historia[2]

La bajada de los precios del petróleo, que ha supuesto un empujón económico en el mundo actual, ha conseguido ser un arma en contra de las energías limpias. Las imágenes de la población china con un denso smog irrespirable, que ha supuesto la primera alerta roja por contaminación de la historia en la ciudad de Pekín, debe darnos la clave de los resultados que consigue el crecimiento económico desbocado. No obstante, siempre consideramos que son los demás los que no cumplen y por ello la falta de autocrítica no permite una mejora de nuestros actos. Nos negamos a buscar el mal en nosotros mismos. Europa, por ejemplo, que otrora era pionera en la lucha contra los perjuicios que se ocasionan al medio ambiente, debe ser consciente de que contribuye a la polución china, ya que el 20 % de sus importaciones provienen de la producción de ese país.

Muchas de las acciones llevadas a cabo por las naciones nos muestran sin atisbo de duda la locura del ser humano. Las guerras son el paradigma de este aserto. Fabricamos bombas, aviones, tanques, armamento, etc., para matar. Buscamos métodos sofisticados que superen al enemigo y utilizamos la creatividad como en ningún otro sector. Así fabricamos juguetes de guerra como los drones o los aviones invisibles que permiten, además destruir la vida humana sin maltratar como lo hacían las bombas atómicas otros elementos del entorno. Pero como dice Cesar Rendueles: “Hemos entregado el control de nuestras vidas a fanáticos del libre mercado con una visión delirante de la realidad social, que nos dicen que nada es posible salvo el mayor enriquecimiento de los más ricos: ni profundizar en la democracia, ni aumentar la igualdad, ni limitar la alienación laboral, ni preservar los bienes comunes[3]”.

“El calentamiento global tiene una dimensión ética. Los países que más están sufriendo sus consecuencias [nefastas] son los más desfavorecidos, precisamente los que apenas han contribuido al cambio climático. África subsahariana y las pequeñas islas del Pacífico –que sólo suponen el 5 % de las emisiones totales del C02—resultan muy vulnerables ante la intensificación y mayor frecuencia de sequías y de inundaciones, así como ante la subida del nivel de mar[4]”. Por ello “la solución al calentamiento global no está en arreglar el mundo, sino en arreglarnos a nosotros mismos[5]”. No podemos seguir con el despilfarro de recursos mientras que se prevé que más de 1.500 millones de personas pueden morir de hambre en los últimos años de este siglo si no cambiamos nuestros hábitos. No podemos seguir jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta. El principio de prudencia o precaución nos dice que cuando está en juego la humanidad o el medio ambiente no es necesario tener certeza científica absoluta para actuar y evitar riesgos.

Hemos perdido la conexión necesaria con el medio en el que vivimos, pero “La naturaleza no mantiene ninguna relación de fuerza con los humanos, la naturaleza no negocia[6]”. Un proverbio atribuido con frecuencia a las culturas indígenas nativas americanas afirma que “No hemos heredado la Tierra de nuestros padres, sino que la hemos tomado prestada de nuestros hijos[7]”. Hemos de buscar un desarrollo sostenible. Aquel que satisfaga “las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades[8]”.




[1] Klein, Naomi (2015:406) Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2015: 406)
[3] Rendueles, Cesar (2015:13). Capitalismo canalla. Seix Barral.
[4] Narbona, Cristina. Un gran desafío para la UE. Alternativas Económicas núm. 29. Octubre 2015.
[5] Klein, Naomi (2015:344) Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[6] VV.AA (2012:51). ¿Hacia dónde va el mundo? Cochet, Yves, Ante la catástrofe. Ediciones Octaedro, S.L.
[7] VV.AA ¿Es aún posible la sostenibilidad? Engelman, Robert (2013:30). Más allá de la sosteniblablá.
[8] Ibídem (2012:29).

lunes, 7 de diciembre de 2015

Reestructuración de la deuda

Cuando se habla de reestructuración de la deuda, aquellos que consideran la propiedad privada como sacrosanta y los negocios jurídicos intocables se llevan las manos a la cabeza como si fuera una locura que podría llevarnos al abismo, aunque se conozcan múltiples reestructuraciones llevadas a cabo a lo largo de la Historia. Además, podemos convenir que la vida es el principal valor a defender en una sociedad que sea digna de tal nombre. Olvidar este principio nos lleva a buscar aquello que nos hace más infelices y menos libres.

Hoy mucha gente se está dando cuenta de esta perversión de valores que anida en nuestras sociedades y buscan alternativas diferentes, coherentes y de sentido común. Así el 17 de agosto del presente año 194 médicos de Ontario (Canadá) firmaron una carta que enviaron a su ministro de sanidad. En ella le solicitaban que lidere su propuesta de establecer una renta básica garantizada en la provincia. Estos médicos observaban día a día que muchos de los problemas de salud de la comarca derivaban de las rentas precarias y que el único tratamiento posible era una renta digna y estable. Pero, lo normal aún en nuestros días, es que sigamos persiguiendo objetivos intermedios, que de forma contumaz nos están mostrando, aunque no aprendamos, lo equivocados que estamos y en lo poco que estimamos la vida. Sobre todo la de los demás,... aunque a veces también la propia.

La deuda de los particulares y de las naciones, encadena y ahoga y cuando se pretende intocable sólo se consigue que como bola de nieve crezca y crezca y siga apretando, cada vez más, sus fuertes manos en nuestro cuello. En consecuencia me pregunto ¿cómo podemos ver y tildar de populistas y oportunistas las propuestas que quieren estudiar y reestructurar nuestras deudas, que, por otra parte con las políticas de moda, no disminuyen sino que siguen incrementándose ad infinitum?

En el programa de Podemos se proponen actuaciones nada despreciables y muy realistas: Derogación de la reforma del artículo  135 de la Constitución española. Ya me he expresado en esta columna sobre la insensatez de este cambio de la Constitución, mucho menos lógico que otras propuestas que no se consideran y que fue provocado por el interés de los poderosos que, sin embargo, no tenían evidencia científica de dictar una medida que nos permitiera salir de la crisis. Puesta en marcha de una auditoría de la deuda en sede parlamentaria. Luz y taquígrafos, no podemos estar en contra de una medida que saque de las tinieblas de nuestra realidad nuestra deuda; a quién debemos y por qué, quién ha especulado con las rentas de todos los ciudadanos, por qué ha crecido extraordinariamente en los últimos años; es una medida que sin duda fortalece la democracia. Reestructuración de la deuda pública. Todos tenemos información suficiente para conocer los apoyos que el sistema público ha concedido a la banca para evitar su caída. Ha permitido una socialización de las deudas pagando los justos y pobres por los pecadores. Así parece lógico reestructurar la deuda pública vinculada a las ayudas públicas al sector financiero. En la devolución de los 60 000 millones de euros prestados por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) a España en 2012 para rescatar al sistema financiero, se dice que participarán las propias instituciones financieras, una vez que se hayan recapitalizado y hayan recibido otras ayudas para garantizar su estabilidad. Propuesta que parece del todo lógica. Estas (las entidades financieras) deben ser las que, en última instancia, salden dicho préstamo con la Unión Europea, préstamo adelantado hasta el momento por los contribuyentes españoles. Reestructuración de la deuda hipotecaria de los hogares. Se llevará a cabo la reestructuración de la deuda hipotecaria de los hogares mediante una reducción en el valor nominal de las hipotecas de primera vivienda en el caso de las familias que cumplan ciertos criterios sociales, como el hecho de que todos sus miembros estén en paro y no cuenten con ningún otro ingreso o que presenten ingresos inferiores a tres veces el Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples (IPREM). Esta medida propuesta desde la creación de Podemos ya se está copiando en muchos Ayuntamientos. Para ello, impulsarán esta reestructuración con un verdadero régimen de segunda oportunidad para personas físicas y jurídicas que realmente las libere de las deudas pasadas una vez que la situación de quiebra sea efectiva. No hay más que decir, es un poco de Humanidad. Limitación de los incentivos fiscales a la deuda empresarial. Limitaremos, mediante un régimen transitorio, los incentivos fiscales a la deuda empresarial para contener el excesivo apalancamiento. Apalancamiento que ha sido uno de los factores clave en el inicio de la crisis en que padecemos y de muchas anteriores.

Así, con Martin Wolf convenimos que el origen de la crisis se relaciona con una compleja interacción entre la globalización (eso sí conforme el invento neoliberal), las crecientes desigualdades y el sistema financiero sin límites que ha jugado con el dinero de sus clientes apalancado y especulando sin tener ninguna responsabilidad por sus perversas andanzas.

El tema de la deuda pública ha contribuido a etiquetar a los países en buenos y malos. Se ha convertido en una forma cómoda para buscar ventajas competitivas y mantenerse en la carrera que supone permanecer en un mundo centrado en el sistema capitalista. No debemos olvidar, sin embargo, que “Si algunos países exportan exceso de ahorro, otros deben importarlo. La única forma de importar excesos de ahorro [¡si exceso de ahorro!] es incurrir en un déficit por cuenta corriente[1]”. Es más difícil de comprender pero no menos cierto que el mundo exige un equilibrio y una igualdad si queremos progresar, el abuso de unos sobre otros augura un mundo en declive que equivocará sus fines.

Hoy más que nunca debemos comprender y la naturaleza nos ofrece signos a diario, que todos estamos en esta nave que llamamos tierra y que debemos buscar soluciones comunes para poder arribar a buen puerto. Pero al igual que en los problemas del medio ambiente dejamos inconscientemente las soluciones a aquellos que lo han puesto en riesgo, no podemos seguir confiando en aquellos que han provocado la crisis y se han beneficiado de ella para que se entreguen a una búsqueda del beneficio común. Lo mejor que podemos hacer por contra es participar en la construcción de un nuevo modo de convivencia mediante un análisis sin prejuicios de los programas y elegir aquellos que realmente procurarán un mayor bienestar. Así lograremos que el voto tenga alguna validez y, como consecuencia, una verdadera Democracia.



[1] Wolf, Martin (2015:465). La Gran Crisis: cambios y consecuencias. Deusto.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Las aviesas intenciones en campañas electorales

A algunos nos gustaría que las campañas electorales fueran limpias y no se jugara a desprestigiarse los unos a los otros manipulando sus propuestas en  aras a desenfocar la realidad de sus verdaderas intenciones. Recientemente, en el debate celebrado en la Universidad Carlos III, entre el líder de Ciudadanos Albert Rivera y el líder de podemos Pablo Iglesias, el primero atacó diciendo que el segundo proponía subir los impuestos a las clases medias. Una apreciación discutible y no banal que perseguía efectos colaterales aunque pareciera inocente. Está claro que este ataque venía de una reflexión profunda ya que, a pesar de la pobreza rampante, la mayor parte de la población de nuestro país se considera y se agarra a la clase media y, por lo tanto, la aseveración lanzaba una red de arrastre a una mayoría del electorado menospreciando, por parte del pescador, la certeza o no de la misma y si el estrato de gente a la que iba dirigida era, para mayor inri, el mismo que sufrió la sobredosis de préstamos arriesgados inyectados por el sistema financiero.

Dentro de la estructura de clases “El término clase media, como el término burgués, posee dos aplicaciones diferentes, una económica y otra sociocultural, aunque ambas se interrelacionan con claridad […] se emplea habitualmente para caracterizar a quienes ganan al menos un módico ingreso, pueden comprar bienes de consumo y dedican sus esfuerzos principalmente a aumentar su nivel de prosperidad material y a disfrutar de él […] La pasión por el bienestar material es esencialmente una pasión de las clases medias; con ellas crece y se difunde, con ellas se convierte en factor preponderante; de ellas se sube a las clases superiores de la sociedad y se desciende a la masa del pueblo[1]”.

Pues bien, la clase media económica ha tirado en tiempos de crisis hacia abajo de la clase media sociocultural debido a los recortes salariales que han dado lugar a la figura del trabajador pobre, al paro, a la falta de recursos a la que se añaden los recortes en los servicios de salud, educación y sociales, etc. Pero, todo el mundo quiere mantenerse dentro de la clase media, la pasión por el bienestar no es flor de un día que se olvide y renuncie fácilmente. Es difícil renunciar a aquello que nos hace feliz, salvo que no tengas ninguna posibilidad, que te encuentres con las alas cortadas para el mínimo vuelo y sientas el cuchillo amargo del hambre en tu realidad diaria, que impedirá, por otra parte, llevar una vida mínimamente digna.

Son aviesos también, en esta época preelectoral, los objetivos que se buscan con la realización machacona de encuestas dirigidas y cocinadas. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Así, en un artículo del pasado sábado publicado en el periódico digital Nueva Tribuna por Félix Tezanos y titulado ¿Por qué se equivocan tanto los sondeos electorales? Se escribe: “Las encuestas están siendo utilizadas como instrumentos de apoyo a los candidatos preferidos por determinados conglomerados mediáticos y grupos de poder, que intentan influir en los votantes para que las partidas electorales se jueguen en los términos que ellos creen más oportunos”. Es cada vez más habitual utilizar estos métodos indirectos y perversos para emborronar y ocultar la realidad. El ciudadano, por tanto, tiene que estar ojo avizor y participar activamente en la política si no quiere que elijan por él y en contra de sus verdaderos criterios e intereses.

Incluso, aunque no se empleen medios tan groseros como en el pasado. También hay casos de manipulación sin tapujos que dan vergüenza ajena. Uno en el que la mentira es el arma más utilizada con el único objeto de manipular, desorientar, calumniar y destrozar los argumentos del otro, es el caso de los tertulianos televisivos. Hay “algunos” de ellos que se han especializado en desprestigiar sistemáticamente a partidos determinados y a personas concretas. Otros, sin embargo, con argumentos vacíos y endiosados en su falta de ética son capaces de defender a ultranza aquello en lo que, como pasa en las religiones, ni siquiera ellos creen, pero, eso sí, de su actitud sacan pingües beneficios. Así, sin un ápice de turbación, mienten, sin rubor y sin pestañear.

Esta es la democracia que tenemos y que hemos ido amasando, basada en la competitividad feroz y en la lucha sin cuartel por el poder y los recursos. Así incentivamos la mentira, la falta de respeto y hacemos decrecer la solidaridad y la empatía. Esta es la democracia que, por tanto, nos merecemos. Ya que adocenados por el bienestar nos hemos convertido en gentes sin alma, pusilánimes. Y para salvaguardarnos de nuestra indolencia no queda más remedio que crear instituciones que garanticen unas reglas de juego mínimas y que, además, nos ofrezcan alguna claridad en la maraña de informaciones interesadas que nos inundan a diario.

La DEMOCRACIA con mayúsculas es un bien preciado que no debemos adulterar. Sin embargo, cada día estamos más anestesiados, más adormecidos y somos menos conscientes de las intenciones malévolas que buscan menoscabarla y arriman el ascua a la sardina de los poderosos que, claramente, son aquellos que tienen más y mejores herramientas para salirse con la suya; más herramientas, pero, ni se han esforzado más por obtenerlas y por mejorar a la sociedad, ni merecen, en consecuencia, más derechos que los demás, ya que su poder deriva del desigual e injusto reparto de los bienes y servicios que la sociedad genera. Una verdadera democracia, no obstante, es un lujo social que redundará en el bien común con una verdadera y bondadosa mano invisible[2], que reducirá desigualdades, generará un mayor equilibrio en las oportunidades, aumentará las capacidades y la autonomía de los ciudadanos e incluso fomentará una economía sana con sensibilidad para el medio ambiente y nuestros conciudadanos.



[1] Plattner, Marc F. Un aviso para la democracia liberal, artículo integrado en La Vanguardia Dossier número 47 de abril/junio de 2013; pág. 32

[2] En economía la mano invisible es la metáfora que expresa la capacidad autorreguladora del mercado. Adam Smith, padre de esta ciencia y considerado el autor de la idea, pensaba que se procuraba el bien de la sociedad cuando se perseguía el interés egoísta de cada uno. Los resultados de este fundamentalismo se han revelado en las continuas crisis e injusticias sociales que ha provocado.

martes, 24 de noviembre de 2015

La humanidad cotiza a la baja

La confianza en los mercados, como bálsamo de fierabrás que todo lo arregla, ha exacerbado el individualismo, el búscate la vida y la lucha por sobrevivir. Ha demostrado que el fraude y la corrupción “es un elemento inherente a la fragilidad de las finanzas[1]”. Ha potenciado la disputa empresarial por los beneficios, por liderar los segmentos de mercado y por apuntalar su poder y sus beneficios futuros. Ha acelerado la aparición de una economía globalizada mediante la búsqueda de nuevos mercados que explotar y ha configurado un mundo más desigual e injusto. La búsqueda de beneficios no se ha amedrentado siquiera ante las guerras, ni ante la muerte de personas inocentes. Así, en este estado de cosas, la humanidad, como fácilmente se comprueba en este mundo revuelto y obscuro, cotiza a la baja.

A través de los tiempos se han venido dando distintas soluciones a los problemas vitales y a la vida en sociedad, soluciones que, con la perspectiva que nos da la historia, en algunos casos parece que perdían de vista la finalidad última: mejorar nuestra existencia en esta vida. Es muy difícil, sin embargo, acertar en nuestras decisiones porque no sabemos a ciencia cierta para qué estamos aquí. La historia, no obstante,  nos enseña que cuando el objetivo se eleva a buscar algo fuera del mundo conocido, por encima de la vida tangible, nos solemos perder en los vericuetos de la realidad y destrozar aquello que realmente percibimos como loable y deseable. Es importante subrayar, por tanto, que desde los clásicos a la actualidad, los filósofos se han decantado por considerar al hombre un animal que habla y que, por consiguiente, necesita al otro para llegar a ser lo que es. No es por tanto descabellado manifestar que el hombre nace para el hombre en el sentido extenso: para la humanidad.

Nos decía Inmanuel Kant en su Crítica de la razón práctica que “Sin duda el hombre no es suficientemente sagrado, pero la humanidad en su persona sí que debe serlo”. Esta humanidad en cada uno de nosotros es la que, por motivos a veces inconfesables, se pisotea sin el menor rubor, ni atisbo de culpa. Fernando Savater en su Humanismo impenitente declara que “Tener humanidad es sentir lo común en lo diferente; aceptar lo distinto sin ceder a la repulsión de lo extraño” y apunta además: “los hombres se hacen humanos unos a otros y nadie puede darse la humanidad a sí mismo en soledad, o, mejor, en el aislamiento”. La crueldad, sin embargo, como pensaba Schopenhauer, es la complacencia en causar dolor y, por tanto, en el claro reverso de la humanidad. Y Savater, finalmente, nos llega a decir en su libro Invitación a la ética “la violencia no sirve tanto al hombre cuanto a la parte no humana, cosificada, que hay en el hombre”. Todo ello, hace pensar que la humanidad está en horas bajas.

En estos difíciles momentos se oye cada vez más la palabra buenismo como peyorativo y a sus defensores como retrógrados o extremistas; se prefiere, por contra, simplificar las cosas volviendo a las películas de buenos y malos, volviendo a la lucha del bien contra el mal. Pero, buscar el bien de los demás, el promover una vida digna para el otro, se califica como populista, término utilizado, como no, también en sentido negativo. Sin embargo, las políticas de austeridad; los recortes de derechos, los recortes de servicios básicos y a veces esenciales, los recortes de los sustentos para vivir; son medidas políticas que nos llevarán a medio y largo plazo al paraíso. Es verdad, ya el gran economista Keynes nos decía que “a largo plazo todos muertos”: ¡será por eso!

La violencia genera violencia y pocas veces se termina una negociación machando al contrario. No obstante, el remedio que aplicamos para resolver nuestras diferencias sigue siendo la solución militar, las guerras, aunque, por activo y por pasivo somos conscientes de que poco adelantamos con ello, salvo el beneficio de aquellos que aumentan su fortuna o su poder. Los grandes cambios han surgido siempre como consecuencia de importantes evoluciones en la forma de pensar. Las ideas, por otra parte, siempre han sido los muros más difíciles de saltar. Aquello en lo que creemos como dogma de fe, porque en muchos casos se ha asentado en lo más profundo de nuestro ser, suele ser la prisión que no nos deja caminar: evolucionar. Por ello cambiar el esquema de pensamiento, la cultura, los valores, etc. puede ser un camino adecuado para el cambio permanente.

Debemos dar la vuelta a la gráfica que indica nuestro hundimiento como humanidad. No vivimos sólo para que nuestros sentidos perciban el mundo, sino también para que con nuestras acciones podamos modificar y conseguir un mundo mejor que nos encamine a un desarrollo de nuestras capacidades, y éstas, a la vez, nos ayuden a buscar valores que entronquen con nuestros fines, con el sentido último de nuestras vidas, o, al menos, nos permitan valorar las mejores decisiones que nos encaminen hacia un mundo más armónico y beneficioso para la humanidad. Para ello hay que huir, por principio, de la posesión de la verdad, ya que aquel que cree tenerla está encadenado a ella y no tiene libertad. La mejor herramienta para conseguir resultados beneficiosos en nuestras sociedades sigue siendo la educación, la educación abierta y no doctrinaria, que ayude a conocer y comprender a nuestros semejantes, generando compasión, generando incremento de empatía, lo que como objetivo daría mejores resultados que la búsqueda inconsciente de un crecimiento continuo basado en un indicador perverso como el Producto Interior Bruto.


[1] Wolf, Martin (2015:193). La Gran Crisis: cambios y consecuencias. Deusto.

martes, 17 de noviembre de 2015

El hombre sigue siendo el mayor peligro para el hombre

No suelo escribir bajo el impulso de los sucesos diarios. Estos cuando surgen suelen venir motivados por situaciones y hechos previos que pasamos por alto, que obviamos, que no tomamos en cuenta y que, sin embargo, lloramos cuando la situación se desboca y con dolor vemos que ya no tienen remedio, ya es tarde, el dolor no puede parar la injusticia ya pasada y sin vuelta atrás por muchas vueltas que podamos dar a lo sucedido. Si el dolor, no obstante, puede tener alguna utilidad será la de incrementar la empatía de las personas. La empatía, ponernos en lugar del otro, es el modo de superar este hombre dañino y sanguinario con los de su propia especie que no consigue evolucionar a un nivel superior, a un nivel que si se podrá llamar humano.

La respuesta del hombre poco evolucionado es el ¡ojo por ojo,  el diente por diente! Así ha venido respondiendo el hombre desde su origen ya lejano. Pero aunque haya pasado tanto tiempo, seguimos demostrando que no damos pasos adelante en nuestro desarrollo. Es muy posible que pueda ser porque nos equivoquemos en los objetivos a perseguir y en las herramientas de medida a utilizar. Si el mundo gira alrededor de la lucha por la hegemonía con juegos geopolíticos en los que sólo interesa el poder, alrededor de la lucha por el beneficio, sin detenernos en los costes humanos, en el destrozo del medio ambiente, en la pérdida de valores, etc.; estamos corriendo en una dirección equivocada y, tristemente, cuando nos demos cuenta estaremos perdidos, sin posibilidad de vuelta. Sólo, entonces, nos quedaran las lágrimas y el dolor que no conseguimos separar de nosotros mismos, de esta humanidad enajenada.

Hay quien piensa que la única opción para defender la democracia es la toma de las armas y la guerra sin piedad al enemigo. ¡Viejas y machaconas opciones! En otro tiempo también, nosotros, los europeos, hacíamos la guerra santa e íbamos en busca del turco para convertirlos o pasarlos por la espada. Pero, algo me dice que el tiempo de las cruzadas y las guerras santas ya ha pasado y son otros los motivos que mueven la toma de decisiones. Por eso, creo, que la liga antiyijadista parece una medida de otro tiempo, si, además, sólo supone una coalición militar y guerrera o un incremento de medidas penales contrarias a los derechos y libertades reconocidos en nuestra Constitución. Me hace pensar, por otra parte, que hemos aprovechado muy poco los siglos que han transcurrido, y, en consecuencia, no hemos ampliado nuestro conocimiento del medio en que vivimos. Hemos errado sin duda en nuestros objetivos. Se repite, también, reiteradamente que esto es una guerra entre la barbarie y la civilización. Pero esta opinión se deshace por sí misma, ya que la respuesta que las naciones dan, sigue siendo una respuesta militar, llena también de barbarie, falta de sensibilidad con otros hombres y llena de intereses en la industria armamentística y en la lucha geopolítica.

Nos dice sin tapujos y acertadamente el filósofo Santiago Alba Rico: “el atentado es un dantesco acto publicitario y una orgullosa, lúcida y “revolucionaria” declaración de guerra a la moral “burguesa”: os matamos sencillamente porque estáis vivos”. Porque estáis vivo y no os unís a nosotros. Las acciones de ISIS son crueles, sin ningún atisbo de humanidad y propias de personas psicopáticas. Las soluciones no son fáciles. Pero, no por ello, debemos renunciar a realizar algo distinto que pueda dar mejores resultados. Tenemos ocasión y debemos avanzar más allá de los métodos clásicos infructuosos. “París nos da la ocasión [al menos] de comprender a los sirios y de situarlos a nuestro lado, como víctimas hermanas de una barbarie común”. No, no podemos olvidar a la población civil que tiene que acostumbrarse a vivir con la muerte a diario, viendo morir a cientos de sus niños, o lanzarse a una aventura marina manejada por las mafias, huída no querida que muchas veces termina igualmente con sus vidas.

Para progresar en soluciones con mejor futuro, hay medidas que se nos ocurren a todos, pero parece que tampoco, en este contexto, hay ganas de ponerlas en marcha, quizás porque en un sistema de partidos, ponemos por delante el interés de éstos al interés de todos. Una medida enteramente lógica, que sólo requiere consenso político para evitar el fuerte incremento del armamento en ISIS, es cortar las vías de financiación de este estado no reconocido y regresivo. Otra no menos razonable es acabar con la guerra en Siria e Irak, para lo cual parece obvio un embargo masivo de armas a los contendientes y, urgir el cese de los bombardeos contra la población civil. Nos tendríamos que poner en su lugar y sentir el sufrimiento de aquellos que, como se ha dicho anteriormente, tienen que optar entre una muerte segura a manos de los distintos contendientes o una muerte prevista en su huída a otras naciones o, en todo caso, una vida de paria con una ayuda escamoteada por aquellos que han contribuido a su situación.

Apoyar a las fuerzas democráticas árabes, educar en valores ciudadanos y derechos humanos, proteger a los refugiados, como desearíamos que nos protegieran a nosotros mismos y a nuestros familiares si estuviéramos en la misma situación, y acabar con el mercadeo de las mafias cegadas con el oro a percibir, que por cierto es otro modo de financiación de ISIS junto con el comercio del otro oro, el negro, en el mercado de tal nombre.

En un mundo de fronteras abiertas, en un mundo globalizado, sólo cabe un cambio de valores en toda la humanidad. Priorizar la vida de cada uno de los hombres y respetar los derechos humanos básicos, aceptados por todos, es la única medida que puede llevarnos a un nuevo progreso y a una humanidad que merezca ser llamada con este nombre. Es verdad que entre países que celan los derechos humanos y aquellos que los pisotean, son estos los que pueden encontrar más posibilidades de actuar mediante el terror y la barbarie sin ninguna razón. Incluso debemos ser conscientes, para no engañarnos, de que la seguridad total no existe en esta vida y que incrementar un punto en el porcentaje de seguridad supone un gasto público cada vez mayor en el que puede haber intereses fuera del bien común y perversión de los objetivos que debemos priorizar. Sin embargo, seguimos empeñados en buscar mundos duales, mundos bipolares que resuelven sus problemas a bombazos, cuando la historia, contumaz, nos demuestra que esta forma de actuar nos mantiene atados a nuestra animalidad primitiva. No puedo por menos que concluir escribiendo que el hombre sigue siendo el mayor peligro para el hombre. ¡No a la barbarie! ¡No a las guerras! Las invente quién las invente.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Un impuesto fiscal a favor de la mayoría y amigo de la RBU

Como bien dice el premio nobel de economía Stiglitz “los impuestos son el precio que pagamos por tener una sociedad civilizada”. Los ciudadanos, en consecuencia, deberían ser solidarios y con su colaboración contribuir al beneficio de todos. Pero he aquí que sorprendentemente, aunque claramente avalado por la evidencia, se constata que los que más tienen son los que suelen aportar menos impuestos para procurar el beneficio de todos los integrantes de las distintas sociedades desarrolladas. Así podemos leer: “Históricamente, los ricos, incluidos rentistas y especuladores, consideran un expolio tener que pagar al Estado en función de su patrimonio y de sus ingresos. Para ellos, si los gobiernos quieren financiar programas sociales, que busquen otros medios, y no admiten, incluso hoy en día, aunque utilicen argumentos más sofisticados, que se les imponga una fiscalidad específica o progresiva[1]”.

Un caso paradigmático entre los ricos es el de Mitt Romney, candidato republicano a las presidenciales de Estados Unidos de 2012, convertido en símbolo y ejemplo de la escasa contribución de los ricos, cuando reconoció que no había pagado más que un 14 por ciento de impuestos sobre la renta de 2011, y al mismo tiempo se quejaba de que el 47 por ciento de los estadounidenses eran unos aprovechados[2]. Pero ¿quién son verdaderamente los parásitos, los que se aprovechan de los demás en la sociedad? ¿Aquellos que para poder vivir él y su familia son capaces de cometer la vileza ilegal de cobrar en negro o aquellos que sacando jugosos beneficios de la sociedad, sin embargo, no aportan a la misma de acuerdo a sus ganancias, escamoteando todos los impuestos que pueden, buscando todos los recovecos legales, en aras a un interés exclusivamente personal? Se ha olvidado lo que atinadamente decía George Orwell “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humanos”.

Unas cuentas sencillas nos pueden hacer pensar en las posibilidades que existen con un sistema fiscal a favor de la mayoría que, además, respetando las necesidades básicas de los habitantes pueda recabar financiación suficiente para lograr una sociedad igualitaria y libre, con unos servicios públicos de un alto nivel de calidad y que no se olviden de ningún ciudadano.

Tomaremos datos actualizados del Instituto Nacional de Estadística (INE). En España tenemos una población de 46.600.000 habitantes. De ellos 7.007.970 están comprendidos entre 0 y 14 años y el resto 39.592.979 tienen edades superiores a 14 años. Si tenemos en cuenta que uno de los graves problemas de nuestra sociedad es la desigualdad y especialmente la pobreza sobre todo infantil, vamos a calcular, con el objetivo de erradicarla, la propuesta de la Renta Básica Universal (RBU) en la que todas los ciudadanos con edades superiores a 14 años cobrarían 650 €, lo que supondría un gasto de 25.735.436.350 € y en la que cobrarían 250 € aquellos con edad inferior, lo que nos daría un gasto de 1.751.992.500 €, y, por tanto, un gasto total de 27.487.428.850 €. Es una cantidad muy importante, pero hay que recordar lo que nos quitamos para dárselo a los bancos. Además, es un gasto social que se convierte en aceite activador de la economía al incrementar la demanda interna, dar salida a la producción empresarial y crear un círculo virtuoso que consigue engrosar los ingresos públicos, facilitando la financiación de los servicios públicos y los bienes públicos que nos ayudarán a todos.

Ahora pondremos sobre la mesa el Producto Nacional Bruto (PNB) de nuestro País. Nos decía el afamado premio nobel de economía y autor del manual de economía en el que más han bebido los universitarios españoles que el PNB o Renta Nacional (RN) es uno de los conceptos más importantes de toda la economía y mide el rendimiento económico del conjunto de la misma. Mide en términos monetarios el flujo anual total de bienes y servicios, o lo que es lo mismo la suma de las retribuciones de todos los factores de producción nacionales. Por tanto el Producto Nacional se puede medir como flujo de bienes y servicios y como flujo de ingresos. Para simplificar, sin embargo, tomaremos el Producto Interior Bruto (PIB), por ser ampliamente conocido. Se diferencia del PNB en que es el valor de todos los bienes y servicios finales producidos en el país, en el interior, sin descontar los producidos por los extranjeros. Pues bien el PIB en el año 2014 ascendió a 1.041.160.000.000 €. Por tanto, siguiendo nuestro cálculo,  deduciremos de esta cantidad el importe de los 27.487.428.850 € que nos costaría la RBU y nos quedarían 1.013.672.571.150 € sobre esta cantidad aplicaríamos, según la propuesta analizada, un impuesto del 49 %. Hay que tener en cuenta que todo lo que sobrepase el importe de la RBU debe considerarse como un ingreso extra por encima de la renta mínima de ciudadanía acordada, que se ha extraído de la propia sociedad y por ello tiene que redundar especialmente en su beneficio y no ir en su detrimento. Pues bien tendríamos que ese 49 % asciende a una cantidad de 496.699.559.863,50 € lo que supone un 47,71 % del PIB. Una cantidad muy importante.

En España (según datos del 2013) la Administración pública recaudó aproximadamente un 38 % del PIB. ¿Es mucho o es poco? Pues si tenemos en cuenta lo que recaudan nuestros vecinos, parece poco. Los ingresos públicos representan en promedio un 47 % del PIB, es decir bastante más que aquí: un 45 % en Alemania (¡sí Alemania!), un 53 % en Francia, un 48 % en Italia y un 41 % en Gran Bretaña.

La globalización al servicio de los más poderosos, de los que más tienen, las artimañas que llevan a cabo las grandes corporaciones transnacionales, el uso y abuso permitido de los paraísos fiscales, considerar el egoísmo como el motor más importante del avance de nuestras sociedades. Todo ello fomenta un uso inadecuado del sistema democrático. La democracia, no obstante, debe ser un proceso que nos haga tender a la igualdad de derechos y oportunidades, que defienda la dignidad de todos los ciudadanos. Para ello, se deben respetar las normas de una persona un voto y aquellas que permitan una democracia con una verdadera participación ciudadana. Se debe evitar, por contra, que el poder económico no las desvirtúe en su beneficio. Y, en consecuencia, se debe conseguir que el poder político busque verdaderamente el fin que tiene asignado y para el que fue elegido. Fin que no es otro que buscar el máximo bienestar  y autonomía de los ciudadanos.



[1] Borja, Jordi. Democracia: insurrección ciudadana y Estado de derecho. En La Maleta de Portbou núm. 12 (julio-agosto 2015).
[2] Stiglitz, Joseph E. (2015:226). La gran brecha; qué hacer con las sociedades desiguales. Taurus.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Renta Básica Universal: la brillantez de las cosas sencillas

Muchos de los grandes avances del mundo han sucedido al encontrarse modos sencillos de utilizar elementos conocidos. El ¡aja! del descubrimiento resulta tan elemental que casi siempre nos viene a la mente la pregunta: ¿cómo no lo habíamos pensado antes? La Renta Básica Universal (RBU) o Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC) puede ser una de esas ideas que cambian de forma importante la vida de las personas y la sociedad en la que viven. Sin embargo, parece que lo sencillo a veces levanta temores y resquemores e incentiva la demora en el tiempo de su puesta en marcha.

Teóricos de la Renta Básica como Van Parijs han afirmado que es el instrumento óptimo para maximizar la libertad real  por cuanto concede a cada persona la autonomía necesaria para poder vivir de acuerdo a sus deseos e intereses. No debemos olvidar que nadie tiene garantía del fin último de nuestra existencia y, sin embargo, todo el mundo tiene el derecho a buscar y encontrar el camino por el que desee transitar en su existencia. Por ello una sociedad que se considere tal debe proteger el derecho básico a la búsqueda personal de la felicidad.

Así, si consideramos la libertad de cada uno en buscar su felicidad (y entiendo que el concepto de libertad puede tener muchas caras y defenderse desde muchos puntos de vista) como un valor esencial de los individuos. Una mirada a la situación de muchos de los ciudadanos, nos tiene que indicar que uno de los objetivos principales, sino el primero, sea erradicar la pobreza de las sociedades. Las grandes desigualdades actualmente existentes y los niveles escasos de recursos que tienen algunas personas, poco ayudan a una libertad que ofrezca una mínima posibilidad de autonomía y desarrollo personal.

En este contexto podemos preguntarnos ¿Que se ofrece por los distintos partidos para paliar los estados de pobreza de muchos de nuestros conciudadanos? Sabemos que algunos pretenden que nos demos  con un canto en los dientes si el número de contratos aumenta, aunque este número esté trufado de mini-empleos, esclavitud y salarios que no cubren las necesidades básicas. Otros piensan que un contrato único es la solución, eliminaría la temporalidad y evitaría las desigualdades en la contratación, pero su objetivo es ayudar a que las empresas sigan buscando el beneficio por encima de todo y ello, no me cabe duda, choca frontalmente con un mundo en el que podamos conseguir trabajo para todos. Poniendo el mundo del trabajo en el centro de la solución, hay otros que proponen la derogación de la actual reforma laboral del 2012, con la intención loable de impulsar nuevamente la negociación entre los actores sociales, e incluso hay quién propone el trabajo garantizado, y es verdad que existen muchos nichos de trabajo sin explotar como los relacionados con el medio ambiente, la dependencia, la sanidad, la educación, la investigación, etc., pero no podemos olvidar que el capitalismo ha demostrado su capacidad para buscar cada vez mayores rentabilidades apoyándose en la tecnología y reduciendo los costes de la mano de obra especialmente. En fin hay también quién propone una aproximación a la RBU pero sin atreverse a aplicarla y con resultados sobre la pobreza que se adivinan más pobres y con las mismas necesidades de financiación.

Ya en otras ocasiones he defendido en esta columna la RBU, debido a que es una medida de sencilla aplicación que eliminaría mucha burocracia pública, hecho con lo que muchos estarían muy de acuerdo; no estigmatizaría a las personas con la etiqueta de pobres, ociosos, vagos y maleantes; atacaría radicalmente la pobreza eliminándola al tener como objetivo que su importe mensual sea superior al umbral de pobreza; pondría en valor la solidaridad entre los ciudadanos que entiendo es esencial para una convivencia feliz; su aplicación puede ser tan rápida como queramos estando demostrado que su financiación sólo requiere, además de tener claro los objetivos políticos, una aplicación progresiva de los impuestos, pagando más por aquellos que más obtienen y extraen de la sociedad; estimularía la demanda interna, básica para una activación del consumo que pondría en marcha la maquinaria de la economía priorizando la producción y la ejecución de los servicios que son verdaderamente básicos para una vida digna; y, por último, supondría una verdadera revolución en el modo de entender la sociedad, dando verdadera autonomía a los ciudadanos para poder negociar los trabajos, para poder elegir el modo de vida que les satisfaga, facilitando una vida libre de las tribulaciones, como las que actualmente están pasando muchos ciudadanos que lo han perdido todo, y singularmente el trabajo que es el modo de adquirir rentas de la mayor parte de la población.

Vivimos, claramente, como ya han constatado reconocidos expertos, en una época en la que, por paradójico que parezca; conocemos y comprendemos los problemas mejor que nunca, producimos más que en ningún momento de la historia de la humanidad, tenemos herramientas para poder conseguir casi todos los objetivos que nos propongamos, estamos más formados y acumulamos mayor conocimiento; pero, parecemos incapaces de afrontar los problemas de manera decisiva y eficaz. La eliminación de la pobreza, en nuestro país un grave problema que exige eficacia sin demora, es un objetivo al alcance de la mano y la herramienta más eficaz y sencilla para abordarla es la RBU. Las razones para no aplicarla tienen que ver más con los intereses de algunos sectores sociales y su desconocimiento que con el interés común de lograr una sociedad mejor y una búsqueda conjunta de la felicidad.


¡Claro que hay alternativas a las políticas actuales! Los próceres del neoliberalismo estaban equivocados o querían engañarnos. Las cosas pueden y deben cambiar, no estamos en un mundo perfecto en el que cualquier retoque empeora la situación. Lo que sí es necesario son hombres y mujeres con conciencia, con empatía y con corazón para poder evitar la pobreza, la desigualdad y la injusticia.

Los humanos No somos tan inteligentes

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