jueves, 30 de julio de 2015

COMPETIR PARA PERDER SIEMPRE

El paradigma neoliberal se sustenta principalmente en la disciplina fiscal y eliminación del déficit, en la reducción del gasto público y reordenamiento de las prioridades del gobierno, en la reforma tributaria, en la liberación comercial, en generar un entorno favorable para la inversión, en la desregulación y la privatización de los servicios públicos y como derecho sacrosanto en el respeto de los derechos de propiedad.

Es verdad, sin embargo, que como decía Susan George la Disciplina fiscal pasa a significar algunas veces “acumular grandes excedentes presupuestarios y no gastarlos aun cuando una gran cantidad de personas en el país estén padeciendo hambre”. Reordenamiento de las prioridades gubernamentales se traduce en como “practicar la ‘recuperación de costos’ con respecto a la salud y la educación y hacer que la población pague por la totalidad de los gastos en estos sectores. Reducir el gasto público significa “eliminar los subsidios” a los alimentos básicos, energía, transporte público y demás. La reforma tributaria tiende a equivaler en la práctica a menores impuestos para los ricos. La privatización se convierte en un negocio lucrativo de oportunidades para “hacerse rico rápidamente” para las elites adineradas locales y las corporaciones transnacionales. La apertura y un entorno favorable para la Inversión Extranjera Directa (IED) no significan, necesariamente, que el país reciba inversiones en nuevas instalaciones para la creación de empleos y riqueza. Estadísticamente, la mayoría de los fondos clasificados como IED serán destinados solamente a fusiones y adquisiciones que impliquen la participación de empresas ya existentes, las que generalmente derivan en una reducción de la fuerza de trabajo. Los derechos de propiedad suenan muy solemnes pero de alguna forma nunca llegan hasta el sector en el que son más necesarios.


Otro de los puntos básicos del este neoliberalismo es centrar la recuperación económica en la exportación (claro que los más interesados en ello son aquellos países punteros que tienen ventajas competitivas y que conservan por encima de todo) ya que la demanda interna por mor del tratamiento agresivo de adelgazamiento recetado brilla por su debilidad. Que el balance comercial sea favorable es el mantra más oído y debe suponer la superación de las penurias económicas a las que nos ha obligado la crisis sistémica iniciada en el 2008. Las empresas tienen que ser más competitivas para poder exportar más y generar mayor PIB aunque no se note en las clases pobres. Pero para ser competitivas se centran en uno sólo de los factores que la impulsan, el que más daño hace a la mayor parte de la población;  la devaluación interna del salario. Se olvidan de las mejoras en la tecnología, de las mejoras organizativas, de la reducción de los beneficios, etc. Este modo competitivo tiene gran trascendencia para la mayor parte de la sociedad: los trabajadores, ya que se les obliga a entrar en un juego perverso en el que ganar supone siempre perder. Para ganar un puesto de trabajo tienen que ir prescindiendo poco a poco de su salario y derechos, y cuanto más dura sea la competencia mayor será la pérdida.

El accidente que hubo en Bangladesh en abril del año 2013, en el que se derrumbó el edificio conocido como “Rana Plaza” un complejo de nueve plantas. Edificio que no cumplía ninguna medida de seguridad y en el que se habían detectado visibles grietas. Edificio que albergaba cuatro fábricas textiles que surtían prendas a un coste ínfimo a marcas muy reconocidas de occidente (Benetton, Primark, C&A, Warl-Mart, El Corte Inglés, Mango, etc.) y en el que murieron 1138 personas, principalmente mujeres que obtenían salarios de hambre y eran fuertemente explotadas. En este derrumbe se evidenció el actual sistema competitivo, feroz y perverso que pone los beneficios por encima de la vida de las personas. Tristemente “Bangladesh se ha convertido en el segundo mayor exportador mundial de prendas, después de China, pero sigue siendo el segundo país más pobre del mundo, sólo superado por Haití[1]”. Pero además, para mayor perversidad “La paradoja de este proceso es que los consumidores de Occidente que se benefician de esta moda asequible gracias a los bajos salarios de Bangladesh son aquellos a quienes justamente los trabajadores de Bangladesh están dejando sin trabajo en sus países[2]”.

Actualmente hay muchos trabajadores en países pobres que ofertan jornadas larguísimas y totalmente flexibles por apenas un euro diario. Para competir con ellos estos son los niveles de explotación que debemos alcanzar, pero incluso alcanzándolos siempre tendremos que reaccionar si algún otro país ofrece algo más en tiempo de trabajo y productividad y algo menos en cobro de salarios y derechos. Por eso debemos preguntarnos si ¿Es esto lo que queremos y  es la única posibilidad de reflotar nuestra economía? El sociólogo de la Universidad de Berkeley Ramón Grosfoguel dice que el capital financiero alemán necesita una periferia laboral en Europa y, en consecuencia, afirma que se está empobreciendo a los países del Sur con la política de austeridad para obtener mano de obra barata y competir con China. Parece que esto es lo que, al menos quiere la Europa liderada por Alemania. ¡Claro hay a quién le va muy bien con estas reglas de juego!


Pondremos otro ejemplo del paradigma vigente en la economía mundial: Wal-Mart es la principal y más competitiva empresa de distribución comercial de Estados Unidos y compagina su gigantesca dimensión con la filosofía de precios bajos que consigue siendo una de las empresas que obtiene los mejores precios de los proveedores y unos reducidos salarios de sus trabajadores que suman más de 2.000.000 millones, siendo, en consecuencia, sus beneficios siempre muy abultados. Sin embargo los bajos precios por los que vende sus productos que en principio parecen una ventaja para sus clientes, se convierten en desventajas para las comunidades en las que se instala y ya son unas 8.500 tiendas en 15 países. “Estudios muy fiables demuestran que el empleo directo que crea Wal-Mart reemplaza a 1,4 trabajadores del resto del sector minorista, además de los puestos de trabajo que destruye al causar la ruina de los negocios complementarios[3]”, sin contar, por otra parte, los escándalos urbanísticos e incumplimientos de la legislación que conllevan la apertura de sus centros. Es verdad, ¡así es! como algunos ganan pero hacen que siempre la mayoría pierda.

Es esta, desde luego, una economía muy extraña, se compite en un circuito especial que nos incita a correr sin parar para llegar a tiempo a ofrecer a los clientes aquello que desean o les hacen desear con fecha de caducidad cada vez más escasa. Pero cuanto más corres y más vueltas se dan en este circuito productivo, más atrás nos encontramos: los premios asignados son menores y los clientes cada vez tienen menos poder de compra. Por lo que la tendencia de aquellos países que se especializan en perder, es acercarse al precio cero y a la compensación cero y, claro, en ello estamos: menos sanidad, menos educación, menos servicios en general, retribuciones a la baja, empleo escaso y precario, menos crédito para la innovación y la economía real, etc. Economía en la que los países perjudicados y los ciudadanos excluidos terminan perdiendo todo, ¡la banca siempre gana! En fin, estamos en un juego perverso y diabólico en el que cuanto más corres y más produces peor estás y más pierdes y las migajas que sobran se convierten en el premio de la mayoría, siendo éste cada día más  insuficiente para poder vivir.



[1] Burgaya, Josep (2015:29) La economía del absurdo. Deusto.
[2] Ibídem (2015:31).
[3] Ibídem (2015:88).

jueves, 23 de julio de 2015

El mundo de las democracias sobrevolado por buitres

La democracia es la forma política de vida en sociedad menos mala, pero en los tiempos en que vivimos está ya muy debilitada y es poco querida por algunos. El capitalismo mediante la globalización económica actual y especialmente a través de la financiarización de la economía ha conseguido que cada vez sea más normal que los bancos, las grandes fortunas y especialmente los especuladores financieros puedan poner en peligro a países en democracia teórica y, como consecuencia, a sus ciudadanos que ya detentan, como es lógico, escaso poder político. La soberanía del pueblo es un concepto que está quedando vacío y anticuado como la libertad de prensa y la justicia imparcial.

La globalización económica que tenemos ha supuesto un gran escollo para la democracia. Dani Rodrik en su obra La paradoja de la globalización plantea su famosa idea del trilema político provocado por la globalización. “Según este trilema, las sociedades no pueden disfrutar simultáneamente de a) mercados completamente integrados internacionalmente; b) un Gobierno democrático, entendido de forma minimalista como que las decisiones políticas relevantes han de gozar de un apoyo social mayoritario, y c) que estas decisiones se tomen en el marco de una estructura política nacional (el “Estado-nación”). La lógica del argumento es relativamente sencilla: la integración en los mercados internacionales en algún momento generará demandas al sistema político nacional (desregulación, cambios en fiscalidad, etc.) que entrarán en conflicto con las preferencias mayoritarias de la ciudadanía. La única forma de hacer que sean manejables las exigencias mayoritarias de los mercados y las demandas mayoritarias de la ciudadanía es haciendo que estas dos fuerzas operen en el mismo nivel: bien en el nacional (lo cual obligaría a renunciar a la integración plena de la economía en los mercados internacionales), o bien en el internacional (lo cual requeriría la transformación de los sistemas democráticos actuales y la creación de formas de articulación de la democracia a nivel supranacional)[1]”. Parece que esta idea es muy consistente con las situaciones que algunos países están pasando en Europa.

Los fondos llamados “fondos buitres” son otro escollo para la democracia ya que se han especializado en luchar en un mundo globalizado desregularizado; en el que el respeto por los distintos países cae en picado y donde el neoliberalismo hace imperar el darwinismo social internacional; buscan debilidades en aquellos países más pobres que se han visto arrastrados a un mundo de deudas internacionales y atacan a rivales moribundos a los que la globalización neoliberal, competitiva e individualista, sin tanques y sin armamento nuclear, ha dejado tirados en la lona de la indiferencia. Así “los inversores financieros sin escrúpulos [...] lejos de acudir con capitales para generar riqueza y empleo en países en desarrollo [o con dificultades], acudían a los mercados secundarios de deuda externa devaluada por la crisis, para especular incluso planteando costosos litigios internacionales a fin de lograr unos beneficios inalcanzables con transacciones comerciales[2]”.

Se podía leer en el Financial Times mediante la pluma del destacado economista Wolfang Münchau que “No hay nada polémico en la afirmación de que si la deuda es insostenible necesita ser reestructurada”. Parece obvio que si alguien no puede pagar y cualquiera que sepa las fórmulas del interés compuesto sabrá que la bola de nieve de la deuda puede ser un programa muy eficaz para conseguir impagos (default). Pues bien, los fondos buitre han conseguido aprovecharse de este programa injusto y utilizar la técnica del acreedor disconforme o discrepante. Los fondos buitre con esta técnica se niegan a cualquier acuerdo sobre la reestructuración de deuda, entrando en litigios con los países empobrecidos y muy endeudados, litigios que igualmente salen muy caros a las naciones deudoras y muy suculentos para los fondos buitre.

Según una reciente investigación sobre litigios efectuados contra la deuda soberana, el caso de Argentina ha sido el de mayor coste con un total de 3.700 millones de dólares, seguido por el de Brasil con un importe de 1400 millones de dólares. Si en el siglo pasado había pocos casos de litigio contra los Estados y los que había se iniciaban por las entidades bancarias. En el siglo actual en el 90 % de los litigios los que inician las demandas son los fondos buitre con intereses particulares y con una fuerte inclinación a iniciar disputas legales con los países pobres muy endeudados, por lo que son los países africanos con 80 litigios y los de América Latina con 23 los que absorben la mayor parte de las demandas. ¡Esta es la economía libre que tenemos!

El caso de Argentina es paradigmático en el conocimiento de cómo los fondos buitre pueden destrozar a sus víctimas amparadas en la legislación vigente, sin apenas riesgos y sacando pingües beneficios. El fondo buitre NML Capital Ltd., mediante sentencia del juez federal Griesa de Nueva York consiguió obligar a Argentina a que se le pagase toda la deuda soberana que había adquirido por unos centavos de dólar en el mercado secundario, lo que supuso unas ganancias de un 1.600 %. ¡Esto no puede compararse con la economía real! ¡Es mucho mejor! ¡Dónde va a parar! Esto es una muestra de cómo funciona la globalización actual que saca de nosotros los peores instintos y jugosos beneficios.

El temor de los países de la Eurozona a estas reestructuraciones desordenadas que son muy bien manejadas por los fondos buitre junto con una pretensión de aguantar hasta que pueda haber una mayoría más social en Europa, posiblemente puede haber influido en la decisión de Tsipras de aceptar un tercer rescate y la defensa que Podemos ha hecho de esta decisión. En los fondos buitres como en el mundo de los buitres reales la compasión no es un elemento a tener en cuenta. Cómo los buitres, estos fondos se lanzan a por su víctima ante el menor atisbo de debilidad e indefensión sin dejar rastros de vida. Los estados en este mundo desregularizado financieramente ya no son inmunes a los impagos de la deuda soberana y, por tanto, les puede salir muy caro a sus ciudadanos, especialmente a los más pobres.

Como dice el Papa Francisco “Tenemos que corregir un sistema económico estructuralmente perverso, en el que los ricos explotan a los pobres”. Y yo diría más, el dinero manejado por los peores, aquellos que sacan su lado más egoísta, más avaricioso y más insolidarios, logra explotar y destruir a gran parte de la humanidad. Así la liberación financiera, llevada a cabo por los neoliberales a finales de los años 70 del anterior siglo, ha abierto la caja de los truenos y ha permitido un enriquecimiento ilegítimo sin precedentes. El capitalismo financiero ha llenado el mundo de dinero ficticio que termina en manos de unos pocos “elegidos” y se apropia de los bienes y servicios producidos por los distintos pueblos. Así los que están en la cúspide económica marcan leyes injustas e interesadas y obligan a su cumplimiento, lo que supone los cilicios de este Dios cruel que hemos dejado instalar en nuestras vidas.




[1] Fernández-Albertos, José (2012:78).
[2] Hernández Vigueras, Juan (2015:79). Los fondos buitre, capitalismo depredador. Clave Intelectual, S.L. Libro del que se han sacado algunos de los datos expresados en este artículo.

viernes, 17 de julio de 2015

Cuando la medida de todo es el dinero nos hacemos más pobres

El dinero es el Dios actual más reverenciado al que adoramos y dedicamos una buena parte de nuestro tiempo sin ningún temor a estar perdiéndolo. Es hoy la medida de todas las cosas, sean materiales o inmateriales. Es verdad, no obstante, que en la sociedad capitalista el valor de cambio requiere una medida para poner en relación unas mercancías con respecto a otras, pero ya todo es mercancía, todo se compra y se vende y la unidad de medida que venimos utilizando es el dinero. De esta forma el dinero nos permite reclamar una parte del trabajo social de otros que producen para el mercado donde todos nos abastecemos. Con el surgimiento de los bancos y la posterior especulación financiera, además, se ha conseguido ir más allá, el dinero se ha convertido en meros apuntes contables y su rápido manejo especulativo se ha mostrado como la mejor manera de apropiarse, sin esfuerzo, del trabajo de los demás.

Este dinero cada vez más virtual ha adquirido tal importancia que se ha convertido en una mercancía estrella que se compra y vende infinitas veces dependiendo de la fluctuación de su valor y permitiendo un mundo creciente de especulación y avaricia cada vez más voluminoso que crece, además, como un verdadero cáncer maligno, desordenadamente. Ya que el dinero ficticio aparece por arte de magia sin que suponga ninguna relación real  con la circulación de bienes y servicios.

Podemos preguntarnos entonces “qué demonios es realmente el dinero que utilizamos (¡en particular cuando leemos que la Reserva Federal acaba de crear otro billón de dólares sacándoselos del sombrero!)[1]”. Cuando leemos que “el comercio de derivados ha alcanzado los 2.300.000.000.000 de dólares por día, 700 billones de dólares anuales, que el comercio de divisas comercia más de cinco billones diarios y sabiendo que el PIB mundial se calcula en 70 billones”, todo ello, según información fiable dada por el Banco de Pagos Internacional. No me cabe duda de que con estos datos de locura, lo más normal es que pensemos en que estamos al borde de la explosión de una nueva burbuja y nunca en que no hay dinero suficiente, ya que como se ve el dinero que corre por este mundo aparece cuando se quiere y es muy superior al que debiera existir si sólo representase a la economía real.

Es la institución del crédito la que ha dado la posibilidad de crear dinero de la nada y este se debe considerar el meollo del asunto. La aparición del crédito da la posibilidad a los bancos y a los individuos de generar dinero, posibilidad que antiguamente tenían como exclusiva los Estados. A través del crédito aquellos que se apropian de él imponen mochilas, a veces pesadas e inmensas, de intereses que pagarán aquellos que no logran mantenerlo en sus bolsillos o nunca lo han tenido y tienen necesidad del mismo. De esta forma y mediante los intereses que tienen que abonar, los más pobres, sean países o personas, además de poseer menos riqueza dineraria, tendrán que pagar más por conseguir los mismos bienes y servicios que lo que pagan aquellos que lo tienen e incluso hacen dinero con dinero. En fin diremos que más rescate, más hipoteca sólo supone un mayor desembolso dinerario para alcanzar bienes y servicios que otros disfrutan con menos.

Es verdad que no hay un sentido de la vida único y general para todos. Cada uno debe hallar su sentido haciendo de su vida una obra de arte que le satisfaga y llene su errar por este mundo. No obstante, si preguntáramos sobre el sentido que quieren dar a sus vidas a los habitantes de nuestro planeta, una gran parte de la población mundial manifestaría que buscar la felicidad y el buen vivir son opciones prioritarias. Si bien los conceptos de felicidad y buen vivir pueden tener también distintos significados según quien los busque, es difícil alcanzar cualquier propósito individual si no nos apoyamos en la sociedad en la que vivimos. El hombre es un ser social.

Por ello la consecución de estos objetivos vitales debe tener una herramienta que proporcione la medida de nuestros avances y el nivel de consecución de los mismos. Y en la aplicación de esta medida creo que nuestras sociedades están fallando estrepitosamente. El capitalismo ha generalizado la medición de nuestras vidas a través del dinero. Y al ser el dinero la medida de todas las cosas se nos impone un tipo de visión que empaña un mundo de posibilidades de mejora en nuestra sociedad y, sin embargo, nos hace participar en una competición adquisitiva que saca la felicidad del distanciamiento entre unos y otros favoreciendo la desigualdad reinante que sigue creciendo como una bola de nieve.

 Así por mor de esta competición somos capaces de olvidar a nuestros congéneres. ¡Lo importante es ganar! No somos o no queremos ser conscientes de los destrozos que se provocan en nuestro mundo por nuestros actos. Por ejemplo aquellos que se producen en los países pobres y entre la gente con pocos recursos: “Los aumentos repentinos de los precios pueden no ser tan preocupantes en los países desarrollados donde la comida equivale a un 10 al 15 por ciento del coste de vida; pero en los lugares dependientes de las importaciones donde gran parte de la población destina entre el 70 y el 80 por ciento de sus ingresos a la compra de alimentos, esto pueden representar un desastre nacional[2]”. Estas situaciones incrementan los desplazamientos de miles de personas con el objeto de sobrevivir con resultados que se publican a diario y da lugar a grandes disturbios en multitud de naciones muy diferentes de todo el mundo.

El dinero ha robado el alma al mundo, a Europa y a sus ciudadanos. Los negocios dominan y regulan a los gobiernos. Los gobiernos no cumplen con la tarea de amparar a todos los que están bajo su amparo. En las sociedades antiguas sin embargo la economía no desbordaba el ámbito social y solamente si la sociedad tenía problemas el individuo quedaba desamparado. Polanyi escribió: “El individuo no está en peligro de pasar hambre a menos que la sociedad en su conjunto esté en una situación similar[3]”. Ahora las cosas han cambiado.

Ahora el uso acelerado del dinero real, contable o prestado son armas verdaderamente peligrosas para una gran parte de la humanidad.  Demostrado queda que “Si alguien puede hacer circular su capital más rápidamente que otro, entonces disfrutará de cierta ventaja competitiva. Existe, por lo tanto, una considerable presión competitiva por acelerar el tiempo de rotación de capital[4]”. Y no cabe duda de que la rotación acelerada del capital se pueda hacer más fácilmente por los bancos que por los pobres que tienen menos posibilidades. Y así mientras la rueda del capitalismo gira en un contexto de liberación económica, de multiplicación ficticia del dinero y de especulación financiera, los ricos se harán más ricos y los pobres tendrán que luchar por su supervivencia. Aunque todos seremos pobres, principalmente en alcanzar nuestros fines vitales.



[1] Harvey, David (2014:21). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial  IAEN, Quito.
[2] George, Susan (2015:42). Los usurpadores. Icaria Editorial, S.A.
[3] Polanyi, Karl. Nuestra obsoleta mentalidad de mercado.
[4] Harvey, David (2014:84). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial  IAEN, Quito.

viernes, 10 de julio de 2015

Diálogo de besugos

Vivimos momentos convulsos, de confusión y enfrentamiento. Los mensajes enviados por los emisores se convierten en códigos que son descifrados e interpretados de acuerdo a los objetivos e intereses de los receptores, el mensaje es una pelota que devolver, una excusa para contraatacar y no para entender al emisor. Las ideas se alejan de la realidad para convertirse en dardos que pretenden dejar malparado a aquel que piensa diferente: me parece que los pobres tienen derecho a comer, ¡populista! ¡Comunista! ¡Intelectual de pacotilla!; creo que las personas deben estar por encima de la deuda: ¡vas a hundir la nación! ¡Eres de extrema izquierda!; el no de Grecia es una buena noticia para la democracia y para Europa: ¡hay que pagar la deuda! ¡Los pobres de las demás naciones menos afortunadas de Europa también la pagan!; hablamos de los griegos no de los bancos y ni siquiera de Grecia: ¡demagogo! 

Un paseo por las redes sociales nos deja claro las diferencias de pensamiento entre las distintas personas, personas que aunque conviven en un mundo cada vez más globalizado, sin embargo, quieren encontrarse  y se encuentran en mundos muy diferentes o al menos sus ideas y hechos así lo demuestran. Estigmatizar y menospreciar al otro se ha convertido en un estímulo ampliamente utilizado en nuestras vidas. A veces se llega, incluso, al ridículo cuando los más tozudos comunicadores siembran cizaña criticando en los demás que no posean aquello de lo que carecen absolutamente ellos y aquellos a los que representan. ¡Vamos lo de la paja en el ojo ajeno y la viga en el nuestro!

¿Tan difícil es construir un mundo en el que todos podamos vivir mejor? ¿Es una imposibilidad populista que va en contra de toda lógica y de todo orden económico? ¿El capitalismo apellidado neoliberal es el mejor de los mundos? ¿No hay alternativa? Si no estoy engañado parece, no obstante, que hay suficiente evidencia para demostrar que tras el pacto habido después de la Segunda Guerra Mundial, pacto que dio lugar al nacimiento de los Estados del Bienestar, uno de los mejores inventos del siglo XX, al que desgraciadamente nuestro país tuvo una acceso tardío e insuficiente, el crecimiento de los países desarrollados ascendió, en los años llamados treinta gloriosos, más que en los años posteriores en los que se instauró el neoliberalismo a finales de los años 70 principios de los 80 del anterior siglo.

El conflicto sociológicamente se entiende como un instrumento positivo que nos ayuda a descubrir puntos de encuentro escondidos y mejoras útiles e inadvertidas. La confrontación verbal a la que estamos acostumbrándonos, sin embargo, sólo sirve para destruir y ganar al oponente, al adversario, al otro. Es verdad que en un mundo competitivo en el que el que “más chifle, capador”, la confrontación no puede evitarse y la agresividad hacia los demás y hacia uno mismo es y será la moneda común. La posesión de dinero y riquezas mide el éxito en la contienda, el poder social alcanzado y decide lo que está bien y lo que está mal. Decide en definitiva la sociedad que debemos tener aun en contra del criterio de la mayoría de sus miembros. Pero nada se puede construir los unos contra los otros aunque las guerras han dado, eso sí, pingües beneficios para algunos.

La duda de que vivimos en un mundo desigual desgraciadamente ya no existe, se constata a diario. Las evidencias son sangrantes. Este contexto de desigualdad marca realmente en una gran proporción las ideas que defendemos, aunque tampoco quepa duda de que también abunden las rarezas en un mundo enloquecido, materialista y cambiante al que cuesta adaptarse, sobre todo a los mayores. Y es el largo transcurrir de la historia el que podría aclarar la inconsistencia de muchas realidades de hoy: ¿cómo los ricos se hicieron ricos? ¿Cómo los países desarrollados alcanzaron su riqueza y con qué políticas la han conservado? ¿Cómo los organismos internacionales practican el fariseísmo siempre a la orden de los imperios, obligando a políticas de austeridad que no ayudan a los países y personas que necesitan ayuda y sí mantiene el statu quo existente y beneficioso siempre para los de arriba?

Vivimos en un mundo desigual que origina mundos paralelos de difícil encuentro. Hay, incluso, quién no quiere que se encuentren salvo para la explotación y extracción de aquellos bienes necesarios para la vida y los lujos que se suben del inframundo al supramundo. Así en el mundo de arriba se vive con total placidez, con todo el lujo posible, inventando placeres sin descanso, y sin que falte de nada, ¡para ello marcan las reglas y esto requiere mucho esfuerzo! y, en el mundo de abajo, se acatan las normas de los de arriba y se les ayuda a disfrutar de su placidez dejándose, en muchos casos, la piel en ello.

Estos mundos no pueden dialogar en plano de igualdad, empleando la misma lógica y llamando a las cosas por el mismo nombre. El encuentro de los mundos daría lugar a una explosión nunca vista, a una revolución por la humanidad y por la nave en la que vivimos. Pero no hay más ciego que el que no quiere ver y nada es más difícil de ver que aquello en lo que no hemos pensado ni por asomo: ¡viva la desigualdad, el egoísmo y la avaricia, ya que son el motor del desarrollo y la libertad de las personas!

Decía Paul Eluard que “hay más mundos pero están en este” y no cabe duda de que esto sea así al observarse las tremendas diferencias existentes en un momento en el que aunque los medios de comunicación están en su momento más álgido y, sin embargo, la incomunicación es cada día mayor. También se ha dicho que la comprensión es amor y hoy no buscamos la comprensión ni para sumar votos, ya que va mejor conseguirlos con el engaño y el miedo. Seguimos así viviendo como en tiempos pretéritos, las religiones siguen estando enfrentadas, los países están divididos y mantienen una oposición de objetivos, las empresas practican el darwinismo social destruyendo a los competidores y sacando beneficios de los enfrentamientos, las personas compiten, eso sí con desigualdad de oportunidades, como entes aislados excluyentes y, poco a poco, entre todos vamos encaminando nuestro planeta hacia un destino incierto y no buscado.

La distancia entre los ricos y pobres contribuye a la expansión de estos mundos; en nuestro país medida en renta o ingresos la distancia ha aumentado cerca del 19% entre el 2002 y 2011 y en este mismo período, en relación a la riqueza o el patrimonio ha crecido en un 60,4 %[1]. No puedo por menos concluir que la desigualdad origina, sin duda, mundos que no pueden comunicarse sino es con un diálogo de besugos, un diálogo en distintos planos sin encuentros y puntos comunes. Diálogo que intentará mantener la situación tal como está, impidiendo su reunión hasta que la tensión sea inaguantable o se aprenda a conciliar las diferencias existentes en soluciones para todos.



[1] Alternativas económicas, núm. 25, mayo 2015: Más desigualdad en riqueza, Carlos Pereira y Walter Actis.

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...