miércoles, 29 de noviembre de 2017

¡Que pare el mundo que yo me bajo!

Es vergonzoso y sangrante, para las personas que tengan un mínimo de ética y de compasión con los de su misma especie, lo que está pasando en nuestro entorno. Dejamos que el mundo se vaya al garete porque permitimos negocios redondos para los que más tienen sin preocuparse del medio ambiente, ni del calentamiento global, ni de la destrucción del mundo en el que vivimos todos. Dejamos que la desigualdad vaya creciendo a pasos agigantados, y así admitimos que mientras algunos tienen que callar (una mordaza les amenaza) y arreglarse con 426 € o incluso menos, en nuestro país, por otra parte, ya existan más de 428.000 personas que tienen más de UN MILLÓN DE EUROS y en muchos casos su aportación a la Hacienda es mínima. Admitimos que se prioricen y sean verdades absolutas los números mágicos de un déficit público que es un atentado contra los ciudadanos, y evitamos realizar gastos sociales en beneficio de aquellos que mal viven o viven a duras penas y perjudicamos, además, sectores que a todos interesan y nos pueden ayudar a salir de la crisis/estafa; sectores como la educación, la sanidad, los servicios sociales, el medio ambiente, la investigación…

Demostramos un conformismo que nos llevará directos al abismo, eso sí calladitos y sin protestar. Nos sucederá, seguro, lo mismo que le sucedió a la rana hervida: si a una rana se la pone en un recipiente hirviendo salta inmediatamente, pero si se le mete en un recipiente con agua templada y se va calentando el agua poquito a poquito la rana morirá hervida sin darse cuenta. Así no está pasando, adormecidos con mentiras y falsas previsiones, no nos estamos dando cuenta de los cambios graduales que están sucediéndose en el planeta y en nuestro entorno, y llegará un momento en el que sin apercibirnos, sin darnos cuenta, no habrá vuelta atrás.

Hay que decirlo muy claro; esto ya no es una lucha entre naciones, es una lucha de clases entre la plutocracia, las élites, el 0,1 % de la humanidad y el resto. Un pequeño número de personas que tienen el poder y el dinero mueven el mundo con sus intereses despreocupándose del resto de seres que habitamos el planeta. Olvidándose, incluso, de su propia seguridad porque el final nos atrapará a todos. Si la mayoría fuéramos conscientes de la situación, de su empeoramiento acelerado y del poder que se puede ejercer al pertenecer a la casi totalidad de la población, se podrían dar pasos para evitar lo que posiblemente ya, es inevitable. Pero, no obstante, aún hay expertos que dan lugar a cierta esperanza y con acciones sencillas.

La revista The Atlantic se hacía eco el pasado agosto de un estudio llevado a cabo por un grupo de científicos de la Universidad de Oregón, el Bard College y la Universidad Loma Linda. ¿Qué calcularon? Exactamente qué pasaría si los estadounidenses sustituyesen la carne de ternera por las judías pintas (en inglés, beans instead of beef): solo con ese cambio en la dieta se podría cumplir la promesa de Barack Obama de reducir en un 30% los gases causantes del cambio climático. Y no en 2030, como aseguró el expresidente, sino en 2020. Es decir, aunque estructuralmente no cambiase nada más (ni en el tema energético, ni en el de contaminación) e incluso si la gente siguiese comiendo carne de cerdo y pollo, se reducirían las emisiones en, al menos, un 46%[1].

Parece de locos el que  no seamos capaces de dar un giro a nuestras sociedades, de dar un giro a nuestras políticas. Todos somos conscientes de “la perpetuación del hambre destructiva en un mundo ahíto de riquezas y capaz de lograr lo imposible [lo que] se vuelve todavía más inadmisible. Una matanza en masa de los más pobres.[2]” Todavía es más demencial que según Medicusmundi 100 millones de personas caen cada año en la pobreza a consecuencia de los gastos sanitarios. Y es de vergüenza que en un país como Estados Unidos, país en el que el gasto sanitario del Estado es el más elevado, sin embargo no tener cobertura pública supone que millones de personas hayan perdido sus casas para poder pagar las facturas sanitarias.

Y todo esto no tiene visos de parar si no somos conscientes de la situación. Todo lo tienen bien controlado y sus objetivos siguen cumpliéndose con creces. Las empresas han tomado el poder y “Los monopolios de mañana [incluso de hoy] no podrán ser medidos solo por la publicidad que nos venden. Estarán basados en lo mucho que saben sobre nosotros y cuánto mejor pueden predecir nuestro comportamiento respecto a los competidores.[3]” Es la verdad el “gran hermano” nos controla, nos adormece y nos ahoga.




[1] La Marea núm. 54. ¿Y qué puedes hacer tú? Noemí López Trujillo, pág. 21
[2] Ziegler, Jean (2013:52). Destrucción masiva, geopolítica del hambre. Booket.
[3] La Marea núm. 54. Medios que dependen de Silicon Valley. El poder de Facebook y Google representan el mayor cambio de paradigma en la era digital. Ekaitz Cancela, pág. 25

miércoles, 22 de noviembre de 2017

¡Cuidar los servicios públicos! Es un bien de todos

En el capitalismo neoliberal que padecemos, menospreciar la gestión pública se ha convertido en un mantra machacón que ha calado en la población de forma inconsciente. Para que no pudiera plantearse duda alguna, las políticas neoliberales se han encargado de retirar y reducir recursos para los servicios públicos ya establecidos que dejaban ver, a fuerza de escasez, las deficiencias inducidas. Sin embargo, los resultados obtenidos por las buscadas privatizaciones han sido poco halagüeños para los ciudadanos, ya que han tenido que pagar facturas cada vez mayores y recibir servicios más caros que no mejoraban la calidad. Además, han visto como sólo se beneficiaban los administradores y accionistas de las empresas privadas que se hicieron cargo de estos servicios.

La gestión pública de los servicios básicos tiene la virtud de poner ha descubierto los valores que la sociedad sostiene y están imbuidos en su cultura. El mejor o peor funcionamiento de un servicio público tiene que ver con la sensibilidad social de los ciudadanos, con la cohesión social y el sentimiento de identidad de sus integrantes. La gestión privada, sin embargo, sólo se da si hay beneficio y para conseguirlo no se detiene ante la pobreza, disminuciones de plantilla, reducciones salariales, precarización laboral, búsqueda de subvenciones, selección adversa de clientes en relación a su mayor o menor coste y a su mayor o menor seguridad de cobro. La calidad del servicio y el coste del mismo tendrían que ser los parámetros de su evaluación y hay evidencias, para quien quiera ver, de que los costes que se pagan por la ciudadanía son hoy mayores y los servicios que los ciudadanos reciben dejan que desear en algunos casos.

Las pensiones, la investigación, las energías, la sanidad, la educación, la dependencia, la vivienda, salen claramente perjudicadas con las políticas neoliberales. La corrupción, la especulación y la desigualdad, se han disparado al alza, y el medio ambiente, la solidaridad, la cohesión y la empatía parece que han sufrido una clara devaluación. Todo es mercancía en este capitalismo. Y así el dinero que debiera ser un medio de pago que facilite las transacciones de productos y la compra de servicios, se ha convertido en una nueva mercancía más a la que damos un valor omnímodo, cuando la realidad es que está basado en la confianza que la sociedad deposita en él, como deuda que permitirá mediante su aceptación comprar otros bienes y servicios.

El Estado no tiene que intervenir, dicen los que aprovechan los beneficios privados, pero son ellos los primeros que cuando sus excesos provocan el hundimiento de sus empresas, acuden al papá Estado, para que entre todos los ciudadanos acoquinemos recursos y les salvemos. Sólo hay que mirar para ver y no estar sordo para poder oír.

Algunos Ayuntamientos, a pesar de las dificultades que se les han puesto para lograrlo, basados en estudios de expertos, se han dado cuenta de la realidad y han devuelto servicios básicos que se habían privatizado a la gestión pública para realizarla por los propios Ayuntamientos. Pero no hay que hacer grandes estudios para tener claro que hay bienes esenciales que no pueden estar al arbitrio del mercado y menos en mundo tan desigual, ni bajo la especulación financiera, ni dependiendo de la posibilidad de poder pagar su precio. El aire y el agua son bienes que no pueden dejarse en manos del mercado y, tampoco, la salud, la educación, la dependencia. Y no se pueden dejar si queremos una sociedad que mire por sus integrantes, valorando la vida como un bien que no puede definirse mediante un precio y no puede valorarse con un medio de pago.

No es necesario recordar que, incluso, el gasto público pone dinero en la economía, a favor del sector no público, mejorando así el letargo que ésta pueda tener en tiempos de penuria, que este dinero, además, tiene un efecto multiplicador beneficioso para las empresas y los ciudadanos, estimulando la producción y la prestación de servicios que pueda estar ociosa por falta de demanda.

No debería ser necesario recordar que los gobiernos, a diferencia de las familias y si emiten su propia moneda, no tienen restricción presupuestaria sino, a lo sumo una “regla contable” convenida y asumida.

No debería ser necesario recordar que hay gastos costosos pero que son de vital importancia para el crecimiento y la mejora de la economía como el gasto en educación y la investigación y el desarrollo (I+D). Gastos que no pueden dejarse al albur de la empresa privada. Gastos que son externalidades positivas que benefician a la generalidad de la sociedad, suponiendo grandes ahorros a las empresas. Gastos que como en investigación y desarrollo han sido silenciados cuando la administración era su financiador y promotor. Así nos dice Mariana Mazzucato en su libro “El Estado emprendedor”: “En el desarrollo de la aviación, la energía nuclear, los ordenadores, Internet, la biotecnología y los actuales desarrollos en la tecnología verde, es y ha sido el Estado –y no el sector privado—el que ha arrancado y movido el motor del crecimiento, gracias a su disposición a asumir riesgos en áreas donde el sector privado ha sido demasiado adverso al riesgo.[1]

Si parece necesario recordar que debemos ¡Cuidar los servicios públicos! Es un bien de todos.




[1] Mazzucato, Mariana (2014:46). El Estado emprendedor. RBA.Barcelona.

martes, 7 de noviembre de 2017

Desigualdad, Derechos Humanos y Libertad

El progreso de la humanidad tiene que relacionarse indefectiblemente con la empatía y la mayor sensibilidad hacia nuestros congéneres y seres vivos de nuestro entorno. Es difícil, por no decir imposible, alcanzar objetivos en un mundo cada vez más desigual que se olvida de los Derechos Humanos proclamados, sin embargo, a bombo y platillo pero nunca perseguidos sino como medio de márquetin y cortina de humo de los verdaderos intereses de aquellos individuos que están por encima del bien y del mal, montados en su avaricia y egoísmo.

Hay suficiente evidencia científica y empírica que nos demuestra una amplia relación entre la desigualdad económica y una economía con mayores problemas. La acumulación de riqueza en unos pocos hace que estos utilicen gran parte de sus recursos en la especulación y en los gastos suntuosos, mientras que aquellos que poco tienen se conforman con ir tirando, si pueden, sin poder consumir lo que no poseen.

Esta situación no es la que atrae más titulares en la prensa y más conversaciones en la calle. Parece que actualmente damos más importancias a las banderas y a los nacionalismos que a la pobreza, la desigualdad, la falta de derechos humanos y la falta de libertad. Olvidamos, o queremos poner un tupido velo para que no afecte a nuestra tranquilidad, que hay ocho personas que tienen tanto dinero como la mitad de humanidad, y no son de ningún país, el dinero, su ambición y su egocentrismo son su patria.

Una tesis científica en neurociencia denominada cerebro social indica que “lejos de un mero aumento de tamaño, la remodelación del cerebro en nuestro linaje posiblemente vino inducida por la selección natural de determinadas áreas vinculadas a la vida grupal.[1]” La conciencia de nosotros mismos y la empatía con nuestros semejantes suponen un salto en nuestra evolución. “Somos sociales porque tenemos conciencia, y nuestra sociabilidad es más rica cuanto más desarrollada está nuestra conciencia.[2]” En estas relaciones grupales el lenguaje ha supuesto un paso adelante. Podemos decir por ello que el lenguaje es un importante acelerador de la evolución cerebral.

No obstante, estamos tan embebidos de una realidad programada, tapadera de la verdadera situación, que obviamos los Derechos Humanos Fundamentales. Aquellos en los que la mayor parte de la población estamos de acuerdo: el derecho a la vida, el derecho a tener unos medios dignos para poder desarrollarte como persona, el derecho a la libertad. Así, pocos conocen que en España las tasas de suicidios son superiores a las de accidente de tráfico. En los últimos años en nuestro país los suicidios han duplicado a los accidentes de tráfico. Entre los que tienen una edad entre 15 y 39 años,  el suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte detrás de los tumores. Pocos conocen la dura realidad que están pasando muchos de los que forman parte de nuestra Patria.

Y es una realidad inducida por una ideología que permite señalar con el dedo a aquellos que roban para comer y defiende la corrupción a gran escala, apoya a aquellos que se aprovechan de la gran mayoría con prácticas al borde de la legalidad y poco éticas. Una ideología que permite recortes en bienes y servicios a los que menos tienen y transfiere el dinero de todos a aquellos que nadan en la abundancia, dicen que si no la economía no funciona. Una ideología que aplica la fórmula de que cuando el agua sube todos terminan flotando, aunque ya algunos se hayan hundido para siempre. Una ideología que aplica el ejemplo del caballo y el gorrión: dando de comer al caballo el gorrión comerá de aquel grano que pueda caer (que buen ejemplo de nuestra realidad). Una ideología que está contribuyendo a la mayor desigualdad que se haya podido constatar en la historia de la humanidad. Así, como botón de muestra, veamos el siguiente gráfico de nuestra querida España:
En el mismo se aprecia como los que siguen ganando son aquellos que más tienen y también quien sigue perdiendo son los que menos tienen. Hay, claramente a quienes no se les permite ningún tipo de libertad ni de derechos.

Mientras esto sucede hay “españoles” que ocultan unos 140.000 millones de euros en paraísos fiscales, para seguir disfrutando de su elitismo. Pero, a pesar de estas noticias y otras parecidas que son conocidas, sigue habiendo ciudadanos que aun viendo no ven, como nos indicaba Saramago. Ciudadanos que siempre buscan a otro para descargar sus culpas e impotencia, porque los semejantes, los de su grupo, los de su equipo, los de su partido son siempre los mejores y son el soporte de su propia vida disfrutada con anteojeras (incluso pueden dejar de ver al otro como un ser humano). Vida que es más fácil sin preguntarse por qué unos pueden quedarse con casi todo, por qué no se respetan los Derechos Humanos, por qué hay quién no tiene libertad ni para poder seguir viviendo.



[1] Valderas, Jose María (2017:65) La conciencia. Colección las fronteras de la ciencia. RBA.
[2] Ibídem (2017:72)

miércoles, 1 de noviembre de 2017

¿A quién interesa la deuda?

Hay conceptos económicos que están sirviendo para engañar y embaucar a los ciudadanos y buscar así objetivos que ni mucho menos son favorables a la sociedad sino exclusivamente son favorables a aquellos que los implantan  como simiente de largo recorrido y que los riegan sin desmayo para así obscurecer y hacer opaca la realidad a aquellos otros que resultan ser los perdedores inconscientes.

La deuda, en sentido extenso, es uno de ellos y con una importancia de gran trascendencia social. En base a la deuda se aplican las políticas de austeridad, recortando cada día más servicios públicos, aunque, por el contrario, la deuda siga desbocada y sin solución. Los propios bancos, sin embargo, son los beneficiarios de este sistema endemoniado y esclavizador. Así, nos dice el economista Torres López en su último libro “El problema principal que provoca la creación de dinero bancario en un sistema de reserva fraccionaria es que los bancos se convierten en auténticos motores de propulsión de la deuda, y ésta, en el negocio más rentable de la historia humana y no sólo por los beneficios económicos que reporta, sino por la esclavitud que supone para los prestatarios.[1]

Un error, también ampliamente cometido, es considerar que los bancos prestan el dinero que tienen, cuando ocurre sencillamente al revés. “Los bancos no prestan lo que tienen, sino que tienen lo que prestan.[2]” Los bancos no tienen obligación de mantener todo el dinero que les ingresan, gran parte del dinero depositado por los clientes se utiliza para dar préstamos y especular en los mercados financieros. La banca cuando no consigue buenos resultados, en tiempos de vacas flacas, utiliza el efecto palanca. Los bancos han aprendido a dar en todo momento buenos resultados que siempre son necesarios para la cotización de sus acciones. Con fondos propios escasos han recurrido al apalancamiento[3], juegan y arriesgan con dinero que no es suyo, así los beneficios generados fácilmente suponen un porcentaje jugoso y mayor. Los bancos aprovecharon de forma extensiva el apalancamiento, para mejorar los beneficios sobre los recursos propios, en algunos casos este apalancamiento llegó a ser 45 veces los fondos propios, endeudándose enloquecida y avariciosamente para ganar más con menos, aunque con mucho más riesgo para los demás, como nos demostró la crisis de 2007/2008, la gran recesión. Y, sin embargo, los grandes beneficios que obtuvieron, e incluso lo poco que había iniciada la crisis, se lo repartieron entre unos pocos por lo que la tajada que sacaron fue muy suculenta, quitándola, además, de la boca de los más necesitados.

Realmente la banca privada es la generadora de la mayor parte del dinero que utilizamos. Crea dinero de la nada, sólo con apuntes contables en el debe y haber de las distintas cuentas, dando créditos a un determinado interés y generando deuda. Así llega a concluir Torres López “En resumidas cuentas, por tanto, el dinero bancario es la deuda que crean los bancos desde la nada (mediante la simple firma de los respectivos contratos y las anotaciones pertinentes de cargo y abono) cuando conceden préstamos que se traducen a posteriori en depósitos. O dicho también muy claramente con palabras del premio Nobel de Economía Maurice Allais: el mecanismo del crédito conlleva una creación de moneda ex nihilo mediante simples juegos de escritura.[4]” Es una actividad tan sencilla y cuesta tan poco esfuerzo que el propio Keynes preguntaba “¿Por qué si los bancos pueden crear crédito, se permiten rechazar cualquier solicitud razonable de préstamo? ¿Y por qué están autorizados a cobrar una tasa por algo que a ellos les cuesta poco o nada?[5]

Y así nos encontramos que después de pagarles a escote entre los ciudadanos miles de millones a los bancos para paliar sus juegos peligrosos con nuestro dinero, el negocio bancario sigue boyante hoy en día y las noticias del presente año son muy elocuentes: Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia y Sabadell, las mayores entidades financieras españolas, han ganado en los nueve primeros meses del año 11.339 millones de euros, un 15 % más que en el mismo periodo de 2016.

Y así sigue la canción triste de la deuda. Nuestro Gobierno generador de la mayor deuda de Europa a pesar de sus políticas austericidas, reducirá nuevamente en 2018, por tercer año consecutivo, la proporción de Producto Interior Bruto (PIB) que destina a Sanidad, Educación y Protección Social. En los dos primeros casos el gasto caerá en dos décimas, con lo que la partida destinada a Educación pasa del 4% al 3,8% del PIB, y la de Sanidad se contraerá del 6% al 5,8%. Por su parte, en la partida destinada a pensiones, servicios sociales y políticas de fomento del empleo, entre otros aspectos, la reducción será incluso mayor: pasará de recibir el 16,5% del PIB a quedarse en el 16,2%.

La pregunta sigue siendo ¿quién sale beneficiado de estas políticas? ¿Quién le interesa la deuda?



[1] Torres López, Juan. (2016:177). Economía para no dejarse engañar por los economistas. Deusto.
[2] Ibídem (2016:135)
[3] El apalancamiento es el recurso al endeudamiento para incrementar la rentabilidad del capital propio. La ratio se calcula teniendo en cuenta los fondos propios y el volumen de deudas.
[4] Torres López, Juan. (2016:173). Economía para no dejarse engañar por los economistas. Deusto. 
[5] Petitor, Ann. La producción del dinero. Los libros lince S.L. 2014. Edición digital.

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