lunes, 5 de diciembre de 2016

Contribuimos para recibir

La frase del título es el eslogan de la campaña de este año de la Hacienda española. En contra de la misma, hay que tener muy claro, que inversamente al eslogan no contribuimos para recibir, sino que los que contribuyen, que mayormente son los trabajadores por cuenta ajena, lo único que están consiguiendo es disminuir su capacidad de gasto, su capacidad de compra de bienes y servicios, teniendo, además, que contribuir con sus ingresos menguantes a pagar servicios públicos y bienes que antes de los recortes recibía gratuitamente del Estado. Sin embargo, somos conscientes de que hay quién teniendo mayores rentas y posibilidades defraudan al fisco y por tanto, es obvio, que lo que consiguen es mantener o aumentar su capacidad adquisitiva y seguir enriqueciéndose, incluso, a costa de los que menos tienen.

Los impuestos tienen algunas funciones; nos informan del coste de los servicios públicos y sirven, además, para distribuir la renta. Pero la distribución de la renta no es muy adecuada si lo que se consigue, permitiendo la defraudación y mediante prebendas en forma de deducciones, es dar más a los que más tienen. Con este plan actual de recaudación “Los ricos se están enriqueciendo solo porque son ricos. Los pobres se están empobreciendo sólo porque son pobres.[1]” Las inmensas fortunas del vértice superior de la pirámide social, incluso, se destinan a la especulación y no a la economía real y se utilizan, también, para evadir impuestos sorteando la Ley y aprovechando cualquier resquicio de la misma para eludirla.

Pero no sólo se aprovechan las grandes fortunas y las empresas punteras de la distracción de sus obligaciones con la Hacienda Pública, también se valen de los gastos del Estado para producir el objeto novedoso de sus ventas. Así es sorprendente que muchas de las grandes fortunas, como Apple, Microsoft, se hayan basado en grandes gastos realizados por la administración como Internet, pantallas táctiles y asistentes personales activados por voz. Los éxitos de estas investigaciones de la administración han generado millones de dólares y euros en beneficios a la empresa privada y, sin embargo, estas empresas no sólo no han aportado beneficios al Estado benefactor, sino, incluso, se han llevado sus beneficios a paraísos fiscales para que su fiscalidad sea mínima y sus beneficios mayores, olvidando a sus conciudadanos.

Es sorprendente, igualmente, que muchas de las grandes empresas, con beneficios millonarios reviertan a los Estados solamente costes, y no sólo en forma de medio ambiente y efectos dañinos en los trabajadores, y esos costes se pagan por los ciudadanos e, incluso, el Estado es capaz de contribuir a sus beneficios con regalías en forma de deducciones fiscales, olvidando, por el contrario, a aquellos ciudadanos que están al borde de sus fuerzas vitales.

Muy lejos parecen las ideas utópicas que señalaban como principio básico el que las empresas debieran estar subordinadas a la sociedad procurando el mayor beneficio a las mismas. Ya que no hay día en el que no nos levantemos sabiendo que algunos de nuestros conciudadanos, más famosos y agraciados económicamente (muchos de ellos empresarios de éxito), han faltado a sus obligaciones fiscales. A pesar de que se les considera símbolo y bandera de nuestro Estado social y democrático de Derecho que propugna como valor superior la igualdad.

Pero, tristemente, es la desigualdad incontrolable provocada por las ideas neoliberales el resultado de la ruptura del pacto social habido después de la Segunda Guerra Mundial. Y como dice Zygmunt Bauman “La tenaz persistencia de la pobreza en un planeta dominado por el fundamentalismo del crecimiento económico es suficiente para que el observador se detenga y reflexione tanto sobre los daños directos como sobre los daños colaterales de esta redistribución de la riqueza.[2]” Y pensar sobre la ampliación constante de la brecha de la desigualdad, por lo que considero es un tema cuya solución no solamente es muy importante sino también urgente.

En el día de la Constitución y en estos días que se plantea su reforma debemos ser conscientes de sus mandatos. Recordar por ejemplo el artículo 128.1 “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.” El artículo 31 "Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo a su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio." El 128.2  “Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.” O el artículo 9.2 “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”

Contribuir para recibir sólo puede traducirse en un efecto positivo cuando aquellos que más tienen contribuyan más, y siempre que pongamos por encima el valor de la solidaridad al valor de la avaricia. Como nos decía el estadista y filósofo inglés Francis Bacon, debemos ser conscientes de que “la riqueza es como el estiércol; solo es buena si está esparcida.”





[1] Bauman, Zygmunt (2014:22) ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Espasa libros S.L.U.
[2] Bauman, Zygmunt (2014:12) ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? Espasa libros S.L.U.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...