lunes, 31 de octubre de 2016

Los buitres se lanzan sobre las pensiones

A nadie se le escapa que el volumen financiero de las pensiones es muy tentador. Por ello, la ideología neoliberal, con la excusa de que el mercado todo lo arregla y que debemos dejar al mercado que nos resuelva todos los problemas, quiere arremeter contra uno de los bastiones más importantes del Estado de Bienestar, el sistema de pensiones de la Seguridad Social. Una institución que ha funcionado perfectamente en sus años de existencia y que ha conseguido dar protección y merecido descanso a aquellos que han trabajado duramente y que llegando a una edad disfrutan de los derechos adquiridos en los últimos años de su vida.

Para realizar el acto de voladura del sistema, los correligionarios del “menos Estado y más mercado” llevan años inyectando miedo en la sociedad: la pirámide de población está invertida, una persona trabaja para poder pagar a cuatro pensionistas, llega la jubilación de la generación del baby boom, la caja de la seguridad social es deficitaria y el fondo de reserva apenas nos llegará al 2017, etc., etc.

Dos mitos, entre muchos, están insertos en tales afirmaciones. Uno: el envejecimiento demográfico arruinará nuestro sistema público de pensiones si no se toman medidas para garantizar su sostenibilidad. Dos: Se cree todavía que el ahorro del presente financia el consumo del futuro y que el Estado requiere ingresos para financiar el gasto. Pero en todos los problemas que se señalan en relación a las pensiones, la solución tiene sobre todo que ver con la voluntad política al repartir la renta y la riqueza.

En relación con el primer mito los analistas plantean múltiples soluciones que pueden paliar la problemática dentro del paradigma económico vigente: Una reforma del mercado de trabajo que sirva para aumentar el empleo y, sobre todo, la productividad; realizar cambios estructurales que rebajen la tasa de paro y eleven la ocupación; incrementar el salario mínimo para que la cotización a la Seguridad Social sea mayor; elevar los topes de cotización; bajar las pensiones; alargar la edad de jubilación; reducir los gastos; elevar los tipos de cotización, etc. Pero para resolver la situación de forma justa, fuera de falsos alarmismos, lo realmente importante es la riqueza que tiene la sociedad y la producción y servicios que es capaz de realizar para uso y disfrute de los ciudadanos en cada momento. Tiene, entonces que ver, con la sociedad que queremos construir y con la distribución de la riqueza más o menos igualitaria, para que todos los ciudadanos tengan el acceso a la generación de riqueza y a unos medios de vida que le permitan un libre desarrollo de su vida.

En el segundo caso tenemos un mito que se rompe por su base si comprendemos perfectamente lo que supone el ahorro a nivel de sociedad. Éste, como ya hemos reiterado en muchas ocasiones, no es igual al ahorro en la economía doméstica, donde el presupuesto tiene que estar equilibrado, al menos a medio plazo. A nivel de sociedad los gastos de unos son los ingresos de otros. El ahorro público lo que supone, entonces, es la retirada de medios de pago en el sector privado. Sin embargo, el gasto público, cuando se tiene controlada la inflación, supone siempre ingresos del sector privado y medios para que la economía mejore. Así, dotar un fondo de reserva supone una restricción autoimpuesta por el gobierno sobre el gasto público que, en ningún modo es necesaria ni beneficia al sector privado como se cree.

La riqueza real que una sociedad tiene en un momento dado viene dada por la producción de bienes y servicios que obtiene en ese momento. No se puede consumir nada más que aquello que existe en forma de producto o servicio. Aunque si se pueden disfrutar, durante un tiempo, aquellos bienes, como la vivienda, cuya vida media es larga. Pero, los pensionistas que cobren dentro de 20 años, no pueden consumir alimentos, productos con caducidad y servicios que se realicen en el presente. Sigue habiendo excepciones, pero cada vez más raras por la obsolescencia programada de los productos. Por tanto, los bienes y servicios que consumimos hoy no pueden ser devueltos al pasado ni enviados al futuro. No comemos, tampoco, billetes, ni números de apuntes contables. Si en el futuro la producción no es suficiente para cuidar tanto de los trabajadores como de las personas dependientes, ninguna acumulación de riqueza financiera en el pasado permitirá atender a los ancianos.

Lo que sí es un problema es que estemos desperdiciando un montón de posibilidades de empleo. Que muchas personas no puedan trabajar y así producir y dar más y mejores servicios que aún hoy son necesarios. Lo que sí es un grave problema es que dejemos las máquinas paradas porque la mayoría no tiene medios de pago, que, por otra parte, han acumulado avariciosamente una pequeña minoría. Lo que sí es un grave problema es el hecho de que el sistema financiero haya generado un mundo en el que la deuda, que en principio permitía la puesta en marcha de inversiones costosas que beneficiarían a la sociedad, se haya convertido en un monstruo que, como agujero negro, hace que los medios de pago y la riqueza existente caigan en muy pocas manos interesadas en especular, dejando a la mayoría, el recurso de volver al campo, producir para el autoconsumo y volver a tiempos pretéritos: tiempos feudales.

Por ello, todos nos debemos preguntar a quién interesa la voladura-privatización de las pensiones. Y estoy seguro que todos tenemos una respuesta fácil.


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