sábado, 16 de julio de 2016

No nos engañemos, seguimos en una crisis profunda

Dos investigadores económicos, Shenker y Osorio[1], en el año 2012 analizaron dos modelos de economía. Una visión conservadora e individualista y otra más progresista y colectivista. La visión conservadora parte del supuesto de que la gente y la naturaleza existen para estar al servicio de la economía. Considera que una economía competitiva y autorregulada proporcionará el máximo nivel posible de riqueza y de ingresos siempre que funcione con la mínima intervención externa. Esta visión nos pide que tengamos fe y confianza en los resultados futuros, para ello debemos trabajar duro y hacer los sacrificios necesarios en aras de las expectativas a conseguir. No obstante, aquellos que no se comporten debidamente perderán las recompensas de este “Dios” encarnado en la economía del libre mercado. Así, si el gobierno intervine facilitando la vida a los vagos y a los que no se lo merecen, el sistema cae enfermo y nos traerá nefastas consecuencias; por eso el gobierno debe ser mínimo y para aquellas cuestiones imprescindibles.

Se nos quiere convencer de que no hay alternativa a esta concepción de la economía, pero esta visión es una especie de “pensamiento mágico” más propio de otros tiempos ya que no tiene ninguna base científica y sí mucho de fundamentalismo. La realidad nos está demostrando tozudamente su incapacidad de recuperar la economía y de prever los acontecimientos económicos de importancia, como la crisis que se inició en el 2007 y que en este país todavía mantenemos a base de fe ciega en una política engañosa.

Esta opción sólo considera el crecimiento del PIB, independientemente de si ese crecimiento se produce en detrimento de la calidad del aire, del tiempo libre, de la esperanza de vida o de la felicidad. Tolera el desempleo como si no hubiera alternativa. Admite la salida de cientos de miles de jóvenes del país, debidamente formados y preparados, cuando es prioritario para una nueva estructura económica más halagüeña a través de la investigación y el desarrollo. Persiste en la austeridad para reducir las deudas soberanas y la realidad es que ésta no para de incrementar. Mantiene el euro conforme actualmente está diseñado y no quiere ver que perjudica a los países de Sur mientras los del Norte cada vez son más ricos y salen beneficiados.

Se contrapone a la visión conservadora otra idea de la economía en la que los humanos, en estrecha conexión y dependencia con nuestro entorno natural, somos lo que realmente importamos. La economía funcionaría a nuestro favor y no al revés, las personas a favor de la economía. Los juicios se harían sobre si una política promueve o no nuestro bienestar, no según lo mucho o poco que haga aumentar el tamaño de la economía. El foco se desplaza hacia los fines de los seres humanos para ponerlos en el centro del pensamiento económico.

Los economistas, defensores de la Teoría Monetaria Moderna y de esta segunda opción, creen que los gobiernos siempre pueden elegir y mantener  la tasa de desempleo que quieran. La “tasa natural de desempleo” es un constructo, defendido por muchos economistas, pero con poca base y que, según se ha constatado, las pretendidas fuerzas equilibradoras del mercado no han respaldado en absoluto. Parece, sin embargo, que ahora los defensores de hacer siempre lo mismo aunque el resultado machaconamente sea negativo se están dando cuenta y pueden poner en marcha políticas económicas con un poso más real, más humano[2].

Históricamente, los progresistas han sostenido que el gobierno tiene la obligación de crear trabajo si el mercado privado no logra crear los puestos de trabajo suficientes. Es un debate que se tuvo ya en la Gran Depresión y cuyo principal defensor fue Keynes. Esta época de crisis nos enseñó la necesidad de controlar las caóticas y dañinas fuerzas de la codicia y del poder en las que tiene su base el sistema monetario capitalista. Los treinta años gloriosos como denominan los economistas a la edad de oro de la economía que transcurre entre el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y la crisis del petróleo de 1973. Periodo que fue el resultado de moderar, de embridar el capitalismo como consecuencia del pacto social habido entre capitalistas y trabajadores. Dio lugar a los Estados de Bienestar que, sin embargo, hoy estamos desmantelando por creer a pies juntillas en la nueva idea liberal conservadora: la ideología neoliberal, a pesar de que a diario vemos sus continuas mentiras encubridoras de la falsedad de sus presupuestos y sus nefastas consecuencias. Entre ellas el deterioro de la democracia, ya que la corrupción de ningún modo es un valor democrático sino todo lo contrario.

Sólo hay dos opciones económicas, la primera que denominamos actualmente neoliberal, sólo busca la libertad del dinero, pone a la economía por encima de las personas, hace del trabajo retribuido la única forma, para la mayoría de las personas, de ganarse el sustento, pero tiene tendencia a eliminarlo y precarizarlo, dispara las desigualdades, y endiosa al dinero que reina sobre todas las cosas. La segunda más colectivista pone en la cima a la propia persona, busca el bien común y la armonía y pone el valor en las cosas esenciales de la vida del ser humano. De una parte veo destrucción y enfrentamiento, de la otra colaboración y solidaridad. ¡Alternativa desde luego la hay!



[1] Información más amplia sobre la investigación de Shenker y Osorio en el último libro de William Mitchell La distopía del euro.
[2] Ver artículo de Juan Laborda en Vozpópuli, Frente a la austeridad, ¡La Teoría Monetaria Moderna! http://vozpopuli.com/blogs/7467-juan-laborda-frente-a-la-austeridad-la-teoria-monetaria-moderna?utm_source=VPBoletin&utm_medium=mail&utm_campaign=VPComunidad

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...