La sociedad
del trabajo.
La
sociedad desarrollada en la que nos movemos está secuestrada por el mundo del
trabajo y éste, a su vez, se rige por los principios de la libre empresa en un
marco que cada día es más internacional. En este marco las naciones y las
empresas tienen que luchar desesperadamente por los ingresos que puedan
mantenerlas a flote. La fuente de dónde beben para sobrevivir se denomina “competitividad”, una especie de varita
mágica que se cree convierte en oro todo lo que toca,
pero que es fuente de desigualdad, pobreza, malestar, injusticia, hambre,
luchas de poder, olvido del ciudadano, inmovilidad...
Es verdad que el trabajo socialmente tiene
connotaciones que se encuentran en el meollo del desarrollo de las personas,
pero, también es verdad, que no deberíamos vivir para trabajar sino trabajar
para vivir y buscar un desarrollo más libre y enriquecedor de nuestra persona y
de nuestras relaciones sociales.
Marta
Nussbaun, en este sentido, defiende la creación de capacidades en las personas
y citando al premio nobel Amartya Sen escribe: “lleva años sosteniendo que el
mejor modo de entender la pobreza es viéndola como una falta de capacidad, y no
solamente como un problema de escasez de bienes o, ni siquiera, de renta y
riqueza. La pobreza supone una serie heterogénea de pérdidas de oportunidades
que no siempre guardan una correlación clara con la renta; además, las personas
que se hallan en situaciones de exclusión social pueden tener dificultades para
convertir su renta en funcionamientos, por lo que los ingresos económicos no
son ni siquiera un indicador representativo de las capacidades.[1]” Pero esto es
pedir demasiado...
En un mundo en
el que el trabajo humano es escaso ya que al ser el coste más importante de las
empresas se tiende a minimizarlo para obtener mayores rentabilidades. En un
mundo en el que los salarios son cada vez más desiguales y mientras unos pocos
tienen unos incrementos exponenciales, la gran mayoría tienden hacia el 0,
haciendo que la pobreza esté instalada ya entre los que tienen trabajo, pero trabajo
casi esclavo mal pagado y precario. En un mundo en el que las riquezas nos
vienen ya dadas y poco tienen que ver con el esfuerzo hecho. En este mundo
resuenan las siguientes palabras de Bauman a pesar de su antigüedad: “Siempre habrá pobres entre nosotros; pero ser pobre
quiere decir cosas bien distintas según entre quiénes de nosotros esos pobres
se encuentren. No es lo mismo ser pobre en una sociedad que empuja a cada
adulto al trabajo productivo, que serlo en una sociedad que --gracias a la enorme
riqueza acumulada en siglos de trabajo-- puede producir lo necesario sin la
participación de una amplia y creciente porción de sus miembros. Una cosa es
ser pobre en una comunidad de productores con trabajo para todos; otra,
totalmente diferente, es serlo en una sociedad de consumidores cuyos proyectos
de vida se construyen sobre las opciones de consumo y no sobre el trabajo, la
capacidad profesional o el empleo disponible[2].”
La realidad, por otra parte, es
que cuando hablamos de trabajo estamos acostumbrados a pensar exclusivamente en
el trabajo que se realiza a cambio de un salario. Pero el trabajo no se puede
confundir con el empleo, no debemos olvidamos de actividades que son útiles,
necesarias y se hacen para el bien de la comunidad. Sin ellas difícilmente se
podrían alcanzar los niveles de bienestar que se han alcanzado. Es trabajo que
no figura en el PIB porque no está remunerado. Pero “El trabajo no remunerado
es más voluminoso a nivel mundial que el remunerado, aunque esta afirmación
haya que calibrarla con una definición precisa de qué se entiende por trabajo,
especialmente en el trabajo del cuidado. Su mayor volumen se debe a la
participación intensa de la población femenina en todo el mundo, y sobre todo
en las áreas menos desarrolladas y en los sectores sociales con menos recursos.[4]”
En este marco se haya el trabajo
llamado reproductivo; aquel que realizan los miembros de la familia en
el seno del hogar, en beneficio de la propia familia, o los trabajos realizados
por la propia comunidad vecinal, local o nacional de forma voluntaria o
forzada, o los trabajos de autoconsumo, ya que al no existir remuneración
monetaria, no se cuentan como empleo ni como producto. Sin embargo muchos de
ellos resultan esenciales para la reproducción de la fuerza de trabajo y de las
relaciones sociales. Son, incluso, soporte indispensable del trabajo productivo.
Es verdad que en los últimos tiempos se había recuperado el debate sobre el trabajo de cuidados al que se considera
imprescindible para la reproducción social y el bienestar cotidiano de las personas.
Trabajo que aún sigue siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres,
siempre con menos oportunidades sociales, y que no se tiene en cuenta en las
medidas del producto habituales.
Raj Patel piensa que “La reproducción de los trabajadores exige más que el
simple nacimiento de bebés: hay un complejo proceso de crianza, alimentación,
vestido, vivienda, educación, socialización y disciplina, y en estos costes
radica tal vez una de las mayores explotaciones a escala mundial: el lugar del
trabajo doméstico de las mujeres. El trabajo diario de criar a los hijos,
mantener un hogar y realizar trabajo comunitario (esos eslabones impagados de
la cadena laboral que las feministas han dado en llamar la triple carga de
las mujeres) sigue sin ser valorado a escala mundial.[5]”
Pero es este trabajo no remunerado el que contribuye a
la cohesión social más que ningún otro y, por contra, aquellas personas que son
sus artífices soportan los mayores niveles de pobreza e injusticia. Así, esta
sociedad protege con mayor intensidad, como es propio de un mundo definido por
el empleo, los derechos de los
trabajadores retribuidos (si bien es verdad que últimamente no parece brillar
por esto) y no a aquellos otros que no lo son. Un ejemplo claro son los
derechos de los padres empleados en comparación con aquellos que no tienen
empleo que, por desgracia, cada vez son más. Por estas razones “los logros de
cohesión social no pueden restringirse a la inserción en la producción,
olvidando el papel clave que juegan las familias y especialmente las mujeres
dentro de ella, para la producción de bienestar social.[6]” El artículo 10 “La dignidad de la persona...el libre
desarrollo de la personalidad” y el 14
“Los españoles somos iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer
discriminación alguna por... o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social” entre otros artículos de nuestra Constitución, nos pueden
indicar un camino para mejorar.
¡Iniciemos el año con un buen pie nos queda un largo
camino! ¡Ha llegado el momento de una sociedad poslaboral! ¡Busquemos la mejor
solución! ¡Feliz año!
[1]
Nussbaum, Marta (2011:
172). Crear capacidades. Paidós.
[2]
Bauman, Zygmunt (2000:11) Gedisa Editorial.
[3]
Esquinas, José (2012).
Cultivos para el siglo XXI. El País 10-12-2012.
[4] Durán Heras, María Ángeles
(2012:28): El trabajo no remunerado en la economía global. Fundación BBVA.
[5]
Patel, Raj (2010:77). Cuando nada vale nada. Las causas de las crisis y una
propuesta de salida radical. Los libros lince.
[6] Iniciativas para la cohesión
social en América Latina. Madrid: Fundación Internacional y para Iberoamérica
de políticas Públicas (FIIAPP)
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