sábado, 28 de marzo de 2015

Cooperación versus competitividad

El modelo en el que se asienta el llamado neoliberalismo se centra en un individualismo competitivo y darwiniano. El hombre aunque sigue siendo el ser social por naturaleza del que hablara Aristóteles debe pugnar con sus semejantes para conseguir una vida mejor mediante la innovación, la creación de nuevas herramientas y el aprovechamiento de oportunidades de negocio. El egoísmo es considerado como el motor de la actividad económica y los vicios privados se consideran virtudes públicas. Sin embargo,  “Una idea clave de la psicología evolutiva es que la cooperación humana y las emociones sociales que la sustentan, como la compasión, la confianza, la gratitud, la culpa y la cólera, fueron seleccionadas porque permiten que a las personas les vaya bien en las juegos de suma positiva[1].”

 

En este sentido la Teoría de Juegos, una rama de las matemáticas con aplicaciones en disciplinas muy diferentes (sociología, psicología, economía, dirección de empresas, estrategia militar, biología, inteligencia artificial…), ha venido a aportar nuevos argumentos en favor de la cooperación y demuestra la ventaja del juego cooperativo. “Es una teoría general que estudia situaciones estratégicas, en las que los actores o jugadores eligen diferentes acciones para maximizar sus beneficios…permite explicar algunos patrones difíciles de comprender en una primera aproximación. Uno de estos problemas es el de la cooperación entre individuos de una misma especie. Darwin [ya] enunció el problema como una objeción a su teoría de la selección natural, y no supo darle respuesta: Aquél dispuesto a sacrificar su vida, antes que traicionar a sus camaradas, muy rara vez dejaría descendencia que heredase su noble disposición. Así pues, parece casi imposible que el número de los dotados con tales virtudes se incrementase por selección natural, es decir, por la supervivencia de los mejor adaptados. Y sin embargo, tales individuos existen. Y si existen es porque ellos (o sus padres o los padres de sus padres, etc.) obtuvieron un beneficio reproductivo con ese comportamiento[2]”. La ventaja de la cooperación se comprueba en juegos teóricos como el de la armonía en los que la recompensa por colaborar es mayor que traicionando, independientemente de lo que haga el otro, o el de Halcón-Paloma en el que se trata el llamado equilibrio de Nash y en que se valoran los riesgos que se corren en los conflictos grupales tomando básicamente tres actitudes: atacar, farolear o retirarse.

Martin A. Nowak, profesor de biología y matemáticas de la Universidad de Harvard y Director del Programa de Dinámicas evolutivas, cuya investigación se centra en el estudio y modelización matemática de la evolución concluye que “El altruismo, lejos de suponer una fastidiosa anomalía de la evolución se encuentra entre sus arquitectos primordiales[3]” y nos dice que “Aunque no siempre se manifieste de forma épica, los ejemplos de comportamientos altruistas abundan en la naturaleza. Las células de un organismo se coordinan para limitar su división, lo que previene la aparición del cáncer[4]; las obreras de numerosas especies de hormigas sacrifican su propia fecundidad para servir a la reina y a su colonia; las leonas de una manada se prestan a amantar a los cachorros de otras. Los humanos nos ayudamos en un sinfín de actividades, desde procurarnos sustento hasta buscar pareja o defender el territorio. Y aunque aquellos dispuestos a colaborar no siempre pongan su vida en peligro, sí corren el riesgo de reducir su propio éxito reproductivo en beneficio de otros[5]”.



En el libro colectivo qué hacemos con competitividad se nos habla de varios ejemplos comparativos de cooperación y competitividad. El primero de ellos se refiere al caso de los bonobos versus los chimpancés. Ambos tuvieron un antepasado común pero su separación y el hecho de que los bonobos hayan vivido en una zona geográfica cerrada y diferenciada ha hecho que la “evolución de ambos grupos [haya dado lugar] a dos especies que, si bien físicamente no son muy diferentes, si lo son en términos de estructura social.” Los chimpancés que viven en el lado derecho del río Congo se han pasado la vida compitiendo con otros grandes simios más fuertes que ellos y “están liderados por un macho alfa que adquiere su posición y la conserva mediante la fuerza y la intimidación. Los conflictos se resuelven con violencia. Mientras, en las comunidades de bonobos, que son mayores, las hembras comparte el poder con sus hijos y pueden llegar a dominar al grupo, aunque no utilizan predominantemente métodos violentos.” Esta diferenciación de culturas y situaciones “ha permitido a los bonobos disfrutar de una abundancia de alimentos por un largo periodo de tiempo, lo que ha ido reduciendo los incentivos para resolver de forma competitiva-violenta las disputas entre los miembros de la misma especie.” En consecuencia los bonobos al no tener rivalidad por los recursos naturales y resolver sus problemas de forma pacífica han vivido en una sociedad de abundancia y posibilidades al contrario que los chimpancés.

El mundo competitivo de ganadores y perdedores en el que estamos inmersos, considerado como única alternativa según las políticas neoliberales. Ha demostrado que lo que sí consigue es un aumento de las desigualdades entre los países y las personas y un despilfarro de los recursos naturales. El hombre es un ser social, y no sólo por el lenguaje, que ha venido avanzando a través de los tiempos mediante la cooperación y el esfuerzo compartido. Dentro de las emociones humanas es interesante observar que existe un grupo denominado emociones sociales, si bien es verdad que todas las emociones pueden ser sociales este grupo tiene un cariz más acentuado. Son ejemplos: compasión, vergüenza, lástima, culpa, desdén, celos, envidia, orgullo, admiración. “Se trata de emociones que, de hecho, se desencadenan en sociedad y sin lugar a dudas tienen una importancia destacada en la vida de los grupos sociales[6]”. Emociones que ayudan a vivir en grupo porque así podemos resolver mejor nuestros problemas vitales. No es necesario explicar que “En la vida cotidiana no faltan las situaciones  difíciles y los apuros de toda índole, y salvo que los individuos se comporten de una manera compasiva hacia quienes sufren, las perspectivas de una sociedad sana quedan muy reducidas[7]”.

Alison Gopnik, catedrática de psicología y catedrática asociada a la filosofía de la Universidad de Berkeley es una figura de reconocido prestigio internacional, encabezando los trabajos sobre aprendizaje y desarrollo infantil. Sus descubrimientos nos confirman que desde edades tempranas hay una necesidad empática: “Incluso los niños más pequeños tienen sorprendentes capacidades para la empatía y el altruismo[8]”. La empatía se basa en la sincronización corporal y la propagación de los estados anímicos para lo que el cerebro se ayuda de las llamadas neuronas espejo. Se ha investigado que “Los niños de dieciocho meses son, a la vez, empáticos y altruistas: sienten el dolor ajeno y tratan de paliarlo. Así pues, les resulta fácil juzgar que hacer daño a alguien está siempre y necesariamente mal[9]”. Además “los niños son, de modo inconsciente, los seres más racionales de la tierra, extraen brillantemente conclusiones acertadas a partir de los datos [de su entorno], realizan complejos análisis estadísticos y hacen ingeniosos experimentos[10]”. Parece, entonces, que estamos equipados para la cooperación o hemos desarrollado los requisitos físicos y mentales necesarios para que nuestra evolución como especie se enfrente de la mejor manera a una vida con mayores posibilidades.

Con Vargas Llosa podemos concluir que debemos enfrentarnos a la tremenda disyuntiva de decidir si los valores, la generosidad, la bondad, el amor, la amistad que hay en nosotros, o  la maldad, el egoísmo,  la mezquindad, lo rencoroso y perverso que también nos habita, resultan de una fatídica operación químico neurológica de nuestro cerebro, o si detrás de todo ello hay lo que los existencialistas llamaban una elección, un actuar deliberado, decidido por una conciencia no condicionada biológicamente, que es libre y, por lo mismo, nos hace responsables de aquello que hacemos o dejamos de hacer[11]”. Nos toca decidir, nos toca elegir.



[1] Pinker, Steven (2012:121). Los Ángeles que llevamos dentro. Editorial Paidos.
[2] Sánchez, Angel (2006) Las matemáticas de cooperación humana. Revista digital de divulgación matemática (Matematicalia). Vol. 2, núm. 3 (junio, 2006)
[3] Nowak, Martin (2012). ¿Por qué cooperamos? Revista Investigación y Ciencia núm. 433, Octubre 2012.
[4] Es el fenómeno que se denomina apoptosis que consiste en una destrucción o muerte celular programada provocada por ella misma, con el fin de autocontrolar su desarrollo y crecimiento, está desencadenada por señales celulares controladas genéticamente. La apoptosis tiene una función muy importante en los organismos, pues hace posible la destrucción de las células dañadas, evitando la aparición de enfermedades como el cáncer, consecuencia de una replicación indiscriminada de una célula dañada.
[5] Nowak, Martin (2012). ¿Por qué cooperamos? Revista Investigación y Ciencia núm. 433, Octubre 2012.
[6] Damasio, Antonio (2010: 198). Y el cerebro creó al hombre. Círculo de Lectores.
[7] Ibídem (2010: 199).
[8] Gopnic, Alison (2010:31). El filósofo entre pañales. Editorial Planeta Madrid S.A.
[9] Ibídem (2010:231).
[10] Ibídem (2010:178).
[11] Vargas Llosa, Mario: La piedad de los murciélagos. El País 22-3-2015.

domingo, 22 de marzo de 2015

Las crisis económicas y la agonía del capitalismo


“En las crisis del mercado mundial se revelan aparatosamente las contradicciones y antagonismos de la producción burguesa. En lugar de investigar cuáles son los elementos contradictorios que entrechocan, los apologetas se contentan con negar la catástrofe misma y se obstinan en afirmar, frente a su periodicidad regular, que si la producción tuviese lugar según prevén los manuales, nunca se darían crisis. La apologética se resume pues en el falseamiento de las relaciones económicas más simples y especialmente en sostener la unidad frente a la contradicción[1]”.

La bibliografía sobre las crisis económicas es muy abundante y confirman que se sigue mirando para otro lado en vez de buscar soluciones. Los libros y documentos que se escriben sobre ellas se editan de forma anticíclica. Aparecieron en la década de los años 30 después de la Gran Depresión y se han ido produciendo tras las sucesivas crisis que se han venido dando, por otra parte, cada vez con más asiduidad. Kindleberger y Aliber, nos dicen[2]: “Los títulos y subtítulos de estos libros expresan temas comunes –la avaricia, el mal funcionamiento de los mercados, la corrupción de Wall Street, y la captura de Washington por los banqueros. Y más codicia. El defecto de la mayoría de estos libros es que no contienen ninguna explicación de por qué la crisis ocurrió cuando lo hizo ni tampoco tienen una explicación de por qué algunos países se vieron involucrados, pero otros no.”

Sin embargo se reconoce como evidencia que una característica central del desarrollo capitalista de los últimos cuarenta años es la eclosión recurrente de crisis económicas de origen financiero, cuyo último capítulo es la crisis actual: crisis de la deuda externa en la década de los ochenta, crisis financieras en México (1994), el sudeste asiático (1997), Rusia (1998), Brasil (1999) y Argentina (2000), crisis bursátil vinculada a las empresas tecnológicas (2001), etc.[3] . En este sentido Stiglitz  nos dice ya en el año 2002 que, “mientras desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970 apenas si se podrían señalar cuatro o cinco crisis financieras, desde entonces se han contabilizado 117 crisis bancarias sistémicas en 93 países y 113 episodios de estrés financiero en 17 países (analizó casi cien crisis económicas acaecidas en el último cuarto del siglo XX), lo que claramente pone de relieve que los fenómenos paralelos de la desigualdad y la hipertrofia de los flujos financieros vinculados a la multiplicación del capital ficticio son la fuente de la extenuante inestabilidad sistémica del capitalismo de nuestros días.[4]

En consonancia con lo explicitado por Stiglitz hay que reconocer la importancia que tiene la desregulación, llevada a cabo en los años 70 del anterior siglo, convertida en actor principal de la creación de las crisis económicas de las últimas décadas. No obstante, en opinión de Juan Laborda en Frente al Capital Impaciente: “La mayoría de los economistas tiende a asociar las inestabilidades cíclicas a factores exógenos, y por tanto “naturales” e inevitables. Engloba a neoclásicos (teoría del Real Business Cycle) que dan un papel predominante a los shocks tecnológicos, como a neokeynesianos, para los cuales el papel clave son los shocks de demanda. Frente a ellos otro grupo de economistas, minoritarios, pensamos [dice] que la inestabilidad es intrínseca a la dinámica del sistema capitalista.[5]” Dichas teorías, aunque consideran que el capitalismo es el sistema más eficaz de producción, suponen que existe una inestabilidad y una tendencia a las crisis endógenas, con mecanismos de feedback o retroalimentación, que llevan a esas fluctuaciones intrínsecas. Bajo este análisis el capitalismo debe ser “regulado” y “humanizado”. Juan Laborda opina igualmente (como Roubini, Shiller, Rajan, Torres y otros) que la actual crisis era predecible, para ello era necesario relacionar la Hipótesis de Inestabilidad Financiera (HIF) de Hyman Minsky como marco teórico explicativo, con la Teoría de deflación por Deuda de Irving Fisher, que permite prever la dinámica de crecimiento (recesión), y precios (deflación) en la que estamos inmersos[6].

Roubini y Mihm de manera todavía más contundente señalan que “los últimos años se ajustan a un patrón secular que nos resulta familiar. Las crisis siguen trayectorias sistemáticas y tienen consecuencias previsibles. Son más habituales y comprensibles de lo que el saber popular nos hace creer.[7]” Para mayor abundancia Kindlenberger se expresa de la siguiente forma: “La volatilidad en los precios de los productos básicos, las divisas, los bienes raíces, y las acciones en los años transcurridos desde la década de 1970 no tiene precedentes. Ha habido cuatro oleadas de crisis financieras; los bancos en tres, cuatro o más países se desplomaron casi al mismo tiempo. Cada una de una de esas oleadas fue seguida por una recesión, y la desaceleración económica que comenzó en el 2008 fue la más grave a nivel global desde la Gran Depresión de la década de 1930…la mayoría de las quiebras de bancos y otras firmas financieras eran sistémicos, y reflejaban los cambios drásticos en el entorno financiero.[8]

Se puede concluir con David Harvey que “Las crisis son esenciales para la reproducción del capitalismo y en ellas sus desequilibrios son confrontados, remodelados y reorganizados para crear una nueva versión de su núcleo dinámico. Mucho es lo que se derriba y se desecha para hacer sitio a lo nuevo. Los espacios que fueron productivos se convierten en eriales industriales, las viejas fábricas se derriban o se reconvierten para nuevos usos, los barrios obreros se gentrifican. En otros lugares, las pequeñas granjas y las explotaciones campesinas son desplazadas por la agricultura industrial a gran escala o por nuevas e impolutas fábricas…[9]”.

No debemos olvidar, sin embargo, que “La actual crisis económica global es de naturaleza sistémica y presenta una serie de rasgos comunes a otros episodios de crisis similares que se han dado en la historia. Por encima de todos ellos destaca el perverso papel que jugó el sistema financiero, que se convirtió en sí mismo en un fin último de la economía, y no en un medio para mejorar el sistema productivo…, los flujos financieros en los períodos previos a la actual crisis económica eran, medidos en volumen de unidades monetarias, 20 veces superiores al tamaño de los flujos comerciales, produciéndose un sobreendeudamiento-apalancamiento de la economía en su conjunto.[10]

El capitalismo no avanza sino a pasos espasmódicos y arrasando todo lo que encuentra a su paso. Su destrucción no parece venir de fuera, su mal está muy dentro del sistema. Su desarrollo mediante crisis cada vez más cercanas en el tiempo le ponen en un estado agónico que hace prever un final que se adivina no muy lejano.




[1] Karl Marx, Theories of Surplus Value, tomo 2, p. 500.
[2] Kindleberger, Charles P. y Aliber, Rober Z. (2012). Manias, pánicos y cracs.
[3] Álvarez y Medialdea (2009). Financiarización, crisis económica y socialización de las pérdidas. Viento Sur, núm. 100, Enero 2009.
[4] Stiglitz, Joseph E. (2002). El malestar en la globalización. Círculo de lectores. Ediciones Generales Santillana S.L.
[5] Laborda Herrero, Juan (2001). Los orígenes de la crisis financiera y propuestas para salir de ella. Incluido en Frente al capital impaciente.
[6] La tesis de Minsky en esencia es: en los buenos tiempos, los inversores asumen riesgos, hasta que asumen demasiados. En algún momento, alcanzan un punto en el que la liquidez que generan sus activos ya no es suficiente para amortizar las montañas de deuda en que incurrieron para comprarlos. Las pérdidas en los activos especulativos motivan que los bancos que prestan el dinero reclamen los préstamos. Y eso provoca el colapso del valor de los activos.
[7] Roubini y Mihm (2010).
[8] Kindleberger y Aliber (2012). Manias, pánicos y cracs
[9] Harvey, David (2014:11).  Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial IAEN.
[10] Laborda Herrero, Juan. Los orígenes de la crisis financiera y propuestas para salir de ella. Incluido en Frente al capital impaciente (2011).

lunes, 16 de marzo de 2015

La especulación os hará libres



Parece ser que para los liberales el especulador es una persona imprescindible en el mundo del capitalismo que tenemos. El capitalismo el mejor de los mundos y el mercado libre, sin ataduras, el mejor medio para conseguir resultados satisfactorios para todos. Al especulador se le conceptúa como “santo patrón del capitalismo[1]”. Los acontecimientos puestos de manifiesto con las crisis del capitalismo y especialmente con la que actualmente, todavía, nos tiene enfangados, son interpretados haciendo recaer la responsabilidad de lo que ocurre en la intervención del Estado que dificulta el funcionamiento libre y eficaz de los mercados. Sin embargo, y a pesar de que no se puede subestimar la responsabilidad de los estados en la burbuja inmobiliaria, la posterior de los alimentos y muchas otras, hay evidencia suficiente para estimar la especulación actual, especialmente en los mercados financieros, como un peligro de resultados insospechados para la sociedad. Las pirámides de Ponzi que se generan con la especulación sin control no se pueden echar en saco roto. Especular, dicen, no es más que observar con detenimiento ya que viene del latín speculari, pero también significa comerciar, traficar, procurar provecho o ganancia fuera del tráfico mercantil y su antónimo es transparente, diáfano; lo cual nos dice mucho. Pues si se observa con detenimiento lo que se ve muy diafamente es que la búsqueda con egoísmo y avaricia del interés personal, casi siempre va en sentido contrario al interés común.

Los mercados de todo tipo, de capital, de bienes de inversión, de trabajo, de bienes de consumo están evolucionando a un ritmo tan rápido, en algunos casos incluso ultra-rápido gracias a la nueva tecnología, que difícilmente se puede tener una seguridad en los intercambios y esta inseguridad deja resquicios para el aprovechamiento de aquellos que quieren utilizar con fraude los posibles fallos de información de los distintos actores del mercado. “La tendencia a crear capitales ficticios que circulan libremente por todo el mundo se ha acelerado notablemente, dando lugar a todo tipo de prácticas predadoras en el sistema de crédito que han contribuido a una oleada de acumulación por desposesión y especulación en torno al valor de los activos[2]”.Es evidente, por tanto, que muchos mercados están dejando de ser mecanismos de regulación social y se están convirtiendo progresivamente en lugares de especulación fuera del proceso productivo y del tráfico mercantil normal, al margen de las “fuerzas de mercado”, mostrando de modo cada vez más claro la gran inestabilidad de los movimientos de precios que los caracteriza, lo cual es simultáneamente, su rasgo definitorio y la razón por la cual han sido siempre objeto de regulación y control.

Un ejemplo sobre la especulación que gran parte de la población conoce sobradamente es la efectuada sobre la vivienda. La expectativa de grandes ganancias futuras es el origen de incrementos de precios que funcionan a modo de pirámide de Ponzi, “la gente compra casas con dinero prestado y los precios suben; otros se sienten entonces atraídos por la idea de comprar una vivienda, debido al aumento de los precios inmobiliarios; toman prestado más dinero (algo fácil de hacer cuando a los prestamistas le sobra el dinero) para comprar algo que está subiendo de precio; y cuanto más suben los precios, más gente y más instituciones entran en juego. El resultado es una «burbuja inmobiliaria» que acaba desinflándose… (Los cracs del mercado de la vivienda de 1928, 1973, 1987 y 2008 en Estados Unidos, por ejemplo),...tales frenesíes y burbujas forman parte inevitable de la historia del capitalismo. A medida que China ha ido incorporando las normas de funcionamiento del capital, por ejemplo, también se ha visto cada vez más sometida a booms y burbujas especulativas en su mercado de la vivienda[3]”. Los desahucios son consecuencia de esta especulación tan bondadosa para algunos. En España, sin ir más lejos, ha contribuido al empobrecimiento de la población, al aumento de suicidios y a expulsar de sus casas a nuestros conciudadanos. Todavía el 61,6% de las cerca de 81.000 ejecuciones hipotecarias iniciadas en el conjunto del año 2014 corresponden a hipotecas constituidas entre 2005 y 2008 (años en los que la burbuja especulativa estaba en su cenit), según datos del INE relativos al 4º trimestre del 2014.

Un segundo ejemplo es la especulación con los alimentos. Si la burbuja inmobiliaria dejó a muchas familias en la ruina y sin techo, la especulación con los alimentos iniciada al cambiar la masa dineraria especulativa de sector (de la vivienda a los alimentos), ha empobrecido a los agricultores y ha dejado morir a las poblaciones menos afortunadas de hambre. “La compra masiva de suelo fértil por inversores extranjeros ha provocado la expulsión de miles de campesinos de sus tierras disminuyendo la capacidad de estos países para autoabastecerse[4]”. La expropiación de sus semillas y la subida artificial y especulativa de los precios ha sido el “detonante de la hambruna de 2011 en el Cuerno de África. En Somalia, el precio del maíz y el sorgo aumentó un 107% y un 180% en un año, de junio de 2010 a julio de 2011. En Etiopía, el coste del trigo subió un 86% en relación al año anterior. Y en Kenia, el maíz alcanzó un valor un 89% superior al 2010[5]”. Estos incrementos espectaculares de precios mantuvieron inaccesibles los alimentos a una parte de la población ya muy empobrecida y maltratada. Si además juntamos este tipo de especulación con el sacrosanto derecho de las patentes de semillas. Derecho que está por encima del bien y del mal y por supuesto por encima de la vida de millones de personas, obtenemos una mezcla explosiva, del tipo de la fusión nuclear solar.

Un tercer ejemplo es la especulación en petróleo. Este elemento es la verdadera sangre del sistema capitalista actual, ampliamente utilizado por todos los países desarrollados, por ello se convierte en un elemento estratégico que da un inmenso poder a aquellos que lo poseen y especulan con él. Esta especulación tiene una gran trascendencia y sin embargo pasa inadvertida para la mayor parte de la ciudadanía. Se lleva a cabo por las grandes empresas petroleras con la connivencia de los gobiernos, marca la pauta en las relaciones internacionales entre los países y configura un mundo lleno de agresividad, frustración y terrorismo. Muchas guerras se han hecho en su honor y el imperio americano y algunos países árabes han sacado provecho de su existencia especulando con una mayor o menor producción y manejando precios conforme sus intereses lo requerían. Se ha llegado al extremo de financiar a grupos terroristas: Estados Unidos en aras a los intereses relacionados con el petróleo financió con un millón de dólares a las arcas de Al Qaeda en 2010, financiación que hizo efectiva a través de la CIA. No se puede negar que “En un perspectiva histórica, documentada por la evolución del precio del petróleo en correlación con los hechos militares que sucedieron en Oriente Medio durante las tres últimas décadas, se observa que el encarecimiento repentino del petróleo no es el resultado de su pretendida escasez como materia prima sino de los cierres programados de la oferta, alentados por las sucesivas crisis políticas e intervenciones militares occidentales, la cuales se superponen a los mecanismos de por sí restrictivos, de un sector económico dominado por compañías que constituyen un cerrado oligopolio internacional[6]”.

Que la especulación pueda en ocasiones procurar beneficios en un mundo entrelazado acercando bienes y productos escasos en algún lugar del mundo desde algún lugar existente en el otro extremo, no es óbice para no ver de forma diáfana que “Con el tiempo… las expansiones financieras [que anidan en cualquier sector sensible] tienden a desestabilizar el orden existente a través de procesos que son tanto sociales y políticos como económicos. Económicamente, desvían sistemáticamente el poder de compra de la inversión creadora de demanda de mercancías (incluida la fuerza de trabajo[7]) hacia el atesoramiento y la especulación, exacerbando así los problemas de realización”[8]. Y “En la medida en que los excesos especulativos favorecen en vez de obstaculizar el surgimiento de nuevas configuraciones espaciales que permiten al comercio y a la producción expandirse más de lo que lo harían bajo las circunstancias precedentes, estos excesos son «males necesarios» de un juego que sigue siendo de suma positiva[9]”.

En conclusión las guerras, las hambrunas, los desahucios, la desigualdad son, entre otros, males de la especulación. El egoísmo, la codicia y la búsqueda del beneficio se mantienen en el corazón del sistema capitalista que utiliza la especulación para extraer la riqueza de la mayoría y ponerla en manos de una pequeña minoría. Haciendo posible, con esta rutina sin pausa, un mundo injusto, salvaje, competitivo, de ganadores y perdedores, en el que la vida humana está supeditada a otros intereses a los que se les da mayor importancia. ¡No, no es posible que la especulación nos haga libres, si acaso hará a unos pocos!




[1] Ramón Rallo, Juan. ¡Viva la especulación! Libertad digital 15-7-2011.
[2] Harvey, David (2014:109). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial iaen.
[3] Ibídem (2014: 36)
[4] Vivas Esteve, Esther (2014:10). El negocio de la comida. Icaria Editorial, S.A.
[5] Ibídem (2014:11)
[6] Giordano, Eduardo (2009:83) Las guerras del petróleo: geopolítica, economía y conflicto. Icaria Editorial S.A.
[7] Es sorprendente ver que los centros financieros están repletos de buenos matemáticos, ingenieros, físicos, etc.
[8] Arrighi, Giovanni (2007:172). Adan Smith en Pekín. Editorial Akal, S.A.
[9] Ibídem (2007:235).

martes, 10 de marzo de 2015

Los bancos y la ética: HSBC, ¡menudo ejemplo!

El comportamiento de la gran mayoría de los bancos es todo menos ético. Cuanto más se conoce sobre su actuación y contribución al desmoronamiento de la economía y los valores sociales, más debemos darnos cuenta de que el problema que ellos han creado, además, no se está resolviendo y la impunidad de estas empresas (el lucro y solo el lucro es su objetivo) y de sus dirigentes está haciendo crecer el cáncer social que nos llevará al final de este modo de vivir. Los bancos han fortalecido su impunidad siendo cada vez más grandes (too big to fail), así han llegado de esta forma a ser una bomba de fuerza irresistible y de consecuencias mortales  que les ha hecho impunes ante la justicia (too big to jail). Podríamos esperar que los problemas generados por la burbuja financiera (hinchada por los bancos), adobados por la eclosión de la vivienda, forzaran a los poderes políticos a tomar decisiones que lograran un cambio de rumbo. Pero este cambio no se ha producido, posiblemente porque no era querido por los que podían llevarlo a cabo, ya que sus planes eran otros.

Aunque en nuestro país Bankia con sus preferentes y sus tarjetas black, entre otras actuaciones impresentables, podría ser un modelo suficiente ilustrativo. Se ha elegido a un banco británico que se ha hecho famoso por la lista Falciani, asunto que por sí solo califica su actividad muy a menudo contraria al interés social. Este banco es el Hong Kong and Shangai Banking Corporation más conocido por HSBC. Nos puede servir de ejemplo para conocer los turbios manejos que muchas de estas instituciones se llevan entre manos, muy lejos siempre del principal cometido que debieran cumplir: acercar el dinero, financiar, a aquellos que pueden necesitarlo para inversiones productivas y beneficiosas en la comunidad. Este banco tiene un historial que debemos repasar y tener muy presente en aras a una toma de conciencia que nos permita darnos cuenta de las artimañas que se llevan a cabo y así poder decidir en consecuencia sobre un cambio profundo a llevar en estas instituciones.

Siguiendo a Éric Toussaint en su último libro Bancocracia destacamos algunas de sus actividades: a) Desde sus orígenes estuvo mezclado en el tráfico internacional de drogas duras; b) colaboró con los cárteles de droga de México y Colombia, responsables de decenas de miles de asesinatos con armas de fuego; c) blanqueó dinero por un monto de cerca de 880.000 millones de dólares; d) abrió ventanillas especiales en los locales de México para que los narcotraficantes pudieran depositar sus cajas llenas de dinero líquido y facilitar los procesos de blanqueo; e) estuvo implicado en las dos guerras del opio del siglo XIX; f) potenció y aumentó la venta de armas británicas en los mercados mundiales; g) estuvo implicado en la manipulación de los tipos de interés interbancarios (LIBOR) que le reportaron pingües beneficios; h) realizó venta abusiva y engañosa de derivados y productos de seguros a PYMES y a particulares; i) manipuló la cotización del oro y la plata; j) contribuyó a la evasión fiscal de grandes fortunas. Todo un cúmulo de actividades que contrariamente a la lógica no han supuesto su cierre, ni la prisión de sus dirigentes, sino apenas pequeñas multas que más que desanimar han reforzado su forma de actuar.

El caso Falciani, ciudadano italo-francés que había trabajado en los servicios informáticos del HSBC en Suiza y que antes de abandonar el banco en el 2008 copió 127.000 archivos que ligaban a esta institución con masivas operaciones de fraude y evasión fiscal, no hizo sino revelar uno de los puntos negros del banco. Pero es verdad que cuando la justicia no funciona correctamente es peligroso ser buena persona. “Suiza decidió actuar y lanzó una orden de detención internacional vía INTERPOL por sustracción de datos, violación del secreto bancario y del secreto comercial y presunción de servicio de información económica[1]”. Por supuesto Suiza no llevó ninguna acción contra el HSBC. Y sin embargo, el domicilio de Falciani en Niza fue objeto de allanamiento por parte de la policía y fue perseguido por varios países. Hay que tener claro que es tremendamente difícil denunciar a un banco ya que tiene la protección de las grandes fortunas atesoradas de manera poco honrada y que, por supuesto, protegen el sacrosanto secreto bancario, aunque sus depósitos provengan del robo, del tráfico de drogas o del crimen organizado. Esta simbiosis entre los grandes bancos y las clases dominantes son, sin embargo, las armas con las que nos recortan nuestras libertades por nuestro bien.

No puedo por menos, después de los párrafos anteriores, que estar de acuerdo con Eckhart Tolle, maestro espiritual, cuando escribe: “Las manifestaciones colectivas de la locura instalada en el fondo de la condición humana constituyen la mayor parte de la historia del hombre. Esta es, en gran medida, una historia de locura. Si la historia de la humanidad fuera el historial clínico de un solo ser humano, el diagnóstico tendría que ser: delirios paranoicos crónicos, propensión patológica a cometer asesinatos y actos de extrema violencia y crueldad contra los que percibe como enemigos, que son su propia inconsciencia proyectada hacia fuera. Locura criminal, con breves intervalos de lucidez[2]”. Los bancos han sido muy perversos en las sociedades desarrolladas, tenemos el enemigo dentro, en casa, pero lo que han sufrido por sus actuaciones, si acaso, es una pequeña advertencia con mínimas sanciones que han pagado de buena gana, manteniendo los beneficios de sus andanzas en sus cajas fuertes.

¿Qué consecuencias, entonces, ha tenido la actuación bancaria fraudulenta? Una regañina de padres comprensivos: ¡banco malo!, ¡malo! Una reconvención infantil e inmediatamente una inundación dineraria para que resuelvan sus problemas, ahondando, de esta forma, cada vez más los problemas de la sociedad. En algunos casos, la inyección de liquidez ha sido tan importante, que se ha caído en lo que Keynes llamaba la trampa de la liquidez: “Mientras los bancos centrales inyectan liquidez y bajan los tipos de interés, los bancos y las grandes empresas privadas prefieren guardar su dinero y tenerlo a mano. Los bancos lo guardan para hacer frente a algunos golpes serios que podrán producir las bombas de tiempo que mantienen en sus balances y en las nuevas burbujas que contribuyen activamente a fabricar[3]”. Incluso “la política de los bancos centrales y de los gobiernos tuvieron efectos muy negativos para la salud de las economías, a la vez que beneficiaban a los bancos, a otras sociedades financieras así como a las grandes empresas no financieras. Decenas de millones de empleos fueron suprimidos, millones de familias perdieron su viviendas, la pobreza aumentó fuertemente así como las desigualdades, la calidad de los servicios públicos se ha degradado de manera deliberada... y nuevas burbujas especulativas se están desarrollando[4]”.

Hay ocasiones en las que cualquiera defendería el Estado mínimo de los liberales, son aquellas, por ejemplo, en las que se reparten las pérdidas de los bancos entre los ciudadanos. Pero ¿cómo evitaríamos la sustracción continua de la riqueza social que estas instituciones organizan cuando se las deja en libertad? Los bancos han aprendido a dar buenos resultados cuando sus fondos propios son escasos y el apalancamiento es notorio, porque juegan y arriesgan con dinero que no es suyo, así los beneficios generados fácilmente suponen un porcentaje jugoso y mayor. Además, los beneficios se reparten entre pocos por lo que la tajada es suculenta y la cuadratura del círculo que buscaban, ha quedado perfecta.



[1] Toussaint, Éric (20l4:181). Bancocracia. Icaria editorial.
[2] Tolle, Eckhart (2010:21). Un nuevo mundo, ahora. Edición DeBolsillo, 10ª edición.
[3] Toussaint, Éric (20l4:263). Bancocracia. Icaria editorial.
[4] Ibídem (2014: 262)

martes, 3 de marzo de 2015

Cómo la riqueza ficticia se apropia de la riqueza real

El mundo está inundado de dinero a pesar de que es general el sentimiento de estar bajando a otras épocas más obscuras. La creación del dinero que antes estaba reservada a los estados ha terminado siendo una función del sistema bancario y financiero. La emisión de monedas y billetes realizada por el estado es lo que denominamos dinero legal, pero esto representa una pequeña porción del dinero que se utiliza en la sociedad. Los bancos y en general todo el sistema financiero tienen actualmente un papel preponderante en la creación de lo que se viene llamando dinero escritural, llamado así porque realmente es un apunte bancario. Este dinero que inicialmente se crea sin ningún respaldo en la economía real y en muchos casos fuera del control oficial, se materializa principalmente mediante la concesión de créditos, prestando un porcentaje de los depósitos que reciben y con la suposición de que no todos los clientes van a retirar sus dineros al mismo tiempo. Esta forma de creación dineraria ha aumentado exponencialmente en los últimos años. La inventiva humana desarrollada en la búsqueda de beneficios, ha puesto en marcha la titulización[1] y los productos estructurados haciendo que las deudas, mediante nuevos y complejos productos financieros, se hagan líquidas, permitiendo así adelantar ingresos futuros y especular con ellos fuera de la corriente real de bienes y servicios.

Se constata que hay una relación clara entre el nivel de endeudamiento y el poder del sistema financiero de generar más dinero. La deuda, que como hemos visto, se genera principalmente por medio del crédito bancario, permite que sean cada vez mayores los fondos dinerarios que se dedican a la especulación basada en el aumento de precios de productos y títulos o incluso en su depreciación. Así se observa que “la parte de créditos concedidos a particulares y a empresas no financieras [para su uso productivo] es netamente minoritaria en los activos de los bancos[2]”. La especulación ha contribuido a la financiarización de la economía y a un aumento sin precedentes de la desigualdad. Las consecuencias que se aprecian a diario es que los poseedores de este dinero ficticio se apropian de la riqueza real quitándosela a los ciudadanos menos afortunados que por contra pasan penurias y se acumula, cada vez más, en menos manos. Así como bien dice David Harvey “el capital puede construir una economía (y en cierta medida ya lo ha hecho) basada en un mundo fetichista de fantasía e imaginación construido sobre ficciones piramidales que no pueden durar[3]”.

La aseveración de Harvey no está escrita en el aire. Hay que ser conscientes de cómo se fraguó la burbuja que explotó en Estados Unidos en el 2007 para aprender de la historia y saber evitar las consecuencias de seguir machaconamente empeñándonos en realizar las mismas políticas económicas. Se ha dicho que el problema estribaba en que los ciudadanos vivieron por encima de sus posibilidades, que la Administración Pública cubría sus abultados déficits con deuda que debían pagar todos los españoles, que el poder sindical hacía el mercado de trabajo español muy rígido, etc. Pero la realidad ha sido muy otra “La creación, en el propio sistema financiero, de mercados de activos totalmente nuevos: contratos de futuros sobre las divisas, credit default swaps [permutas de cobertura por incumplimiento crediticio], collateralized debt obligations (CDO) [obligaciones de deuda garantizadas] y toda una serie de instrumentos financieros que se suponía que iban a dispersar el riesgo … en realidad lo intensificaron al convertir la volatilidad de las operaciones a corto plazo en un terreno propicio para rápidas ganancias especulativas. Así, el capital ficticio se alimentaba a sí mismo y generaba todavía más capital ficticio sin atender en modo alguno al fundamento del valor social de las transacciones[4]”.

Siempre ha habido importantes circuitos de lo que se puede denominar capital ficticio: inversiones en hipotecas, deuda pública, infraestructuras urbanas y nacionales, etc. De tiempo en tiempo esos flujos de capital ficticio se descontrolan y forman burbujas especulativas que finalmente estallan produciendo graves crisis financieras y comerciales[5]. Pero en los últimos años las actividades de los bancos demuestran su lado culpable e intencionado en lo que está pasando, el banco en la sombra en el que se encuentran sociedades creadas por el propio banco para escapar de algunas reglamentaciones y las actividades anotadas fuera de balance que implican volúmenes gigantescos de financiación, es decir deuda, sin tenerlos en cuenta  en su balance contable[6]. La utilización masiva por los bancos del apalancamiento con el fin de endeudarse más para ganar más (en algunos casos el ratio de apalancamiento ha superado el 1/60, es decir 60 veces los fondos propios). Nos han traído a esta realidad que sólo ven positiva unos cuantos que se benefician de ella.

Y ¿qué ha pasado con toda esta riqueza que la élite ha sido capaz de acumular? El sometimiento a las políticas neoliberales de austeridad que han forzado los poderes económicos y políticos, han llevado a la devaluación de activos y a la imposibilidad del pago de las deudas de la clases medias y bajas, especialmente la devaluación de los activos inmobiliarios ha supuesto el paso de propiedades que estaban en manos de ciudadanos de clase media y baja a las manos de los poderosos que en muchos casos han duplicado sus rentas mediante la especulación con dinero ficticio. Todo ello ha llevado a una gran acumulación por desposesión de las clases altas al resto. Desposesión que como en una espiral sin fin permite una apropiación cada vez mayor si el sistema no se consigue parar en seco. Harvey vuelve a tener razón al decir que una clase parasitaria de rentistas succionará el capital industrial [y no sólo éste] dejándolo seco hasta el punto de que no se podrá movilizar ningún trabajo social ni producir ningún valor[7].

Pero hay una riqueza relacionada con la calidad de vida y en muchos casos con la vida misma que también está siendo esquilmada a la ciudadanía. Ya que no solamente se está trasvasando la riqueza real a manos de los especuladores y detentadores del dinero ficticio, sino que también aquellos que poseen los recursos económicos especulan con actividades empresariales que generan unos costes, que los economistas llaman externalidades, costes que pagamos y soportamos todos, cuando, sin embargo, las empresas que los ocasionan no los cargan en sus balances, por otra parte, cada vez más embellecidos. Entre estos costes está la destrucción del medio ambiente en general: contaminación del agua y del aire, destrucción de bosques, pérdida de biodiversidad, etc.

La desregularización del sistema financiero que ha imperado en las últimas décadas ha sido una herramienta dañina para el bien de la comunidad y ha permitido el saqueo de sus riquezas. No queda otro remedio que los bancos vuelvan a realizar un servicio público ya que su importancia en la sociedad no es baladí y las consecuencias de sus malas artes no las pagan los que las han provocado, sino que nos toca pagarlas a todos los demás. Por ello no debe dejarse su gestión en manos privadas, la verdadera riqueza está en peligro. El propio “Marx ya investigó a fondo lo que podría significar una auténtica riqueza en una sociedad genuinamente libre[8]”. Y esta desgraciadamente está profundamente olvidada: “La intolerable negación del libre desarrollo de las capacidades y potencialidades creativas del ser humano que ello supone equivale a desperdiciar la cornucopia de posibilidades que el capital nos ha legado y a despilfarrar la riqueza real de las posibilidades humanas en nombre del perpetuo aumento de la riqueza monetaria y de la satisfacción de estrechos intereses económicos de clase[9]”.

El hambre de rentabilidad y la capacidad del sistema financiero de causar estragos con la creación de dinero, atiborrando el mercado, supone una ludopatía con efectos desastrosos para la sociedad. Este sistema infla burbujas llenas de ilusión y falsas expectativas en los ciudadanos, y, cuando explotan, los que menos tienen, se encuentran que han perdido, además de su patrimonio, el futuro y sólo les queda una vida llena de penurias. La élite, sin embargo, y no puede ser por casualidad, por arte de magia financiera encuentra que su riqueza se ha engrosado significativamente.



[1] Técnica financiera que permite a un banco transformar activos ilíquidos en títulos negociables. Con esta técnica se transfieren los riesgos  de los créditos de los bancos a los compradores y se consigue dinero fresco o nueva financiación de los inversores.
[2] Toussaint, Éric (20l4:118). Bancocracia. Icaria editorial.
[3] Harvey, David (2014:233). Editorial  IAEN, Quito.
[4] Ibídem, pág. 231.
[5] Ibídem, pág. 230.
[6] Toussaint, Éric (20l4). Bancocracia. Icaria editorial.
[7] Harvey, David (2014:234). Editorial IAEN, Quito.
[8] Ibídem, pág. 204.
[9] Ibídem, pág. 217.

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