viernes, 24 de febrero de 2017

¿Son las pensiones el problema de la economía?

Nos cuenta Adela Cortina en su libro ¿Para qué sirve realmente la ética? que un amigo suyo economista le dijo que “todos sabemos lo que hay que hacer” para salir de la crisis, y, preguntándole por ello la sorprendente y decepcionante respuesta fue “hay que reducir las pensiones”. La réplica de Adela Cortina me parece mucho más acertada que la del economista: “¿no sería mejor que devolvieran el dinero los corruptos que se lo han quedado, que pagaran los que han gestionado los recursos públicos de una forma pésima, que se acabe con los paraísos fiscales, se fije una tasa para las transacciones financieras y la economía especulativa decrezca a favor de la economías real? A lo que el economista contestó “sí claro, todo eso está muy bien, pero empezar por reducir las pensiones es lo más sencillo”.

Adela Cortina continúa: “Tantas facultades de economía, tantos políticos por metro cuadrado para que ésta sea la piedra filosofal, que lo más sencillo es empezar por los que están más controlados. Aunque los pensionistas no sean los responsables de las crisis, ni tampoco las gentes que viven en situación de dependencia, o los países que reciben la ayuda a la cooperación, ni esa cantidad de personas que se quedaron sin trabajo sin comerlo ni beberlo, ni los que además de eso había asumido hipotecas imposibles ya de amortizar porque alguien les invitó a hacerlo, ni los empresarios que aun habiendo hechos sus deberes tuvieron que cerrar la empresa porque ni recibían ayuda de los bancos ni les pagaba la Administración. No eran responsables,  pero alguien tenía que pagar y les tocó la papeleta a ellos.”

Las pensiones no son el verdadero problema de nuestra economía, ni la solución de los problemas sociales se consigue reduciendo las pensiones y alargando la vida laboral. De hecho, en los últimos tiempos, si no fuera por las familias y muy especialmente por los abuelos la situación de los jóvenes sería hoy trágica. La solución tiene que venir mediante la persecución de aquellos objetivos que hacen más fácil la convivencia y permitan una vida digna a todos los ciudadanos. La solución tiene que ver con los objetivos que perseguimos como sociedad. Si se encumbra el enriquecimiento y la competitividad en vez de la solidaridad y la cooperación, obtendremos un individualismo egoísta que, en contra de los economistas clásicos, difícilmente permitirá una verdadera vida en común y por tanto avocará a nuestras sociedades al abismo.

Un jefe indígena contaba a sus nietos que en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y el de la bondad, la alegría, la misericordia y la esperanza. Terminada la narración, uno de los niños preguntó: ¿cuál de los dos lobos crees que ganará? Y el abuelo contestó: el que alimentéis. Y claramente, estamos alimentando al lobo de la maldad, la mentira y el resentimiento, muestras tenemos de ello a diario. Estamos educando para la competición, el sálvese quien pueda, y yo soy mejor y más listo que tú por lo que tengo más derechos. Nos olvidamos de que el hombre es un ser social y que en nuestros genes está cuidarnos unos a otros, ya que necesitamos ser cuidados para sobrevivir y estamos hechos para compadecernos y sentir empatía con nuestros semejantes. Pero nos empeñamos en lo contrario y lo contrario conduce a las guerras de unos contra otros, conduce a la ausencia de confianza, aceite lubricante de todas las relaciones.

Nos dice también Adela Cortina en ¿Para qué sirve la ética? Que “No conviene equivocarse en el juego de la vida. Sentimientos como el de justicia forman parte esencial incluso del quehacer económico, no digamos ya del quehacer ético, y quien lo ignora acaba haciendo pésimas jugadas.”
Las políticas de la austeridad ya han mostrado su cara y su fracaso estrepitoso, debiéramos darnos cuenta sólo con mirar hacia Grecia en dónde las políticas de la Troika, tras la capitulación de SYRIZA, han conseguido que cientos de miles de griegos hayan tenido que solicitar ayuda humanitaria para comprar comida y pagar el alquiler o la electricidad, que el porcentaje de niños pobres esté en el 50 %, que ostente el liderato en desempleo y que el desempleo juvenil coquetee también con el 50 %. A todo esto las pensiones bajaron un 27 % entre el 2011 y 2014 sin haber significado ningún avance y sólo prueba de ocasionar un mayor sufrimiento. Ahora que Grecia se precipita a un nuevo rescate, los griegos se preguntan para qué ha servido tanto esfuerzo en vano. En fin un desastre por el que parece nadie pide perdón y, sin embargo, no es suficiente para despreciar las políticas que están contribuyendo a tal horror.

Los agoreros de la insostenibilidad del sistema de pensiones nos quieren convencer de su futuro imposible[1] y para ello han atentado contra el empleo, la demanda agregada, los servicios públicos, etc. Hacen lo posible para mostrarnos un mundo oscuro y tenebroso en el que sólo hay amanecer para los ricos. Pero no creo que las pensiones sean el problema de la economía. Creo que son razones políticas las que abogan por una economía privatizada y deshumanizada en la que la vida de las personas no es el principal objetivo, y que, por tanto, no se está haciendo lo suficiente por la dignidad de los ciudadanos, cuando, sin embargo, es la obligación primera de cualquier gobierno.

Romper las reglas del juego unilateralmente, perjudicando a los débiles, es la solución más fácil para un Gobierno sin recursos, sobre todo, habiendo alternativas y propuestas esperanzadoras.



[1] Recuérdese, también, el ambiente imperante cuando se llevó a cabo el Pacto de Toledo, aprobado por el pleno del Congreso de los Diputados de España, durante la sesión del 6 de abril de 1995. Ya han transcurrido casi 22 años y las pensiones públicas son las que han salvado la vida de muchas personas.

viernes, 17 de febrero de 2017

Las pensiones: dos puntos de vista

El debate de las pensiones esconde, como la mayor parte de los debates políticos, una lucha de intereses contrapuestos. Las políticas ortodoxas, favorables al fundamentalismo del mercado, magnifican las bondades de la privatización de las pensiones con el objeto de participar de un buen trozo de pastel del PIB. El individualismo y la capitalización de las aportaciones durante la vida laboral, supondrán, al albur de las subidas y bajadas del mundo financiero montado en las turbulencias de la globalización, las pensiones a percibir cuando llegue el momento de abandonar la vida laboral, cada día más lejano. Poco importa a esta visión el paro, el empleo precario, la pobreza, y la inmensa masa de personas que debido a  la  realidad de nuestra economía no podrán pensar siquiera en aportar un mínimo a los planes de pensiones privados.

Para aportar, sin embargo, algo de realidad es bueno recordar alguno de los datos que la Encuesta de población activa (EPA) correspondiente al último trimestre de 2016 nos da: la tasa de paro juvenil en el último trimestre de 2016 ascendió al 41,94%, los hogares con todos sus miembros en paro son 1.438.300 y los parados que llevan más de un año 2.030.600. Recordemos, además, que el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a pesar de la subida de este año sólo asciende a 707,6 €,  y que el precio de la cesta de la compra ha subido en los últimos años doce veces más que las pensiones.

Hay otro punto de vista, muy diferente, que entiende la vida social de forma menos competitiva y que considera que todos tenemos el derecho a una vida digna, reconociendo los derechos humanos a toda persona por el hecho de nacer. Esta alternativa no puede basarse en la montaña rusa de la bolsa, ni en el soporte de un mundo financiero que busca el enriquecimiento individual a costa de provocar pérdidas en la mayoría. Esta alternativa tiene que basarse en la cooperación y la solidaridad en un mundo empático y sensible con el otro. Para este punto de vista no importan las desigualdades; que un pequeño porcentaje de la población disponga  de la mayor parte de lo producido por todos y otros muchos tengan que estar mendigando, no son la solución[1].

En este contexto nos encontramos que en la reciente comparecencia del Gobernador del Banco de España, Luis María Linde,  ante la comisión de seguimiento del Pacto de Toledo, ha propuesto, entre otras medidas, que se retrase la edad de jubilación, y se incentive la contratación de planes de pensiones privados con los que hacer frente a la moderación de las pensiones."Desincentivar la jubilación anticipada y permitir la ampliación de la vida laboral por encima de los 67 años tendría efectos positivos". Asimismo, el gobernador ha expuesto que "se podría plantear extender el papel del ahorro para la jubilación, de modo que permita complementar los recursos del sistema contributivo público con la acumulación de activos financieros con los que suplementar las futuras pensiones públicas". Esta recomendación de contratar planes de pensiones privados -o también "público-privados", como posteriormente trató de matizar Linde- responde a un contexto futuro en el que se producirá una disminución de la tasa de sustitución, esto es, una reducción en la cuantía de las pensiones así como en su poder adquisitivo. Menos mal que, también, Linde ha señalado la necesidad de ampliar las vías de ingresos, punto en el que se ha mostrado favorable a que se destine parte de la recaudación de ciertos impuestos a la financiación de las pensiones de viudedad y orfandad. Lo que no ha considerado positivo, en cambio, es elevar las cotizaciones sociales porque "supondría un fuerte aumento de los gastos laborales".

Es curioso que al mismo tiempo de la intervención del Gobernador del Banco de España el informe anual de INVERCO diga que “El maltrato fiscal y las pobres rentabilidades han certificado un año desastroso para los planes de pensiones privados. Según el informe, el 65% de los ahorradores que tienen un plan no aportó nada al mismo el año pasado. Y otro 10% aportó menos de 300 euros. Además, la cifra de partícipes se redujo en 0,4%, a pesar de los esfuerzos comerciales de bancos y aseguradoras al cierre del año. Los datos de INVERCO ponen de manifiesto, además, que uno de los principales motivos para hacerse un plan de pensiones es la desgravación fiscal, que afecta a todos los estratos sociales. Así, la desgravación media en la base imponible del IRPF fue de 1.635 euros. Hay que recordar, sin embargo, que esta desgravación es un beneficio a corto plazo, puesto que al rescatar el plan el contribuyente debe tributar por todo su patrimonio -no sólo por la ganancia, también por lo aportado- como si fuera un rendimiento del trabajo.

Es difícil no reconocer en las propuestas del Gobernador del Banco de España el punto de vista neoliberal. Punto de vista que repercutirá agrandando las diferencias entre unos y otros y que apuesta por los poderosos dándoles más de lo que tienen y quitándoselo a los demás. A estas alturas del partido cualquier economista sabe que un incremento de la demanda impulsa el desarrollo de las empresas, que los recortes que afectan a la mayor parte de la población dejan sin posibilidades de consumo y ponen en riesgo la vida de las personas y la economía en general. Que la falta de empleo, especialmente para los pobres, y el incremento de desigualdad no ofrecen ninguna esperanza. Por ello ha de entenderse que todo esto se sabe y los objetivos ocultos de estas políticas no son las palabras vacuas con las que los políticos que las defienden nos regalan los oídos.

Reducir las pensiones, alargar la vida laboral y privatizarlas no son medidas que sirvan para combatir la crisis económica, ni mucho menos, sino que implican un paso más en el desmantelamiento del precario estado social que se está llevando a cabo en perjuicio de los más débiles y para satisfacción de los poderosos.




[1] El 5 % más rico recibe el 37 % de la renta global, el 5 % más pobre sólo el 0,2 %. El 1 % de la población tiene el 48 % de la riqueza, casi tanto como el 99 % restante. 

domingo, 12 de febrero de 2017

Teoría Monetaria Moderna como un instrumento de liberación

Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar, lo cual sería una enajenación de nuestros fines. El trabajo requerido debería ser aquel que permita que todos tengamos las necesidades básicas cubiertas y, además, nos permita desarrollar nuestras potencialidades y buscar nuestra felicidad. El sistema capitalista no parece, sin embargo, dar las mismas oportunidades a todas las personas y en su versión neoliberal hace que la desigualdad aumente imparablemente, así unos tienen una vida regalada (por el mercado y no por el Estado) y otros luchan por sobrevivir. La Teoría Monetaria Moderna y algunas de las medidas que se vienen reclamando desde los sectores sociales, vienen a significar en este contexto instrumentos de liberación.

En los momentos actuales el problema no es el fin del trabajo a pesar de una mejor tecnología y la repetida escasez de empleo, el problema es que las medidas políticas que se toman y el capitalismo neoliberal atentan contra la mano de obra y por tanto contra el trabajo remunerado, es decir el empleo. Las sociedades están centradas en el trabajo, aunque sólo viven (y no todos) aquellos que consiguen un trabajo retribuido, olvidando la tarea esencial que se desempeña en el trabajo de cuidados y de reproducción. Los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), del 4º trimestre del 2016, nos informan de que los activos (quienes están disponibles para trabajar, ocupados o desempleados) se han visto reducidos en 694.400 personas desde el cuarto trimestre de 2012, un 5,2%. ¡Qué derroche de recursos! ¡Qué montón de posibilidades perdidas en aras a una mejora de nuestra sociedad y evitar las necesidades extremas de nuestra ciudadanía! Y para los economistas que adoran el PIB ¡que derroche de PIB!

La distribución de la renta proporciona a los políticos un medio para mejorar el bienestar de los ciudadanos y el empleo es de momento el sistema que facilita esa igualdad necesaria y los recursos básicos para el cumplimiento del artículo 40.1  de nuestra Constitución. Un ejemplo de esta necesidad nos lo muestra el trabajo realizado por los economistas Richard Wilkinson y Kate Pickett, trabajo que se  publicó en el año 2009, en él se concluía que los niveles de renta no influyen (al menos en los países desarrollados, relativamente ricos), y el gasto en asistencia sanitaria de alta tecnología tampoco hace una gran diferencia. ¿Cuál es el factor determinante? No podemos afirmarlo con certeza, pero parece que la desigualdad es el factor clave. Decían que lo más fascinante de su estudio es que demuestra que reduciendo la desigualdad se aumentaría el bienestar y la calidad de vida de toda la población. Lejos de ser inevitable e imparable, el deterioro del bienestar social y de la calidad de las relaciones sociales es reversible.

Puede que haya que elegir entre utilizar el gasto público para mantener baja la desigualdad o bien para hacer frente a los problemas sociales cuando la desigualdad es elevada. Un ejemplo de una mala elección en este sentido se puede observar en EE UU durante el periodo que comienza en 1980, cuando la desigualdad de renta aumentó de forma especialmente rápida. En esa época, el gasto público en cárceles aumentó seis veces más rápidamente que el gasto público en enseñanza superior, y una serie de Estados han llegado ahora a un punto en que gastan tanto dinero público en cárceles como en enseñanza superior. ¡Lamentable!

Pero hemos de ser muy conscientes de que el problema de los costes y gastos superfluos de la administración tiene más que ver con los problemas burocráticos que con los servicios esenciales que presta. No obstante, la TMM y la Renta Básica Universal (RBU) nos dan la oportunidad de facilitar los costes de la burocracia estatal con su puesta en marcha. También pueden hacer más fácil la vida de las personas, aunque no permitir la vida regalada que llevan algunos en el adorado mercado libre.
Uno de los economistas principales de la TMM, William Mitchell, en su libro La Distopía del Euro nos dice: “La crisis fue creada por una mentira y la situación actual de austeridad fiscal está empeorando las cosas porque se basa en esa misma mentira […] La mentira más grande de todas, repetida sin cesar por lo economistas neoliberales y de la que acríticamente se hacen eco los principales medios de comunicación, es que si los gobiernos disminuyen su gasto, entonces el sector privado ‘se unirá’ para cubrir el hueco dejado [...] la ideología triunfa sobre la evidencia y así aceptamos falsedades como si fueran verdad [… ] La Gran Depresión nos enseñó que la economía debe ser entendida como una creación nuestra diseñada para que nos beneficiemos de ella, no como una entidad abstracta que reparte recompensas o castigos según un marco moral determinado.”
Y otro de ellos, Randall Wray, en su libro Teoría Monetaria Moderna escribe: “La creencia de que el gobierno está obligado a equilibrar su presupuesto cada cierto tiempo es comparado con una religión, una superstición necesaria para asustar a la población de manera que esta se comporte de la manera deseada […] en realidad el  gasto público no se enfrenta a ninguna restricción presupuestaria […] No es dinero recaudado mediante impuestos.” Hemos de tener en cuenta que antes de recaudar impuestos el gobierno competente tiene que haber emitido ese dinero.
Los impuestos, en consecuencia, tienen que servir para buscar el modo de mejorar la vida de la sociedad. No pueden ser instrumentos de desigualdad e injusticia. Mientras unos pagan dos y tres veces por la misma renta (non bis in ídem, no dos veces por la misma causa) otros, entre deducciones, paraísos fiscales, bufetes de abogados, etc., apenas pagan (aunque sean Vicepresidentes de Gobierno). Los impuestos tienen que ser instrumentos de equidad, justicia y eficiencia. La pena es que como decía Keynes la “elusión de impuestos  es la única actividad intelectual que tiene recompensa.” ¡Que razón tenía!

La TMM puede llegar a ser un instrumento de liberación, si tenemos en cuenta, como señala, que no son necesarios los impuestos para que el Estado gaste cuando éste dispone de la potestad de emitir moneda. Los impuestos no deben ser una maraña poco comprensible, deben ser claros y eficaces para los fines que se persiguen, deben servir para buscar un mundo menos desigual y una economía más eficiente, respetuosa con el medio ambiente y en beneficio de todos.

lunes, 6 de febrero de 2017

El Ministerio del Maquillaje Social

El ruido de las mentiras se ha convertido en algo natural en nuestra vida política. Ruido que como música de fondo acompaña a la ciudadanía en su vida diaria y adormece cual analgésico los dolores de la insufrible realidad llena de corrupción y manipulación política. Las cortinas de humo y el desvío de atención sobre otras tensiones políticas en los partidos de la oposición, ponen una cortina sobre los verdaderos problemas de la ciudadanía. Problemas que el Gobierno tendría que tener en su agenda como prioritarios y dar la solución necesaria.

En el momento político actual el criterio que predomina es la conformidad indolente con las pequeñas reformas que, por otra parte, mantienen el bipartidismo con el apoyo interesado del poder económico. Pequeñas reformas como la subida miserable de apenas el 8%€ (52,40 €) del Salario Mínimo Interprofesional, la insuficiente modificación legislativa, 8 años después del comienzo de la Crisis, para que no se corte el suministro eléctrico a familias sin recursos, se acompasan con las palabras del Presidente del Gobierno que pretende hacer pequeñas reformas pactadas, fuera del Parlamento, en la estructura del Estado. El Partido Popular, así, va manteniendo sus políticas de austeridad con pequeñas modificaciones insignificantes y el PSOE saca pecho porque va consiguiendo esas migajas que sirven de fuego de retención de las verdaderas necesidades de la ciudadanía de nuestro país.

El sistema neoliberal que en España tiene un representante significativo en el Gobierno, nos sigue machacando con mentiras como que los déficits públicos son siempre malos, el presupuesto tiene que estar equilibrado y por tanto los gastos tienen que estar soportados por la recaudación de impuestos, el impago de la deuda es una mala opción, hay que bajar los salarios para que podamos ser competitivos y recuperarnos de la crisis, las ayudas a la banca no tendrán efecto sobre los ciudadanos, la empresa pública es menos productiva que la empresa privada, las pensiones no pueden soportarse, etc. Siguen, en consecuencia, el camino marcado por el Consenso de Washington: Disciplina fiscal y eliminación del déficit, reducción del gasto público y reordenamiento de las prioridades gubernamentales en un Estado mínimo, reforma tributaria regresiva, tasas de interés flexibles, tipo de cambio competitivo, liberalización comercial, un entorno favorable para la inversión extranjera directa (IED), privatización, desregulación, derechos de propiedad.

Mentiras y más mentiras, como nos decía Susan George[1], la realidad que han creado es muy diferente, la “Disciplina fiscal” pasa a significar en caso de superávit: “acumular grandes excedentes presupuestarios y no gastarlos [salvo en armamento y corrupción] aun cuando una gran cantidad de personas en el país estén padeciendo hambre”, el “Reordenamiento de las prioridades gubernamentales” se traduce en como “practicar la ‘recuperación de costos’ con respecto a la salud y la educación y hacer que la población pague por la totalidad de los gastos en estos sectores, “Reducir el gasto público” significa “eliminar los subsidios” a los alimentos básicos, energía, transporte público y demás, la “reforma tributaria” tiende a equivaler en la práctica a menores impuestos para los ricos, las "Tasas de interés flexibles" significa aumentar estas tasas dado que la flexibilidad en raras ocasiones se aplica hacia abajo, al menos no durante mucho tiempo. Esto hace que los créditos se tornen escasos y onerosos, especialmente para las Pequeñas y Medianas Empresas que son las que ofrecen la mayor parte de las oportunidades laborales, con el poco sorprendente resultado de un mayor desempleo, la “privatización” se convierte en un negocio lucrativo de oportunidades para “hacerse rico rápidamente” para las elites adineradas locales y las corporaciones transnacionales, la “apertura y un entorno favorable para la Inversión Extranjera Directa (IED)” no significa necesariamente que el país reciba inversiones en nuevas instalaciones para la creación de empleos y riqueza, estadísticamente, la mayoría de los fondos clasificados como IED serán destinados solamente a fusiones y adquisiciones que impliquen la participación de empresas ya existentes, las que generalmente derivan en una reducción de la fuerza de trabajo, los “derechos de propiedad” suenan muy solemnes pero de alguna forma nunca llegan hasta el sector informal que es donde serían más necesarios.

Mentiras y más mentiras que pretender confundir y sembrar el miedo entre la ciudadanía, manteniendo a la población en un analfabetismo político. Así, como nos dice Viçens Navarro, la escasísima cultura democrática existente en este país (que es prácticamente nula en los mayores medios de información) explica que los enormemente importantes debates que están ocurriendo en Podemos apenas se conozcan, pues los medios nos informan, presentándolos como una mera lucha por el poder personal. Pero, ver estas discusiones ​como​ meras luchas por el poder es no entender nada o hacer juego sucio. Pero este es el debate político que tenemos y no la necesaria búsqueda de soluciones para los graves problemas que existen.

No es de extrañar, entonces, que el pasado domingo día 29 de enero, en el  programa “el objetivo” de la Sexta, Pablo Iglesias repitiera varias veces que el Partido Popular había creado el Ministerio de Maquillaje Social. Parece que no hay otra alternativa a la gran mentira que suponen las medidas neoliberales, ya que sin Ministerio de Maquillaje Social la verdad podría salir a flote y la tensión social sería poco menos que irresistible.




[1] GEORGE, SUSAN (2006): Cómo la deuda y el consenso de Washington destruyen el desarrollo y crean pobreza. Coloquio Internacional del Centro Celso Furtado sobre “Pobreza y Desarrollo dentro del Contexto de la Globalización” Publicado en Transnacional Institute.

viernes, 3 de febrero de 2017

¿Por qué MMT?


Principios inspiradores de la MMT:


  1. Hacia el desempleo cero. No entendemos que se tolere la mayor ineficiencia de nuestras sociedades, el despilfarro de nuestros activos más preciados: las personas.
  2. Aumentar el aprovisionamiento social. Las personas desempleadas que pueden y quieren trabajar deben movilizarse para proporcionar bienes y servicios que la sociedad necesita y que se dejan sin cubrir.
  3. Erradicar la precariedad laboral. No podemos permitir que se mantenga un ejército de reserva de desempleados para disciplinar a la fuerza de trabajo en sus demandas de unos derechos y condiciones laborales dignas.
  4. Equidad e integración. El empleo no es solo una actividad para adquirir una renta monetaria, sino un mecanismo de desarrollo personal y de sociabilidad, de integración y lucha contra la discriminación de género, raza y etnia.
  5. Reducir la incertidumbre personal. Los efectos perniciosos sobre la salud psicológica provocados por el estrés, la ansiedad y la depresión podrían minorarse eliminando la inseguridad relativa al empleo; además de facultar a los individuos a dejar pasar menos oportunidades para iniciar proyectos de todo tipo por miedo a perder su principal fuente de ingresos.
  6. Transformar la inversión. La inversión es el elemento crucial que da forma a nuestras sociedades. El sector privado se mueve por el deseo de acumulación de beneficios, siendo las expectativas de obtenerlos el motor que les lleva a tomar las decisiones sobre en qué sectores invertir. El sector público no se ve limitado a los mismos condicionantes, pudiendo ejecutar inversiones transformadoras que no se guían por el mero objetivo del lucro o rentabilidad.
  7. Equilibrio entre el sector público y el sector privado. Frente a la opulencia privada, es urgente un desarrollo parejo de los servicios públicos que redunde en un bienestar compartido por todos los ciudadanos.
  8. Descentralizar y fortalecer la democracia. Si bien existe un componente jerárquico en cuanto a la financiación, el diseño de los Programas de Trabajo Garantizado desde abajo garantizaría un uso correcto de los activos disponibles en función de las necesidades y objetivos particulares de cada región o municipio.
  9. Incluir la esfera reproductiva. Hacer visibles estos activos mediante una remuneración no sujeta a motivos de mercado no supondría su mercantilización, sino la socialización del trabajo de cuidados.
  10. Cómo y para qué crecer. Es importante no fijarse metas cuantitativas y abordar en qué sectores crecer socializando al inversión y qué consumos desincentivar vía impositiva. Ligar la creación de empleo y la sostenibilidad ambiental como objetivos simultáneos de política económica es esencial para invertir el impacto que dejamos sobre el planeta sin fallar en el intento.

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...