EL FETICHE DEL CRECIMIENTO Y SUS EFECTOS
COLATERALES.
En estos tiempos obscuros de crisis parece que podría haber un acuerdo general en aceptar el crecimiento económico como portador de la solución a nuestras desdichas. El crecimiento en el sistema capitalista, podemos decir, que se ha convertido en un fetiche. Es muy significativa la definición de este término dada por
Los análisis sobre el crecimiento económico y sus límites, no son un tema nuevo, en 1972 el Club de Roma ya emitió un informe sobre Los límites del crecimiento y en el año 2001 Clive Hamiton publicó un libro de gran repercusión del que se ha extraído el título del texto El fetiche del crecimiento. Este autor nos decía y sus palabras son cada día más ciertas: “Nada preocupa tanto al sistema político moderno como el crecimiento económico, que es más que nunca la referencia del éxito de sus programas. Los países clasifican su progreso por comparación con los demás en función de su renta per cápita, que sólo puede aumentar mediante un crecimiento más rápido. Un elevado crecimiento es motivo de orgullo nacional; un crecimiento bajo es objeto de acusaciones de incompetencia en el caso de los países ricos, y de compasión en el de los pobres. Un país que experimente un período de bajo crecimiento atravesará una fase agónica de introspección nacional en la que los expertos de izquierda y derecha lanzarán sus reproches para saber donde nos equivocamos y si hay algún fallo en el carácter nacional. [1]”
Habría que debatir seriamente sobre las consecuencias que nos puede traer la obsesión por el crecimiento económico. Crecimiento que, además, se mide exclusivamente mediante el PIB. Y éste, a su vez, se basa en un sistema productivo que no se “organiza para satisfacer las necesidades humanas –priorizando las necesidades básicas—sino que se ve decisivamente troquelado por la búsqueda de beneficios individuales.[2]” No hay otro remedio que convenir que los recursos existentes son limitados y sin embargo las necesidades humanas se ha de mostrado que pueden ser ilimitadas. Así, nos encontramos que “La sociedad se enfrenta a un profundo dilema. Resistirse al crecimiento es arriesgarse al colapso económico y social. Apostar por el crecimiento ilimitado implica poner en peligro los ecosistemas de los que dependemos para nuestra supervivencia a largo plazo.[3]”
Un premio Nobel de química, Frederick Soddy, defendió que “la economía es, en el fondo, un sistema de utilización de energía[4]”. Y, sin embargo, el sistema económico actual no quiere percibir la grave problemática que se cierne sobre nuestras cabezas con el malgasto de la misma. El cambio climático, la destrucción de la naturaleza y la pérdida de la diversidad no son cuestiones que se deban tomar a broma. Por ello, deberíamos tener muy en cuenta lo que nos decía el difunto economista Kenneth Boulding, “para creer que la economía puede crecer indefinidamente en un sistema finito hay que ser un loco o un economista[5]”. Vivimos en un mundo finito que se enfrenta a necesidades infinitas, espoleadas por el marketing capitalista, cebadas por la obsolescencia programada. Un mundo en el que se mide el desarrollo por el crecimiento del PIB y éste se considera la ultima ratio, el objetivo culmen de la razón económica. Se busca el crecimiento infinito y esto pone en peligro la habitabilidad futura de nuestro planeta. Nos olvidamos de que “somos nosotros los que tenemos necesidad del futuro, mucho más que el futuro de nosotros[6]”.
Se ha perdido la conexión necesaria con el medio en el que vivimos, pero “La naturaleza no mantiene ninguna relación de fuerza con los humanos, la naturaleza no negocia[7]”. Un proverbio atribuido con frecuencia a las culturas indígenas nativas americanas afirma que “No hemos heredado
Por ello, no debemos quedarnos a esperar un final desconocido y ocasionalmente apocalíptico, debemos aprovechar las oportunidades existentes. “El rápido descenso de los costes de las energías renovables y la necesidad de sustituir unas infraestructuras envejecidas de combustibles fósiles nos brindan una oportunidad única para acelerar la llegada de una nueva era de energía verdaderamente sostenible[13]”. Europa era señera en un modo distinto de entender los problemas ecológicos y sociales, pero “Como cualquier potencia inmersa en el sistema capitalista,
[1] Hamilton, Clive
(2006:23). Editorial Laetoli S.L.
[2] Riechmann, Jorge
(2012:24-25). El socialismo puede llegar sólo en bicicleta. Los libros de la
catarata.
[3] Jackson, Tim (2011:225). Editorial Icaria S.A.
[4] La situación del mundo 2013. ¿Es aún posible lograr la
sostenibilidad?
[5] George, Susan (2010: 9)
[6] Dupuy, Jean Pierre (2012-29). Hacer como si lo peor
fuera inevitable. VV.AA. ¿Hacia dónde va el mundo? Icaria Editorial, S.A.
[7] VV.AA (2012:51). ¿Hacia dónde va el mundo? Cochet,
Yves, Ante la catástrofe. Ediciones
Octaedro, S.L.
[8] VV.AA ¿Es aún posible la sostenibilidad? Engelman,
Robert (2013:30). Más allá de la sosteniblablá.
[9] Ibídem (2012:29).
[10] Martín, Hervé-René y Cavazza, Claire (2009:25). Nous
réconcilier avec la
Terre. Flammarion.
[11] Latouche, Serge y Harpagès, Didier (2011:25). La
hora del decrecimiento. Ediciones octaedro, S.L.
[12] Ibídem (2011:31)
[13] VV.AA ¿Es aún posible la sostenibilidad? Makhijani,
Shakuntala y Ochs, Alexander (2013:160). Impactos de las energías renovables
sobre los recursos naturales.
[14] Martín-Sosa, Samuel (2014): ¿Una burbuja medioambiental? Revista Alternativas Económicas, abril
2014.
[15] Dupuy, Jean Pierre (2012-44). Hacer como si lo peor
fuera inevitable. VV.AA. ¿Hacia dónde va el mundo? Icaria Editorial, S.A.
[16] Max-Neef y B. Smith
(2011:114)
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