¿Cómo reaccionaríamos si nos dijeran que en el año
2017 ha habido excedentes de producción en Europa por un importe de 331.000
millones de euros? Esto significa que este importe se podría, por ejemplo,
haber dedicado a crear empleo. Se considera que en la zona Euro un puesto de
trabajo cuesta de media unos 42.000 anuales. Por lo que gastar el superávit
habido nos reportaría unos 7,9 millones de empleos, es decir la mitad
aproximadamente de los parados existentes[1].
Pero es más sencillo repetir el mantra de que no hay dinero para adormecer el sentido crítico de la ciudadanía.
La matraca de que ¡no hay dinero! Es el eslogan más
utilizado por la derecha reaccionaria para convencer y anestesiar a aquellos
que siempre han tenido que ahorrar para poder subsistir. No hay dinero para las
pensiones pero, la corrupción campa sin obstáculos, se saca a los bancos de la
ruina que ocasionó su avaricia, se pagan a las empresas de autopistas los
déficits, cuando nadie participa en sus beneficios (este es el capitalismo que
tenemos los beneficios para mí los déficits los repartimos), aquellos que más
tienen pagan menos al fisco (las empresas tienen que tener beneficios aunque
sea arruinando a sus trabajadores), grandes sumas de dinero se pierden en los
paraísos fiscales, la especulación financiera pervierte la economía real, etc.
¡No hay dinero! Pero la producción (el PIB) según
nos dice el gobierno aumenta y sin embargo parece que se queda en manos de los
que más tienen; la desigualdad es un hecho creciente en esta salida de la
crisis que como no se remedie hará estallar el propio sistema que la genera.
¡No hay dinero! Es, sin duda, la cantinela que se usa para que los pobres
aporten sus pocos recursos y los entregan a aquellos que más tienen. Es la
contrarrevolución del neoliberalismo.
Como ya dije en otra ocasión, sabemos que el
sistema bancario privado, mediante los créditos, es el que crea en la
actualidad el 95 % del dinero en circulación y el sistema público el 5 %
restante, aspecto éste que como se ha comprobado con las últimas crisis tiene
sus riesgos. Son el crédito y el gasto público los que promueven y principian
la actividad económica. Las empresas cuando inician su actividad se mueven a
través de los préstamos bancarios. “De hecho, con muy raras excepciones, ha
sido el crédito el que financió a la empresa y al empresario que contrató a esa
joven; y probablemente fue un descubierto el que pagó el salario que obtuvo en
su primer trabajo [...] su contratación creó actividad económica añadida y generó
ingresos con los cuales la persona que la empleó pudo cubrir el descubierto,
pagar la deuda y satisfacer su salario.[2]”
También el Estado cuando paga a un proveedor o a un funcionario lo que hace es
apuntar en las cuentas bancarias de los destinatarios los importes fijados
mediante la contratación previa. Para realizar estos gastos no necesita
(tengámoslo claro) cobrar impuestos, salvo que no tenga el poder de emitir
moneda (ahora dependemos del Banco Central Europeo para ello). El Estado
siempre recauda impuestos del dinero que previamente ha sido creado, bien por
el sistema financiero privado o por la banca pública.
Nuestros políticos no sólo no quieren aprovechar
las nuevas realidades de la política monetaria, de la que es un claro exponente
la Teoría Monetaria Moderna (TMM), sino que tampoco saben aprovechar sus
propias convicciones para mejorar el estado de los ciudadanos. No saben o
pretenden hacernos creer que no saben cómo funciona el sistema monetario
actualmente. Nos dicen que los bancos tienen que poseer dinero para dar crédito
pero ellos saben que no es así. El crédito se crea de la nada. Es el negocio de
la banca dar crédito, y los bancos lo han venido dando sin motivo y a lo loco
montados en la burbuja inmobiliaria y activando crisis en su beneficio. Lo que
está claro es que los bancos nunca dejarían de dar crédito a un buen negocio
con posibilidades claras de recuperar el dinero prestado más los intereses. El
problema no es que los bancos tengan dinero para dar crédito, sino que haya posibilidades
de montar empresas con opciones claras de éxito, y para ello no se puede dejar
a la población en la miseria, porque no habrá quien compre los productos que la
empresa genere y no habrá quién compre los servicios que preste.
[1] Ver
Alternativas Económicas núm. 56. Por qué no bastará con la recuperación.
Guillaume Duval, pág. 16.
[2] Ibídem.
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