El progreso de la humanidad tiene
que relacionarse indefectiblemente con la empatía y la mayor sensibilidad hacia
nuestros congéneres y seres vivos de nuestro entorno. Es difícil, por no decir
imposible, alcanzar objetivos en un mundo cada vez más desigual que se olvida
de los Derechos Humanos proclamados, sin embargo, a bombo y platillo pero nunca
perseguidos sino como medio de márquetin y cortina de humo de los verdaderos
intereses de aquellos individuos que están por encima del bien y del mal,
montados en su avaricia y egoísmo.
Hay suficiente evidencia
científica y empírica que nos demuestra una amplia relación entre la
desigualdad económica y una economía con mayores problemas. La acumulación de
riqueza en unos pocos hace que estos utilicen gran parte de sus recursos en la
especulación y en los gastos suntuosos, mientras que aquellos que poco tienen
se conforman con ir tirando, si pueden, sin poder consumir lo que no poseen.
Esta situación no es la que atrae
más titulares en la prensa y más conversaciones en la calle. Parece que
actualmente damos más importancias a las banderas y a los nacionalismos que a
la pobreza, la desigualdad, la falta de derechos humanos y la falta de
libertad. Olvidamos, o queremos poner un tupido velo para que no afecte a
nuestra tranquilidad, que hay ocho personas que tienen tanto dinero como la
mitad de humanidad, y no son de ningún país, el dinero, su ambición y su
egocentrismo son su patria.
Una tesis científica en
neurociencia denominada cerebro social
indica que “lejos de un mero aumento de tamaño, la remodelación del cerebro en
nuestro linaje posiblemente vino inducida por la selección natural de
determinadas áreas vinculadas a la vida grupal.[1]”
La conciencia de nosotros mismos y la empatía con nuestros semejantes suponen
un salto en nuestra evolución. “Somos sociales porque tenemos conciencia, y
nuestra sociabilidad es más rica cuanto más desarrollada está nuestra
conciencia.[2]” En
estas relaciones grupales el lenguaje ha supuesto un paso adelante. Podemos
decir por ello que el lenguaje es un importante acelerador de la evolución
cerebral.
No obstante, estamos tan
embebidos de una realidad programada, tapadera de la verdadera situación, que
obviamos los Derechos Humanos Fundamentales. Aquellos en los que la mayor parte
de la población estamos de acuerdo: el derecho a la vida, el derecho a tener
unos medios dignos para poder desarrollarte como persona, el derecho a la
libertad. Así, pocos conocen que en España las tasas de suicidios son superiores
a las de accidente de tráfico. En los últimos años en nuestro país los
suicidios han duplicado a los accidentes de tráfico. Entre los que tienen una
edad entre 15 y 39 años, el suicidio se
ha convertido en la segunda causa de muerte detrás de los tumores. Pocos
conocen la dura realidad que están pasando muchos de los que forman parte de
nuestra Patria.
Y es una realidad inducida por
una ideología que permite señalar con el dedo a aquellos que roban para comer y
defiende la corrupción a gran escala, apoya a aquellos que se aprovechan de la
gran mayoría con prácticas al borde de la legalidad y poco éticas. Una
ideología que permite recortes en bienes y servicios a los que menos tienen y
transfiere el dinero de todos a aquellos que nadan en la abundancia, dicen que
si no la economía no funciona. Una ideología que aplica la fórmula de que
cuando el agua sube todos terminan flotando, aunque ya algunos se hayan hundido
para siempre. Una ideología que aplica el ejemplo del caballo y el gorrión:
dando de comer al caballo el gorrión comerá de aquel grano que pueda caer (que
buen ejemplo de nuestra realidad). Una ideología que está contribuyendo a la
mayor desigualdad que se haya podido constatar en la historia de la humanidad.
Así, como botón de muestra, veamos el siguiente gráfico de nuestra querida
España:
En el mismo se aprecia como los
que siguen ganando son aquellos que más tienen y también quien sigue perdiendo
son los que menos tienen. Hay, claramente a quienes no se les permite ningún
tipo de libertad ni de derechos.
Mientras esto sucede hay “españoles”
que ocultan unos 140.000 millones de euros en paraísos fiscales, para seguir
disfrutando de su elitismo. Pero, a pesar de estas noticias y otras parecidas
que son conocidas, sigue habiendo ciudadanos que aun viendo no ven, como nos
indicaba Saramago. Ciudadanos que siempre buscan a otro para descargar sus
culpas e impotencia, porque los semejantes, los de su grupo, los de su equipo,
los de su partido son siempre los mejores y son el soporte de su propia vida
disfrutada con anteojeras (incluso pueden dejar de ver al otro como un ser
humano). Vida que es más fácil sin preguntarse por qué unos pueden quedarse con
casi todo, por qué no se respetan los Derechos Humanos, por qué hay quién no
tiene libertad ni para poder seguir viviendo.
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