martes, 15 de mayo de 2018

El poder del dinero


Recientemente leí un trabajo de Pavlina R TCherneva que titula  Dinero, poder y regímenes monetarios, es un trabajo bien documentado en el que se afirma que el dinero“es una criatura del estado, un bien público y un mecanismo redistributivo empleado por ese estado para bien o para mal.” La misma formación del estado-nación moderno, nos dice, ha estado inextricablemente vinculada al proceso de establecimiento de una moneda nacional soberana unificada. Tener soberanía política significa adquirir necesariamente la soberanía monetaria. El  funcionamiento del dinero se basa en una relación de poder estructurada y jerarquizadase trata de una relación de poder crédito-deuda, en virtud de la cual la parte endeudada emite un pasivo que el acreedor mantiene como activo.” Pero es el Estado el que respalda, dirige y garantiza estas relaciones sociales de poder.El dinero, no es, como viene considerándose, una “criatura del mercado”, sino que se puede argumentar con rotundidad que el dinero es, en cambio, una “criatura del estado”.

Indica la autora que existen unos mitos dominantes al respecto. Y entre estos mitos se encuentran: 1) que la moneda es una criatura del mercado nacida de la necesidad de facilitar el trueque; 2) que el dinero es un objeto, generalmente algo con valor intrínseco (derivado de metales preciosos) que es fácilmente transportable y divisible; y 3) que, en sí mismo, el dinero tiene poca importancia económica (es "neutral"), lo que no hace más que simplificar las transacciones, pero no afecta a las decisiones de empleo, consumo e inversión. Así siendo consecuencia del mercado, el dinero no debe ser controlado por el Estado y cualquier intervención del mismo reduce su eficiencia. Si “el dinero es un objeto de valor metálico intrínseco, se supone que es inherentemente escaso. A partir de aquí, debido a esta escasez, se argumenta que el gasto gubernamental excluye el consumo privado y la inversión.”Además, si el Estado gasta en exceso puede degradar el valor de la moneda.Si, por último, el dinero es neutral las relaciones del mercado son las únicas que pueden estimular la economía.

Nos explica que el dinero, en cierto sentido, evolucionó como un bien público introducido por las instituciones públicas en el proceso de estandarización de precios y ponderaciones y que antes de que las sociedades pudieran producir excedentes, no usaban el dinero. Fueron estos excedentes los que obligaron a anotar existencias y deudas. De hecho, se necesitó una transformación sustancial de las relaciones sociales de una sociedad tribal igualitaria a una estratificada y jerárquica antes de que surgiera el dinero. El poder, los impuestos y los tributos religiosos jugaron un papel crucial en todos estos relatos sobre los orígenes del dinero. La fiscalidad, por otra parte,deviene en el motor de la transferencia de recursos reales de los sujetos a la autoridad. El dinero es el vehículo. La transferencia de recursos fue en parte para proveer a la propia autoridad, y en parte para permitir a la autoridad redistribuir el excedente a sus súbditos de manera más "equitativa " dentro del contexto de las costumbres sociales culturales y religiosas de la época.

Nos muestra la autora la importancia del registro histórico que avala esta interpretación del dinero y que permite concluir sus notas: 1) delinear la naturaleza del dinero como una relación de deuda social; 2) enfatizar el papel de las instituciones públicas en el establecimiento de una unidad de cuenta estándar mediante la codificación de los esquemas contables, las listas de precios y las deudas privadas y públicas; 3) demostrar que, en todos los casos, el dinero era un fenómeno previo al mercado, que en un principio representaba una unidad de cuenta abstracta y un medio de pago durante un complejo proceso de provisión social, y más tarde un medio de intercambio generalizado; y 4) subrayar su calidad inherente como vehículo de redistribución. Ya que a la luz de esta constancia histórica, la próxima tarea debe ser utilizar esta comprensión para iluminar regímenes monetarios modernos y el espacio de políticas disponible para perseguir y mejorar metas económicas y sociales.

Es importante destacar, por tanto, que el dinero no es un medio neutro en el sistema económico/social, de hecho se ha utilizado para hundir economías mediante la falsificación en épocas de guerra. El dinero es un medio con mucho poder. El dineropermite aprovechar los recursos existentes y “es un medio de distribución, una herramienta para transferir recursos reales de una parte a otra, sujeto a la relación de poder del contexto histórico específico.”Y el papel de los impuestos en las economías de mercado modernas sigue siendo el mismo que en la antigüedad: no es un "mecanismo de financiación", sino un "mecanismo real de transferencia de recursos". Comprender esto perfectamente nos puede llevar a una sociedad más beneficiosa para todos, más desarrollada, más equitativa, más respetuosa con el medio ambiente y sin las limitaciones que nos imponen nuestras falsas, y a veces perversas, ideas sobre el dinero.


domingo, 6 de mayo de 2018

La especulación es el pecado social actual


Hoy en día se especula con todo, tener más dinero para vivir mejor y poder alcanzar los lujos que tienen los millonarios es una de las pasiones que poseen al ser humano. Se hacen millones de transacciones informáticas intentando comprar barato y vender caro sin necesidad de producir nada, ni prestar ningún servicio. El dinero ficticio, aquel que cambia en apuntes contables, en apuntes de ordenador, en bits, cambia de manos sin descanso, inflando burbujas que generan más dinero creado de la nada, sin ningún respaldo económico. Así el mundo se está convirtiendo en el paraíso de la especulación y la especulación en el gran pecado de la vida en sociedad, de la humanidad.

La especulación, especialmente la financiera que tiene como consecuencia la financiarización de la economía, hace que vivamos en un mundo de desigualdad y de injusticia que contribuye a que aquellos que buscan aprovecharse de las debilidades de los demás sean los que más recursos tienen para vivir mejor y aquellos que realizan el esfuerzo de producir bienes y servicios para el consumo básico de todos los ciudadanos sean los que vivan de forma precaria e insegura.

Para aquellos que especulan no importa que la economía real disminuya a favor de una economía improductiva y acaparadora de los medios de pago. No importa que el PIB se descalabre por una pendiente abrupta, siempre que ellos tengan el derecho que otorgan los medios de pago ganados especulando, el derecho a poder comprarlos. Y no sólo a comprar a los bienes y servicios escasos que generen los demás, sino también, a comprar a los propios trabajadores y a recortar, para apropiarse, de sus medios de pago.

La austeridad impuesta a consecuencia de la crisis iniciada en 2007-2008, es, sin duda, la mejor estrategia para que aquellos con menos escrúpulos consigan ahítos de avaricia sus objetivos aviesos. Es una austeridad que sin duda ha propiciado la disminución de los resultados sociales, ha evitado que gran parte de la población participe en la producción de bienes y servicios y ha conseguido que la mayor parte de los ciudadanos puedan tener menos posibilidades de adquirir los propios productos y servicios para reserva de aquellos que espoleados por su inhumanidad buscan solo su interés. 

Los movimientos especulativos no respetan ni siquiera a países enteros, el gran volumen de las transacciones pueden arruinar las monedas de países con gran poder económico. Y digo pueden, cuando en realidad esto ya ha sucedido en varios países, Inglaterra, Estados Unidos, Grecia, Tailandia, Indonesia, Malasia, Corea, etc., y en otros muchos ha revoloteado el peligro por encima de los gobiernos y las cabezas de los ciudadanos. Pero, aún hay más, hasta la política de los gobiernos elegidos por la ciudadanía (parte de lo que denominamos el gobierno del pueblo: democracia) es dirigido por los mercados altamente especulativos que hacen legislar de acuerdo a los intereses de las élites con medidas impopulares y altamente dañinas para los ciudadanos. 

Así, se han gastado grandes sumas en salvar a los bancos, a las autopistas, a las eléctricas, etc., cuando sus poderosos administradores seguían percibiendo retribuciones exorbitantes y en muchos casos especulativas, olvidándose, sin embargo, de salvar a muchos ciudadanos que se balanceaban en la cuerda floja del  abismo, esto nos muestra el gran pecado que la sociedad consiente y que sus gobernantes amparan. En nuestro país se han blindado, mediante la reforma del artículo 135 de nuestra Constitución, el pago de las deudas a los más poderosos y sin embargo se ha abandonado a su suerte a muchos ciudadanos y se han cercenado derechos adquiridos de la ciudadanía, como las pensiones, las retribuciones,  los despidos, etc. 

Nos dejamos guiar, tristemente, por aquellos que ostentan el poder económico, aquellos que más medios de pago poseen. Olvidamos, no obstante, que el capital y sus flujos son procíclicos. “Es decir, los capitales salen del  país en una recesión, precisamente cuando el  país más los necesita, y afluyen durante una expansión, exacerbando las presiones inflacionarias. Justo cuando los países necesitan los fondos del exterior, los banqueros reclaman la devolución del dinero[1].” Este es el nacionalismo de los que más tienen.

Pero, además, esta estrategia suicida está consiguiendo cercenar el futuro de gran parte de nuestros jóvenes y de nuestra propia sociedad. Nuestros jóvenes viven en un mundo distópico, en el que se les quitan las ilusiones y posibilidades con las que se les educaron, y se les mantienen en un mundo desgarradoramente competitivo, injusto y fomentador de la violencia. Según las estadísticas oficiales parece que sólo les queda el paro, la emigración o el suicidio.

Debemos tener muy en cuenta que las élites son siempre extractivas y el sistema actual da pie a que especulando la extracción sea mucho más eficiente y destructiva. En consecuencia, debemos ser muy sensibles a la realidad que dolorosamente y de forma contumaz nos indica que las sociedades muy desiguales no pueden funcionar de forma eficiente, ni son sostenibles a largo plazo. Especular, para mí, es un gran pecado social, que deberíamos expiar.



[1] Stiglitz, Joseph E. (2002:132). El malestar en la globalización. Círculo de lectores. Santillana Ediciones Generales S.L.

martes, 1 de mayo de 2018

La guerra nunca es la solución


El ser humano da muestras de ser el menos humano de los animales sobre la tierra, ya que utiliza la guerra, la masacre y el horror para conseguir sus intereses más rastreros y menos propios de la humanidad. Se considera que el ser humano está en la cúspide de la pirámide evolutiva, sin embargo, pese a su nivel de conciencia no es capaz de utilizar métodos menos dañinos para alcanzar el bien común. Hemos de considerar, por ello, que el bien común no es lo que buscan algunos de sus integrantes que quieren sobresalir por encima del resto de sus congéneres. También el “ojo por ojo” y el fomento del resentimiento forman parte del cúmulo de excusas que se utilizan para buscar el “camino de la guerra” en el que sólo ganan unos cuantos “inhumanos”. Sin embargo, no podemos olvidar que el resentimiento es una mala solución. Así, nos decía Nelson Mandela que “El resentimiento es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos.” 

Apuntaba Todorov que “el ser humano no termina en los límites de su cuerpo, sino que incluye la relación con los demás[1].” Nos hacemos en relación con los demás y el entorno. La individualidad solo es reconocible  y factible en convivencia con y para los demás. Nadie es único si está solo, simplemente está solo[2]”. No obstante, “las gentes de todo el mundo sufren una “obsesión identitaria”, ha escrito el psicólogo evolutivo John Tooby. Obsesión que nos transforma y nos conforma. Así “Los fanáticos pseudoreligiosos y los nacionalistas partidarios del racismo suelen pintar otro panorama: ellos defienden la existencia de un colectivo homogéneo, original  puro que, en su opinión, ofrecería mayor protección y estabilidad.[3]” Sin embargo, los resultados de la vida “en guerra”, en discordia nos debe convencer de que “Existir realmente en plural significa sentir un respeto mutuo por la individualidad y la singularidad de todos[4].”

Debemos reconocer, por tanto, que nacemos programados para distinguir entre Nosotros y Ellos. E inevitablemente, y a veces inconscientemente nos favorecemos a Nosotros, sobre todo, cuando nos sentimos amenazados. La evolución procuró que los seres humanos nos interesásemos por nuestros equipos y por el puesto que ocupamos en ellos. Apoyamos los unos a los otros es una sólida estrategia de supervivencia para una criatura débil y ruidosa sin demasiadas armas naturales. Vivir en grupo es un billete hacia la supervivencia, y por eso la mayoría de los primates así lo hacemos. De hecho no hay sociedad sin unas líneas marcadas que distingan entre grupos[5]. La inserción del ser humano en grupos y la pasión nacionalista espolean el sentimiento guerrero, pero el mundo realmente avanza con la cooperación, la experiencia de cooperar en busca de objetivos comunes une a los grupos e individuos y consigue saltar los obstáculos y problemas de la vida diaria.

Podemos pensar en un mundo globalizado que mediante valores comunes buscara soluciones globales a favor de toda la humanidad, desechando las guerras y el espíritu de ganar fortaleza para imponerse a los demás y hacer prevalecer los intereses propios. No obstante, inventamos herramientas como “la globalización neoliberal [que] es la historia de cómo el noventa y nueve por ciento entregamos voluntariamente el control de nuestras vidas a fanáticos con una percepción delirante de la realidad social.[6]” Este “capitalismo prospera venciendo a otros, se hace fuerte en la guerra; la conquista es el principal de sus valores. [7]” Escribe Juan C. Monedero.

La barbarie del hombre y de sus inventos no tiene fin. Las guerras siguen siendo nuestro pan de cada día y los fundamentalismos de cualquier tipo; religiosos, raza, ideología, tribu, equipo, familia; suelen ser grandes excusas para seguir en el mismo “camino”. Siria y la situación de los Rohingya, son ejemplos recientes, tristes y dolorosos. Hay quien dirá que esta es la única alternativa. Pero, la realidad es contundentemente tozuda y nos muestra que con esta alternativa la solución viene siempre con el enfrentamiento y la guerra, lo que nos lleva a una espiral sin fin llena de angustia y horror. La guerra nunca es la solución.



[1]Todorov, Tzvetan (2016: 27). Insumisos. Galaxia Gutenberg.
[2]Emcke, Carolin. (2016:184). Contra el odio. Taurus
[3] Ibídem (2016:184)
[4] Ibídem (2016:186)
[5] Berrreby, David. Lo que nos separa. National Geographic, abril 2018.
[6] Rendueles, Cesar (2015:196). Capitalismo Canalla. Seix Barral.
[7]Monedero, Juan Carlos. El gobierno de las palabras. Fondo de Cultura Económica de España S.L. 2009.

Los humanos No somos tan inteligentes

En un mundo en el que la información circula a velocidades siderales, en el que el conocimiento del medio es cada día mejor, sorprende que...