La
globalización mal llevada, cómo se está organizando en la actualidad, requiere un
esfuerzo a los países para producir más y más barato y requiere ampliar sus
mercados para que sus exportaciones sean superiores a las importaciones y
obtener así un superávit en la balanza comercial. Esta obsesión, propia de este
mundo neoliberal, lleva consigo un montón de problemas para la vida del hombre
y es una de las contradicciones del sistema económico vigente que ha sido bien analizada por los
teóricos.
En
esta globalización los países se aprovechan unos de otros intentando sobresalir
pero necesitándose para mantener el equilibrio necesario. Así nos dice Mason: “El
superávit comercial de Asia con el resto del mundo, el superávit de Alemania
con Europa, la incesante acumulación de deudas de otros países en las carteras
de valores de los exportadores de petróleo...Ninguno de esos fenómenos era una
anomalía; al contrario, fue lo que permitió que Estados Unidos, Gran Bretaña y
el sur de Europa tomaran prestado por encima de sus posibilidades.[1]”
Parece claro que en este juego de vasos comunicantes actual, la riqueza de unos
tiene que estar soportada por la pobreza de otros, la preponderancia económica
de unos se sustenta en la debilidad de los otros. Es un sistema simbiótico que
no puede prescindir de una de las partes pero en los que no todos sacan
ventaja.
Una
de las cosas que no se entienden debidamente es la diferencia entre la economía
familiar o doméstica y la economía de un país. En la primera los gastos tienen
un significado claro: son salidas de la cuenta y requieren cubrirse con nuevas
entradas. En el caso de la economía nacional sin embargo aunque a nivel
microeconómico la situación puede ser equivalente ya que, por ejemplo, las
empresas requieren balances equilibrados para su permanencia (cosa que
desgraciadamente muchas veces se incumple), a nivel macroeconómico las salidas
de unas unidades se convierten en entradas de otras. Así en una economía nacional,
a nivel macroeconómico, cuanto mayor es el movimiento de transacciones entre
las unidades mayor es el nivel de su producto interior.
¿Qué
pasa cuando el nivel macroeconómico lo referimos a la economía mundial? Lo que
se viene haciendo es lo mismo que se hace en las economías domésticas, por lo
que la competencia por los bienes y recursos es la norma y la regla de juego asumida. Sin embargo, el
golpe mágico, el cambio de paradigma, sería
convertir la internacionalización de la
economía, no en una lucha por exportar a costa de la importación, del superávit
de divisas de unos a costa del déficit de divisas de otros; sino en una
economía integrada en un nivel cerrado en el que las entradas de unos sean las
salidas de otros pero que todo contribuya a mejorar el nivel económico del
conjunto.
En
un mundo competitivo debemos ver claramente que habrá ganadores y perdedores,
que las importaciones de uno son las exportaciones de otros. La lucha va
dirigida a ganar una carrera en la que se tenga que ser más competitivo que
otros países para poder venderles nuestra producción y ensanchar nuestra
demanda. Los países necesitan buscar los objetivos que pueden llevarlos al
éxito y reasignar sus recursos para conseguir una mayor productividad y
especialización. “El éxito de esta reasignación, sin embargo, no está
garantizado en ausencia de medidas específicas y debemos acelerarla [sin
desmayo], ya que hay países emergentes que la están realizando a una velocidad
mayor que la nuestra. Además, no es una opción sino una necesidad, ya que el
dilema que nos plantea una economía mundial más global y la competencia de los
países emergentes no es otro que exportar bienes para no tener que importar
paro[2].”
Es la triste realidad en un mundo en el que las máquinas y la información
aceleran la productividad y el factor humano, muy abundante, cotiza a la baja. Al
final como decía Eduardo Galeano en su libro venas abiertas “La división internacional del trabajo consiste en
que unos países se especializan en ganar y otros en perder”.
¿Qué
ocurriría si consideráramos a la tierra como un sólo Estado, si fuera un Estado
federal en el que todos fuéramos ciudadanos con derechos, obligaciones y unas
necesidades básicas y dignas cubiertas? ¿Podríamos superar la rivalidad que nos
lleva a empobrecer al vecino para salir ganando nosotros? ¿Podríamos
desarrollarnos de una forma sostenible y en beneficio de todos? ¿Podríamos
superar las desigualdades crecientes? ¿Qué pasaría con la deuda externa? ¿Qué
pasaría con los Derechos Humanos?
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