Todo
el mundo se ha constipado porque el gigante chino ha estornudado. La ralentización
del crecimiento de la segunda potencia económica parece que pone nervioso al
mundo capitalista, ya que este modelo económico siempre necesita a quién vender
sus excedentes: sí excedentes. Las bolsas notan su impacto y el sistema
financiero traslada una inseguridad desmedida que no se centra en los
verdaderos problemas a resolver. Entre ellos los más importantes que tiene
China, destacan la corrupción y la contaminación medioambiental y han obligado
a sus dirigentes a tomar una senda diferente a la que venían transitando, nueva
senda en la que actualmente están empeñados. Sin embargo, debemos ser
conscientes, de que no son temas exclusivos de esta potencia mundial; el modelo
económico, que está vigente y que para muchos es la única alternativa en este
mundo globalizado, tiene entre sus excrecencias muchos tumores de corrupción y
de destrucción de la naturaleza que nos acoge. Por ello, cada uno de nosotros,
cada uno de los países, tiene que mirar en sí mismo y buscar aquellas bolsas de
indignidad que debe desalojar.
Los
verdaderos peligros que hay que desterrar son aquellos valores que instaura un
mundo competitivo e individualizado, en el que la búsqueda del beneficio a
cualquier precio no se detiene ante las verdaderas necesidades de las personas,
ni ante la destrucción de la naturaleza que nos aporta sus bienes y que debemos
cuidar o nos acordaremos de no haberlo hecho. Hasta han sido capaces de
hacernos creer que en el mundo hay que aplicar el austericidio. Dicen que es
mundo sin dinero y, sin embargo, la élite inmisericorde, a los que mucha gente
todavía hoy día creen como solución del problema que ellos mismos han creado, se
lo llevan a espuertas, mejor dicho en camiones virtuales, se llevan dinero
virtual creado con la especulación, el miedo y la avaricia.
¿Quién
no se ha dado cuenta todavía de que el cambio climático es una cosa real y que
posiblemente ya es tarde para tomar medidas? “hoy disponemos de tecnología que
nos permite actuar[1]”
¡Claro que hay tecnología! Tecnología que puede permitirnos eludir vivir con
guerras, bien sean con armamentos o bien se disputen en los mercados.
Tecnología que utilizándola en el beneficio de todos, puede contribuir a un
mundo mejor, más solidario y en el que todos podamos vivir en paz. Tecnología
que nos permita cubrir las necesidades de las personas para una vida digna,
siempre, no obstante, que evitemos el despilfarro de los ricos y su
acaparamiento de los medios económicos.
Las
bandas, las maras de chicos jóvenes desarraigados que nadie reclama en su
muerte. La desigualdad cada día más extendida entre personas y naciones pone en
peligro la seguridad de muchas personas. Es otra excrecencia de este modelo
económico. Los poderosos sin embargo han encontrado una solución que no les obliga
a cambiar su forma de hacer y pensar; la seguridad, como la sanidad, como sus
lujos y sus placeres se lo pagan con lo que extraen de la propia sociedad, de
la propia naturaleza. A los demás nos queda un medio ambiente cada día más
contaminado, un clima cada día más inestable y migajas para que podamos seguir
pagando los impuestos que finalmente han soportado los desastres que
provocaron.
La
solidaridad y la cooperación no son valores baladís, tienen y han tenido una
importancia transcendental en la historia humana y no podremos volver a una
senda de mejora si no los ponemos en los niveles más altos. Pero la
incoherencia es también signo de nuestros tiempos; no podemos celebrar el día
de la mujer si las dejamos morir en las fronteras de Europa, no podemos
defender políticas de defensa de la infancia si permitimos morir a niños en
barcas que más que navegar se convierten en verdaderas trampas dirigidas a la
profundidad del Mediterráneo. La hipocresía de nuestras políticas y de nuestros
políticos, se traduce igualmente en lucha por el poder y en olvido de los
derechos humanos. Pierden su tiempo y sus fuerzas en debates artificiales, en
discursos floridos sin fondo, trasmutando los fines que deben perseguir. No
entiendo cómo se puede defender un pacto progresista con ideas neoliberales que
ya están aquí y que están haciendo mucho daño a los ciudadanos. No entiendo cómo
se utilizan como armas arrojadizas ideas que los cabeza de partido saben que
son mentira. ¿En la lucha política vale todo? ¡Seguimos en una senda equivocada
y mientras no aprendamos, repetiremos nuestros males tozudamente!
Si
no atajamos la corrupción, no sólo económica, sino también en valores, en
ética, en fines. Si no atajamos la destrucción del medio ambiente, nuestro
camino es corto. Nuestra concepción de la tecnología, la propiedad y el trabajo,
como dice Paul Mason en su libro Poscapitalismo, debe sufrir una importante
transformación que se apoye en aquellos valores que la gran mayoría defendemos
y que son la esperanza de estos tiempos. En caso contrario creo que seguiremos
perdidos.
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