No hay
vuelta de hoja, el mundo laboral cada día va a estar más colonizado por las
máquinas y los robots. La productividad está disparada y continuará subiendo,
salvo intereses obscenos que la menoscaben. Por ello, una mente como la de
Stephen Hawking llegó a cuestionarse sobre el actual capitalismo, cada día más soportado
en la tecnología, que "Si
las máquinas producen todo lo que necesitamos, el resultado [social de esto]
dependerá de cómo se distribuyen las cosas. Todo el mundo podrá disfrutar de
una vida de lujo ociosa si la riqueza producida por las máquinas es compartida,
o la mayoría de la gente puede acabar siendo miserablemente pobre si los
propietarios de las máquinas cabildean con éxito contra la redistribución de la
riqueza. Hasta ahora, la tendencia parece ser hacia la segunda opción, con la
tecnología provocando cada vez mayor desigualdad".
La realidad que vivimos es que el aumento
de la productividad durante el capitalismo ha sido extraordinario pero en vez
de trabajar menos horas como sería coherente la gente
trabaja más horas y con un salario que tiende a la baja y que cada vez cubre
menos las necesidades básicas de los trabajadores y sus familias.
Por ello, es el momento, y no podemos huir
de él, de realizar un profundo debate sobre la distribución de la riqueza
generada en la sociedad. Debemos preguntarnos si ¿La propiedad de la tecnología
puede recaer en unos pocos que disfrutan de los beneficios o los incrementos de
la productividad generada por las máquinas? ¿O es un bien común que debe
redundar en beneficio de la sociedad, en beneficio de todos los ciudadanos? Karl
Marx intuyó que “en una economía donde las máquinas realizan la mayor parte del
trabajo, donde la mano de obra humana se dedica en realidad a supervisar,
arreglar y diseñar las máquinas, la naturaleza del conocimiento insertado en
estas debe ser social[1]” No
podemos ser ciegos a las novedades, ya que “El vertiginoso cambio en el terreno
de la tecnología está transformando la naturaleza misma del trabajo y ocio, y
obligándonos a participar en la creación de valor a lo largo y ancho de
nuestras vidas, y no solo cuando estamos en nuestro lugar de trabajo. Esto hace
que tengamos múltiples personalidades económicas: he ahí la base económica
sobre la que se ha erigido un nuevo tipo de persona, con múltiples facetas[2]”. Las
relaciones de producción y consumo están variando y las bases económicas y
sociales deberían cambiar igualmente.
Y es que en un mundo en el que continuamente se están
sumando masas de trabajadores y en el que por la propia inercia del beneficio
buscado por las empresas, el empleo tiende a disminuir, a precarizarse y a mal
pagarse, se deben buscar soluciones que supongan garantías de vida digna para
todos los ciudadanos, ya que estas soluciones existen en un universo en el que
la productividad sigue en ascenso. Porque, tenemos que ser conscientes de la
tendencia que sufre el empleo debido a la mayor productividad en un contexto en
el que la información está cerca de todos y reduce los costes marginales de
producción casi a cero.
Las empresas evolucionan, se adaptan y
cambian. Vemos que, remontándonos sólo al año 1990, los fabricantes de
automóviles estadounidenses obtuvieron 36 mil millones de dólares en ingresos totales, y emplearon a más de un
millón de trabajadores, en comparación con empresas actuales como Apple, Facebook y Google que hoy en día, en
conjunto consiguen más de un billón de dólares en ingresos pero, sin embargo,
sólo emplean 137.000 trabajadores. Y esta es una realidad que no sólo se
mantendrá en el tiempo sino que se irá potenciando. Cada día el número
de puestos de trabajo que son susceptibles de automatización es mayor y están
actualmente en orden del 50 % de los trabajos. Podemos constatar así que “El coste de grabar un millón de
transistores en un pedacito de silicio se ha desplomado desde un dólar hasta
solo seis centavos en el transcurso de los últimos diez años[3].”
¿Qué
beneficios estamos sacando de las nuevas tecnologías y su productividad? Todo
el mundo tiene claro que se está incrementando la desigualdad, que el empleo es
precario, que los salarios que cobran muchos trabajadores no sacan de la
pobreza y que caminamos como decía Stephen Hawking en una dirección equivocada. André Gorz escribió que “si el ahorro en el
tiempo de trabajo no sirve para liberar tiempo, y si este tiempo liberado no se
utiliza para la libre autorrealización de los individuos, entonces ese ahorro
en tiempo de trabajo carece por completo de significado.”
El
problema, hay que decirlo claro, no es que no haya dinero, el problema es que
dedicamos mucho dinero artificial a la especulación y poco a producir bienes y
servicios que son muy necesarios para la vida de los ciudadanos. El problema es
que cuando las diferencias en la distribución del dinero son tan abismales,
éste no se usa para comprar bienes y servicios de primera necesidad, sino que
se utiliza para la compra de bienes de lujo, para el gasto insano y para
especular en aras de una mayor desigualdad. Cuando todavía en fase de crisis nos informan de que, según datos referidos
al año 2013, hay 133 banqueros en nuestro país con una retribución superior al
millón de euros al año, lo que supone un aumento de 33 % con respecto a
2012
y superior a los 125 que había en 2011; cualquier persona en su
juicio podría preguntarse ¿cómo aquellos que jugaron y perdieron el dinero de
la ciudadanía no pueden vivir con millones de euros y propician, sin embargo,
que sus conciudadanos vivan con ingresos de miseria que se encuentran entre 400
y 600 €?
“La
tecnología de la información expulsa el factor trabajo del proceso de
producción, destruye los mecanismos de formación de precios y favorece formas
de intercambio no mercantiles.[4]”
Sí, debemos repensar nuestra sociedad, no me cabe duda, pero la desconfianza
anida en mi, ya que cosas más fáciles están planteadas a nuestros
representantes para resolver con urgencia, como la inmigración que llega a
nuestra Europa, y, no obstante, después de muchos meses de reuniones inútiles y
costosas la situación sigue igual; me equivoco está mucho peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario