En la arena política la lucha entre un cambio progresista y el continuismo absorbe gran parte del tiempo. El
mundo de la política en estos días está rebosante de noticias engañosas y
vacías. Se habla de un cambio progresista y realmente se quiere partir de
decisiones que indican que las consecuencias serán dosis nuevas, aunque frescas,
de lo mismo. Se habla de un crecimiento esplendoroso y envidia de las naciones
de nuestro entorno y nivel y lo que nos muestra la realidad es que el
crecimiento no es un dato nada fiable, que poco tiene que ver con el beneficio de
la gran mayoría de la ciudadanía. Se habla de un pacto progresista histórico y se
incorpora un sucedáneo del contrato único que llevaba Ciudadanos en su campaña.
Y es que el contrato único de Ciudadanos lo que en
realidad conseguiría sería convertir a todos los trabajadores en precarios. Convertir
a todos los contratos en temporales. El aumento de indemnizaciones en relación
a la antigüedad del contrato no lograría la permanencia de los trabajadores y
facilitaría la extinción de los contratos al albur del interés de los
empresarios. Prácticamente convertiría a todos los trabajadores en eventuales
trayendo el paraíso de la flexibilidad a la empresa, que así tendría material
barato y en abundancia para cubrir su necesidad del recurso[1]
humano en cualquier momento y a cualquier hora. Es lo que tiene el capitalismo
de la globalización en el que la oferta tiene que adaptarse a la demanda y la
oferta tiene, además, que buscar la competitividad, agarrándose, erróneamente a
mi entender, a la reducción de costes de todos sus inputs y a una flexibilidad
en la contratación de los trabajadores que hace olvidar la razón de la economía,
que no es otra que la búsqueda del bienestar de los ciudadanos.
El Acuerdo entre el partido socialista y ciudadanos
sigue manteniendo el mismo espíritu del contrato único olvidándose de los
objetivos que proclaman. Nos dice el Acuerdo en su página 19 que: “Reducir el desempleo y la
precariedad son los dos grandes retos prioritarios para España. El mercado de
trabajo español produce sistemáticamente unos niveles de paro extraordinarios y
un altísimo nivel de temporalidad. España ha sido el único país de la OCDE en
el que la tasa de paro ha superado el 20 % hasta en tres ocasiones desde 1980.
Además, desde la introducción de los contratos temporales en 1984, el
porcentaje de trabajadores temporales respecto del total ha ido aumentando
progresivamente, hasta superar significativamente la media de la UE, de forma
que en los últimos 30 años uno de cada cuatro españoles en edad de trabajar ha
sufrido sistemáticamente algún tipo de precariedad laboral. Esta situación
continúa sucediendo en la recuperación actual: más de nueve de cada diez
contratos que se crean son temporales. Solo por estas cifras se podría señalar
que el funcionamiento del mercado laboral ha sido uno de los grandes fracasos
de nuestra democracia.” El análisis y los objetivos son, sin duda, correctos
pero las decisiones que se proponen para superar la situación, no lo parecen
tanto.
El
contrato único que proponía en su programa Ciudadanos, se ha dulcificado en el
Acuerdo, ya que “Junto a los contratos de relevo y para la formación, las
modalidades de contratación se reducen a dos: un contrato de trabajo indefinido
para la cobertura de puestos de trabajo indefinidos; un contrato estable y
progresivo para la cobertura de puestos de trabajo de duración determinada.” “El
nuevo contrato estable y progresivo no tendrá una duración superior a dos años
aunque la negociación colectiva podrá acordar una duración menor según sectores
de actividad productiva.”
Las
políticas neoliberales basan la mejora económica en el incremento de las
exportaciones. Para ello, en un país en el que la pequeña empresa es la moneda
más común, incrementar el tamaño de las empresas es totalmente necesario, ya que
el incremento de tamaño está demostrado que fomenta la productividad y la
competitividad de las mismas, influyendo, además, en su propensión a buscar
nuevos mercados mediante la exportación de sus productos. Pero las empresas con
el tamaño, también aumentan su poder y su influencia en la sociedad. Y también
está contrastado que el mayor poder que tienen las multinacionales
desestabiliza la democracia y conlleva un aumento de la desigualdad en todos
los campos.
Vincular
los salarios y la productividad es una de las políticas más aplaudidas por
aquellos que creen en el fundamentalismo del mercado, considerando que no hay
forma más perfecta para asignar los recursos, pero tiene dos matices que no hay
que olvidar. El primero que la productividad tiene mucho que ver con la
tecnología y las formas de organización de la empresa. La segunda que por el bien
de la empresa, de sus trabajadores y de la sociedad, si se vincula a los
trabajadores con la productividad, también se debería vincular el sueldo de los
administradores y directivos y el beneficio empresarial, en caso contrario
seguiremos creciendo en injusticia social.
No
me olvido de que todavía hay muchos yacimientos de trabajo especialmente en el
sector de servicios; cuidados, economía verde, investigación, etc. Por lo que
la creación del empleo todavía se pude hacer y a ello puede contribuir la reducción
de las cotizaciones a la seguridad
social, con objeto de abaratar los costes del factor humano. Esto puede ser una
buena solución, pero teniendo en cuenta que se debe modificar inexcusablemente
el IRPF y el Impuesto de Sociedades, haciéndolos verdaderamente progresivos y,
también, cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos que no tengan medios
para vivir dignamente, mediante una Renta Básica Universal. Hay que tener en
cuenta que las
máquinas siguen tomando el control del proceso productivo. Los trabajadores,
por tanto, ya no son la pieza fundamental en este proceso. El desempleo
estructural, en este mundo globalizado adobado con la tecnología, cada vez es
mayor: aumentan sin cesar las tasas de empleo, los salarios se estancan y tienden
a desaparecer en una competitividad descarnada, la desigualdad económica, por
último, alcanza niveles nunca vistos y el futuro, para muchos de nuestros conciudadanos, es incierto y a veces
sin esperanza.
[1] Tengo que
advertir que uso la palabra “recurso” intencionadamente, ya que la misma supone
tratar a los trabajadores como una mercancía más. Claro yo estoy en desacuerdo
con este uso, ya que el trabajador es una persona y nunca debiera olvidarse.
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