Seguimos empeñados en caminar hacia el precipicio.
Las consecuencias de las políticas que las élites y sus acólitos siguen
interesadas en mantener, son visiblemente negativas en todos aquellos países en
los que se han implantado. Pero en los últimos años se ha considerado el “Neoclasicismo
económico y neoliberalismo político, el ungüento de la serpiente, la fórmula
imbatible desde los años ochenta del siglo pasado.[1]”
Se cree que es la única alternativa económica, There Is No Alternative (TINA) ya que no hay sociedad, sino
individuos, según predicaba Margaret Thatcher.
Después de las crisis del petróleo en los años 1973
y 1979, en las que la inflación llegó a cifras de dos dígitos provocada por el
aumento del coste del crudo, se entró en un periodo económico denominado la
“Gran moderación”. Los economistas ortodoxos y los presidentes de los Bancos
Centrales llegaron a pensar entusiasmados que la economía estaba embridada, la
inflación, principal ogro, estaba contenida y el crecimiento económico, aunque
a pasitos cortos, seguía siendo positivo. En el año 2008, con el descalabro de Lehman Brothers, se constató, sin
embargo, que la inflación no era el principal problema, la recesión, el paro y
la deflación eran enemigos más poderosos a los que habría que tener en cuenta. No
obstante, en Europa, el BCE no quiso apercibirse de ello hasta el año 2011, en
el que Trichet, su presidente, inyectó dinero en la economía, alejando así los
males de financiación de muchos países europeos.
La decisión de Trichet aunque llegó demasiado tarde
sirvió para calmar a los mercados financieros bajando los costes de financiación
de la deuda. Este éxito efectuado en contra de la política neoliberal dominante,
no sirvió para dar un golpe de timón a las políticas que se venían aplicando.
Sino que los pequeños éxitos de crecimiento económico de los países europeos
dieron alas al mantenimiento de las mismas, a pesar de seguir creciendo la
deuda soberana, congelado el crédito a las empresas y particulares, demasiado
alto el desempleo y los recortes en los bienes públicos haciendo daño a los más
débiles.
En Europa otrora considerada la avanzadilla de las
mejores ideas sociales, ahora aquellos que osan discutir sus teorías son
perseguidos y se consideran la encarnación del mal, a pesar de que cada día hay
más voces autorizadas en contra y la población asiste incrédula a la situación
negativa que se está generando. El premio nobel Stiglitz, siguiendo con su
campaña de concienciación, escribe en su último libro sobre el euro “lo que se
denomina “extrema izquierda”, en otra época, se había considerado moderado. El
centro, con su ideología neoliberal, se
ha corrido tan a la derecha que los supuestos moderados ya no lo parecen. Esos
moderados a los que hoy se tacha de extremistas proponen un programa que
generaría más crecimiento e igualdad.[2]”
Así, estigmatizando a los que disienten, las élites siguen ganando todas las
batallas a pesar de ir en contra de la mayor parte de la población.
Un ejemplo para los manuales es la situación que se
está viviendo en nuestro país. El debate político-económico ha retrocedido ya muchos
años y se vuelven a repetir planteamientos de principios del siglo pasado, sin
entender la realidad actual. Parece que nos ponen anteojeras que nos impiden
ver la realidad y nos mantienen exiliados en el pasado. Votamos a favor de la
corrupción y en contra de la honradez. Votamos a políticas económicas que sólo
han demostrado ser dañinas a la sociedad y olvidamos las que en el pasado nos
sacaron de abismos parecidos. Los partidos, otrora sociales, reniegan de las
ideas que defendieron en el en tiempos pretéritos para volverse, cual síndrome
de Estocolmo, iguales a aquellos a los que combatían en un caminar hacia la
derecha neoliberal.
El desconcierto que la actual crisis española puede
provocar en un observador imparcial, debe ser descomunal. Se debate entre
seguir manteniendo la corrupción y buscar soluciones a la situación que nos
está arruinando. Y hasta los partidos que antaño eran de izquierdas se vuelcan
hacia la primera opción. La reina de corazones se ha instalado en nuestro
reino, ¡que le corten la cabeza! ¿Libertad para qué? ¿Para seguir sin rechistar
doctrinas que en el pasado ya han fracasado? ¿Para callar cuando se está
aniquilando la democracia? ¿Para qué? No sé pero yo les voy a votar, pues yo me
voy abstener. ¿Pero sabes lo que están haciendo? ¿Sabes los objetivos que
persiguen? ¿Conoces los resultados de sus políticas? ¡No me fio de las partidos
nuevos!, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y al igual que el
perro de Paulov estaba condicionado a salivar cuando oía la campana, los estudios
de marketing nos demuestran que nosotros estamos condicionados a percibir
bondades y maldades donde no las hay, y así nos va.
Así, la tozudez de las élites en perseguir
solamente su interés, revelará la insensatez de sus objetivos, cuando los
sistemas salten por los aires. Entonces ya no habrá remedio, habremos desandado
un largo camino que nos dio resultado y contribuyó a limar desigualdades, pero
que deberemos volver andar con nuevos sufrimientos y menos esperanza.
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