La
libertad es uno de los valores que tienen más predicamento y así debe ser. No
obstante, una cosa es predicar con la Libertad, así con mayúsculas, y otra cosa
es defender las distintas libertades de los ataques que sufren a diario. En
este mundo globalizado la Libertad se manosea y se ensucia constantemente ya
que son muchas las libertades pisoteadas. No puede haber Libertad para las
personas que son aisladas con vallas y con impedimentos burocráticos que les
imposibilitan moverse de un lugar para otro, sin embargo, sí hay libertad para
los mercados financieros, y, además, una libertad extra, con condiciones, que
aseguran a los más ricos un alto nivel de libertades, sí hay libertad para el
comercio mundial pero con aranceles y barreras que protegen a los que más
tienen y a los países más poderosos.
Ya
hace más de una década que el economista De Sebastián nos advertía: “En la
globalización los capitales, sobre todo, y los bienes y servicios en menor
medida, circulan con libertad entre todos los países del mundo. Lo que no
circula libremente es el factor trabajo, el factor humano. Circula, sin
embargo, en los movimientos migratorios controlados e ilegales, a pesar de las
barreras naturales –la distancia- y administrativas –las fronteras- que
establecen los gobiernos de los países ricos. La emigración libre es uno de los
aspectos importantes que le falta al mundo para ser realmente <<una aldea global>> en la que los vecinos de un barrio pueden
establecerse en otro.[1]”
Un análisis muy real.
Las
libertades son muchas, no hay una sola Libertad que nos permita vivir
socialmente con los demás sin ninguna limitación. Ya que las libertades tienen otra
cara de la moneda que son las reglas necesarias para que todos podamos
disfrutar de ellas y convivir pacíficamente. Todos debemos tener los mismos
derechos y en pos de ello se tienen que organizar nuestras sociedades. La
democracia y la información hacen al hombre actual consciente de su igual
naturaleza. Todos somos acreedores de derechos y obligaciones, no puede haber
grandes desigualdades que impiden a algunos vivir dignamente. La justicia y la
igualdad están inscritas en el hombre libre y cualquier forma de esclavitud no
es congruente con las libertades que todos debemos tener. La libertad hace al
hombre humano porque es la raíz misma de los Derechos Humanos. Derechos que todos
nos hemos dado y hemos creído indispensables para una vida que merezca la pena
ser vivida en común.
Difícilmente
alguien pueda rebatir que en el mundo económico que nos domina sea la posesión
del dinero la que realmente quite y dé libertades. La gente que dispone de mucho dinero tiene muchas opciones
de ponerse más allá de las reglas, más allá de las leyes. La ley tendría que
ser la fuerza de los débiles. No obstante, la mano firme de la ley cae sin
compasión y a veces injustamente sobre aquellos que no pueden responder con el
poder que otorga ser un privilegiado y que no pueden disponer de una fortuna
suficiente para retrasar o sortear el cumplimiento de la misma. Para los
poderosos, sin embargo, todo son beneficios y libertades, porque los
abanderados del actual sistema creen a pies juntillas que si la marea del
crecimiento económico sube, todas las barcas suben, cuando la realidad es más
dura, y nos permite ver que la marea está arrastrando y destrozando a muchas
embarcaciones que no podían flotar por falta de un mantenimiento y sustento
adecuado.
Que
significa “mi libertad acaba cuando empieza la libertad de los demás”. Para
algunos nada ya que saltarse las normas es un uso habitual para ellos, aunque
dañen a los demás. Para estos otros, lo normal es que no se les apliquen los
derechos reconocidos internacionalmente, y quienes no aplican los derechos son
aquellos que tienen todos los habidos y por haber. Además, lo habitual es la
impunidad, que no se sancione a nadie y nadie de explicaciones de por qué
suceden estas infracciones que sí están contempladas en el Derecho
Internacional.
Europa
que en su día era el ejemplo de otra forma de buscar armonía entre las personas
se ha convertido en una entidad política que no cumple sus propias normas. Las
deportaciones de refugiados a Turquía se deben considerar otro atentado contra
los derechos de las personas y la Justicia. El mismo John Rawl en su Teoría de la justicia
nos decía “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como
la verdad lo es de los sistemas de pensamiento.[2]”
Las instituciones europeas parece que son todo menos sociales a la vista de las
decisiones que toman y ponen en marcha.
Pero es que los ricos parecen
cada vez más insolidarios. Cada día nos levantamos con otra fechoría realizada
por los que más tienen cuyo objeto no es perseguir un mundo mejor sino engrosar
sus arcas a costa de los demás. Y así vemos que en los asuntos del trabajo, el
esclavismo está cada día más cerca y podemos leer noticias como: “El pasado
febrero, se descubrió que la
línea de montaña de la temporada 2015 de la conocida marca australiana Rip Curl
había sido producida en una fábrica norcoreana. La fábrica situada a las
afueras de Pyongyang al igual que el resto del país presentaba unas condiciones
de trabajo que rozaban la esclavitud, según denunció la prensa australiana y ONGs como Oxfam. Tras aceptar que esto era verdad, la marca se
disculpó diciendo que había sido una subcontrata la que había realizado la
deslocalización de la producción al país asiático sin el conocimiento de la
dirección de Rip Curl.” Claro que cosas como estas las sabemos ya todos pero se
siguen dando y manteniendo.
No
se puede hablar de Libertad y ser adalides de la misma si no reconocemos la
realidad del mundo que estamos creando con una falta de libertades para una
mayoría. Realidad en la que muchos seres humanos malviven y mueren sin ningún
tipo de derecho que les asista. Por lo que se ve no todos somos iguales, algunos lo son más que otros; no todos somos libres,
algunos más que otros.
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