Hay a quién se les llena la boca con las bondades de
sus políticas y tratan de sacar réditos electorales con información extraída,
con intención de engañar, de datos que constan como oficiales. Así en respuesta
a la publicación de la última EPA del año 2015, la EPA del cuarto trimestre, lo
único que el partido que está en el gobierno ha extrapolado ha sido la
disminución de los ciudadanos en edad de trabajar que siguen parados a pesar de
que buscan empleos, a veces desesperadamente. La cifra de la disminución se
concretó en 678.200 en el año 2015, y ha sido demagógicamente exhibida con
ánimo de seguir publicitando las excelencias de la reforma laboral del año 2012
y las políticas de austeridad.
En algunos medios de comunicación, confirmando una
verdadera resonancia del gobierno, se ha obviado el dato de que los empleos en
esta legislatura del Partido Popular han disminuido: 56.600. Sin embargo, hay
quién no ha parado de decir que la economía va viento en popa y que son el
partido panacea y único que puede conseguir una mejora continua, que ha
contribuido a que mucha gente sin trabajo lo haya encontrado y haya salido del
estado de riesgo vital en el que se encontraba. Se obvia, no obstante, que el
trabajo que se está creando es cuasi esclavo: precario, intensivo en horario y
esfuerzo y mal pagado. Y que, además, todavía hay 4.778.500 personas que
queriendo y estando en edad de trabajar no trabajan.
Todos deberíamos ser capaces de contestar una
sencilla pregunta: si en España en la legislatura 2011-2015 los empleos han
disminuido ¿se puede decir que porque baje el paro hay más ciudadanos que han
mejorado sus precarias economías? ¿Hemos de estar contentos con la disminución
de parados cuando realmente hay menos trabajo asalariado, mejor dicho menos
empleo? ¿Hemos de estar contentos porque el menor paro se deba a las salidas de
jóvenes al extranjero como consecuencia de que aquí no encuentran empleo? ¿Hemos
de estar contentos porque la gente se desanime en su búsqueda de trabajo, o
salgan de la estadística por jubilación, fallecimiento, etc.? ¿Hemos de estar
contentos de que la población activa sea sólo del 59 % de los españoles que
están en edad de trabajar y pueden trabajar? ¿Hemos de estar contentos de que
se manipulen y utilicen partidariamente estos datos oficiales?
Lo que pienso es que los políticos deberían volver a
lo básico de su quehacer. Deberían reencontrarse con las raíces, con la esencia
de su labor social que no puede ser otra que volcarse en el beneficio de la
ciudadanía y en mantener el derecho básico de la vida. Para ello es esencial
buscar en los datos estadísticos información que sea válida para analizar y
conocer la realidad que describen. Para ello tendrían que ser objetivos en la
búsqueda de información útil para producir mejoras sociales. Pero, he aquí que
esto no es lo normal en estos tiempos, que lo que se persigue es manipular la
información sacando datos de contexto para desinformar mostrando sólo el lado
bueno de unos datos que si no se exprimen y estudian detenidamente parecen
indicar lo contrario de lo que la sociedad vive a diario.
Estamos en el reino de la mentira. La transparencia
de la que alardean no es nada más que una palabra huera con la que quieren
también esparcir una bruma que tape la visión del cuadro. Mentir hasta el
momento de entrar en la cárcel es la consigna. Retorcer la realidad hasta que
los ciudadanos se pierdan en sus vericuetos es su herramienta. Buscar enemigos
a los que poner el cartel de malos y demonizarlos hasta hundirse en la ciénaga
de la falsedad es su salvación. Por ello se dedica tanto esfuerzo para destruir
al otro. Otro que amenaza su nivel de confortabilidad. Por ello el esfuerzo
tiene un cariz de defensa de pecados mayores o, en otro caso, demuestra un
empeño feroz por aferrarse a sus cargos. Cargos que han demostrado ser
estupendas bicocas para un enriquecimiento a costa de los ciudadanos a los que
tenían que favorecer.
Estamos en el reino de la mentira y en él, quién
busca la verdad es tildado de anti-sistema y extremista de izquierdas. En él
quién no sigue los vicios creados es perseguido con saña porque supone un
peligro para continuar aprovechando las dádivas que da la política. Nuestra actual
vida social es así, hay una compulsión de grupo que no admite ni a los mejores
ni a los peores, la masa media no requiere nada más que verse reflejado en los
demás. El que se sale de la norma incomoda y es un riesgo para la estabilidad
del estatus quo. En este contexto,
vienen que ni pintadas las frases que escribe Javier de Lucas sobre la inmigración:
“De nuevo el miedo a la diversidad real, la reticencia a aceptar la igualdad
con el otro que no es mi copia ni aspira a serlo[1]”.
“Sólo queremos a aquellos respecto a los que no cabe duda de que no nos pueden
plantear problemas con su presencia; ergo todo aquel que no sea trabajador
funcionalmente necesario (y mientras lo sea) no es bienvenido, no debe ser
escogido, no debemos padecer su presencia[2]”.
En un país de unos 46 millones y medio de habitantes
en el que el empleo es la forma de buscarse la vida (excepción hecha de ese 1%
que posee el 80% de la riqueza), si solamente tienen empleo 18.094.200, quedan,
al menos, 27 millones que no tienen recursos procedentes del trabajo. Debiéramos,
sin duda por ello, ser empáticos con los débiles y con los pobres, debiéramos
comprender la problemática que tienen más de unas 1.556.000 familias en las que
no trabaja ninguno de sus miembros en edad de trabajar. Debiéramos ser
conscientes de lo que supone en el reparto de riqueza una tasa de actividad de
sólo el 59,43 % de la población, muy por debajo de la media europea. Pero, por
el contrario, seguimos incentivando el miedo al otro y el repliegue de los
ciudadanos sobre sí mismos levantando muros ideológicos que impiden una
libertad de pensamiento y un análisis objetivo de la realidad.
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