Joaquín
Estefanía en su último libro titulado Estos
años bárbaros nos recuerda El efecto
Mateo, que es aquel relativo a lo que escribe el Evangelista San Mateo en
su parábola de los talentos: “al que más tienen más se le dará, y al que menos
tiene se le quitará para dárselo al que más tiene”. Probablemente muchos de los ricos de nuestro
país que se dan golpes de pecho y expían sus culpas mediante la confesión han
seguido al pie de la letra esta parábola escrita por el Evangelista que, parece
ser, es el que escribió más fielmente el nuevo testamento debido a que lo
escribió en la lengua materna de Jesús y no estaba infectado por la moral de
San Pablo. El éxito de esta parábola ha alcanzado el cenit en estos últimos
tiempos de crisis y no ha podido ser un éxito más redondo en países como
Estados Unidos, dónde el 1 % de los ciudadanos más ricos ha acumulado el 95 %
del crecimiento total posterior a la crisis desde el 2009, mientras que el 90 %
de la población con menos recursos se ha empobrecido aún más. Lo dicho
seguimiento de la palabra de Dios y éxito por todo lo alto.
En
Europa la terrible economía de la deuda, condimentada con las políticas de
austeridad, han sido herramientas muy eficaces para distribuir el Efecto Mateo por todas sus tierras y
gentes. Ejemplo singular es el de Grecia, aunque España, Portugal, Irlanda y otros
países no queden lejos y hayan sufrido su dosis de esta medicina. Grecia, no
obstante, ha sido y es el experimento principal en Europa, en el que se han
puesto a prueba las ideas neoliberales. Yanis Varoufakis que fue ministro de
economía del país heleno y reputado economista, nos alerta con la existencia de
dos tipos de economistas, aquellos que hacen predicciones y ejercen de
economistas-astrólogos y aquellos que estudian y analizan objetivamente
(científicamente) la realidad, a estos los considera economistas-astrónomos. No
me cabe ninguna duda, atendiendo a esta clasificación, que en Europa estamos
guiados por adivinos que aventuran sus apuestas a tiro seguro, pero jugando a
no acertar para ganar en una lucha trucada.
Joaquín
Estefanía escribe también en relación con Grecia: “Después de tres rescates por
un valor total de más de 300.000 millones de euros, y quizás otros por llegar,
y cinco años después de que, a cambio de ese dinero, se aplicasen durísimos
planes de austeridad [...] los salarios han bajado como media un 37 %; el paro
creció hasta el 27 % y el de los jóvenes está cerca del 60 % del total; las
pensiones han disminuido hasta un 48 %; el empleo del sector público
(funcionarios y asimilados) cayó un 30 %; el gasto de las familias se redujo en
un 33 %; la economía sumergida ha aumentado hasta un 34 % del total; la morosidad
bancaria ha llegado al 40 %; y la deuda pública se ha multiplicado
exponencialmente hasta alcanzar el 180 % del PIB[1]”.
Lo sorprendente de este estrangulamiento de la población, de este expolio sin
piedad, es que todavía haya economistas (claramente astrólogos y a sueldo de
los poderosos) que, después de este fracaso estrepitoso de la austeridad, sigan
empeñados en que la única alternativa económica posible es la que se dicta por
nuestra querida Europa, cuya receta sólo tiene ingredientes duros para los
ciudadanos como el control de la inflación, la disminución de los salarios y la
privatización que, en definitiva, supone también un nuevo y doloroso recorte de
derechos básicos.
Ante esta locura colectiva hay quién ha
levantado su voz exigiendo el enterramiento de las políticas de austeridad y
exigen un giro de 180 grados. Como nos dice uno de los manifiestos contra la
austeridad en Europa, pidiendo un plan B económico: En julio de 2015 asistimos a un Golpe de
Estado financiero ejecutado desde la Unión Europea y sus Instituciones contra
el Gobierno griego condenando a la población griega a seguir sufriendo las
políticas de austeridad que ya habían rechazado en dos ocasiones a través de
las urnas. Este golpe ha intensificado el debate sobre el poder de las
instituciones de la Unión Europea, su incompatibilidad con la democracia y su
papel como garante de los derechos básicos exigidos por los europeos [...]El
régimen de crisis de la UE, iniciado hace ocho años y basado en la austeridad,
privatiza los bienes comunes y destruye los derechos sociales y laborales en
lugar de hacer frente a las causas iniciales de la crisis; la desregulación del
sistema financiero y la captura corporativa de las instituciones de la UE a
través de los grandes lobbies y las puertas giratorias. La UE promueve
soluciones falsas negociando, con gran opacidad y sin apenas control
democrático, tratados de comercio e inversión como el TTIP, el CETA o el TiSA,
que eliminan lo que consideran barreras al comercio: los derechos y normas que
protegen a la ciudadanía, a los trabajadores o al medio ambiente. Es el golpe
definitivo a nuestras democracias y al Estado de Derecho, especialmente a
través de los mecanismos de protección al inversor.
En
resumen, si el Efecto Mateo no fue planificado por los poderosos lo que parece
es todo lo contrario. La cierto, además, es que nuestra realidad está siendo
condicionada por los que más tienen y, en consecuencia, se preocupa más de los
beneficios económicos teñidos de egoísmo y usura que de las personas. Nuestra
democracia está en horas bajas y sorprende hasta la incredulidad que todavía
sean los corruptos y los que se han aprovechado de la sociedad, los que sigan
recibiendo votos en las elecciones, recogiendo sus actas de diputados y
viviendo a cuerpo de Rey, ¡pero claro, huelen bien y a perfume caro! Los más débiles,
sin embargo, son los que pagan las cuentas y no debieran pagar de ningún modo los
efectos de los juegos egoístas de los que más tienen. Es urgente, por tanto, en
nuestro país tener claro las prioridades. Primero
lo primero. Y lo primero tiene que ver con la vida y con los derechos básicos
de las personas. No es un principio justo quitar al que tiene poco para
dárselo a los que tienen infinitamente más de lo que necesitan.
[1] Estefanía, Joaquín. (2015:285) Estos años bárbaros. Círculo de lectores por cortesía de Galaxia Gutenberg, S.L.
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