El
problema de nuestras sociedades, tan desarrolladas ellas, es que se hace oídos
sordos a los avisos que la naturaleza nos da como una madre preocupada por sus
hijos. Sin embargo, estos hijos díscolos y sin la suficiente madurez se implican
en juegos peligrosos en los que predominan valores dudosos como la competición
y la lucha por apropiarse del máximo de recursos posible, sin considerar el
hábitat que les acoge y el bien común de todos y cada uno de los vivientes. Así
reconocía Martin Luther King Jr., que “Debemos iniciar rápidamente un cambio
para dejar una sociedad orientada a las cosas y convertirnos en una sociedad
orientada a las personas. Mientras las máquinas y las computadoras, el ánimo de
lucro y los derechos de propiedad sean para nosotros más importantes que las
personas nos resultará imposible vencer al formidable trío que formar el
racismo, el materialismo extremo y el militarismo”. Paradigmas de la locura
humana.
Seguimos
con anteojeras y sin darnos cuenta de que “el capitalismo global ha hecho que
la consunción de recursos sea tan rápida, tan fácil y tan libre de obstáculos
que, como consecuencia, las sistemas tierra-humanos se están volviendo
peligrosamente inestables[1]”.
Estamos tan imbuidos de los valores del capitalismo que corremos alocadamente
hacia el abismo. Como pasaba con el coyote de los dibujos animados, en algún
momento nos daremos cuenta de que estamos corriendo en el aire sin ningún suelo
debajo y, consecuentemente, caeremos sin remedio y sin vuelta atrás.
En
nuestro país en estos días podemos optar; vivimos momentos de encrucijada de
caminos. Son momentos en los que se puede producir una transmutación de
valores. No sabemos qué colores reunirá el próximo gobierno y las direcciones
posibles no pueden ser más dispares. Los partidos que participan en la busca de
una nueva gobernabilidad se preocupan, no obstante, más por sacar la mayor
tajada que por un verdadero empeño en buscar una mejora social en la que todos
puedan vivir y desarrollarse. Las propuestas concretas que buscan una urgente
renovación de los valores que han imperado en los últimos decenios, se
manipulan por los políticos sin hablar del fondo, con el objeto de
desprestigiar las iniciativas que suponen un cambio real. Asistimos a una lucha
soterrada, en la que se emplean las técnicas de manipulación más vanguardistas,
entre los defensores del inmovilismo y aquellos que creen necesario un cambio
de valores, un cambio de paradigma en el que el hombre, los seres vivos y la
naturaleza estén en el centro para que el mundo tenga posibilidades de
permanecer.
En el
mundo de hoy se considera el mercado sin restricciones como la solución de todo
y el dinero la medida del desarrollo social y su mejora. El crecimiento económico
que se ha venido basando en el despilfarro de recursos, sigue siendo el
objetivo esencial y la corrupción uno de sus epítomes. Como nos decía el difunto economista Kenneth
Boulding, “para creer que la economía puede crecer indefinidamente en un
sistema finito hay que ser un loco o un economista[2]”. Pero, aún hoy, es a cualquiera
que atente contra este paradigma al que se le considera un loco, un demente,
una persona fuera de sus cabales. Conseguir un cambio de mentalidad en el que
al depredador de recursos para lucro personal sea al que se le considere un
terrorista social no es tarea fácil en un mundo dominado por aquellos que
quieren mantener el status quo en
beneficio de su propio interés.
Las
consecuencias de este modo de vida es una organización social en la que el trabajo
es la institución central. Tener o no tener trabajo para el 99 por ciento de la
población (hay quién no lo necesita) supone la inclusión o la exclusión social.
Pero la inclusión supone la esclavitud de por vida y no tenerlo una vida llena
de penurias, preocupación y sufrimiento. No puedo estar más de acuerdo
con lo que dice Víctor Gómez Pin “Es simplemente insoportable que la dialéctica
entre trabajo embrutecedor y pavor a
perder tal vínculo esclavo se haya convertido en el problema subjetivo
esencial, en el problema mayor de la existencia[3]”.
Por ello considera que “la especie humana decididamente va mal si la libertad
de los humanos no se da, si grupos de hombres son instrumentalizados por grupos
de hombres, cuyos intereses son ajenos a la causa específica de la humanidad[4]”.
Los partidos que luchan por mantener la política
económica neoliberal imperante, lo que pretenden es mantener al hombre como una
pura mercancía. El trabajador como un coste intercambiable por otro coste
inferior y por lo tanto al albur de las mejoras tecnológicas y de los
incrementos de la productividad. El trabajador como un recurso que se consume,
muchas veces en el sentido literal del término. El trabajador como materia a
exprimir, a ser succionado por la necesaria acumulación requerida por el
capital y sus detentadores. Como dijo Marx “El capital es trabajo muerto que al
igual que un vampiro sólo vive sorbiendo el trabajo y vive tanto más cuanto más
sorbe”.
Vivimos en un momento de toma de decisiones, en el
que nos jugamos un paso adelante en dirección contraria al abismo o mantener
los valores que han hecho que durante toda la historia conocida los ricos hayan
venido vampirizando a la mayoría: pobres y débiles. Hay que saber los valores
que queremos promocionar para conseguir una sociedad que beneficie a la
mayoría. Todavía, sin embargo, se vislumbran desigualdades y esclavitudes
soportadas en valores imbuidos por los poderosos y ciegamente protegidos por la
mayoría. Hemos de buscar una transmutación de valores y para ello “Hemos, en
suma, de denunciar lo insoportable de la situación laboral actual, porque
reducir a los humanos a la esclavitud, impide precisamente la asunción de la
condición trágica en la que consiste el ser ciudadano[5]”.
Por ello hemos de valorar en sus justos
términos las propuestas que buscan un cambio real al denunciar las injusticias
que todos vemos y que terminan desconsiderándose gracias a la desinformación
informativa, en la que no se considera alternativa alguna, y a la resignación
basada en una esclavitud consentida.
En fin estos son los valores y de ustedes son las
conclusiones.
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