Muchos son los peligros que nos acechan con la
globalización actual en la que reinan el libre mercado, el movimiento sin
cortapisas de los capitales y los valores hipócritas del sistema neoliberal que
sólo quiere Estado cuando los intereses de la clase pudiente se sienten
amenazados. La desigualdad que se está provocando entraña enormes riesgos para
las personas y tensiones entre los pueblos. La austeridad como medicina se
aplica en momentos que no advierten las amenazas del cambio climático. Se
disminuye el sector público cuando más se necesita ante los sucesivos desastres
que se vienen dando y los que se avecinan. Sin embargo, se subvenciona a las
empresas aumentando sus beneficios y las desigualdades y se olvida que son
aquellas empresas y países que más están contribuyendo al calentamiento global
las que deberían compensar a los demás por el abuso en la utilización de
recursos finitos y no renovables.
Globalización, mano de obra barata y energía sucia
van de la mano y contribuyen a extender por el mundo emisiones que afectan al
cambio climático, especialmente por el incremento del transporte y consumo de
petróleo que suponen. Como constata
Naomi Klein existe una estrecha correlación entre los salarios bajos y las
emisiones elevadas, entre la búsqueda de mano de obra barata y disciplinada y
el crecimiento de las emisiones de CO2. Se pregunta “¿Cómo no iba a haberla? La
misma lógica por la que se supone que es “bueno”
exprimir hasta la última gota de sudor de los operarios a cambio de un sueldo
diario de calderilla es la que justifica quemar montañas enteras de carbón
sucio sin gastarse prácticamente nada en controles anticontaminación, porque, a
fin de cuentas es la manera más barata de producir[1]”.
¡Es la búsqueda del beneficio idiota!
Por contra, los mercados locales regulan su
producción automáticamente de forma homeostática y en relación a la
priorización de las necesidades de consumo de sus habitantes. Hemos de recordar
que los mercados mundiales requieren un uso extensivo de la mano de obra y de
la tecnología para una producción cada vez más voluminosa que permita grandes
beneficios con poco margen. Es decir el mercado local se autorregula y pone el
acento en la calidad de los productos y el mercado global, además de generar
necesidades artificialmente, pone el acento en la cantidad y en el precio
competitivo de los productos que en un mercado cada vez más amplio tenderá a
cero como los costes, los salarios y la marca de los 100 metros lisos.
La lógica del crecimiento ilimitado va en el ADN de la
globalización actual y del sistema capitalista tal y como lo conocemos. Hasta
el punto de que “el hecho de que el clima de la Tierra cambie hasta extremos caóticos
y desastrosos es más fácil de aceptar que la idea de transformar la lógica
fundamental del capitalismo, fundado sobre el crecimiento y el ánimo de lucro[2]”.
Incentivando en consecuencia el uso del crédito y la generación de deuda que tiende a ser
insostenible para seguir echando leña en la máquina del sistema. Sin embargo, no
deberíamos olvidar lo que nos decía el difunto economista Kenneth Boulding,
“para creer que la economía puede crecer indefinidamente en un sistema finito
hay que ser un loco o un economista[3]”.
El capitalismo actual es el máximo enemigo para la
consecución de un mundo mejor y más seguro. En un mundo competitivo y global
esto de la crisis es un gran invento de los ricos, de las élites poderosas que
dominan el sistema. Es la mejor manera de que los pobres transfieran sus
escasos recursos a los que más tienen y quieren mucho más. Por ello, como
también nos dice Naomi Klein “cuando los negacionistas climáticos afirman que
el calentamiento global es una conspiración dirigida a redistribuir la riqueza,
no los están haciendo (solamente) porque sean unos paranoicos, sino que lo
dicen también porque están prestando atención[4]”.
De momento ellos están sacando una inmensa porción de la tarta. Un ejemplo, la
empresa petrolera estadounidense ExxonMobil batió el record de beneficios en el
año 2012: 45.000 millones de dólares, descargando el coste de limpiar lo que
ensucia sobre los bolsillos y la salud de las personas y contribuyendo sin
desmayo al cambio climático.
Es muy fácil de comprender la extracción que los
ricos están llevando sobre las personas menos favorecidas. La famosa prima de
riesgo ha subido de forma alarmante en los países con riesgo de impago y ¿a
quién favorece?; a los ricos que cobran más intereses sobre sus créditos y
aumentan su riqueza sin mover un pelo. Sin embargo, estos mismos países imponen
políticas de austeridad a sus ciudadanos y a quién perjudica es a todos
aquellos que menos tienen y se ven privados de servicios básicos y vitales.
Las élites, las corporaciones transnacionales y los
países poderosos no pueden imponer la globalización para mantener sus
privilegios e intereses. La globalización neoliberal no puede pisotear los
Derechos Humanos y poner en riesgo la vida de millones de personas. Se deben
tomar medidas, aplicando el principio de prudencia “Para combatir el cambio climático,
tenemos la necesidad real de iniciar una “relocalización” de nuestras
economías, y de reflexionar sobre qué estamos comprando y cómo lo estamos
haciendo, y sobre cómo se produce lo que compramos. Pero la regla más básica
del actual derechos mercantil internacional es que no se puede favorecer lo
local o nacional sobre lo global o foráneo. Y ¿cómo podemos siquiera abordar la
idea de la necesidad de incentivar las economías locales vinculando las políticas
de creación de empleos verdes locales con las de fomento de las energías
limpias cuando eso está simplemente prohibido por la política comercial? [...]
Si no tenemos en cuenta cómo está estructurada hoy la economía, nunca
llegaremos realmente a la verdadera raíz del problema[5]”.
En globalización como en muchas otras cosas de la vida primum non nocere.
[1] Naomi (2015:110): Esto lo cambia todo; el capitalismo
contra el clima. Paidós.
[2] Ibídem (2015:119).
[3] George, Susan (2010: 9) Sus crisis, nuestras
soluciones. Editorial Icaria S.A. 2ª Edición, julio.
[4] Naomi (2015:124): Esto lo cambia todo; el capitalismo
contra el clima. Paidós.
[5] Entrevista a Solomon, 27 agosto 2013 citada por Klein, Naomi (2015:115): Esto lo cambia todo; el
capitalismo contra el clima. Paidós.
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