Esperamos de la tecnología y de la innovación que
nos salve de los problemas a los que nos enfrentamos y nos vemos abocados en
este mundo. Algunos piensan que los problemas ecológicos, los problemas del
calentamiento global pueden, o no, ser importantes pero en todo caso serán
resueltos por futuros inventos y descubrimientos que la competición egoísta en
la que vivimos nos procura. Piensan que el mundo puede continuar por los mismos
derroteros de producción, consumo, despilfarro y desigualdad. En torno a la
destrucción creativa de la que hablaba Schumpeter el capitalismo ha ido dando
saltos con la idea de una historia lineal en pos de una mejora continua. Sin
embargo en las mejoras tecnológicas pueden estar insertas las semillas de la
destrucción del sistema capitalista.
Escribe Varoufakis que las mejoras tecnológicas
darán al traste con este sistema de producción y consumo en masa. Y son, sin
embargo, los trabajadores en lucha por sus derechos los que mantienen el
sistema con vida: “Lo extraño de esta historia es que el fracaso de las
empresas para vencer la resistencia de sus trabajadores y para convertirles en
dóciles androides es lo que salva las sociedades de mercado. ¿Por qué? Porque,
si lo consiguieran, los valores de cambio, los precios y los beneficios de las
empresas se anularían, destruyendo la base de las sociedades de mercado: el
beneficio[1]”.
Hay que considerar que “cuanto más éxito tienen las grandes empresas al
sustituir a los trabajadores por máquinas y cuanto más mecánico es el trabajo
humano, menor es el valor de los productos fabricados por nuestra sociedad y
menores son los beneficios de la empresas[2]”,
el valor de los productos al mejorar la tecnología tiende a cero.
Los parones en las mejoras tecnológicas, como se ha
demostrado en las sucesivas crisis generadas por esta economía de casino,
también producen desfases que adelantan la misma visión, ya que para mantener
la competitividad de las empresas se requiere una mano de obra barata y
flexible. Pero es verdad que las crisis en ocasiones se han mostrado como
aliados providenciales que han conseguido ralentizar la obsesión por la
dinámica creativa del capitalismo que nos abocará a un final en la que los
trabajadores serán menos necesarios y su salario cada vez más indecente.
El objetivo perseguido por el capital es el
beneficio, por eso su propósito girará siempre alrededor de la productividad,
la eficiencia y la tasa de beneficio y por ello buscará líneas de producción
que les resulten cada vez más rentables. Pero el capital muestra su preferencia
por el monopolio más que por la competitividad. Si hay algo que el capital
aprecia más que la competitividad es el monopolio. Y el monopolio explota las
ganancias sin necesidad de invertir, o invirtiendo sólo lo necesario, en nuevas
tecnologías. Este hecho junto con la lucha de los trabajadores por sus derechos
y por un salario digno, consigue retrasar la decadencia de un sistema que lleva
en sus entrañas su propio fin.
Sin embargo, en esta carrera implacable y a veces
cruel, no todos los países van marchando al mismo paso y las diferencias son
aprovechadas por las empresas transnacionales que van creando monopolios y aprovechan
sus ventajas competitivas tecnológicas, creadas por sus invenciones
petrificadas o por facilidades de los gobiernos, para aprovechar su necesidad
extractiva a base de aquellos trabajadores que no tienen alternativa y trabajan
por un salario indigno que a veces no llega ni para mantenerse en pie. Así los
países punteros envían a sus empresas a una nueva colonización global del mundo,
aprovechando la mano de obra barata e impuestos a la baja en aquellos países
que se suben al tren del mercado libre.
Las tecnologías
de la comunicación y los contenidos que trasladan son factores dominantes en la
sociedad del conocimiento. Se utilizan tanto para aumentar el conocimiento de
los ciudadanos como para manipular, crear un sector financiero monstruoso o
especular con la vida de las personas. La comunicación hoy en día es un gran
poder, ya que, como nos dice Castell[3],
el poder depende del control de la comunicación,
al igual que el contrapoder depende de romper dicho control y, siendo así,
debemos ser conscientes de que la forma esencial de poder está en la capacidad
para modelar la mente. El poder, es definido, como la capacidad relacional que
permite a un actor social influir de
forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo que se
favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene
el poder.
Los gigantes
tecnológicos van por delante en la carrera de la economía y además de ser
implacables en el mundo financiero torean y dominan a las Haciendas de los
países que buscan mejorar su economía a base de empobrecer al vecino. Estos
gigantes no sólo pagan los tipos más bajos sino que tienen grandes
bonificaciones y regímenes especiales. Así se va cerrando el círculo
tecnológico que nos envuelve y aprisiona.
No hay nada más
fácil en esta lucha desigual que un Gobierno se ponga en manos de las grandes
multinacionales que manejan el electorado e invierten en tu país, eso sí,
dejando tras su marcha la tierra quemada y a veces baldía. En España ya hace
más de cuatro años que venimos transitando este camino. Las grandes empresas en
este año tributarán al 28 % tras la reducción de un 2 % y en los Presupuestos
Generales del Estado para 2016 verán nuevamente reducida hasta el 25 %, otro 3
%. La reducción del impuesto de sociedades en nuestro país se encogió un 6 % en
el último ejercicio del que se disponen datos (2013) y, desde el 2007, los ingresos
por este tributo han caído un 60 %[4].
El tipo que se aplica a las grandes empresas no es más que un 6 % lo que dice
mucho sobre la carrera en la que participamos, en qué círculo virtuoso estamos
y quién está soportando la crisis en nuestro país.
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