Los bancos
y la ética: HSBC, ¡menudo ejemplo!
El
comportamiento de la gran mayoría de los bancos es todo menos ético. Cuanto más
se conoce sobre su actuación y contribución al desmoronamiento de la economía y
los valores sociales, más debemos darnos cuenta de que el problema que ellos
han creado, además, no se está resolviendo y la impunidad de estas empresas (el
lucro y solo el lucro es su objetivo) y de sus dirigentes está haciendo crecer
el cáncer social que nos llevará al final de este modo de vivir. Los bancos han
fortalecido su impunidad siendo cada vez más grandes (too big to fail),
así han llegado de esta forma a ser una bomba de fuerza irresistible y de consecuencias
mortales que les ha hecho impunes ante
la justicia (too big to jail).
Podríamos esperar que los problemas generados por la burbuja financiera
(hinchada por los bancos), adobados por la eclosión de la vivienda, forzaran a
los poderes políticos a tomar decisiones que lograran un cambio de rumbo. Pero
este cambio no se ha producido, posiblemente porque no era querido por los que
podían llevarlo a cabo, ya que sus planes eran otros.
Aunque en nuestro país Bankia con sus preferentes y sus
tarjetas black, entre otras actuaciones impresentables, podría ser un modelo
suficiente ilustrativo. Se ha elegido a un banco británico que se ha hecho
famoso por la lista Falciani, asunto que por sí solo califica su actividad muy
a menudo contraria al interés social. Este banco es el Hong Kong and Shangai
Banking Corporation más conocido por HSBC. Nos puede servir de ejemplo para
conocer los turbios manejos que muchas de estas instituciones se llevan entre
manos, muy lejos siempre del principal cometido que debieran cumplir: acercar
el dinero, financiar, a aquellos que pueden necesitarlo para inversiones
productivas y beneficiosas en la comunidad. Este banco tiene un historial que
debemos repasar y tener muy presente en aras a una toma de conciencia que nos
permita darnos cuenta de las artimañas que se llevan a cabo y así poder decidir
en consecuencia sobre un cambio profundo a llevar en estas instituciones.
Siguiendo a Éric Toussaint en su último libro Bancocracia destacamos algunas de sus
actividades: a) Desde sus orígenes estuvo mezclado en el tráfico internacional
de drogas duras; b) colaboró con los cárteles de droga de México y Colombia,
responsables de decenas de miles de asesinatos con armas de fuego; c) blanqueó
dinero por un monto de cerca de 880.000 millones de dólares; d) abrió
ventanillas especiales en los locales de México para que los narcotraficantes
pudieran depositar sus cajas llenas de dinero líquido y facilitar los procesos
de blanqueo; e) estuvo implicado en las dos guerras del opio del siglo XIX; f) potenció
y aumentó la venta de armas británicas en los mercados mundiales; g) estuvo
implicado en la manipulación de los tipos de interés interbancarios (LIBOR) que
le reportaron pingües beneficios; h) realizó venta abusiva y engañosa de
derivados y productos de seguros a PYMES y a particulares; i) manipuló la
cotización del oro y la plata; j) contribuyó a la evasión fiscal de grandes
fortunas. Todo un cúmulo de actividades que contrariamente a la lógica no han supuesto
su cierre, ni la prisión de sus dirigentes, sino apenas pequeñas multas que más
que desanimar han reforzado su forma de actuar.
El caso Falciani, ciudadano italo-francés que había trabajado
en los servicios informáticos del HSBC en Suiza y que antes de abandonar el
banco en el 2008 copió 127.000 archivos que ligaban a esta institución con
masivas operaciones de fraude y evasión fiscal, no hizo sino revelar uno de los
puntos negros del banco. Pero es verdad que cuando la justicia no funciona
correctamente es peligroso ser buena persona. “Suiza decidió actuar y lanzó una
orden de detención internacional vía INTERPOL por sustracción de datos,
violación del secreto bancario y del secreto comercial y presunción de servicio
de información económica[1]”.
Por supuesto Suiza no llevó ninguna acción contra el HSBC. Y sin embargo, el domicilio
de Falciani en Niza fue objeto de allanamiento por parte de la policía y fue
perseguido por varios países. Hay que tener claro que es tremendamente difícil
denunciar a un banco ya que tiene la protección de las grandes fortunas
atesoradas de manera poco honrada y que, por supuesto, protegen el sacrosanto
secreto bancario, aunque sus depósitos provengan del robo, del tráfico de
drogas o del crimen organizado. Esta simbiosis entre los grandes bancos y las
clases dominantes son, sin embargo, las armas con las que nos recortan nuestras
libertades por nuestro bien.
No puedo por menos, después de los párrafos anteriores, que
estar de acuerdo con Eckhart Tolle, maestro espiritual, cuando escribe: “Las
manifestaciones colectivas de la locura instalada en el fondo de la condición
humana constituyen la mayor parte de la historia del hombre. Esta es, en gran
medida, una historia de locura. Si la historia de la humanidad fuera el
historial clínico de un solo ser humano, el diagnóstico tendría que ser:
delirios paranoicos crónicos, propensión patológica a cometer asesinatos y
actos de extrema violencia y crueldad contra los que percibe como enemigos, que
son su propia inconsciencia proyectada hacia fuera. Locura criminal, con breves
intervalos de lucidez[2]”.
Los bancos han sido muy perversos en las sociedades desarrolladas, tenemos el
enemigo dentro, en casa, pero lo que han sufrido por sus actuaciones, si acaso,
es una pequeña advertencia con mínimas sanciones que han pagado de buena gana,
manteniendo los beneficios de sus andanzas en sus cajas fuertes.
¿Qué consecuencias, entonces, ha tenido la actuación bancaria
fraudulenta? Una regañina de padres comprensivos: ¡banco malo!, ¡malo! Una
reconvención infantil e inmediatamente una inundación dineraria para que
resuelvan sus problemas, ahondando, de esta forma, cada vez más los problemas
de la sociedad. En algunos casos, la inyección de liquidez ha sido tan
importante, que se ha caído en lo que Keynes llamaba la trampa de la liquidez:
“Mientras los bancos centrales inyectan liquidez y bajan los tipos de interés,
los bancos y las grandes empresas privadas prefieren guardar su dinero y
tenerlo a mano. Los bancos lo guardan para hacer frente a algunos golpes serios
que podrán producir las bombas de tiempo que mantienen en sus balances y en las
nuevas burbujas que contribuyen activamente a fabricar[3]”.
Incluso “la política de los bancos centrales y de los gobiernos tuvieron
efectos muy negativos para la salud de las economías, a la vez que beneficiaban
a los bancos, a otras sociedades financieras así como a las grandes empresas no
financieras. Decenas de millones de empleos fueron suprimidos, millones de
familias perdieron su viviendas, la pobreza aumentó fuertemente así como las
desigualdades, la calidad de los servicios públicos se ha degradado de manera
deliberada... y nuevas burbujas especulativas se están desarrollando[4]”.
Hay ocasiones en las que cualquiera defendería el Estado
mínimo de los liberales, son aquellas, por ejemplo, en las que se reparten las
pérdidas de los bancos entre los ciudadanos. Pero ¿cómo evitaríamos la
sustracción continua de la riqueza social que estas instituciones organizan
cuando se las deja en libertad? Los bancos han aprendido a dar buenos
resultados cuando sus fondos propios son escasos y el apalancamiento es notorio,
porque juegan y arriesgan con dinero que no es suyo, así los beneficios
generados fácilmente suponen un porcentaje jugoso y mayor. Además, los
beneficios se reparten entre pocos por lo que la tajada es suculenta y la
cuadratura del círculo que buscaban, ha quedado perfecta.
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