Las
crisis económicas y la agonía del capitalismo
“En las crisis del mercado mundial se revelan
aparatosamente las contradicciones y antagonismos de la producción burguesa. En
lugar de investigar cuáles son los elementos contradictorios que entrechocan, los
apologetas se contentan con negar la catástrofe misma y se obstinan en afirmar,
frente a su periodicidad regular, que si la producción tuviese lugar según
prevén los manuales, nunca se darían crisis. La apologética se resume pues en
el falseamiento de las relaciones económicas más simples y especialmente en
sostener la unidad frente a la contradicción[1]”.
Sin embargo se reconoce
como evidencia que una característica central del desarrollo capitalista de
los últimos cuarenta años es la eclosión recurrente de crisis económicas de
origen financiero, cuyo último capítulo es la crisis actual: crisis de la
deuda externa en la década de los ochenta, crisis financieras en México (1994),
el sudeste asiático (1997), Rusia (1998), Brasil (1999) y Argentina (2000),
crisis bursátil vinculada a las empresas tecnológicas (2001), etc.[3] . En este sentido
Stiglitz nos dice ya en el año 2002 que,
“mientras desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970
apenas si se podrían señalar cuatro o cinco crisis financieras, desde entonces
se han contabilizado 117 crisis bancarias sistémicas en 93 países y 113 episodios
de estrés financiero en 17 países (analizó casi cien crisis económicas
acaecidas en el último cuarto del siglo XX), lo que claramente pone de relieve
que los fenómenos paralelos de la
desigualdad y la hipertrofia de los
flujos financieros vinculados a la multiplicación del capital ficticio son la
fuente de la extenuante inestabilidad sistémica del capitalismo de nuestros
días.[4]”
En consonancia con lo explicitado por Stiglitz hay
que reconocer la importancia que tiene la desregulación, llevada a cabo en los años 70 del anterior siglo,
convertida en actor principal de la creación de las crisis económicas de las
últimas décadas. No obstante, en opinión de Juan Laborda en Frente al Capital Impaciente: “La
mayoría de los economistas tiende a asociar las inestabilidades cíclicas a
factores exógenos, y por tanto “naturales” e inevitables. Engloba a neoclásicos
(teoría del Real Business Cycle) que dan un papel predominante a los shocks
tecnológicos, como a neokeynesianos, para los cuales el papel clave son los
shocks de demanda. Frente a ellos otro grupo de economistas, minoritarios,
pensamos [dice] que la inestabilidad es intrínseca a la dinámica del sistema
capitalista.[5]”
Dichas teorías, aunque consideran que el capitalismo es el sistema más eficaz
de producción, suponen que existe una inestabilidad y una tendencia a las crisis
endógenas, con mecanismos de feedback o retroalimentación, que llevan a esas
fluctuaciones intrínsecas. Bajo este análisis el capitalismo debe ser
“regulado” y “humanizado”. Juan Laborda opina igualmente (como Roubini,
Shiller, Rajan, Torres y otros) que la actual crisis era predecible, para ello
era necesario relacionar la Hipótesis de Inestabilidad Financiera (HIF) de
Hyman Minsky como marco teórico explicativo, con la Teoría de deflación por
Deuda de Irving Fisher, que permite prever la dinámica de crecimiento
(recesión), y precios (deflación) en la que estamos inmersos[6].
Roubini y Mihm de manera
todavía más contundente señalan que “los últimos años se ajustan a un patrón
secular que nos resulta familiar. Las
crisis siguen trayectorias sistemáticas y tienen consecuencias previsibles.
Son más habituales y comprensibles de lo que el saber popular nos hace creer.[7]” Para mayor abundancia
Kindlenberger se expresa de la siguiente forma: “La volatilidad en los precios
de los productos básicos, las divisas, los bienes raíces, y las acciones en los
años transcurridos desde la década de 1970 no tiene precedentes. Ha habido
cuatro oleadas de crisis financieras; los bancos en tres, cuatro o más países
se desplomaron casi al mismo tiempo. Cada una de una de esas oleadas fue
seguida por una recesión, y la desaceleración económica que comenzó en el 2008
fue la más grave a nivel global desde la Gran Depresión de la década de 1930…la
mayoría de las quiebras de bancos y otras firmas financieras eran sistémicos, y
reflejaban los cambios drásticos en el entorno financiero.[8]”
Se puede concluir con David
Harvey que “Las crisis son esenciales para la reproducción del capitalismo y en
ellas sus desequilibrios son confrontados,
remodelados y reorganizados para crear
una nueva versión de su núcleo dinámico. Mucho es lo que se derriba y se desecha
para hacer sitio a lo nuevo. Los espacios que
fueron productivos se convierten en eriales industriales, las viejas fábricas se derriban o se reconvierten para nuevos
usos, los barrios obreros se gentrifican.
En otros lugares, las pequeñas granjas y las explotaciones campesinas son desplazadas por la agricultura
industrial a gran escala o por nuevas e
impolutas fábricas…[9]”.
No debemos olvidar, sin
embargo, que “La actual crisis económica global es de naturaleza sistémica y
presenta una serie de rasgos comunes a otros episodios de crisis similares que
se han dado en la historia. Por encima de todos ellos destaca el perverso papel que jugó el sistema
financiero, que se convirtió en sí mismo en un fin último de la economía, y
no en un medio para mejorar el sistema productivo…, los flujos financieros en
los períodos previos a la actual crisis económica eran, medidos en volumen de
unidades monetarias, 20 veces superiores al tamaño de los flujos comerciales,
produciéndose un sobreendeudamiento-apalancamiento de la economía en su
conjunto.[10]”
El capitalismo no avanza sino a pasos espasmódicos y arrasando todo lo
que encuentra a su paso. Su destrucción no parece venir de fuera, su mal está
muy dentro del sistema. Su desarrollo mediante crisis cada vez más cercanas en
el tiempo le ponen en un estado agónico que hace prever un final que se adivina
no muy lejano.
[1] Karl Marx, Theories of Surplus Value, tomo 2, p.
500.
[2] Kindleberger, Charles P. y Aliber, Rober Z. (2012).
Manias, pánicos y cracs.
[3] Álvarez y Medialdea (2009). Financiarización, crisis económica y socialización de
las pérdidas. Viento Sur, núm. 100, Enero 2009.
[4] Stiglitz, Joseph E. (2002). El malestar en la
globalización. Círculo de lectores. Ediciones Generales Santillana S.L.
[5] Laborda Herrero, Juan (2001). Los orígenes de la
crisis financiera y propuestas para salir de ella. Incluido en Frente al
capital impaciente.
[6] La tesis de Minsky en esencia es: en los buenos tiempos, los inversores asumen riesgos, hasta que asumen
demasiados. En algún momento, alcanzan
un punto en el que la liquidez que generan sus activos ya no es suficiente para
amortizar las montañas de deuda en que incurrieron para comprarlos. Las
pérdidas en los activos especulativos motivan que los bancos que prestan el
dinero reclamen los préstamos. Y eso provoca el colapso del valor de los
activos.
[7] Roubini y Mihm (2010).
[8] Kindleberger y Aliber (2012). Manias, pánicos y cracs
[9] Harvey, David (2014:11). Diecisiete contradicciones y el fin del
capitalismo. Editorial IAEN.
[10] Laborda Herrero, Juan. Los orígenes de la crisis
financiera y propuestas para salir de ella. Incluido en Frente al capital
impaciente (2011).
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