Sí
a la Renta Básica Universal
En
un mundo en el que el trabajo escasea, se hace precario y no es capaz de sacar
a los trabajadores de la pobreza. Un mundo en el que un sector cada vez más
importante de población se queda en paro por razones tecnológicas o por razones
de competitividad. Un mundo en el que hay personas excluidas que no tienen
ninguna remuneración (no porque no tengan trabajo o actividad sino porque no
tienen empleo) a pesar de que su contribución es útil y trascendente para el
mantenimiento y progreso de la sociedad en la que viven. En este mundo que hoy,
por desgracia, es nuestra realidad, es obligatorio pensar en alternativas que
permitan a la ciudadanía, a todos y cada uno de los ciudadanos, un mínimo de recursos,
de bienes, para poder vivir dignamente. Corremos un gran riesgo social y vital
si mantenemos un capitalismo totalmente liberado a sus fuerzas, un capitalismo
de amiguetes, un capitalismo financiarizado, un capitalismo de casino, que ha
hecho de las crisis sistemáticas un hecho excesivamente habitual y consigue
empeorar y no mejorar la vida de una gran parte de la población[1].
La renta
básica universal (RBU),
según la define la Red
Renta Básica, es un ingreso pagado por el estado, como
derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la
sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en
consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de
cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién
conviva. La RBU es
una propuesta que ha sido ampliamente denostada y ninguneada, pero es una
propuesta valiente y adecuada a las necesidades actuales de la gente, sobre
todo en una situación de crisis. Puede, a mi entender, llegar a ser una de esas
grandes ideas que se tienen, un ¡aja!, que pueden mejorar muchísimo la gestión
de la cosa pública. Sin embargo, poco se conoce de las posibilidades que
encierra y mucho se critica sin ninguna base y si ningún conocimiento sobre la
misma.
Cuando se habla de RBU, se
recurre habitualmente a cálculos fáciles pero muy equivocados ya que se
multiplica su importe por el número de habitantes del país. Nada más lejos de
las propuestas y los estudios que se están llevando a cabo[2].
Es cierto que todos los ciudadanos del país tendrán derecho a la RBU, pero a la
financiación de la misma se llega fácilmente con ajustes en la normativa fiscal.
La financiación es precisamente uno de los puntos fuertes del sistema ya que se
logra aumentando el porcentaje de contribución que deben hacer los ciudadanos
más ricos, lo que se denomina desde algunos sectores un impuesto solidario. Al contrario de las medidas que se vienen
tomando para mejorar la economía, no es necesario recortar las prestaciones
sociales como la sanidad, la educación, las pensiones, etc.
La RBU que aquí se defiende se
caracteriza por: 1) Sustituye a toda prestación pública monetaria de cantidad
inferior, 2) aquellas prestaciones públicas actuales que superen su importe se
seguirán percibiendo como complemento igual a la diferencia existente, 3) está exenta
de IRPF, 4) su importe debe ser una cantidad que cubra las necesidades vitales
de las personas y superior al umbral de pobreza, 5) debe ser percibida por
todos los ciudadanos.
La medida plantea una serie de
ventajas que pasamos a enumerar: 1) Facilita enormemente la gestión de las
prestaciones sociales, ya que todas aquellas que estén por debajo de la
cantidad asignada no se mantienen. No obstante, se seguiría complementando la
RBU con la parte de aquellas prestaciones que superen la RBU, 2) una RBU puede
financiarse rápida y fácilmente mediante una reforma fiscal, 3) claramente
consigue, como parece obvio, una mejora en los índices de desigualdad que
estarían cerca de los que tienen los países menos desiguales, 4) su puesta en
marcha es muy fácil y ágil dando rápida solución a las situaciones graves de
necesidad, 5) tiene efectos sobre el empleo ya que estimula la demanda interna,
6) es un estabilizador del consumo ya que puede sostener la demanda en tiempo
de crisis, 7) mejora la libertad de las personas ya que pueden elegir sus
trabajos no obligados por la necesidad, además, por el mismo motivo aumenta el
poder de negociación de los trabajadores, 8) evita etiquetar a las personas al
ser un mínimo general, no es una limosna es un derecho básico, 9) permite
acabar con la exclusión social, 10) evita la corrupción del pobre ante la
necesidad, al no requerir el cobro de la RBU justificar ninguna situación
personal o familiar, 11) facilita la auto-ocupación, la organización
cooperativa y minimiza los posibles fracasos de las mismas, 12) al no centrarse
en el trabajo y la productividad, hace más viable la consecución de objetivos de
desarrollo sostenible.
La RBU no ha estado exenta de
críticas aunque a veces teñidas de ideología y sin un análisis riguroso. Entre
ellas: 1) su financiación incrementa los gastos públicos y pone en peligro el
Estados de Bienestar; los estudios demuestran que el incremento del gasto
público puede ser nulo, 2) permitiría mantener a vagos y provocaría el aumento
de personas sin trabajar; la RBU es un ingreso mínimo y se puede tener un
empleo remunerado o cualquier otra actividad lo que fomenta la libertad y el
desarrollo de las personas, 3) relegarían a la mujer a las tareas del hogar;
evitaría a la mujer y al hombre tener que emplearse por necesidades vitales en
trabajos indecentes, precarios y mal remunerados, 4) provocaría un inmenso
efecto llamada de la inmigración; con las desigualdades existentes en el mundo
las mejoras siempre son un polo de atracción, 5) es una propuesta utópica; pero
ya hay experiencias y demostraciones de lo contrario, 6) incrementa la inflación; cualquier
incremento de la demanda puede aumentar la inflación pero ésta no es mala a
corto plazo si luego se estabiliza y controla, 7) no acaba con las injusticias
del capitalismo; claramente no es la única medida a implementar ni es la
solución para todos los males del capitalismo.
Actualmente hay un debate entre
RBU y el trabajo garantizado (TG). Este último persigue, manteniendo la
sociedad del trabajo, el pleno empleo. Así la gente se dignifica, socializa y
desarrolla sus potencialidades a través del trabajo. Es una medida a tener en
cuenta, pero es más lenta y se queda un paso más acá de lo que persigue la RBU,
ésta tiene como una de sus principales características: su aplicación inmediata
que conseguiría mejorar la posición de los más débiles y eliminar casi de golpe
la pobreza. Por otra parte es posible e incluso se debe compatibilizar con la
RBU ya que hay muchos nichos de trabajo sin explotar: dependencia, cuidado de
niños, medio ambiente, investigación, transición energética, etc. Por otra
parte, el TG además de ser más difícil en su aplicación, no garantiza una masiva
creación de puestos de trabajo a corto y medio plazo, siendo, además, más
dificultoso el estudio de los recursos necesarios para su puesta en marcha que,
con seguridad, tiene que ser progresiva.
Estoy, en consecuencia, con los
que piensan que la sociedad no puede estar centrada en el mundo del trabajo
asalariado, este sistema provoca desigualdad, pobreza e injusticias. La
realidad nos está exigiendo que vayamos un paso más allá, hacia una sociedad
post-laboral. El mundo del trabajo da mucho poder a las empresas que tienden,
como consecuencia del propio sistema, a hacerse más grandes y poderosas,
recortando cada vez más la democracia y la libertad de las personas. En estas
circunstancias, estoy convencido de que debemos decir SÍ a la RBU, claro, siempre
y cuando ésta suponga la posibilidad de que todas las personas tengan
garantizada la existencia material mínima y haga posible un mayor grado de
libertad al decidir sobre la vida de cada uno. Para su consecución, no obstante,
es necesaria una redistribución de la renta que vaya de aquellos que más tienen
a los que tienen menos y pasa ineludiblemente por una decisión política (¡es la
política estúpidos![3])
ya que, por otra parte, esta competencia entra dentro de las obligaciones de
cualquier gobierno y la debe imponer a la voluntad de aquellos que piensan que
estamos en el mejor de los mundos, regido por el mercado de la mano invisible
que lo resuelve todo de la manera ideal, pero que, sin embargo, ha demostrado
que nos depara sorpresas dolorosas.
Para finalizar un apunte sobre la
libertad: ¿De qué libertad hablamos si las personas no pueden tener lo mínimo
para cubrir las necesidades básicas de la vida? ¿De qué libertad hablamos si la
única opción de una gran parte de los ciudadanos es ser perdedores en una
sociedad competitiva y se ven obligados a coger la única opción que la sociedad
a veces, no siempre, les da? ¿De qué libertad hablamos si gran parte de las
personas no pueden desarrollar si quiera sus capacidades y competencias para
poder elegir libremente?
[1] Ver mi anterior
artículo La Sociedad del Trabajo.
[2] Este artículo es deudor, entre otros, de
los trabajos efectuados por los profesores Jordi Arcarons,
Antoni Domènech, Daniel Raventós
y Lluís Torrens. El
lector que quiera profundizar puede acudir a Red Renta Básica y a las páginas de Sin
Permiso.info
[3]
Se pretende hacer un remedo con la frase
(the economy, stupid), muy
utilizada en la política
estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton
en 1992.
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