Grecia no
puede ser el chivo expiatorio
Samuelson[1]
pensaba que ingresar en la Unión Europea liderada por Alemania era como meterse
en la cama con un gorila. Cuando países o regiones con diferentes grados de
competitividad o fuerza exportadora se integran y forman una unidad dónde rige
una moneda común, el tipo de cambio de equilibrio de la Unión frente al
exterior vendrá determinado por el valor medio de las capacidades exportadoras
de los países que la componen, lo que será demasiado apreciado para los países
más débiles (países de la periferia) y
demasiado depreciado para los países con mayor potencia exportadora
(principalmente Alemania). Alemania, parece claro, que no renunciará a su
vocación exportadora. Hacerlo exigiría modificar la estructura productiva de su
economía y enfrentarse a la insuficiencia de demanda agregada que ha logrado
eludir con los superávits que obtiene. Esto ha provocado, sin embargo, déficits
comerciales en los países del sur.
Es importante considerar que en un área
de integración económica se dan una serie de ventajas económicas: a) efectos estáticos: intensificación flujos
comerciales, b) efectos dinámicos: aparición economías de escala,
intensificación de la competencia, especialización por producto y
complementación productiva y posibilidad de desarrollar nuevas actividades en
el campo tecnológico e industrial. También se dan una serie de ventajas políticas: a) mayor poder de
negociación frente a terceros países, b) actitud participativa en la
formulación de políticas económicas más coherentes con objetivos democráticos,
c) mayor estabilidad política y reducción de los conflictos externos e
internos. Pero también existen algunos inconvenientes:
a) beneficia más a quien este más preparado. Existen ganadores y perdedores, b)
genera mayores desequilibrios regionales y disparidades sociales, que deben
paliarse con medidas correctoras, c) el criterio del país más fuerte impone la
política económica, d) las cesiones de soberanía pueden provocar reacciones
nacionalista y proteccionistas. Estos inconvenientes pueden generan:
Dinámicas acreedor/deudor, ganadores y perdedores:
El endeudamiento de algunos países del sur, entre ellos España y Portugal, ha
crecido en los últimos años debido principalmente a un sector privado que,
incapaz de competir con éxito dentro de la zona euro, ha acumulado deuda tanto
interna como externa. La deuda total, pública y privada, ha planteado problemas
graves para los bancos de los países del centro de la zona euro, que se han
enfrentado también a problemas de liquidez, debido a la financiación de activos
en dólares mediante pasivos en euros. Las políticas adoptadas por la UE rescataron
a los bancos al tiempo que facilitaron el endeudamiento de los Estados. Sin
embargo, algunos economistas ya vaticinaron que un simple análisis de la
demanda agregada mostraba que la austeridad que suponían tales medidas nos
traería la recesión (Lavapistas y otros 2011). En esta situación el crecimiento
de la deuda es ineludible e inaceptable, verificándose las proposiciones: a) en
la UME, según está constituida, la relación deuda/PIB está condenada a crecer
sin límites (la relación deuda pública/PIB crecerá, periodo tras periodo, si g
–tasa de crecimiento del país- no es superior a r –tipo de interés medio- ) y
b) los inversores particulares consideran que este crecimiento continuo de la
relación deuda/PIB hace más improbable la recuperación de sus inversiones,
recuperación que tiene que ver con la confianza de los inversores y, consecuentemente,
la confianza de unos inversores necesita suponer la confianza de los otros
inversores[2].
La UME no
resolvió bien el problema de la insuficiencia de demanda agregada de Alemania.
La UE tiene problemas de supervivencia porque está en un juego de suma
negativa. En este juego participan dos jugadores: los países del norte de
Europa y los países periféricos (Grecia, Italia, Portugal, España). El juego
consiste en que los países del norte (Alemania) financian a los países del sur
para que compren su excedente de producción, es decir se cambian exportaciones
netas por deuda externa. En este juego los ciudadanos del norte intentarán
cobrar su deuda apropiándose del patrimonio público de los países del sur y
éstos pedirán el default considerando que el gasto que generó la deuda resolvió
el problema de desempleo en Alemania. Salvo que la deuda la compre sin límite
el BCE, en cuyo caso la UME resultante sería muy diferente a su diseño inicial,
el default es inevitable.
Pero en el
diseño actual de la UME se hizo conforme el deseo de los bancos de
centro-Europa, especialmente los alemanes. Por lo que podemos considerar que no
es Grecia el eslabón débil, ni puede ser el chivo expiatorio, no es tampoco
Europa: si realmente fuera la Europa de los ciudadanos, ni siquiera es Alemania
considerándola en su conjunto, es la deudocracia generada por los intereses de
los prestatarios, es en definitiva la bancocracia. No son, por tanto, los
ciudadanos aquejados de falta de poder democrático, son aquellos que detentan
el poder financiero, poder que ha trastocado el verdadero juego democrático. No
es podemos, no es Syriza, es la política tozuda mantenida por los partidos neoliberales
interesados en aprovechar y profundizar en la situación presente que, por otra
parte, no presenta ningún balance positivo salvo, eso sí, para la élite. No
sólo es así porque lo digan grandes especialistas: politólogos, sociólogos,
economistas, etc. Ni grandes especuladores[3],
sino también porque la realidad es también tozuda y está ahí para aquellos que
no tengan anteojeras y la quieran ver. Los bancos, no cabe duda, son los nuevos
señores feudales como dice Hervé Falciani.
[1]Paul Anthony Samuelson fue un economista judío estadounidense
de la escuela neokeynesiana, famoso en nuestro país por ser autor de un manual
de economía ampliamente seguido en las
universidades.
[2]
Thomas Piketty en su denso
libro de 970 páginas en francés, titulado El capital en el siglo XXI defiende: “Su tesis es que la desigualdad económica es un efecto
inevitable del capitalismo y que, si no se combate vigorosamente, la
inequidad seguirá aumentando hasta llegar a niveles que socavan la democracia y
la estabilidad económica. Según Piketty
[en sintonía con el texto], la desigualdad crece cuando la tasa de
remuneración al capital ("r") es mayor que la tasa de crecimiento de
la economía ("g") o, en su ya famosa formulación, la desigualdad
aumenta cuando " r>g".” En palabras de Piketty “La dinámica de la
acumulación de capital privado conduce inevitablemente a una concentración cada
vez mayor, de la riqueza y el poder en pocas manos”.
[3]
Recordar nuevamente la frase tan manida atribuida
al supermillonario Warren Buffet, una de las
mayores fortunas: “Hay una guerra de clases y la estamos ganando
los ricos”.
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