Si las sociedades fueran tratadas como si fueran
personas habría muy pocas que pudieran salvarse del internamiento en centros
psiquiátricos o carcelarios. Leer cualquier libro de historia nos demuestra que
las luchas por el poder han centrado la evolución histórica y que se ha vivido
más para la muerte que para la vida. Es verdad que a pesar de todo eros sigue venciendo día a día a tanatos, pero me sigue sorprendiendo la
locura humana que es capaz de buscar recursos de pozos secos y sin embargo
manifiesta imposibilidad de encontrarlos cuando se necesitan para salvar vidas,
para evitar muertes.
Leyendo el libro de Josep Fontana, El siglo de la revolución, una historia del
mundo desde 1914, siento como si los dirigentes de los distintos países no
tuvieran que ver nada conmigo. Sus fundamentalismos, sin atisbo de duda, han
propiciado verdaderos genocidios a lo largo y ancho de este mundo. La
insensible crueldad mostrada me hace pensar que si esto no tiene vuelta el
futuro de la humanidad no puede estar muy lejos. La confrontación de
fundamentalismos enconados por el miedo y las ansias de poder han mantenido una
locura colectiva de la que algunos no quieren salir y otros no sabemos.
Las dos guerras mundiales; las guerras inventadas
por los Estados Unidos, en primer lugar, seguidas por las creadas por los
imperios europeos, Rusia, Japón y China…nos dejan ver un mundo dirigido por
dementes que han creado sociedades enajenadas. Leo a Josep Fontana: “Resulta
incomprensible que los servicios de inteligencia norteamericanos, que disponían
de la información que les proporcionaban sus satélites, pudiesen creer que los
soviéticos disponían de un arsenal de destrucción superior al de Estados
Unidos, que en aquellos momentos era de 1.054 misiles balísticos
intercontinentales, y de 656 SLMB que podían dispararse desde submarinos,
además de los miles de bombas atómicas desplegadas en 27 países distintos: lo
suficiente para acabar varias veces con la vida del planeta.” (Fontana 2017:459).
Esta locura de Reagan pudo haber ocasionado la Tercera Guerra Mundial, en la
que hubieran muerto millones de personas. Esta vez hubo suerte.
Pero, no podemos olvidar la obsesión delirante y criminal
de los Estados Unidos por los regímenes comunistas en los últimos cien años que
queda patente en otro párrafo del libro “El hombre que dirigió la CIA de 1981 a
1987, Villiam J. Casey, católico de misa diaria, pensaba que la Iglesia
católica y el islam eran aliados naturales contra el comunismo ateo, lo que
explica que no sólo diese apoyo a las organizaciones islamistas radicales, sino
que se hiciese imprimir miles de ejemplares del Corán en lengua uzbeka para
distribuirlos en Afganistán. Casey favoreció
la práctica del terrorismo más brutal, fomentando el uso por los muyahidines de
los coches bomba, dirigidos contra los profesores de la Universidad de Kabul y
contra los medios de comunicación de la izquierda laica.” (2017:466). Es
imposible no ver en los últimos años manifestaciones de locura ocasionadas por estos
delirios.
El celo anticomunista sigue encendiendo, aun hoy,
la mecha de la disensión y el enfrentamiento político y bélico. Estados Unidos
lo llevó al extremo en América Latina. Fontana señala como de un grado máximo
la llevada en Guatemala “Las peores consecuencias de estas guerras sucias las
sufrió Guatemala. Hacia 1978 el gobierno inició una oleada de torturas y
asesinatos con el fin de liquidar el sindicalismo urbano, a lo que agregó, a
partir de 1981, el empleo del ejército en una campaña de masacres e incendios
en el medio rural, en una política de tierra quemada que provocó una auténtica
guerra popular.” Estas campañas de exterminio, dice Greg Grandin, estaban
alentadas a un tiempo “por el celo anticomunista y por el odio racial” “Las matanzas eran
brutales, hasta un extremo inimaginable. Los soldados asesinaban a los niños a la vista de los
padres, extraían órganos y fetos,
amputaban los genitales o las extremidades, cometían violaciones en masa
y quemaban algunas víctimas vivas.” Las investigaciones de una comisión de la
verdad patrocinada por las Naciones Unidas, sigue relatando Fontana, revelaron
posteriormente que en los treinta y cuatro años de conflicto armado hubo en
Guatemala 161.500 asesinatos y 40.000 desaparecidos, y que el gobierno realizó
de 1981 a 1983 una actuación deliberada de genocidio contra la población maya.
(Fontana 2017:472-473).
Parece que la humanidad no aprende. No podemos
vivir sin enfrentamientos que hacen de este mundo un valle de lágrimas. Siempre tenemos que estar buscando enemigos
contra los que nos sentimos vivos. En esta lucha contra el fantasma del
comunismo, no podemos olvidar, Corea, Vietnam, los Jémeres Rojos, Irak de Saddam Hussein, etc. En todas estas
guerras y otras muchas que vienen jalonando la historia de la humanidad la muerte de los demás no importa,
cuando los intereses personales, a veces de unos pocos, están en juego.
“De esta forma, uno de los intentos de
transformación social, que se inició en Rusia en 1917, ha marcado la
trayectoria de los cien años transcurridos desde entonces. La amenaza de
subversión del orden establecido que implicaba el modelo revolucionario
bolchevique determinó la evolución política de los demás, empeñados en
combatirlo y, sobre todo, en impedir que su ejemplo se extendiera por el mundo. Fascismo y nazismo, por ejemplo, nacieron como respuestas a la
amenaza comunista, proponiendo como alternativa modelos de revolución
nacionalista que no pasaron de formulaciones retóricas.” (Fontana 2017:11)
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