En las organizaciones introducir novedades suele
ocasionar gran resistencia, lo que se llama resistencia
al cambio. En las sociedades el cambio tiene que lidiar con la resistencia
de aquellos grupos que tienen interés en que nada cambie, en que todo
permanezca igual porque la vida les sonríe. En las sociedades desarrolladas de
hoy en día, hay quién pone palos en las ruedas; aquellos que se resisten, son
las élites poderosas que utilizan los medios de comunicación y los centros de
poder, políticos o empresariales, para hacer imposible transitar por otros
derroteros económicos que no sean aquellos de los que sacan partido a pesar de
que puedan perjudicar a otros.
El paradigma[1]
neoliberal que nos viene azotando desde los años setenta del anterior siglo se
corresponde con el “apáñate como puedas”, cada uno tiene que lidiar con sus
problemas en un mundo competitivo en el que hay ganadores y perdedores. Los
bienes esenciales, incluso, sólo están al alcance de quién se los merece. El
Estado no tiene que intervenir en los asuntos del mercado, el mercado por sí
mismo encuentra las mejores soluciones a los problemas económicos; decide como
optimizar la producción y como distribuir los bienes a la población de la mejor
forma. La empresa privada es, por tanto, la solución y nada está fuera del
alcance de su mano acaparadora. Se privatiza hasta la vida privada.
La realidad constatada es que este sistema ni es
justo: no tienen más aquellos que más se esfuerzan y más se lo merecen; ni da
las mismas oportunidades: en la línea de partida unos están en perfectas
condiciones, otros son cojos, otros ciegos, etc., y durante la carrera algunos
son ventajistas y no respetan las reglas de juego fijadas; ni es ético:
destroza la vida de muchas personas, incrementa la desigualdad y la pobreza,
agudiza la discriminación de todo tipo y la existencia de clases; ni mantiene
un equilibrio generacional: “Los extraordinariamente altos índices de paro
juvenil harán que el daño perdure durante generaciones y que la prosperidad
futura se vea debilitada mediante un séquito de jóvenes desempleados que
entrarán en la vida adulta sin experiencia laboral y con una creciente sensación de distanciamiento con respecto a
las normas sociales predominantes.[2]”
El listado podía hacerse interminable, pero paremos aquí.
Frente a este paradigma, tenemos varias
alternativas a pesar de que se nos machaque con lo contrario y afiliados a un
pensamiento gregario no sepamos discernir mejores posibilidades. Una alternativa
económica que nos trae una nueva racionalidad esperanzadora es la Teoría
Monetaria Moderna considerada una corriente postkeynesiana que ofrece las herramientas y argumentos
para subvertir la austeridad y el desempleo característico del capitalismo en
el que nos movemos. Veamos algunas de sus consideraciones:
El
dinero es un crédito o una relación de deuda. Actualmente y esencialmente las
monedas son “fiat” es decir basadas en la confianza y no respaldadas por ningún
activo real. Representan una promesa de pago que puede ser creada por todo el
mundo. La clave para convertir estas promesas en dinero es que cada vez más
personas o instituciones las acepten.
La
economía personal o familiar funciona de forma diferente a la macroeconomía. Un
principio fundamental de la contabilidad establece que por cada activo
financiero existe un pasivo financiero que lo compensa. Si el sector público,
por tanto, mantiene superávits presupuestarios permanentes (si gasta menos de
lo que recauda en impuestos), el patrimonio financiero neto del sector privado
será necesariamente negativo. Se establece así la ecuación: balance privado +
balance público + balance exterior = 0.
El
déficit público es una forma importante de crear dinero y riqueza, otra es la
que crean los bancos privados con la concesión de préstamos. El déficit público
no se considera ni bueno ni malo, tan solo es una herramienta para alcanzar los
objetivos que nos proponemos como sociedad (entre ellos mayor producción y
menor desempleo). El Estado debería
aumentar los impuestos sólo si los ingresos del público son tan altos que
amenazan con provocar inflación. Además sólo debe emitir bonos solo si hay
presión a la baja sobre las tasas de interés, drenando las reservas excedentes
de los bancos para mantener la tasa objetivo del Banco Central.
El
gobierno, cuando es emisor de su propia moneda, siempre puede permitirse gastar
más (ya que siempre puede emitir más moneda), pero si no puede imponer y
recaudar impuestos, no encontrará la suficiente predisposición a aceptar la
moneda nacional a la hora de realizar sus compras en moneda nacional.
El
objetivo, en consecuencia, de toda
regulación de la actividad económica ha de conseguir que la cuantía del gasto
no sea ni demasiado pequeña (lo que produciría desempleo), ni demasiado grande
(lo que daría lugar a la inflación).
El
endeudamiento continuo del sector privado es insostenible como se ha podido
comprobar con las dos crisis sistémicas más conocidas: La gran depresión de
1929 y la gran recesión de 2007. El endeudamiento público, sin embargo, suministra
liquidez creando dinero cuando el sector privado lo necesita.
Los
bancos prefieren dar créditos antes que poseer activos, ya que reciben los
intereses de los deudores. Los bancos siempre están dispuestos a dar créditos a
aquellos que pueden devolverlos, cuando no es así se entra en un bucle
peligroso. En el mundo real de hoy en día, además los bancos extienden el
crédito creando al mismo tiempo los depósitos, las reservas las buscan más
tarde. Esto se ha demostrado claramente con los resultados habidos tras el
incremento de reservas bancarias habidas al inyectarse
dinero a los bancos. Todos fuimos conscientes de que el crédito seguía sin
fluir ya que el crédito se aumenta cuando es solicitado por aquellos que tienen
posibilidad de devolverlo y para esto
las posibilidades económicas de los deudores deben ser suficientes y, sin
embargo, la austeridad ha contribuido a empeorarlas sensiblemente.
En resumen, tenemos una alternativa racional
que debemos analizar debidamente para no estrellarnos tozudamente contra el
mismo muro. Recordando a Einstein si hacemos siempre lo mismo obtendremos los
mismos resultados y no me parece que podamos echar campanas al vuelo con la
situación económica actual de España y Europa (aunque algunos lo hagan),
situación que hemos alcanzado gracias a las políticas de austeridad y la
hipocondría del déficit. En el
análisis, sin embargo, no debemos olvidar a Keynes que nos avisaba de que éste
no puede hacerse sin referencias a la política y a la ética.
[1]
El filósofo
y científico Thomas Kuhn dio a paradigma su significado contemporáneo cuando lo adoptó para
referirse al conjunto de prácticas que definen una disciplina científica durante un período
específico.
[2] Mitchell, William (2016). La
distopía del Euro. Lola Books.
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