Muchos de
los grandes avances del mundo han sucedido al encontrarse modos sencillos de
utilizar elementos conocidos. El ¡aja! del descubrimiento resulta tan elemental
que casi siempre nos viene a la mente la pregunta: ¿cómo no lo habíamos pensado
antes? La Renta Básica Universal (RBU) o Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC)
puede ser una de esas ideas que cambian de forma importante la vida de las
personas y la sociedad en la que viven. Sin embargo, parece que lo sencillo a
veces levanta temores y resquemores e incentiva la demora en el tiempo de su
puesta en marcha.
Teóricos de
la Renta Básica como Van Parijs han afirmado que es el instrumento óptimo para
maximizar la libertad real por cuanto concede
a cada persona la autonomía necesaria para poder vivir de acuerdo a sus deseos
e intereses. No debemos olvidar que nadie tiene garantía del fin último de
nuestra existencia y, sin embargo, todo el mundo tiene el derecho a buscar y
encontrar el camino por el que desee transitar en su existencia. Por ello una
sociedad que se considere tal debe proteger el derecho básico a la búsqueda
personal de la felicidad.
Así, si
consideramos la libertad de cada uno en buscar su felicidad (y entiendo que el
concepto de libertad puede tener muchas caras y defenderse desde muchos puntos
de vista) como un valor esencial de los individuos. Una mirada a la situación
de muchos de los ciudadanos, nos tiene que indicar que uno de los objetivos principales,
sino el primero, sea erradicar la pobreza de las sociedades. Las grandes
desigualdades actualmente existentes y los niveles escasos de recursos que
tienen algunas personas, poco ayudan a una libertad que ofrezca una mínima
posibilidad de autonomía y desarrollo personal.
En este
contexto podemos preguntarnos ¿Que se ofrece por los distintos partidos para
paliar los estados de pobreza de muchos de nuestros conciudadanos? Sabemos que
algunos pretenden que nos demos con un canto en los dientes si el número
de contratos aumenta, aunque este número esté trufado de mini-empleos,
esclavitud y salarios que no cubren las necesidades básicas. Otros piensan que
un contrato único es la solución, eliminaría la temporalidad y evitaría las
desigualdades en la contratación, pero su objetivo es ayudar a que las empresas
sigan buscando el beneficio por encima de todo y ello, no me cabe duda, choca
frontalmente con un mundo en el que podamos conseguir trabajo para todos.
Poniendo el mundo del trabajo en el centro de la solución, hay otros que
proponen la derogación de la actual reforma laboral del 2012, con la intención
loable de impulsar nuevamente la negociación entre los actores sociales, e
incluso hay quién propone el trabajo garantizado, y es verdad que existen
muchos nichos de trabajo sin explotar como los relacionados con el medio
ambiente, la dependencia, la sanidad, la educación, la investigación, etc.,
pero no podemos olvidar que el capitalismo ha demostrado su capacidad para
buscar cada vez mayores rentabilidades apoyándose en la tecnología y reduciendo
los costes de la mano de obra especialmente. En fin hay también quién propone
una aproximación a la RBU pero sin atreverse a aplicarla y con resultados sobre
la pobreza que se adivinan más pobres y con las mismas necesidades de
financiación.
Ya en otras
ocasiones he defendido en esta columna la RBU, debido a que es una medida de
sencilla aplicación que eliminaría mucha burocracia pública, hecho con lo que
muchos estarían muy de acuerdo; no estigmatizaría a las personas con la
etiqueta de pobres, ociosos, vagos y maleantes; atacaría radicalmente la
pobreza eliminándola al tener como objetivo que su importe mensual sea superior
al umbral de pobreza; pondría en valor la solidaridad entre los ciudadanos que
entiendo es esencial para una convivencia feliz; su aplicación puede ser tan
rápida como queramos estando demostrado que su financiación sólo requiere,
además de tener claro los objetivos políticos, una aplicación progresiva de los
impuestos, pagando más por aquellos que más obtienen y extraen de la sociedad;
estimularía la demanda interna, básica para una activación del consumo que
pondría en marcha la maquinaria de la economía priorizando la producción y la
ejecución de los servicios que son verdaderamente básicos para una vida digna;
y, por último, supondría una verdadera revolución en el modo de entender la
sociedad, dando verdadera autonomía a los ciudadanos para poder negociar los
trabajos, para poder elegir el modo de vida que les satisfaga, facilitando una
vida libre de las tribulaciones, como las que actualmente están pasando muchos
ciudadanos que lo han perdido todo, y singularmente el trabajo que es el modo
de adquirir rentas de la mayor parte de la población.
Vivimos,
claramente, como ya han constatado reconocidos expertos, en una época en la que,
por paradójico que parezca; conocemos y comprendemos los problemas mejor que
nunca, producimos más que en ningún momento de la historia de la humanidad, tenemos
herramientas para poder conseguir casi todos los objetivos que nos propongamos,
estamos más formados y acumulamos mayor conocimiento; pero, parecemos incapaces
de afrontar los problemas de manera decisiva y eficaz. La eliminación de la
pobreza, en nuestro país un grave problema que exige eficacia sin demora, es un
objetivo al alcance de la mano y la herramienta más eficaz y sencilla para
abordarla es la RBU. Las razones para no aplicarla tienen que ver más con los
intereses de algunos sectores sociales y su desconocimiento que con el interés
común de lograr una sociedad mejor y una búsqueda conjunta de la felicidad.
¡Claro que
hay alternativas a las políticas actuales! Los próceres del neoliberalismo
estaban equivocados o querían engañarnos. Las cosas pueden y deben cambiar, no
estamos en un mundo perfecto en el que cualquier retoque empeora la situación.
Lo que sí es necesario son hombres y mujeres con conciencia, con empatía y con
corazón para poder evitar la pobreza, la desigualdad y la injusticia.
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