No suelo escribir bajo el impulso de los sucesos
diarios. Estos cuando surgen suelen venir motivados por situaciones y hechos
previos que pasamos por alto, que obviamos, que no tomamos en cuenta y que, sin
embargo, lloramos cuando la situación se desboca y con dolor vemos que ya no
tienen remedio, ya es tarde, el dolor no puede parar la injusticia ya pasada y
sin vuelta atrás por muchas vueltas que podamos dar a lo sucedido. Si el dolor,
no obstante, puede tener alguna utilidad será la de incrementar la empatía de
las personas. La empatía, ponernos en lugar del otro, es el modo de superar
este hombre dañino y sanguinario con los de su propia especie que no consigue
evolucionar a un nivel superior, a un nivel que si se podrá llamar humano.
La respuesta del hombre poco evolucionado es el ¡ojo
por ojo, el diente por diente! Así ha
venido respondiendo el hombre desde su origen ya lejano. Pero aunque haya
pasado tanto tiempo, seguimos demostrando que no damos pasos adelante en
nuestro desarrollo. Es muy posible que pueda ser porque nos equivoquemos en los
objetivos a perseguir y en las herramientas de medida a utilizar. Si el mundo
gira alrededor de la lucha por la hegemonía con juegos geopolíticos en los que
sólo interesa el poder, alrededor de la lucha por el beneficio, sin detenernos
en los costes humanos, en el destrozo del medio ambiente, en la pérdida de
valores, etc.; estamos corriendo en una dirección equivocada y, tristemente,
cuando nos demos cuenta estaremos perdidos, sin posibilidad de vuelta. Sólo,
entonces, nos quedaran las lágrimas y el dolor que no conseguimos separar de
nosotros mismos, de esta humanidad enajenada.
Hay quien piensa que la única opción para defender
la democracia es la toma de las armas y la guerra sin piedad al enemigo.
¡Viejas y machaconas opciones! En otro tiempo también, nosotros, los europeos,
hacíamos la guerra santa e íbamos en busca del turco para convertirlos o
pasarlos por la espada. Pero, algo me dice que el tiempo de las cruzadas y las
guerras santas ya ha pasado y son otros los motivos que mueven la toma de
decisiones. Por eso, creo, que la liga antiyijadista parece una medida de otro
tiempo, si, además, sólo supone una coalición militar y guerrera o un
incremento de medidas penales contrarias a los derechos y libertades
reconocidos en nuestra Constitución. Me hace pensar, por otra parte, que hemos
aprovechado muy poco los siglos que han transcurrido, y, en consecuencia, no
hemos ampliado nuestro conocimiento del medio en que vivimos. Hemos errado sin
duda en nuestros objetivos. Se repite, también, reiteradamente que esto es una
guerra entre la barbarie y la civilización. Pero esta opinión se deshace por sí
misma, ya que la respuesta que las naciones dan, sigue siendo una respuesta
militar, llena también de barbarie, falta de sensibilidad con otros hombres y
llena de intereses en la industria armamentística y en la lucha geopolítica.
Nos
dice sin tapujos y acertadamente el filósofo Santiago Alba Rico: “el
atentado es un dantesco acto publicitario y una orgullosa, lúcida y
“revolucionaria” declaración de guerra a la moral “burguesa”: os matamos
sencillamente porque estáis vivos”. Porque estáis vivo y no os unís a nosotros.
Las acciones de ISIS son crueles, sin ningún atisbo de humanidad y propias de
personas psicopáticas. Las soluciones no son fáciles. Pero, no por ello,
debemos renunciar a realizar algo distinto que pueda dar mejores resultados. Tenemos
ocasión y debemos avanzar más allá de los métodos
clásicos infructuosos. “París nos da la ocasión [al menos] de comprender a los
sirios y de situarlos a nuestro lado, como víctimas hermanas de una barbarie
común”. No, no podemos olvidar a la población civil que tiene que acostumbrarse
a vivir con la muerte a diario, viendo morir a cientos de sus niños, o lanzarse
a una aventura marina manejada por las mafias, huída no querida que muchas
veces termina igualmente con sus vidas.
Para progresar en soluciones con mejor futuro,
hay medidas que se nos ocurren a todos, pero parece que tampoco, en este
contexto, hay ganas de ponerlas en marcha, quizás porque en un sistema de
partidos, ponemos por delante el interés de éstos al interés de todos. Una
medida enteramente lógica, que sólo requiere consenso político para evitar el
fuerte incremento del armamento en ISIS, es cortar las vías de financiación de
este estado no reconocido y regresivo. Otra no menos razonable es acabar con la
guerra en Siria e Irak, para lo cual parece obvio un embargo masivo de armas a
los contendientes y, urgir el cese de los bombardeos contra la población civil.
Nos tendríamos que poner en su lugar y sentir el sufrimiento de aquellos que,
como se ha dicho anteriormente, tienen que optar entre una muerte segura a
manos de los distintos contendientes o una muerte prevista en su huída a otras
naciones o, en todo caso, una vida de paria con una ayuda escamoteada por aquellos
que han contribuido a su situación.
Apoyar a las fuerzas democráticas árabes,
educar en valores ciudadanos y derechos humanos, proteger a los refugiados,
como desearíamos que nos protegieran a nosotros mismos y a nuestros familiares
si estuviéramos en la misma situación, y acabar con el mercadeo de las mafias
cegadas con el oro a percibir, que por cierto es otro modo de financiación de
ISIS junto con el comercio del otro oro, el negro, en el mercado de tal nombre.
En un mundo de fronteras abiertas, en un mundo
globalizado, sólo cabe un cambio de valores en toda la humanidad. Priorizar la
vida de cada uno de los hombres y respetar los derechos humanos básicos,
aceptados por todos, es la única medida que puede llevarnos a un nuevo progreso
y a una humanidad que merezca ser llamada con este nombre. Es verdad que entre
países que celan los derechos humanos y aquellos que los pisotean, son estos
los que pueden encontrar más posibilidades de actuar mediante el terror y la
barbarie sin ninguna razón. Incluso debemos ser conscientes, para no
engañarnos, de que la seguridad total no existe en esta vida y que incrementar
un punto en el porcentaje de seguridad supone un gasto público cada vez mayor
en el que puede haber intereses fuera del bien común y perversión de los
objetivos que debemos priorizar. Sin embargo, seguimos empeñados en buscar
mundos duales, mundos bipolares que resuelven sus problemas a bombazos, cuando
la historia, contumaz, nos demuestra que esta forma de actuar nos mantiene
atados a nuestra animalidad primitiva. No puedo por menos que concluir escribiendo
que el hombre sigue siendo el mayor peligro para el hombre. ¡No a la barbarie!
¡No a las guerras! Las invente quién las invente.
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