¡Pero si no
lleva nada encima! –dijo un niño pequeño. Y es que sabemos que los niños en su
inocencia dicen siempre la verdad y con los ojos limpios de cualquier cristal
distorsionante, pueden ver realidades que los adultos ni siquiera intuyen
porque han olvidado la forma de mirar. Por eso debemos convertirnos en niños
para poder ver la realidad de la legislatura que termina y no caer en el engaño.
Para poder, así, separar la paja que cubre el grano escaso que alimenta la
necesidad ciudadana. Ya nos dijo Jesús que si no nos volviéramos como niños no
entraríamos en el reino de los cielos: será un paso necesario en estos tiempos
en los que la verdad queda tapada por la apariencia.
El mercado
es capaz de vender incluso aquello que no necesitamos, aquello que nos engaña,
aquello que inhibe nuestro pensamiento. Somos capaces de oír estoicamente las
bondades de los cuatro últimos años del gobierno sin parpadear y haciendo
gestos de cabotaje, es decir con movimientos rítmicos de la cabeza como el
movimiento de una barca en el mar costero. Somos capaces de tragarnos el
anzuelo de una mejora económica basada en las buenas artes del actual equipo
ministerial, cuando, si algo ha mejorado se debe a la disminución del precio
del petróleo, a las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo, a la fuerte
devaluación salarial, etc. Olvidamos, sin embargo, que somos punteros en
desigualdad, que el incremento de la pobreza lleva un ritmo mayor que el
aumento del Producto Interior Bruto, medida, que por otra parte, poco sirve
para medir el bienestar de los ciudadanos ya que adiciona también, desgracias,
desastres y guerras.
La realidad,
sin embargo, es que a base de cortes y recortes no son el Presidente y las
élites económicas las que han quedado desnudas. Desnudos y desnutridos han quedado
muchos ciudadanos, una parte cada vez mayor de la población española. Las
políticas neoliberales que se han llevado a cabo en los últimos años
privilegian las rentas de capital y hace depender la vida de la mayoría de los
ciudadanos de un empleo cada vez más escaso y precario. Un empleo indecente que
no llega a cubrir los niveles mínimos de una vida digna, ni, tampoco, cumple
con los Derechos Humanos Universales que se convierten en papel amarillento y
mojado. La realidad es que con estas políticas el logro mayor obtenido es haber
dejado, de forma progresiva, a un mayor número de personas sin los medios
económicos necesarios para subsistir.
La
desigualdad entre los que tienen empleo, trabajo retribuido, y los que no lo
tienen no es solo económica sino que
abre un abismo en derechos y libertades sociales, haciendo posible que la
brecha abierta siga in crescendo.
Pero, también, la diferencia entre las rentas de capital y las salariales no
ayuda a hacer menos dolorosa esta falta de equidad. El sistema contribuye a
esta injusticia con un trato favorable a los que menos lo necesitan. Así “Un
ciudadano que, producto de su trabajo, consiga obtener unos ingresos situados
en la franja más alta del IRPF puede llegar a pagar el 43 % de su renta. En
contraste, un individuo cuya actividad exclusiva sea la especulación
inmobiliaria y obtenga con ella unos
ingresos iguales a los del ciudadano laborioso, sólo los verá grabados al tipo
único del 18 % establecido para las rentas del capital[1]”.
No, no es
verdad que cuando las aguas de la economía suben, todos los que estén en el
agua se elevan con ella. Son aquellos que se encuentren en grandes
embarcaciones los que se aprovecharán más de la bonanza y a veces se quedarán
con todo. Por contra, aquellos que no puedan subir ni siquiera a un velero
pueden hundirse irremediablemente. Y, por desgracia, la realidad, que parece no
ven todos, demuestra que son un pequeño porcentaje los que suben a los grandes
y estables barcos, mientras son cada vez más los que tienen que agarrarse a
pequeñas tablas de salvación.
Es la
manipulación el valor imperante, más que la realidad lo importante es la
apariencia, el engaño a los demás, el propio autoengaño. Y, también, la ceguera
mental provocada por el conformismo, la confusión y el miedo al cambio. Las medidas electorales puestas en marcha en
este año han contribuido a que todos estos elementos ofusquen la realidad y
mantenga indecisos a muchos electores. No obstante, debemos preguntarnos ¿Qué milagro
económico es el que se ha logrado? ¿”Se ha superado la peor crisis sin dejar a
nadie en el camino”? ¿Queremos más dosis de la medicina que se está aplicando?
¿Quién nos miente? ¡Sólo hay que mirar con los ojos de la niñez para ver la
realidad desnuda en este mundo centrado en el trabajo! Veremos que poco éxito
representa la pérdida de 750.000 habitantes, que de los casi 47 millones y
medio de población solo unos escasos 17 millones y medio son los que tienen
empleo y cobran salarios, aunque a veces no les llegue para vivir. Veremos la
reducción de la tasa de actividad de la población española, el incremento de la
deuda pública en más de 300.000 millones de euros, la reducción de la población
ocupada, la existencia de más 2.100.000 parados que llevan más de dos años, incrementándose este dato en casi 700.000 desde el 2011,
etc. Etc.
[1] Pérez, Cive (2015:261). Renta Básica Universal; la
peor de las soluciones (a excepción de las demás) Clave Intelectual.
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