Se
considera que no hay lucha de clases, que el concepto de clase social está
fuera de lugar en este mundo globalizado. Es verdad que “Los políticos y los
partidos políticos convencionales [...] se han vuelo rabiosamente utilitaristas
[...] los partidos políticos de clase que surgieron a finales del siglo XIX y
principios del XX se acercaban más al ideal de democracia deliberativa o
participativa. Los grupos debatían y configuraban perspectivas de clase. Por el
contrario, lo que ha surgido en la era de la globalización bien podría llamarse
democracia utilitarista. Sin valores de clase o ideas sacadas de la lucha de
clases como guía, los políticos y los viejos partidos políticos han recurrido a
una política mercantilizada que no aspira más que a dar con la fórmula para
seducir a una mayoría, a menudo designada como la clase media[1]”. Pero,
sin embargo, es esta globalización neoliberal la que está alumbrando nuevas
clases sociales.
Se
denomina clase a “grandes agregados de personas que comparten una misma
posición social y económica derivada del tipo de trabajo que hacen y de la
relación de empleo en que participan, es decir, de su ocupación[2]”. Guy Standing matiza un poco más y escribe: “La clase puede
definirse como un grupo determinado principalmente por específicas relaciones
de producción, específicas relaciones de distribución (fuentes de ingreso) y
específicas relaciones con el Estado. De estas relaciones surge una conciencia
distintiva de lo que son reformas y políticas sociales deseables[3]”.
Se debe hacer hincapié en que las nociones de estructura social, desigualdad social y
estratificación social son instrumentos conceptuales elementales que se
requieren para entender la realidad social desde un punto de vista estructural
y, más en particular, para describir y explicar muchos fenómenos relacionados
con la desigualdad social[4].
Guy
Standing que no es de los que piensa que la lucha de clases es un concepto vacío
y sin validez instrumental, concreta una estructura emergente de clases sociales
en la que define una élite, un salariado (salariat), los profitécnicos
(proficians), un viejo núcleo de clase obrera (el proletariado), y un precariado.
Por
motivos de espacio, nos fijaremos en las clases que están en los extremos del
espectro social analizado. “Si empezamos por la parte más alta del espectro de
ingresos, la élite o plutocracia
consiste en un minúsculo número de individuos que en realidad son superciudadanos; residen en diversos
países y escapan a las obligaciones de la ciudadanía, al tiempo que contribuyen
a limitar los derechos de los ciudadanos casi en cualquier lugar [...] Su
fuerza financiera configura el discurso político, las políticas económicas y la
política social[5]”.
Esta clase no ha hecho sino engrosar su renta y patrimonio con el giro
neoliberal que se produjo en los años 80 del anterior siglo. Giro político que
rompió el pacto social de la posguerra europea. Las élites veían disminuir sus
ingresos a costa de una distribución de la renta más igualitaria y justa
soportada en la fuerza sindical y obrera. Por ello la nueva política
configurada fue un estudiado recurso para voltear la situación. Ahora los
beneficios son esperados y valorados en los mercados financieros. Los
beneficios cotizan en bolsa y de la bolsa y de las transacciones financieras
sacan las élites su mayor tajada, extrayéndola por tanto de la plusvalía
aportada por los trabajadores y la tecnología que, de acuerdo a mi criterio, no
debería ser apropiada por ningún sector social en este tiempo del conocimiento
compartido y financiado mayormente por lo público.
El
dinero y patrimonio de la plutocracia se hinchan como un globo al sol; sin
esfuerzo. El beneficio empresarial y la búsqueda de rentas imponen, sin
embargo, una gran flexibilidad en la masa de trabajadores. Esta flexibilidad lleva
a los trabadores hacia una gran inestabilidad e inseguridad. Su total
disposición como recurso en el plan de las grandes empresas especialmente, pone
en subasta y a la baja sus salarios y en peligro su salud. De ahí que la lucha
entre la clase de mayores ingresos y la de ingresos más bajos: salarios de
pobreza incluso cuando se cobran, realidad por otra parte también incierta e
imprevisible, no sea sólo un ruido de fondo. Este estado de cosas manifiesta
una situación de lucha in crescendo entre
clases bien definidas, ya que queda clara la tensión existente entre los
extremos del espectro social.
Así,
condicionada por la política de las élites, la sociedad va conformando en la
parte más baja el precariado.
Standing encuentra las siguientes características de esta clase emergente: gente
que vive de empleos inseguros entremezclados con periodos de desempleo; acceso
incierto a la vivienda y a los recursos públicos; sin acceso a las prebendas no
salariales: vacaciones pagadas, bajas médicas; falta de una narrativa
ocupacional lo que supone una fuente de frustración, alienación, ansiedad y
desesperación anómica; explotados y oprimidos deben aceptar gran cantidad de
trabajo no remunerado; en riesgo de alejamiento del mundo laboral, baja
movilidad social, sobrecualificación, incertidumbre y pobreza.
El
fragor de esta lucha de clases no se adivina por el estruendo que provoca sino
por los hechos y resultados que se suceden. La plutocracia ha ido consiguiendo
los objetivos perseguidos. El rescate de los bancos llevado a cabo
especialmente en Estados Unidos y Europa ha sido calificado como el mayor
regalo que se ha hecho a los ricos en toda la historia y desgraciadamente a
base del sufrimiento del resto de la ciudadanía. Para pagar el despilfarro de
estas inyecciones monetarias a los bancos, se
dispusieron medidas extremas de austeridad para los ciudadanos, que han
supuesto terapias de choque con resultado nefasto para los más vulnerables.
La
disolución del bipartidismo en España y la incorporación de nuevos partidos han
dibujado un mapa político muy diverso y polícromo. El precariado se considera
como una clase revoltosa, peligrosa y potencialmente transformadora, lo que le ha
supuesto la estigmatización. La división de los partidos en relación al
espectro derechas-izquierdas hace que mucha gente se mantenga ciego a la
realidad de la lucha de clases social en la que nos encontramos. Lucha que sin
duda está en un momento álgido.
Pero esta lucha que están ganando las élites tiene efectos
perversos, tiros que salen por la culata. Así “Una de las consecuencias que ha
tenido este giro neoliberal es el surgimiento de la extrema derecha y el
nacionalismo que, cada día que pasa, están movilizando a un cada vez mayor
número de personas de clase obrera. No es por casualidad que el nombre del
partido de extrema derecha en la República
Checa, tristemente célebre debido a que organizó pogromos contra los
gitanos, sea el Partido de los
Trabajadores[6]”.
No es por casualidad que estén emergiendo partidos de extrema derecha con
ideología nazi en Europa. En nuestro país la extrema derecha oficial no tiene
mucho predicamento, a pesar del nacionalismo rampante, pero las ideas extremas siguen
infiltrándose en muchos ciudadanos. Y el humanismo queda estupefacto ante
frases de auténtica contienda como: “Que muera un pobre es importante para los
familiares pero que muera un rico es trágico para España. Lo fundamental en un
país son sus ricos, la turba es intercambiable. Lo que da identidad, elegancia
y distinción a un Estado son sus millonarios[7]”,
menos mal que el periodista fue reciente despedido.
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