No todo en lo que creemos es cierto, a veces nos
cuentan cuentos y nos los creemos. Escribía Owen Jones que “términos como
gorrones se usan hoy en día de forma casi exclusiva contra la gente pobre, y
jamás contra unos intereses privados que se niegan incluso a pagar impuestos. Gorrones, al fin y al cabo, es un
insulto que se emplea contra quienes dependen del Estado de bienestar […]
Resulta irónico comprobar que las mismas empresas privadas contratadas para
insertar en el mercado laboral a esos desempleados incapaces y enemigos del
trabajo merecen mucho más que nadie ese apelativo de gorrones.[1]”
Sin duda, en contra de lo que pensamos, son las grandes empresas las que más
ayudas reciben del Estado a pesar de que se suele establecer una igualdad entre
desempleado, vago y gorrón.
El odio, por parte de los liberales a la
intervención del Estado, es sólo una distracción en la realidad subyacente. En
nuestros días, podemos decir que el socialismo se está dando sólo y
especialmente a favor de las grandes empresas que aprovechan la norma y sus
recovecos para sumar deducciones, ayudas, reflotamientos y compensaciones. Los
defensores del mercado libre y del Estado Mínimo son conocedores de que tal
estado de cosas no existe. Así también indicaba el escritor británico Owen
Jones: “toda la ideología del capitalismo de mercado libre se basa en una
estafa: el capitalismo británico [cosa que se puede hacer extensiva a todos los
países capitalistas] depende por completo del Estado. Es más, a menudo la
ideología mercantilista del Establishment es poco más que una simple fachada
para colocar recursos públicos en manos privadas a
expensas de la sociedad.[2]”
“Así pues, el mercado libre que tanto le gusta al Establishment se basa en una
fantasía. Se puede afirmar que en Gran Bretaña florece el socialismo, pero es un socialismo solamente
para ricos y las empresas. El Estado está ahí para apoyarlos y para rescatarlos
si es necesario. De la mayoría del resto de la población, en cambio, se espera
que se salven como puedan: su única experiencia es el capitalismo de fauces
ensangrentadas.[3]”
En ciencias sociales se llama polizones a
aquellos individuos o entes que consumen más que una parte equitativa de un
recurso, o no afrontan una parte justa del costo de su producción. Este contexto
se denomina del polizón, también
conocido como el consumidor
parásito (del inglés free riderproblem) y trata de buscar
solución de forma equitativa a la aportación y consumo desigual de los
distintos ciudadanos, limitando así sus efectos negativos. Aunque es una
cuestión controvertida, por lo general se considera al problema del polizón un problema económico al ocuparse de la
producción o producción insuficiente de un bien público, y por ello de una eficiencia de Pareto, o, también, cuando conduce al uso excesivo
de un recurso de propiedad común.
Un ejemplo conocido y fácil de entender del
problema del polizón es el gasto militar: ninguna persona puede ser excluida de ser defendida por
las fuerzas militares de
un país, y por lo
tanto serían polizones aquellos que se negaran a pagar los impuestos ya que
serán también defendidos. El gobierno es el mecanismo primario mediante el cual
las sociedades hacen frente a los problemas de polizones. Además de las medidas
fiscales, las reglamentaciones son otra forma de acción colectiva tomada por los gobiernos para
resolver problemas de polizones tales como impactos sobre el medio
ambiente o uso excesivo de
recursos. En el contexto de los sindicatos, un polizón es un empleado que no
paga cuota sindical,
pero que sin embargo recibe los mismos beneficios conseguidos por la
representación sindical para sus asociados que sí abonan su cuota. Polizón es
también un término utilizado en el ambiente de las bolsas de valores cuando un
cliente compra acciones por una cantidad que excede su capital. O sea los
polizones son aquellos que compran acciones pero luego no tienen con qué
pagarlas.
Se podrían poner miles de ejemplos de
gorroneo relacionados con la sanidad, el trabajo, los bienes comunales, las
familias, la economía sumergida, las obligaciones fiscales y, en resumen, se
puede decir que la desigualdad es un foco de infección incontrolada de grandes
gorrones. No obstante, el gorroneo con mayúsculas debe encontrarse en la acumulación
excesiva de beneficios, la extracción de riquezas por parte de las élites, la
corrupción que florece de forma inmarchitable en este mundo tan liberal. Todos,
son ejemplos claros de cómo los dineros que se aportan por la sociedad terminan
en manos de las empresas y a través de ellas en manos de los más tienen sin que
aporten lo mismo de forma equitativa. Son, también, muestras por todos
conocidas de gorroneo de aquellos que más tienen las ayudas a los bancos, a las
empresas de autopistas, a las empresas energéticas, las ayudas al deporte: los
juegos olímpicos son otro patrón de cómo el dinero público, el que se obtiene a
través de los impuestos que pagan principalmente los trabajadores, ha sido trasvasado
a las empresas.
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