En estos tiempos convulsos y
complejos es necesario saber diferenciar los medios y los fines. En un Estado
de Derecho el cumplimiento de las leyes es un medio que mantiene el orden
establecido. Las leyes son las reglas de juego que como sociedad nos damos para
una vida en común más beneficiosa para todos. Cuando una ley, se entiende que
no es funcional, se cambia mediante el consenso democrático. No obstante, nunca
deberían anteponerse las leyes al principio democrático, al gobierno de la
propia ciudadanía ya que ésta es el fundamento de la sociedad.
Las personas son fines en sí
mismos y la libertad de expresión es una libertad esencial en la vida social.
Pero el poder de unos no puede eclipsar la palabra de nadie. Para que esto
fuera posible se debería poseer una verdad absoluta y esto en las relaciones
entre las personas no se puede garantizar. Así podemos decir con John Stuart
Mill: ”Si toda la especie humana no tuviera más que una opinión y solamente una
persona fuera de la opinión contraria, no sería más justo que la humanidad
impusiera silencio a esta sola persona, que si ésta misma, si tuviese el poder
suficiente para hacerlo, lo ejerciera para imponer silencio al resto de la
humanidad.[1]”
En lógica “Una posición coherente
será conceder la presunción de legitimidad a las leyes de los regímenes
democráticos que se ajustan al imperio de la ley, pero no a las dictaduras
ajenas a la ley. Pero si bien es sencillo establecerlo como teoría, en el mundo
real no encontramos una simple dicotomía blanco-negro --a la izquierda, las ovejas del impero de la
ley; a la derecha, las cabras sin ley--, sino una escala dinámica en la que
muchos países ocupan posiciones intermedias.[2]”
Incluso con leyes aprobadas democráticamente no es fácil establecer una simple dicotomía,
un pensamiento “bipolar”, ya que podemos encontrar muchas diferencias de
interpretación, desde las muy gruesas hasta las muy tenues. Pero, además, puede pasar como en nuestro país que se
denuncia el incumplimiento de la Ley y a la vez los que hacen esta denuncia la
incumplen en muchos de sus mandatos. La ley de Leyes, la Constitución, es
utilizada como bandera y estilete para dar razón a muchos argumentos, cuando,
por otra parte la Constitución se sacrifica en el altar de la corrupción y de
la mentira por los que tienen que defenderla
y aplicarla.
Nos dice Garton Ash que “Cuanto
menos democrático es un sistema político, más difícil resulta influir en él. La
libertad de expresión es a un tiempo causa y efecto de una libertad más amplia.[3]”
Es una frase que debería enseñarnos en estos momentos difíciles de nuestra
querida España. Una frase que los defensores de la libertad deberían aplicar en
aras a demostrar que siguen verdaderamente sus propias ideas. Deberíamos saber
que las personas son fines en sí mismos y que, en consecuencia “La esencia de ser ciudadano de una democracia
radica en que se puede trabajar para cambiar las leyes bajo las que uno vive.[4]”
Las leyes no pueden estar inscritas en piedras de molino, sin permitir cambio
ni modificación. Deben acomodarse a los tiempos y a las necesidades de las
personas, igual que lo tiene que hacer la economía.
Las banderas mantienen un mundo
dividido en el que pueden gastar billones en material de guerra y dejar morir a
ciudadanos de la propia sociedad; no digamos ya “extranjeros”. Podemos gastar
90 millones de euros en un solo avión de combate, millones que perdemos si se
estrella, o desperdiciamos si no se utiliza, y recortamos sin piedad el dinero dedicado
a la sanidad, la educación y la dependencia. Mie pregunto ¿qué fines
perseguimos? ¿Qué prioridades nos damos como sociedad?
El Artículo
155 de nuestra Constitución es claro:
1.
Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las
obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma
que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo
requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser
atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las
medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas
obligaciones o para la protección del
mencionado interés general.
2. Para la
ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá
dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.
No obstante, los políticos tienen
que buscar con ahínco el interés general de todos los españoles. No se puede
hacer oídos sordos a las ideas de millones de ciudadanos porque no coinciden
con las nuestras. Tienen la obligación de dialogar y aprender de otros
planteamientos sin pensar que sólo ellos están en la verdad absoluta. Si
piensan así nos darán un espectáculo que mostrará su incumplimiento como
representantes de nuestra sociedad. Darán muestras de lo poco que estamos
evolucionando y de los pasos atrás que estamos dando, aun con el aplauso de
aquellos que tienen más fácil seguir que pensar.
Para dar un salto cualitativo
como personas, necesario en este tipo de crisis, debemos crecer en empatía y
simpatía. Pero, para sentir empatía y simpatía es necesario personas sanas, sin
problemas vitales; personas maduras y libres de todo tipo de coacciones, que
puedan debatir sin amenazar, que puedan negociar sin vencer, sin pensar en
proselitismo electoral. Ni el Gobierno, ni los periódicos pueden ser simples autistas,
inmersos en su mundo ideológico y
fundamentalista.
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