Con las próximas elecciones el 20D a la vista podemos
perder la perspectiva de los temas esenciales para los que el tiempo se va acabando.
Entre ellos es crucial el relativo al calentamiento
global que debe ser un tema prioritario que no debe hundirse en el
torbellino de la lucha por ganar votos. Lo urgente debe dejar hueco a lo
importante. La lucha por la vida de los ciudadanos es un tema urgente y
perentorio, pero haríamos mal si perdiéramos el hilo de los objetivos a medio y
largo plazo que deben considerarse básicos para mantener la vida en este
planeta, que por otra parte, cada día es menos acogedor. Por fortuna, son menos
los que consideran ya que el cambio climático es sólo un problema ecológico
marginal, son menos los negacionistas
del cambio climático. Por fortuna, son solo aquellos que tienen grandes
intereses en mantener el capitalismo del crecimiento sin límites y del
despilfarro de recursos: son solo aquellos que piensan que todavía se puede
mantener el modo de vida occidental imitado, también, sin reservas, por los
países emergentes.
El calentamiento global trae sus consecuencias del
uso extensivo de combustibles fósiles y
de una dieta alimentaria centrada en las proteínas animales; hay que recordar
que hacen falta de 4 a 11 calorías vegetales para producir una caloría animal.
Y el empleo de técnicas modernas de extracción de petróleo: fracking o minería
de arenas bituminosas, ha destruido la naturaleza creando paisajes lunares, ha
aumentado el CO2 contribuyendo al cambio
climático y está favoreciendo el aumento de polución y la escasez aguas para el consumo humano. Se requiere gran
cantidad de agua para estas técnicas, cuando éste es el elemento de la
naturaleza que más necesita la vida, no olvidemos que somos el 70% agua. Sin
embargo, la obsesión inconsciente de mantener nuestro modo de vida derrochador,
está ocasionando la escasez del líquido elemento, lo que hace muy posible la
visión, que ya muchos tienen, de que el agua sea el causante de las próximas
guerras y de un comercio descarnado, cruel y sin cuartel.
No podemos obviar, que al igual que en el mundo
económico en el que los problemas generados y las crisis creadas tienen mucho
que ver con los riesgos que se corren en aras a un mayor beneficio. En el
sector del medio ambiente las grandes empresas van en busca de mayores
ganancias y anteponen la rentabilidad a las precauciones. Una muestra grave fue
el desastre de Britis Petroleum (BP) en el golfo de México cuando corría el año
2010 “el ansia de ahorrar dinero [tuvo] mucha importancia a la hora de
facilitar las condiciones que desembocaron en el accidente[1]”.
“Recordemos que una plataforma petrolífera de última generación explotó matando
a once de sus trabajadores provocando el mayor vertido accidental de petróleo
de la historia[2]”
La bajada de los precios del petróleo, que ha
supuesto un empujón económico en el mundo actual, ha conseguido ser un arma en
contra de las energías limpias. Las imágenes de la población china con un denso
smog irrespirable, que ha supuesto la primera alerta roja por contaminación de
la historia en la ciudad de Pekín, debe darnos la clave de los resultados que
consigue el crecimiento económico desbocado. No obstante, siempre consideramos
que son los demás los que no cumplen y por ello la falta de autocrítica no
permite una mejora de nuestros actos. Nos negamos a buscar el mal en nosotros
mismos. Europa, por ejemplo, que otrora era pionera en la lucha contra los
perjuicios que se ocasionan al medio ambiente, debe ser consciente de que contribuye
a la polución china, ya que el 20 % de sus importaciones provienen de la
producción de ese país.
Muchas de las acciones llevadas a cabo por las
naciones nos muestran sin atisbo de duda la locura del ser humano. Las guerras
son el paradigma de este aserto. Fabricamos bombas, aviones, tanques,
armamento, etc., para matar. Buscamos métodos sofisticados que superen al
enemigo y utilizamos la creatividad como en ningún otro sector. Así fabricamos
juguetes de guerra como los drones o los aviones invisibles que permiten,
además destruir la vida humana sin maltratar como lo hacían las bombas atómicas
otros elementos del entorno. Pero como
dice Cesar Rendueles: “Hemos entregado el control de nuestras vidas a fanáticos
del libre mercado con una visión delirante de la realidad social, que nos dicen
que nada es posible salvo el mayor enriquecimiento de los más ricos: ni
profundizar en la democracia, ni aumentar la igualdad, ni limitar la alienación
laboral, ni preservar los bienes comunes[3]”.
“El calentamiento global tiene una dimensión ética.
Los países que más están sufriendo sus consecuencias [nefastas] son los más
desfavorecidos, precisamente los que apenas han contribuido al cambio
climático. África subsahariana y las pequeñas islas del Pacífico –que sólo
suponen el 5 % de las emisiones totales del C02—resultan muy vulnerables
ante la intensificación y mayor frecuencia de sequías y de inundaciones, así
como ante la subida del nivel de mar[4]”.
Por ello “la solución al calentamiento global no está en arreglar el mundo,
sino en arreglarnos a nosotros mismos[5]”.
No podemos seguir con el despilfarro de recursos mientras que se prevé que más
de 1.500 millones de personas pueden morir de hambre en los últimos años de
este siglo si no cambiamos nuestros hábitos. No podemos seguir jugando a la
ruleta rusa con nuestro planeta. El principio de prudencia o precaución nos
dice que cuando está en juego la humanidad o el medio ambiente no es necesario
tener certeza científica absoluta para actuar y evitar riesgos.
Hemos perdido
la conexión necesaria con el medio en el que vivimos, pero “La naturaleza no
mantiene ninguna relación de fuerza con los humanos, la naturaleza no negocia[6]”. Un proverbio atribuido con frecuencia a las
culturas indígenas nativas americanas afirma que “No hemos heredado la Tierra de nuestros padres, sino
que la hemos tomado prestada de nuestros hijos[7]”. Hemos de buscar un desarrollo sostenible. Aquel que
satisfaga “las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades[8]”.
[1] Klein, Naomi (2015:406) Esto lo cambia todo: el capitalismo
contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[2] Ibídem (2015: 406)
[4] Narbona, Cristina. Un gran desafío para la UE.
Alternativas Económicas núm. 29. Octubre 2015.
[5] Klein, Naomi (2015:344) Esto lo cambia todo: el
capitalismo contra el clima. Paidós: Estado y Sociedad.
[6] VV.AA (2012:51). ¿Hacia dónde va el mundo? Cochet,
Yves, Ante la catástrofe. Ediciones
Octaedro, S.L.
[7] VV.AA ¿Es aún posible la sostenibilidad? Engelman,
Robert (2013:30). Más allá de la sosteniblablá.
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