La democracia es la forma política de vida en
sociedad menos mala, pero en los tiempos en que vivimos está ya muy debilitada
y es poco querida por algunos. El capitalismo mediante la globalización
económica actual y especialmente a través de la financiarización de la economía
ha conseguido que cada vez sea más normal que los bancos, las grandes fortunas
y especialmente los especuladores financieros puedan poner en peligro a países
en democracia teórica y, como consecuencia, a sus ciudadanos que ya detentan,
como es lógico, escaso poder político. La soberanía del pueblo es un concepto
que está quedando vacío y anticuado como la libertad de prensa y la justicia
imparcial.
La globalización económica que
tenemos ha supuesto un gran escollo para la democracia. Dani Rodrik en su obra La
paradoja de la globalización plantea su famosa idea del trilema político
provocado por la globalización. “Según este trilema, las sociedades no pueden
disfrutar simultáneamente de a) mercados completamente integrados
internacionalmente; b) un Gobierno democrático, entendido de forma minimalista
como que las decisiones políticas relevantes han de gozar de un apoyo social
mayoritario, y c) que estas decisiones se tomen en el marco de una estructura
política nacional (el “Estado-nación”). La lógica del argumento es
relativamente sencilla: la integración en los mercados internacionales en algún
momento generará demandas al sistema político nacional (desregulación, cambios
en fiscalidad, etc.) que entrarán en conflicto con las preferencias
mayoritarias de la ciudadanía. La única forma de hacer que sean manejables las
exigencias mayoritarias de los mercados y las demandas mayoritarias de la
ciudadanía es haciendo que estas dos fuerzas operen en el mismo nivel: bien en
el nacional (lo cual obligaría a renunciar a la integración plena de la
economía en los mercados internacionales), o bien en el internacional (lo cual
requeriría la transformación de los sistemas democráticos actuales y la
creación de formas de articulación de la democracia a nivel supranacional)[1]”.
Parece que esta idea es muy consistente con las situaciones que algunos países
están pasando en Europa.
Los fondos llamados “fondos buitres” son otro escollo para la democracia ya que se han
especializado en luchar en un mundo globalizado desregularizado; en el que el
respeto por los distintos países cae en picado y donde el neoliberalismo hace imperar
el darwinismo social internacional; buscan debilidades en aquellos países
más pobres que se han visto arrastrados a un mundo de deudas internacionales y
atacan a rivales moribundos a los que la globalización neoliberal, competitiva
e individualista, sin tanques y sin armamento nuclear, ha dejado tirados en la
lona de la indiferencia. Así “los inversores financieros sin escrúpulos [...] lejos
de acudir con capitales para generar riqueza y empleo en países en desarrollo
[o con dificultades], acudían a los mercados secundarios de deuda externa
devaluada por la crisis, para especular incluso planteando costosos litigios
internacionales a fin de lograr unos beneficios inalcanzables con transacciones
comerciales[2]”.
Se podía leer en el Financial Times mediante la pluma del destacado economista Wolfang
Münchau que “No hay nada polémico en la afirmación de que si la deuda es
insostenible necesita ser reestructurada”. Parece obvio que si alguien no puede
pagar y cualquiera que sepa las fórmulas del interés compuesto sabrá que la
bola de nieve de la deuda puede ser un programa muy eficaz para conseguir
impagos (default). Pues bien, los
fondos buitre han conseguido aprovecharse de este programa injusto y utilizar
la técnica del acreedor disconforme o discrepante. Los fondos buitre con esta
técnica se niegan a cualquier acuerdo sobre la reestructuración de deuda,
entrando en litigios con los países empobrecidos y muy endeudados, litigios que
igualmente salen muy caros a las naciones deudoras y muy suculentos para los
fondos buitre.
Según una reciente investigación sobre litigios
efectuados contra la deuda soberana, el caso de Argentina ha sido el de mayor
coste con un total de 3.700 millones de dólares, seguido por el de Brasil con
un importe de 1400 millones de dólares. Si en el siglo pasado había pocos casos
de litigio contra los Estados y los que había se iniciaban por las entidades
bancarias. En el siglo actual en el 90 % de los litigios los que inician las
demandas son los fondos buitre con intereses particulares y con una fuerte
inclinación a iniciar disputas legales con los países pobres muy endeudados,
por lo que son los países africanos con 80 litigios y los de América Latina con
23 los que absorben la mayor parte de las demandas. ¡Esta es la economía libre que
tenemos!
El caso de Argentina es paradigmático en el
conocimiento de cómo los fondos buitre pueden destrozar a sus víctimas
amparadas en la legislación vigente, sin apenas riesgos y sacando pingües
beneficios. El fondo buitre NML Capital Ltd., mediante sentencia del juez
federal Griesa de Nueva York consiguió obligar a Argentina a que se le pagase
toda la deuda soberana que había adquirido por unos centavos de dólar en el
mercado secundario, lo que supuso unas ganancias de un 1.600 %. ¡Esto no puede
compararse con la economía real! ¡Es mucho mejor! ¡Dónde va a parar! Esto es
una muestra de cómo funciona la globalización actual que saca de nosotros los
peores instintos y jugosos beneficios.
El temor de los países de la Eurozona a estas
reestructuraciones desordenadas que son muy bien manejadas por los fondos
buitre junto con una pretensión de aguantar hasta que pueda haber una mayoría
más social en Europa, posiblemente puede haber influido en la decisión de
Tsipras de aceptar un tercer rescate y la defensa que Podemos ha hecho de esta
decisión. En los fondos buitres como en el mundo de los buitres reales la
compasión no es un elemento a tener en cuenta. Cómo los buitres, estos fondos
se lanzan a por su víctima ante el menor atisbo de debilidad e indefensión sin
dejar rastros de vida. Los estados en este mundo desregularizado
financieramente ya no son inmunes a los impagos de la deuda soberana y, por
tanto, les puede salir muy caro a sus ciudadanos, especialmente a los más pobres.
Como dice el Papa Francisco “Tenemos que corregir un
sistema económico estructuralmente perverso, en el que los ricos explotan a los
pobres”. Y yo diría más, el dinero manejado por los peores, aquellos que sacan
su lado más egoísta, más avaricioso y más insolidarios, logra explotar y
destruir a gran parte de la humanidad. Así la liberación financiera, llevada a
cabo por los neoliberales a finales de los años 70 del anterior siglo, ha
abierto la caja de los truenos y ha permitido un enriquecimiento ilegítimo sin
precedentes. El capitalismo financiero ha llenado el mundo de dinero ficticio
que termina en manos de unos pocos “elegidos”
y se apropia de los bienes y servicios producidos por los distintos pueblos.
Así los que están en la cúspide económica marcan leyes injustas e interesadas y
obligan a su cumplimiento, lo que supone los cilicios de este Dios cruel que
hemos dejado instalar en nuestras vidas.
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