Los diarios y los medios de comunicación no paran de
informar sobre los grandes resultados económicos y de empleo habidos en esta
última Semana Santa. Las mejores de los últimos años. ¡Fiesta del trabajo en
hostelería! El número de parados
registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo se situó al
finalizar marzo en 4.451.939 personas, tras bajar en 60.214 desempleados
respecto al mes anterior, su mayor descenso en un mes de marzo desde 2002, nos
dice la Seguridad Social. Pero estos magníficos resultados que han venido
sustentados en el buen tiempo y que han sido propiciados por un mayor turismo
interno y externo, esconden la tremenda explotación de los trabajadores que hay
en nuestro país. Si McDonald’s, emblema de empresa competitiva basada en bajos
precios y salarios, eleva el salario de sus trabajadores a 10 dólares por hora,
en España, que todavía no nos hemos enterado de que la crisis acabó, queremos
seguir batiendo records de desigualdad y cuanto mejor nos va más se explota a
los ciudadanos menos afortunados. La hostelería es el filón de estos días de
asueto y en la hostelería se dan los mayores índices de injusticia y pisoteo de
las leyes laborales. Todo el mundo lo sabe pero nadie toma medidas. Es un país de
avestruces.
Es más fácil hablar de que los parados se aprovechan
del dinero público, pero se nos olvida que hay muchos que aceptan trabajos
extenuantes para los que habría que haber llevado un plan de mantenimiento
físico previo para no correr riesgos de salud y todo ¿por cuánto? ¿Por 5 euros
la hora?, ¡no!, por menos de 3 euros. Es todo un éxito de la reforma laboral de
2012, más despidos, más facilidad para los expedientes de regulación de empleo en
empresas con beneficio y en las administraciones públicas, menos negociación
colectiva y más aumento del poder del empresario. A los trabajadores se les
tienen atados de pies y manos ya que los escasos instrumentos de que disponían
para forzar una negociación colectiva equilibrada sobre salarios, jornada y condiciones
laborales fueron aniquilados por la reforma.
En España la jornada laboral pactada en convenio
según los datos oficiales ha bajado levemente en los últimos años, pero esta
disminución teórica de la jornada y el incremento de la contratación parcial y
temporal (el mes de marzo pasado fue muy significativo, de los 1.444.775
contratos firmados un 89 % eran temporales y sólo un 5,68 % a jornada completa),
esconden la verdadera realidad de las horas efectivas realizadas por los
trabajadores. Contrataciones parciales de 5 horas se convierten en 16 o 17
horas en estas fechas. Todo está bien ya que como se van a mantener los
negocios si no es explotando al trabajador, no es raro que en el año 2014 en
España se censasen 465.000 millonarios lo que supuso un aumento de 89.000. Sin
embargo, este sistema desigual no puede durar mucho tiempo, salvo que la gente
no sea capaz de pensar y defender sus derechos. Es necesario, por tanto, “Un
plan de lucha contra la explotación laboral, con una nueva regulación garantista
de la contratación a tiempo parcial, que asegure la conciliación de la vida
social y laboral, modificando la ley de infracciones laborales para castigar
con dureza los abusos y mejorando la tarea inspectora.[1]”
Es necesario, además, el reconocimiento de la condición plena de ciudadano y la
creación de una Renta Básica Universal para que la población no elija la única
opción: la explotación y su indignidad.
No podemos juntar el hambre con las ganas de comer,
no es la solución para mejorar nuestras vidas. Si se dicta una ley que facilita
y abarata el despido, permite la indefensión de los trabajadores dejándolos
aislados, potencia los despidos colectivos, hace caer el equilibrio del pacto
entre trabajadores y empresarios del lado de éstos y mantiene una masa
importante de ciudadanos sin trabajo y con necesidades vitales; el resultado
vendrá dado: habrá quién sin derechos y sin pensar siquiera en su salud
aceptará trabajos de dura explotación que sólo le permitirán poder financiarse
unos pocos días de vida.
El contrato a tiempo parcial cuando es voluntario se
acepta para compaginar la vida laboral con la vida familiar, pero está claro
que el aumento de este tipo de contratos en los últimos tiempos no viene dado
por la sensibilidad acerca del bienestar de los trabajadores, sino para la
consecución de beneficios para las empresas. “Sólo el 6% de los ocupados que
buscan otro empleo declaran preferir un empleo a tiempo parcial y más del 60%
de los que trabajan a tiempo parcial declaran que lo hacen por no haber logrado
un empleo a tiempo completo[2]”.
El contrato parcial en muchas ocasiones no es una opción es la única opción
para poder sacar la vida de la trabajadora, del trabajador y de su progenie
adelante, ganar unos euros es cuestión de vida, pero es que además, para mayor
vergüenza, el horario no es parcial, suele ser incluso superior al de una
jornada normal. Sólo es parcial para el pago, para el abono de los salarios, ya
que para el beneficio es casi una jornada doble. Además, por otra parte, no
podemos obviar que el trabajo parcial es el cobijo de la economía sumergida y
del trabajo no declarado que siempre va en perjuicio de la comunidad y del que
no podemos culpar exclusivamente, ni principalmente, al trabajador.
Esta es la flexibilidad laboral que anhelaban
nuestros políticos y nuestros empresarios. El trabajador es una mercancía
excedente que en estos tiempos se puede considerar un coste a reducir
drásticamente con facilidad (es la oferta y la demanda pura que defendían los
clásicos). Pero el trabajador tiene que estar hecho de una materia muy maleable
y resistente al esfuerzo y a la explotación. Su salario y sus derechos decrecerán
inevitablemente por el aumento extensible de sus jornadas (en hostelería hasta
que entren más clientes y el cuerpo aguante). Parece que no nos están mintiendo,
la crisis ya ha pasado, la resurrección llegó con diana floreada y lanzamiento
de salvas, pero aquellos que han aportado su trabajo sin compensación volverán
otra vez al paro. Claramente esta Semana Santa ha sido muy superior a las
anteriores y se equipara a la del 2007, el año en que se inició nuestra querida
crisis.
No, no preguntéis quién son los ganadores y
perdedores de estas fiestas religiosas. Para algunos está claro que la
felicidad sólo viene de Dios, pero estos están convencidos de que antes todos
debemos pasar por nuestro viacrucis. En consecuencia, los ciudadanos que
financian con sus impuestos el gasto público de estos días y los trabajadores
que son machacados y explotados sólo están siguiendo el camino que les llevará
a la FELICIDAD.
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