En el
origen fue la corrupción
Se apuntan
muchas causas como el origen de la crisis en la que todavía estamos pero
realmente la causa principal de la misma y de otras muchas crisis del
capitalismo es el egoísmo de las personas, su avaricia, sus ansias de poder que
no remiten ante las leyes ni ante nada y que les lleva a corromperse para verse
por encima de los demás y vencer en este mundo competitivo. Son los Animal Spirits de los que hablaba Keynes
y analizaron los premio nobel Akerlof y Shiller en el libro del mismo título. Estos
espíritus animales que encontraron en la globalización y en la liberación de
los mercados financieros la fórmula perfecta para que los más corruptos
pusieran a la población a sus pies, trabajando duramente para ellos. Creando la
desigualdad, creando la deuda que permitía la disciplina de por vida y así se
promovió un mundo servil que vivía y moría para que los ganadores obtuvieran el
éxito que buscaban. Es otra clase de
terrorismo pero de igual manera sus consecuencias se han mostrado mortales, e
incluso las muertes provocadas se multiplican de forma exponencial, siendo su
ejemplo más claro la especulación llevada a cabo con los alimentos inmediatamente
después de explosionar la burbuja inmobiliaria. El terrorismo financiero sigue
escalando a sus más altas cotas y siempre encuentra algún filón donde anclar su
corrupción.
El gran
sociólogo Ulrich Beck, recientemente fallecido, analizando la globalización, ya
nos aleccionaba hace tiempo sobre la clase
Colón “Son los ganadores de la globalización los propietarios de un capital
que se mueve globalmente y sus siervos en las altas capas directivas. Gracias a
las reducciones de plantilla, a sueldos ajustados y prestaciones sociales
recortadas, los ingresos de esta minoría suben exponencialmente. Son los que
(al igual que ocurriera con Colón) parten a la conquista del espacio global,
para someterlo a sus fines económicos. Son las élites del dinero y del saber
que han descubierto la clave de la riqueza: conseguir cada vez mayor riqueza con
menos dinero[1]”. Este es el meollo de la
especulación. Las consecuencias no dejan de asombrarnos a pesar de que sean lógicas:
“A fines de 2007, según afirma Brett Arends, “las empresas de Wall Street
tenían inscritos en sus libros derivados financieros de riesgo por una
asombroso valor de 183 billones de dólares: trece veces el tamaño de la
economía de Estados Unidos[2]”.
El dinero se ha convertido en mercancía y no guarda ninguna relación con el
esfuerzo humano condensado en él. Hay mucho dinero que es ficticio. Se hace
dinero con dinero y esto da un inmenso poder sin mérito en un mundo que gira
alrededor de este dios.
En el
ámbito europeo volvemos a toparnos con las mismas causas impuras, Philippe
Legrain, ex asesor de la Comisión Europea, sostiene: “La primera causa de la
crisis fueron los temerarios préstamos de los bancos franceses y alemanes a los
propietarios de viviendas españoles e irlandeses, a los consumidores
portugueses y al Gobierno griego”. Además, a su juicio todo se agravó por “la
insistencia del Gobierno de Ángela Merkel y sus siervos en Bruselas, que han
privilegiado sistemáticamente los intereses de los bancos alemanes y franceses
sobre los de los ciudadanos de la zona euro haciendo que los contribuyentes
griegos, irlandeses, portugueses y españoles pagasen por aquellos errores
bancarios[3]”.
En España también la mediación de los bancos fue la solución para su escasa rentabilidad:
encontraron un filón para mejorar sus márgenes. Así los bancos y especialmente
las cajas de ahorro perdieron de vista su Misión
y se dedicaron a competir en un capitalismo de “amiguetes”. Se tapó la
corrupción generalizada desviando la atención sobre la deuda soberana, la deuda
pública, una treta que dio sus resultados e impuso “austeridad al resto de
nosotros…esencial para evitar verse obligados a pagar las consecuencias de su
ineptitud y su indiferencia[4]”.
El Banco
Central Europeo (BCE) es un instrumento de los pudientes y se ha convertido en
el máximo valedor de este sistema bancario. No está al servicio de las naciones
sino que está al servicio de la banca, principalmente alemana y de centro
Europa. “Entre diciembre de 2011 y febrero de 2012, acordó proporcionar un
billón de euros en unas condiciones privilegiadas con un interés del 1% y a un
plazo de tres años. Este dinero no sirvió para reactivar la economía
concediendo préstamos a las personas, sino que fue utilizado por los bancos
para sanear sus balances. La mayor parte del dinero del BCE fue empleado en la
compra de deuda pública, que suponía una inversión segura y rentable. En el
caso de España, la rentabilidad de la deuda pública en 2012 y 2013 osciló entre
el 4% y el 2,6%, lo cual permitió ganar a las entidades españolas unos 12.000
millones de euros sin más trabajo que recibir el dinero del BCE y colocarlo en
bonos del Tesoro[5]”.
A las grandes
empresas también había que ponérselo fácil ya que su Misión era invertir para que todos tuviéramos trabajo y medios para
una vida digna. Así como botón de muestra “los impuestos sobre las empresas [que]
representaban a mediados de los años cincuenta un 30 % de los ingresos fiscales
del tesoro americano, en 2009 se habían reducido a 6,6 %. Se daban casos tan
escandalosos como el de General Electric, que en 2010 había hecho más de 14.000
millones de beneficios, buena parte de ellos por operaciones en los Estados
Unidos, pero que no solo no había pagado impuestos, sino que había recibido
devoluciones de hacienda por valor de 3.200 millones”. No era un caso único
entre las empresas que deben competir en un mercado libre y sin la protección
de un Estado. “Exxon Mobil, que había hecho 19.000 millones de beneficios en
2009...había obtenido 156 millones de devoluciones de hacienda; Bank of
America, que había ganado 4.400 millones, y había obtenido un rescate de un
billón de dólares de la Reserva federal y del Tesoro, recibió devoluciones por
valor de 1.900 millones...[6]”
En Irlanda las altas tasas de crecimiento, también se habían basado en la
reducción de los impuestos a las grandes empresas. Y en España, para no ser
menos, son las grandes empresas las que pagan menos al fisco.
La bomba
explosiva y dañina diseñada por las élites egoístas se iba cebando con la deuda
mientras que ellos acumulaban riqueza. La deuda mundial ha llegado a los 200
billones de euros lo que demuestra el tipo de sociedad que hemos llegado a ser.
Unos tienen el dinero y otros tienen sólo deudas a las que están encadenados de
por vida. Pero hay que ser conscientes de que esta deuda en muchos casos ha
sido generada por procedimientos bancarios oscuros, corruptos, que incluso cubrían
los altos riesgos que con el dinero de los ciudadanos corrían los bancos. Llegaron
a cubrir incluso sus locuras ambiciosas, comprando protección contra
acontecimientos que contribuían a que se produjeran “es como si comprases un
seguro contra incendios para la casa de otro con intención de pegarle fuego
después.[7]”
Esta
corrupción tiene como preámbulo al propio sistema competitivo que abandona la
cooperación y la solidaridad entre las personas. Aquí no hay deportividad, ni
se para ante nada. Llegará la especulación del agua y habrá guerras por ello.
Se querrá finalmente privatizar hasta el aire... Es necesario, por tanto, una
revolución en el sentido que definía Walter Benjamin, pararse ante el abismo. La revolución en estos tiempos, además, no
puede ser otra cosa que ser honestos en medio de un sistema corrupto porque en
esto sí que no cabe alternativa. Los mayores negocios de este capitalismo se
dan en el tráfico de mujeres, el tráfico de drogas y la venta clandestina de
armas. Los banqueros, grandes empresarios y los políticos corruptos parece que tienen
bula de impunidad mientras mil millones de seres humanos no tienen acceso al
agua limpia y, sin embargo, la producción de un solo automóvil requiere 400.000
litros de agua.
Hay que decir ¡basta! Es el momento de ser
serios y consecuentes y exigir “un rotundo compromiso contra la corrupción, la
lucha por superar las desigualdades sociales crecientes y regenerar las
instituciones de control”[8].
[1] Beck, Ulrich (2007:149). Un nuevo mundo
feliz. Paidós, primera edición de bolsillo.
[2] Fontana, Joseph (2011:934-935). Por el bien
del imperio. Ediciones Pasado y Presente, S.L.
[3] Alternativas económicas. Edición especial: 83
Gráficos para comprender la crisis y sus efectos.
[4] Fontana, Joseph (2011:946). Por el bien del
imperio. Ediciones Pasado y Presente, S.L.
[5] Alternativas económicas. Edición especial: 83
Gráficos para comprender la crisis y sus efectos.
[6] Fontana, Joseph (2011:946-947). Por el bien
del imperio. Ediciones Pasado y Presente, S.L.
[7] Ibídem (2011:936).
[8] López Medel, Jesús. Eldiario.es 13-2-2015.
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