Esta palabra más conocida en los
ámbitos académicos tiene visos de extenderse con rapidez. Su ámbito de estudio
pretende abarcar cuestiones fundamentales que afectan a la continuidad de la
vida en la Tierra. El Antropoceno da nombre a una nueva época geológica
caracterizada por el grave impacto de los seres humanos sobre el sistema Tierra
y sobre todos su habitantes humanos y no humanos. La voracidad y la insaciable
codicia del ser humano han provocado cambios geológicos importantes en nuestra
querida nave. No obstante, son muchos los que critican que sean todos los seres
humanos los responsables del cambio.
El profesor de Historia
Universal, Jason W. Moore, comenta que es un viejo truco capitalista decir que
los problemas del mundo son los problemas creados por todos, cuando en realidad
han sido creados por el capital. Considera que entre los años 1450 y 1750 hay
una revolución en la producción del medio ambiente sin precedentes desde la
revolución neolítica. Una transformación de paisajes y ambientes muy rápida que
cambió profundamente la mayor parte de las regiones del planeta. En este
sentido a la nueva era geológica considera que se la debe llamar Capitaloceno. El Capitaloceno pondría de
manifiesto el brutal cambio que la economía del interés privado, del beneficio
personal e individualista, ha supuesto en nuestro mundo.
Hoy en día pocos pueden ignorar
el cambio climático provocado por las manos del hombre, especialmente actuando
conforme los predicados del sistema capitalista. Aquellos que lo niegan, los
negacionistas quieren perpetuar sus oscuros intereses, su egoísmo, su codicia,
su engreimiento, sus aires de superioridad enfermizos. “El negacionismo es un
mecanismo que impide que se pongan límites al poder y al enriquecimiento de las
petroleras, los países ricos y los ejércitos. Las petroleras aborrecen la idea
de dejar miles de millones de dólares bajo el suelo,[1]”
Entre los años 2003 y 2010, noventa y una organizaciones que se identificaban
dentro del movimiento negacionista del cambio climático en Estados Unidos
sumaron 900 millones de dólares en gastos anuales provenientes de donaciones
efectuadas por fundaciones conservadores vinculadas a corporaciones
transnacionales con intereses en el petróleo y en sistemas extractivos. Son,
por tanto, las élites dirigentes, el poder económico, las que respaldan el
negacionismo. Los datos aportados por multitud de estudios lo avalan.
Las emisiones de carbono del 1 %
más rico son 30 veces mayores que las del 50 % más pobre y superan 175 veces
las emisiones del 10 % más pobre. Las emisiones de CO2 del 10 % de la población con más riqueza
suponen el 50 % del total de las emisiones. Los agentes que se han llevado la
palma en generar contaminación son las petroleras y cementeras. Aunque se
considera al Departamento de Defensa de los Estados Unidos como la institución
más contaminante, llegando a gastar 144 millones de barriles de petróleo en el
año 2014. En este sentido no se puede dejar de señalar el uso del aparato
militar para mantener el statu quo en
la lucha contra el cambio climático a favor de los intereses privados. Es decir
mantener la situación como está y seguir negando el cambio climático.
La evolución del mundo
capitalista no sólo ha comprometido las posibilidades del presente sino también
las del futuro. El mundo que vamos a dejar a nuestros hijos si no realizamos un
cambio radical, es un mundo con sucesos
imprevisibles e inciertos. Por eso, no podemos, de ningún modo, poner como fin
básico la reproducción de las ganancias. La salvación del negocio no puede
estar por encima de los millones de personas que están siendo afectadas por el
cambio climático. Una solución casi obligada es dejar los combustibles fósiles
bajo tierra. Estamos en una situación que ya muchos creen irreversible y, sin
embargo, seguimos caminando ciegamente hacia el abismo. Pero no es una solución
suficiente sino cambiamos la forma de entender la sociedad, la política, la
economía y la cultura.
“La visión de una sociedad en la
que la naturaleza es una parte externa, inerte e invisible que sirve como
fuente inagotable de recursos y como simple escenario en donde suceden los
dramas humanos es cada vez más difícil y peligrosa de mantener.[2]”El
cambio tiene que venir poniendo la vida, el interés común por delante, en
primer lugar. Para ello, se ha dicho otras veces, el mundo será ético o no
será. Tiene que centrarse en la cooperación y la solidaridad o no será. Las
visiones desagradables de un mundo centrado en la competitividad ya se están
haciendo realidad. Nos interesa una nueva lógica que no subordine la naturaleza
y el trabajo a las insaciables demandas de la acumulación de capital. Los
negocios no pueden estar por encima de la vida de una sola persona[3].
[1] Cano
Ramírez, Omar Ernesto. Capitaloceno y
adaptación elitista. EcologíaPolítica núm 53, pag. 10
[2]
Herrero, Amaranta. Navegando por los
turbulentos tiempos del Antropoceno. EcologíaPolítica núm 53, pag. 24
[3]
Un estudio de la situación en relación al concepto Antropoceno se puede
encontrar en ecologiaPolítica, núm.
53
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