Uno
de los efectos perversos de la desigualdad es la utilización de recursos para
producir bienes y servicios que no son los más apropiados para cubrir las
necesidades de la sociedad en su conjunto. El hecho de que el dinero esté en
manos de unos pocos trae como consecuencia que principalmente se cubren las
necesidades y caprichos de los mismos, distrayéndose recursos de la producción
de bienes y servicios básicos para la vida de la gran mayoría de los
ciudadanos. Cuando el dinero está en manos de los que lo necesitan para vivir,
se consume en productos indispensables, cuando el dinero está en manos de
aquellos que pueden despilfarrarlo se ahorra o se gasta en bienes de lujo o en
especular. Este hecho se ve agravado por la poca autonomía del Estado a la hora
de emitir en moneda propia, posibilidad que como nos dice la Teoría Monetaria
Moderna permitiría poner en marcha los recursos ociosos e impedir que la
desigualdad aumente imparablemente en este mundo competitivo y globalizado. Debemos recordar, además, que el objetivo de la
Hacienda Funcional, que anida en sus propuestas, no es el equilibrio
presupuestario sino la plena ocupación de los recursos.
El
problema del capitalismo actual es que no cierra el paso a los oligopolios y al
crecimiento desmesurado de las empresas. La concentración del dinero permite la
concentración del poder y éste resiste los cambios necesarios para un mundo más
justo y menos desigual. No cabe duda, que cuando existen, en consecuencia,
grupos con suficiente poder, su influencia afecta al modelo de desarrollo
económico del país. En nuestro país, el poder se ha concentrado en la banca, de
la crisis actual han emergido en nuestro país tres grandes grupos: Santander,
BBVA y la Caixa. Su poder y su fuerza han sido comprobadas mediante la
capacidad demostrada para obtener fondos públicos para financiar su salvación a
costa de todos los ciudadanos.
También, es reseñable, el poder de las
empresas eléctricas: Endesa, Iberdrola, Gas Natural-Fenosa. Estas empresas siguen
siendo un núcleo duro configurador de políticas, lo muestra su capacidad de
imponer políticas que dificultan la expansión de las energías renovables, más
convenientes, y de impulsar la prórroga de la energía nuclear. El mercado
mayorista de la electricidad sigue funcionando conforme un modelo marginal,
aplicando a todas las tecnologías el precio asignado a la fuente más cara. De
esta forma los beneficios son elevados (es interesante ver nota[1]), los
sueldos de los consejeros y directivos insultantes (ver nota[2]) y los
precios de la electricidad que pagamos por las nubes, sufriendo las
consecuencias aquellos más necesitados[3]. No cabe
duda de que la cultura que prevalece es la cultura de la clase dominante
y esta reclama eternidad en sus privilegios.
El núcleo duro del capitalismo español ha
sido capaz de externalizar los costes de sus errores y tejemanejes hacia el
conjunto de la sociedad. Pero ha salido debilitado, y el conjunto de la
economía española es aún más dependiente del sector financiero internacional,
actualmente más especulativo y menos productivo. Lo percibimos en ciudades como
Barcelona, donde el flujo de capital extranjero sobre el sector inmobiliario
significa una auténtica amenaza para la ordenación de la ciudad. Y explica, en
parte, las enormes dificultades de transformar la estructura productiva hacia
una mayor sostenibilidad y solidez a largo plazo[4]. Lo
percibimos en el incremento sin pausa de nuestra deuda que amenaza nuestra
estabilidad económica.
Es
de considerar también que “Cada vez más productos inútiles, cada vez más
chucherías: las sociedades de la abundancia se basan en la fabricación
ilimitada de falsas necesidades. El ciudadano no sólo está ya desposeído de sí
mismo por el trabajo lo está también por la supermultiplicación de
pseudonecesidades que no responden a otra cosa que a la lógica del beneficio y
a las exigencias del proceso de producción. Mediante el bombardeo publicitario
y otras técnicas de persuasión, la demanda está totalmente dirigida y
manipulada por la oferta comercial: el consumidor pierde toda libertad y toda
singularidad, se vuelve ajeno a sí mismo en la medida en que se encuentra en
“estado” de consumo impuesto y masificado[5].”
Y, no solamente se producen bienes innecesarios sino que se produce aquello que
interesa exclusivamente a los millonarios (pero que atrae febrilmente a los
menos pudientes), despreciando la producción de bienes y servicios básicos para
la gran mayoría y olvidando nuestro ecosistema.
La
manipulación que sistemáticamente se hace a expensas del crecimiento sin pausa
PIB, oculta la verdadera dirección que debe tomar una política a favor de los
ciudadanos. Producir por producir, una décima más o menos en la producción, en
el PIB, tiene poca importancia, si dedicamos los esfuerzos y los recursos en
aquello que no merece la pena, que no garantiza la vida y su desarrollo
equilibrado. La reducción de la desigualdad, por el
contrario, es un indicador que puede conducirnos a metas más importantes; un
desarrollo social armónico que persiga valores que todos podemos compartir y
respetar. La igualdad se respalda en el reconocimiento de los mismos derechos a
todos los ciudadanos. ¡Si ya sé que está ya en nuestra Constitución! Pero
todavía no veo que las políticas que se están llevando a cabo cumplan con este
mandato de suma importancia.
[1] Según la Revista de Alternativas Económicas en su núm.
45, pág.10, el resultado neto en el año
2015 de las empresas eléctricas más reseñables fue; Iberdrola 2.422 millones de
euros, Gas Natural Fenosa 1.502 millones de euros, Endesa 1.086 millones de
euros.
[2] Ibídem, pág. 9, en el año 2015 cobraron, el Presidente
de Iberdrola 9,5 millones de euros, el Consejero delegado de Gas Natural Fenosa
3,4 millones de euros, el Presidente de Endesa 2,9 millones de euros. Si esto
no es muestra de su poder y no de su contribución social.
[3] Ibídem, pág. 11, durante el 2015 las tres empresas
realizaron 1.791 cortes de luz diarios en los hogares por impago de facturas.
[5] GILLES LIPOVETSKY. De la ligereza. Anagrama 2016, pág.
328.
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